ART

 

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The Silver Series of Modern Language Text-Books

A
SPANISH ANTHOLOGY

A COLLECTION OF LYRICS FROM THE THIRTEENTH CENTURY DOWN TO THE PRESENT TIME
EDITED, WITH INTRODUCTION AND NOTES
BY
J. D. M. FORD, Ph.D.
Instructor in Romance Languages in Harvard University
Silver, Burdett & Company Logo
SILVER, BURDETT AND COMPANY
NEW YORK BOSTON CHICAGO
Copyright, 1901,
By Silver, Burdett & Company
v

PREFACE

Use of the present Anthology in the Spanish classes at Harvard University has shown that Spanish verse appeals to the imagination of the English-speaking student. On that account, the editor now ventures to offer this book for general academic use. The volume should not be without a certain popular value also, since many poems are included in it that through translations have been introduced into English literature, and, like Longfellow’s version of the Coplas of Manrique, have there made their fortune.

Indulgence is asked in cases where the readings of a particular text may not seem satisfactory. Access to the manuscripts or to rare early editions alone could justify the alteration of passages which even in the best editions available seem to have faulty readings. The editor has taken the liberty, however, of changing s to z in the older texts, where it was clear that the appearance of the former letter (as in rason, desir, etc.) was due to a common mistake of the first editors, who confused the z and the cursive s of their manuscripts.

Errors of judgment in the selection of the poems were perhaps inevitable. At any rate, the editor does not believe himself exempt from such errors. Of the anthologies of Spanish verse already in existence he has found it particularly useful to consult the following:

vi

M. Menéndez y Pelayo: Antología de poetas líricos castellanos, Madrid, 1890 and since.

Id.: Antología de poetas hispano-americanos, Madrid, 1893.

F. Wolf: Floresta de rimas modernas castellanas, Paris, 1837.

C. M. de Vasconcellos: Antología Española, 1ª parte, Leipzig, 1875.

The very best account of Spanish lyric poetry may be found in the various Prologues and Introductions to the two Anthologies of Menéndez y Pelayo.

J. D. M. F.
Harvard University,
September, 1901
vii

CONTENTS

page
Introduction xv
Index of Authors xlix
I.—POESÍAS DE LOS SIGLOS XIII-XV
Aventura Amorosa Anónimo 3
Cántica de la Virgen Gonzalo de Berceo 8
De las Propiedades que las Duennas Chicas han Ruiz 9
Cantiga de Ciegos 11
Á la Muerte del Príncipe D. Alfonso Manuel 13
Cantar: Sennor, si tú has dada López de Ayala 14
Cantar: Á la Virgen 15
La Danza de la Muerte Anónimo 16
Revelación de un Ermitaño Anónimo 21
«A aquel árbol, que mueve la foxa» Furtado de Mendoza 23
Cantiga: Sevilla Álvarez de Villasandino 24
Dezir Imperial 25
Dezir sobre la Fortuna Páez de Ribera 26
«Si Dios, nuestro Salvador» Álvaro de Luna 28
Decir en Honor de Leonor de los Paños Pérez de Guzmán 29
El Laberinto Juan de Mena 31
Cantarcillo Cota 32
Coplas de Mingo Revulgo Anónimo 32
Sonetos Fechos al Itálico Modo López de Mendoza 34
Serranilla 35
Villancico 36
Querella Lope de Estúñiga 37
Canción Suero de Quiñones 38
Replicaçion contra Manuel Alfonso de Baena 39
Respuesta contra Alfonso Manuel de Lando 39
Canción Carvajal 40
Coplas á Diego Arias de Avila Gómez Manrique 40
A una Dama que iba Cubierta 41
viii Porque Estando Él Durmiendo le Besó su Amiga Jorge Manrique 42
A la Muerte del Maestre de Santiago Don Rodrigo Manrique, su Padre 43
Canción Cartagena 57
A la Virgen Rodríguez del Padrón 58
Oración Tallante 58
Canción El Comendador Escribá 59
Letra Gato 59
El Beso Anónimo 60
II.—POESÍAS DE LOS SIGLOS XVI-XVII
Contra los que Dicen Mal de Mujeres Juan del Encina 63
Romance Manuel de Urrea 65
Canción Gil Vicente 67
Sonetos Boscán Almogaver 67
Octava Rima 68
Egloga: Salicio y Nemoroso Garcilaso de la Vega 70
Soneto 72
Soneto Fernando de Acuña 72
Madrigales Gutierre de Cetina 73
Al Silencio de las Quejas Hurtado de Mendoza 74
Soneto 75
Contra los que Dejan los Metros Castellanos y Siguen los Italianos Cristóbal de Castillejo 75
Soneto 77
Soneto 78
Visita de Amor Gregorio de Silvestre 78
Glosa 79
Redondillas á unos Cabellos Prendidos con Cordón de Seda Verde Jorge de Montemayor 80
Villancico Luis de Camoens 81
Letrilla 82
Una Glosa Santa Teresa de Jesus 82
Letrilla (que Llevaba por Registro en su Breviario) 85
Soneto: Por la Vitoria de Lepanto Fernando de Herrera 86
Soneto: A Sevilla 86
Canción: Al Sueño 87
Canción: Por la Vitoria de Lepanto 88
ix La Vida del Campo Luis de León 95
La Ascensión del Señor 97
A Felipe Ruiz 98
Profecía del Tajo 100
Noche Serena 103
Canción: Noche Oscura del Alma San Juan de la Cruz 105
Imitación del Cantar de los Cantares Malón de Chaide 107
Canzoneta Timoneda 108
Egloga: Tirsi Francisco de Figueroa 109
Octavas Barahona de Soto 110
Soneto: A Cristo Crucificado Anónimo 111
Soneto Arias Montano 111
Romance Histórico: Romance del Rey Don Rodrigo, Cómo Perdió á España Anónimo 112
Romance Histórico: Bernardo Llora á su Padre y Celebra sus Obsequias Anónimo 114
Romance Histórico: Romance de Don Rodrigo de Lara Anónimo 116
Romance Histórico: Casamiento del Cid con Jimena Anónimo 117
Romance Histórico: El Cid Va en Romería á Santiago.—Milagro del Gafo Anónimo 119
Romance Histórico: De la Muerte de la Reina Blanca Anónimo 122
Romance Morisco: La Conquista de Alhama Anónimo 124
Romance Caballeresco: Doña Alda Llora la Muerte de Roldán Anónimo 126
Romance Caballeresco: La Constancia Anónimo 128
Romance Erótico: Rosa Fresca Anónimo 128
Romance Erótico: Fonte Frida Anónimo 129
«Mientras duerme mi niño» Canción Anónima 130
El Sueño Baltasar de Alcázar 131
Sobre los Consonantes 132
«Quién menoscaba mis bienes» Miguel de Cervantes Saavedra 133
Canción 134
Soneto 135
x Glosa 135
Soneto Lupercio Leonardo de Argensola 137
Canción (Traducción de Horacio: Beatus Ille) 137
Soneto Bartolomé Leonardo de Argensola 140
Epigrama (Traducción de Marcial) 140
Romance Luis de Argote y Góngora 141
Villancico 142
Soledad Primera 143
Soneto (Contra los que Dijeron Mal de las Soledades) 144
Soneto Conde de Villamediana 144
Epigramas 145
Redondillas Vicente Espinel 145
Letrilla 146
Canción de la Virgen Lope Félix de Vega Carpio 147
Romance 148
Sonetos 151
Mañana 152
El Buen Pastor 152
A la Nueva Lengua 153
Un Soneto 153
Letra de Cristo al Alma José de Valdivielso 154
Idilio: La Fábula del Genil Pedro de Espinosa 155
Soneto: «Estas purpúreas» 156
Oda: A las Ruinas de Itálica Caro 156
Silva: Acaecimiento Amoroso Juan de Jáuregui 157
Letrilla Gómez de Quevedo y Villegas 159
Soneto 162
Canción 162
Epístola Satírica al Conde de Olivares 163
Soneto 164
Canción: La Tórtola El Bachiller de la Torre 165
Canción Francisco de Borja 167
Canción 167
Canción 168
Silva: A la Rosa Francisco de Rioja 170
xi A la Pobreza 171
A la Riqueza 173
Canción á un Jilguero Soto de Rojas 175
Cantilena: De un Pajarillo Manuel de Villegas 175
Cantilena: Del Amor y la Abeja 176
Oda: Al Céfiro 177
Fábula Burlesca de Apolo y Dafne Polo de Medina 178
Cantarcillo Calderón de la Barca 180
Décima: A Lope de Vega Carpio 181
El Mágico Prodigioso 181
El Alcalde de Zalamea (Consejo de Crespo á su Hijo) 183
Lágrimas 184
Soneto: A las Ojeras de una Dama Agustín de Salazar Torres 185
Redondillas Sor Juana Inés de la Cruz 185
Soneto (Entre Encontradas Correspondencias Vale Más Amar que Aborrecer) 187
III.—POESÍAS DEL SIGLO XVIII
Canción Ignacio de Luzán 191
Soneto: El Verdadero Amor García de la Huerta 192
Sátira contra los Malos Escritores de su Tiempo Pitillas 193
La Fiesta de Toros en Madrid Nicolás Fernández de Moratín 196
Sobre ser la Poesía un Estudio Frívolo José de Cadalso 207
Canto Guerrero (para los Asturianos) Melchor de Jovellanos 208
Oda: A un Ruiseñor Valdés 211
Romance: La Lluvia 213
Letrilla: A unos Lindos Ojos 214
Traducción del Salmo VIII González 215
El Murciélago Alevoso 217
Letrilla: La Rosa de Abril Iglesias de la Casa 221
El Otoño Álvarez de Cienfuegos 223
Canción 224
xii Fábula: El León y la Cabra Maria de Samaniego 225
Fábula: El Jabalí y la Zorra 226
El Oso, la Mona y el Cerdo Tomás de Iriarte 226
Soneto 227
Oda: Los Días Leandro Fernández de Moratín 228
España Restaurada en Cádiz Arjona 230
IV.—POESÍAS DEL SIGLO XIX
Oda á España, Después de la Revolución de Marzo Quintana 235
Oda á Guzmán el Bueno 239
El Dos de Mayo Gallego 244
La Voluntariedad y el Deseo Resignado Blanco 249
La Muerte de Jesús Alberto Lista y Aragón 251
La Victoria de Bailén 253
Los Defensores de la Patria (Canción Cívica) Juan Arriaza y Superirela 255
Epístola al Duque de Frías (con Motivo de la Muerte de la Duquesa) Martínez de la Rosa 257
Un Castellano Leal Ángel de Saavedra 258
Al Faro del Puerto de Malta 266
La Cautiva José de Espronceda 268
Soneto 270
A Teresa 270
Canción del Pirata 275
La Independencia de la Poesía Manuel de Cabanyes 279
Indecisión Zorrilla 280
La Fuente 283
A la Memoria de Larra 284
Toledo 286
A Calderón Hartzenbusch 287
El Soldado y el Carretero Bretón de los Herreros 288
Al Huracán Heredia 289
Oda á Niágara 291
Plegaria á Dios Plácido 293
El Amor de los Amores Coronado 294
xiii A Washington Gómez de Avellaneda 296
A un Ruiseñor 296
La Tumba y la Rosa 298
A la Muerte de Espronceda 298
Plegaria López de Ayala 300
La Modestia José Selgas y Carrasco 300
Rimas Bécquer 303
Al Anochecer Antonio de Trueba 307
Cantos de Pájaro 308
Cantabria 309
Imitación de los Salmos Ventura de la Vega 309
La Oración por Todos Bello 310
Los Sollozos Ramón de Campoamor y Campoosorio 312
El Mayor Castigo 313
¡Quién Supiera Escribir! 313
El Descreimiento 315
El Cielo de Leopardi 316
Las Dos Grandezas 316
Las Dos Tumbas 318
Noche de Abril Valera y Alcalá Galiano 319
El Fuego Divino 320
¡Excelsior! Núñez de Arce 323
A España 324
Miserere 324
En Roma Marcelino Menéndez y Pelayo 330
Elegía en la Muerte de un Amigo 331
Glossary 337
Notes 343
xv

INTRODUCTION

NOTES ON THE HISTORY OF SPANISH LYRIC POETRY.

In the notes to the Anthology an endeavor has been made to indicate clearly the position occupied by each of the poets here represented, with respect to the literary movements of his time. This Introduction, then, need but serve the purpose of outlining those general movements in so far as they have been concerned with lyric production.

Of course we have to do only with the lyric tradition which has found expression in the language of Castile. It is not to be forgotten, however, that it is but one out of several lyric traditions that have flourished within the bounds of Spain; for the Spaniard can point with pride to a poetic production in Latin which extended from the Silver Age of Latin literature well into the Middle Ages, and he knows, too, that the Arabs and the Hebrews who settled on his soil composed and sang in their respective tongues. Those who desire more light upon these traditions will find an interesting account of them in the Prólogo to the first volume of Menéndez y Pelayo’s Antología de poetas líricos castellanos (Madrid, 1890). Suffice it to say that the influence of Arabic and Hebrew literature upon composition in Castilian has been exceedingly slight, and that for literary expression the latter speech is a legitimate heir of Latin in the Iberian peninsula. The Catalan and Portuguese literatures have a tradition entirely xvi independent of that of Castile; we, therefore, disregard them here.

Literature, properly so called, did not appear in the vulgar tongue of Castile until the twelfth century. From that period we have preserved one of the greatest monuments of Old Spanish letters, the epic Poema del Cid. To heroic poetry as instanced by this poem on Roderick of Bivar, which, like most of the early epic legends or cantares de gesta of Castile, must have been produced under the influence of the French chansons de geste, there succeeded, in the thirteenth century, a body of religious and didactic verse, a good part of which is due to the industrious cleric, Gonzalo de Berceo. Very few lyric compositions in Castilian can be found in this century. One, and apparently the earliest of all, is the first piece in our Collection—the Aventura amorosa. Modeled on the French pastourelle or the Provençal pastorela, it shows, like the Spanish heroic legend, the influence of the region whence most of the mediæval Occident derived its first poetic inspiration. Another precious example of lyrism at this early date is a song with certain popular elements in it,—the Cántica de la Virgen, introduced by Berceo into his religious poem, El duelo de la Virgen.

One may marvel that there was so slight an output of Castilian lyric verse at a time when Castile had already begun to be quite active in a literary way. However, the reason is not far to seek. It is found in the fact that the poets of Castile, following what seems to have been a convention with them, wrote their lyrics in the language of an adjoining district, that of Galicia. Into this latter region, as into Portugal generally, the wandering troubadours from Provence had early penetrated, singing everywhere their erotic strains, until, at length, the native poets began to imitate the Provençal manner in their own language, the Galician-Portuguese. Of their amorous and other lyric verse quite an amount is preserved in various Cancioneiros, and these also contain the poems of Castilians xvii and southern Spaniards, who, like the monarch of Castile, Alfonso el Sabio, composed in Galician-Portuguese.[1]

1: For an account of this Galician poetry see Menéndez y Pelayo, l. c., Prólogo, to volume III, and the article on Portuguese literature prepared for Groeber’s Grundriss der romanischen Philologie, vol. II, by C. M. de Vasconcellos.

The fourteenth century is marked by the advent of a Castilian poet who writes in his native speech only. This is Juan Ruiz, Archpriest of Hita, the Villon of Spain and the most original Spanish writer of the whole mediæval period. His lyrics, interspersed among the narrative portions of his Cantares, have the note of personal experience. Much has been made of French influence upon Hita, but, when all is said and done, that influence is restricted to a small proportion of his work, and he remains eminently Spanish in manner, although, for his verse forms, he has had recourse to Galician-Provençal models. These same models were present to the mind of the Chancellor López de Ayala for the lyrics contained in his satiric and didactic Rimado de Palacio, written in the second half of the fourteenth century, and in the fifteenth century they were followed by a whole host of verse writers.

During the first half of the fifteenth century, literary activity was centered in the Court of John II., king of Castile. There, statesmen and courtiers of the type of Álvaro de Luna amused themselves by inditing verses in rivalry with the trovadores who lived by the trade; and a considerable number of their productions,—especially those conceived according to the stereotyped Provençal manner, as adopted formerly in Galicia and in later times in Catalonia, and imported from both regions into Castile,—may be found in the Cancionero of Baena.

By the side of this very artificial Court verse, maintaining as it does the earlier lyric tradition that harks back ultimately to the land beyond the Pyrenees, there appear, in the fifteenth century, two other main divisions xviii of poetry showing new forces brought to bear upon Castilian letters. Of these, the one is chiefly governed by an Italian influence, especially by that of Dante, from whose Divina Commedia it derives the allegorical tendency which is its distinguishing mark; the other reveals the influence of the Renaissance in the attention which it pays to the works of classic antiquity, translating and imitating them. These new influences find expression, above all, in the poems of Imperial, Mena and the Marquis of Santillana. Untrammelled by conventions, Jorge Manrique stands somewhat apart from these three poetic movements in his best work, the mournfully melodious Coplas on the death of his father.

To the fifteenth and the following century belongs the great mass of short lyrico-epic poems or ballads, called Romances—a term also applied to lyrics in quatrains having no epic character whatsoever. It was formerly believed that the ballads, most of which deal with subjects from the history of Spain and with the stories of Charlemagne and his peers, were of much greater antiquity; but the artificiality of the style and contents of the majority of them, and the introduction into them of elements of culture and courtliness much more recent than the times to which they relate, fix their composition as hardly earlier than the end of the fifteenth century. Still, the weight of authority ascribes to certain of them an early oral tradition, and even considers some as developed out of passages taken from the old epic Cantares de gesta.

With the sixteenth century, and as the famous siglo de oro (1550-1680) drew near, the number of lyric poets increased greatly, and the Italianizing influences grew in importance. Boscán, Garcilaso de la Vega and Mendoza were the leading champions of the exotic measures, and they thoroughly naturalized in Spain the sonnet, the hendecasyllable, the ottava rima and kindred forms, some of which had already been introduced in the time of Imperial xix and Santillana. Certain spirits, such as Castillejo and Silvestre, opposed, though not consistently, the endeavors of these innovators; but toward the end of the sixteenth century the Italian manner triumphed, particularly in the works of Herrera and his school at Seville.

Mysticism, ever a prominent characteristic of the Spanish temperament, finds most pleasing expression, during the sixteenth century, in the lyrics of a number of clerical writers. The most attractive of them all is Luis de León, deservedly ranked among the greatest Spanish lyric poets. In him an Italian influence, and the humanizing impress of the Renaissance are also visible.

The Italian manner is henceforth, and throughout the seventeenth century, the dominant one in Spanish verse. It is unnecessary to mention the numerous lyrists who adopted it. The great masters of the siglo de oro—Lope, Calderón, Cervantes—used the foreign measures, though, indeed, they constantly recurred to the older domestic forms, such as the romance, the redondillas, etc.

At the very outset of the seventeenth century there manifested itself in Spanish poetry the vitiating influence of Góngora, a writer whose bombastic and obscure style, termed Gongorism after its originator, wrought the same harm in Spanish letters that Marinism wrought in Italy and Euphuism in England. The mannerisms of Góngora were imitated by later poets, so that his school persisted throughout the century, despite the reaction to sanity attempted by the Argensolas, and the satirist Quevedo. Even the virile Quevedo himself yielded finally to the torrent and wrote, in his later period, verse and prose as extravagant of metaphor and as obscure in style as any that ever came from the pen of Góngora.

The siglo de oro was followed by a period of decline in things political, social and literary, which extended through a considerable portion of the eighteenth century. Poetasters abounded, good taste was at its lowest ebb. xx When matters were at about their worst in the world of letters—and the satire of Jorge Pitillas will indicate how great the decay was—Luzán inaugurated a reform movement by proposing, in his Arte poética, to subject all poetic production in Spanish to rigid rules such as Boileau had imposed upon classic French verse. Luzán’s ideas found favor and, despite the counter-efforts of García de la Huerta, a champion of the older Spanish methods and a bitter opponent of innovations, the disciples of Luzán began to compose dramas and lyrics according to the Gallic laws. The most important lyrist of the new movement was Meléndez-Valdés, about whom gathered the so-called Salamancan school of poets. Of these the best was Cienfuegos, who most nearly approached his master Meléndez in the skill with which he versified according to the precepts from abroad. The fabulists Samaniego and Iriarte also underwent French influence.

The opening years of the nineteenth century witnessed a passionate outburst of Spanish patriotism, which found poetic utterance in the odes directed against the Napoleonic invader by the Tyrtæan poet Quintana, by his friend Gallego and other authors. Although leveled against the French, these compositions were framed in obedience to the canons of the French poetic lawgivers. The rules of French classicism prevailed also in the works of the members of a school made up mainly of young clerics, who had their centre at Seville. Lista and Blanco were among the number of these poets, whose use of French methods was tempered somewhat by their imitation of the manner of Herrera, the leader of the school of Seville that had flourished in the sixteenth and the early seventeenth century, and of that of his disciple Rioja.

With the third decade of the century the wave of Romanticism began to sweep over the land. Triumphant with the drama of Rivas, it reached its apogee of lyrism in the verse of that writer and in the works of the Byronic poet Espronceda and of Zorrilla. Not the least attractive xxi among the authors of the Romantic period are the Cuban poets Heredia and Avellaneda.

The Romantic movement passed away and its unrestrained outpourings of the inner man ceased to be fashionable after the middle of the century. Realism, which has prevailed generally in literature since that time, is not too favorable to the composition of lyric verse, and the production of the latter during the last fifty years has been rather individual than characteristic of any school. Bécquer’s Heinesque strains have not been echoed by any one of note; no one has imitated successfully the poetic philosophizing of Campoamor, the winning poet so lately deceased; Núñez de Arce, the author of the Gritos del combate and the Vértigo, has alone found any considerable following; while the humanism of Valera and Menéndez y Pelayo raises their verse to an intellectual level above the comprehension of ordinary men. The gentle mysticism of León, of which reminiscences are found everywhere throughout the works of Valera, is suggested by the lyrics of Carolina Coronado, who is also of the school of St. Theresa.

NOTES ON SPANISH PROSODY

The following rules are mainly drawn from the excellent Ortología y métrica of A. Bello, published in his Obras completas, Santiago de Chile, 1884, vol. V. Other treatises that may be consulted are E. Benot, Prosodia castellana y versificación, Madrid, 1892; F. Hanssen, Notas á la prosodia castellana, Santiago de Chile, 1900 (in the Anales de la Universidad); Id., Miscelánea de versificación castellana, ibid., 1897; Id., Zur lateinischen und romanischen Metrik, Valparaiso, 1901 (reprint from the Verhandlungen des deutschen Wissenschaftvereins, vol. IV, Santiago de Chile). Cf. also the remarks of E. Stengel in his Romanische Verslehre (pubd. in Gröbers Grundriss xxii der romanischen Philologie, vol. II, part I, Strasburg, 1893) and of G. Baist in his Spanische Literatur (pubd. ibid., vol. II, part II, Strasburg, 1897).

SYLLABIFICATION

The Latin quantitative principle in versification has given way in Spanish to that of syllabification simply. Account is taken, as a rule, not of the greater or less length of the vowel in the syllabic, but of the number of the syllables in a line and of their rhythmical accent.

(α) Vowels and Syllables Within a Word.

A problem of importance is to determine, when two or more vowels come together, whether they form one syllable or more. The vowels are either strong (a, e, o) or weak (i, y, u), and they come together under three chief conditions; viz., (I) the accent of the word may be on one of the contiguous vowels; (II) it may be on a preceding syllable; (III) it may be on a syllable following them.

I. Combinations of Two Vowels, one of which is Accented

(1) If one of two strong vowels (a, e, o) coming together has the accent, they do not form a diphthong, and therefore do not count as a single syllable in the verse. Dissyllables, for example, are Jaén, nao, leal, león; trisyllables are azahar (h mute), creemos, canoa.

Exceptionally, the two strong vowels are contracted: e.g., Samaniego has contracted them in the hendecasyllable,

El león, rey de los bosques poderoso,

and Espronceda in a tetrasyllable,

Y no hay playa
Sea cualquiera, etc.
xxiii

This contraction, called synæresis, is less harsh when the unaccented vowel is e. It is frequent, however, with the first two vowels of ahora.

(2) If two vowels come together, the first strong (a, e, o) and the second weak (i, y, u), and if the accent rests on the strong vowel, they regularly form a diphthong and count as one syllable; e.g., cauto, peine, feudo, convoy, rey, soy. The dissolution of this diphthong constitutes a very violent poetical license. When it occurs it is termed diæresis and is sometimes marked by the dots so called; e.g., glorïoso, suäve.

(3) If the first of the contiguous vowels is strong, and the second weak and accented, they form separate syllables, as in raíz, baúl, roído. Contraction (synæresis) is rare and harsh in such cases: cf. Meléndez Valdés in the hendecasyllable,

Caído del cielo al lodo que le afea.

(4) If the first of the contiguous vowels is weak and the second strong, and the accent is on the weak vowel, they naturally constitute separate syllables, as in día, río, valúa, lloraríamos.

Synæresis is more frequent and less harsh here than in (3); cf. Garcilaso:

Que había de ver con largo acabamiento.

Espronceda:

Los ríos su curso natural reprimen.

(5) If the first of two contiguous vowels is weak and the second is strong and accented, the vowels sometimes form one syllable and sometimes do not. Etymological conditions often determine the case; thus fió is a dissyllable, since it comes from a Latin source (fidavit) in which the i was in a syllable by itself, and bien is a monosyllable, since the i and e form a diphthong evolved out of a single Latin vowel (the ĕ of bĕne).

xxiv

The chief cases are as follows:

(a) and from Latin e and o form diphthongs absolutely indissoluble: diente, muerte.

(b) In conjugation, analogy plays a part, and fiamos follows fiar (with the i and the a in distinct syllables), cambiamos follows cambiar (with the i and the a in the same syllable).

Synæresis readily takes place for vowels ordinarily in distinct syllables (fió, etc.); but diæresis hardly obtains for the vowels of a true diphthong (cambió, etc.).

(c) The combinations and are usually diphthongs in the terminations of the preterite indicative, the future subjunctive, the past tenses of the subjunctive, and the gerund, of verbs of the second and third conjugations: e.g., murió, muriere, muriese, muriera, muriendo. In rió, deslió, rieron, deslieron, the vowels seem to be considered as forming separate syllables, the i being treated as part of the stem and not of the suffix.

(d) The substantival ending -ión (acción, etc.) is generally a diphthong, and rarely suffers dissolution.

(e) In derivatives analogy operates: e.g., naviero and brioso with their i in a separate syllable because of navío and brío (cf. rule 4); but glorieta and ambicioso with a diphthong because of gloria and ambición. Ordinarily, such ie and io combinations permit of synæresis if they are properly dissyllabic, and if properly diphthongal they remain indissoluble. Still, adjectives in -i.oso and -u.oso sometimes dissolve their diphthong; e.g., as in Espronceda:

El majestüoso río
Sus claras ondas enluta,

Garcilaso:

El árbol de victoria
Que ciñe estrechamente
Tu glorïosa frente.

(6) Two contiguous weak vowels with the accent on the first of them form an indissoluble diphthong; e.g., xxv muy. Cuita, cuido and related forms once accented the u: cf. p. 134, l. 20 where Cervantes has descuido in assonance with confuso. So also, Meléndez Valdés assonated tumba and cuidan. Viùda was formerly víuda, and Tirso de Molina assonated it with Lucía, pican, etc.

(7) If the second of two contiguous weak vowels is accented, there is a diphthong sometimes indissoluble and sometimes dissoluble; e.g., indissoluble are fuí and, in modern usage, cuita, cuido and their derivatives; dissoluble are ruin, ruina, ruido, viudo. These later, however, readily admit synæresis.

Analogy operates in verb forms; thus u is in a syllable apart in huyo, arguyo, and so also in huimos, argüimos (but in such cases synæresis is always possible). In cases of a repetition of the same vowel, synæresis hardly obtains; therefore piísimo and duúnviro have four syllables each.

II. Combinations of Two Vowels with the Accent Preceding them

(1) Two contiguous strong vowels after the accent naturally form two syllables: e.g., Dánao, héroe, temiéndoos. Yet the poets usually make diphthongs of them; e.g., Moratín:

Los héroes que la fama
Coronó de laureles,

and only exceptionally treat them as dissyllabic; e.g., Samaniego:

Cuando á un héròè quieras
Coronar con el lauro.

(2) If the first of two contiguous vowels after the accent is strong and the second is weak, they form a diphthong, as in amabais, temierais. But it is frequently dissolved with ease, since in many cases the vowels stood xxvi originally in separate syllables; thus amábades and temiérades were good forms down to the seventeenth century.

(3) If the first of two contiguous vowels after the accent is weak and the second strong, there is a diphthong usually indissoluble; e.g., injuria, limpio, continuo. Dissolution is possible, however, where u is the first vowel (as in continuo, estatua).

III. Combinations of Two Vowels before the Accent

(1) Two contiguous strong vowels before the accent naturally form two syllables; e.g., lealtad, roedor are properly trisyllabic. But synæresis is possible, especially where e is one of the vowels.

(2) If the first of two contiguous vowels before the accent is strong and the second is weak, they naturally form a diphthong; vaivén, peinado. They are regularly in distinct syllables, however, when the first vowel (except a) is part of a prefix, as in preinserto, prohijar, rehusado (prefixes pre-, pro-, re-). Nevertheless, synæresis is here permitted, and the diphthong is normal where a is the vowel of the prefix, as in airado, ahumado.

(3) Usage varies when of two contiguous vowels before the accent the first is weak and the second strong. The derivative follows the simplex; thus the i and the a are in separate syllables in criador and criatura because they so stand in criar, they form one syllable in cambiamiento because they do so in cambiar. But synæresis is always possible where the diphthong does not already exist.

(4) If both the contiguous vowels before the accent are weak, they naturally form a diphthong, as in ciudad, cuidado. Derivatives of words of variable syllabification may imitate their simplex: thus viudo may be either dissyllabic or trisyllabic (cf. I, rule 7) and viudez has the same liberty.

xxvii
IV. Combinations of Three or more Vowels

(1) Three contiguous vowels with the accent on the first. These offer two possible forms of combinations, viz., one of two vowels with the first accented plus one of two vowels after the accent. To these apply the rules already stated. Thus in lóaos we have óa in two syllables according to I, rule 1, and ao which may be in two syllables by II, rule 1, therefore all three vowels may be in separate syllables. So, too, in iríais we have ía in two syllables by I, rule 4, and ai which forms a diphthong by II, rule 2, therefore the combination íai forms two syllables.

(2) Three contiguous vowels with the accent on the second. There are two combinations possible, one of two vowels with the accent on the second and one of two vowels with the accent on the first. Apply the rules to these: e.g., fiáos has in two syllables by I, rule 5 b and áo in two syllables by I, rule 1, so that the combination is trisyllabic; again, cambiáos has , a diphthong by I, rule 5 b, and áo in two syllables by I, rule 1, therefore the combination has two syllables; buey has ue, a diphthong by I, rule 5 a, and ey, a diphthong by I, rule 2, so that the whole combination is linked together and forms one syllable as a triphthong.

(3) Three contiguous vowels with the accent on the last. The combinations are one of two vowels before the accent plus one of two vowels accented on the last. So, applying the rules to rehuí, for example, we find eu (h mute) to be a dissyllable by the exception to III, rule 2, and to be probably a dissyllable by I, rule 7, so that the combination probably forms three syllables.

(4) Combinations of more than three vowels may be decomposed in a similar way. Thus, decaíais has aíai with four contiguous vowels in three combinations, viz., , a dissyllable by I, rule 3; ía, a dissyllable by I, rule 4; ai, a diphthong by II, rule 2, so that the combination has three integral elements and three syllables.

xxviii

N.B.—Despite all these rules, it should be noted that the tendency of the language is toward synæresis.

(β) The Value of Contiguous Vowels in Separate Words.

Between the vowels of separate words there may occur synalœpha or hiatus. Synalœpha is the contracting into a single syllable of the vowels ending one word and those beginning the next word, as in hombre ilustre, soberbio edificio, Si á un infeliz la compasión se niega.

The vowels thus contracted are still pronounced separately, except in cases of the repetition of the same vowel, where only a single prolonged sound is heard, as in casa ajena. As synalœpha may take place where synæresis would be impossible, it is governed by somewhat different rules.

Hiatus—which corresponds to diæresis within a word—occurs when there is no contraction of the final vowel of one word and the initial vowel of the next; as in la hora, bella obra.

The following general observations are necessary:

(1) Mute h is disregarded in the verse and does not prevent synalœpha.

(2) An unaccented weak vowel between two other vowels prevents synalœpha of these latter; thus, comercio y agricultura, in which the io is kept apart from the a by the y, which itself forms a diphthong with the a; so also Sevilla ú Oviedo with the a in one syllable and the uo in another. Some writers have violated this rule, but most have observed it.

(3) ó prevents synalœpha and forms a syllable with the following vowel; Lupercio de Argensola:

El orbe escucha atónito ó atento.

(4) The conjunction é generally prevents synalœpha; Lupercio de Argensola:

xxix
Pues he de retratarme, dónde ó cómo
Me pueda yo estar viendo é imitando.

Synalœpha is not wholly inadmissible.

(5) Two similar contiguous vowels form synalœpha, and the sound is a single prolonged one: el voluble elemento.

Three similar contiguous vowels may form synalœpha, but the combination is a harsh one; as in Maury:

No su palanca á Arquímedes le diera.

(6) A pause due to a break in sense does not prevent synalœpha.

Rules for Synalœpha

(1) Synalœpha is necessary where two or more unaccented vowels come together (unless a weak unaccented vowel, or the conjunctions ó, é, intervene); Meléndez Valdés:

Yo vi correr la asoladora guerra
Por la Europa infeliz.

Quintana:

El odio á un tiempo y el amor unirse.

Calderón:

Aunque el negocio he ignorado.

The synalœpha of five vowels is very rare.

(2) When the vowel at the end of the first word is accented, synalœpha is natural; Quintana:

Se heló la risa y se tornó en gemido.

(3) When the accent is on the last word, synalœpha is the general rule, especially when e is the first vowel; grande hombre, esta alma. Upon occasion hiatus sounds better, and especially so under a strong accent.

(a) Hiatus is preferable when there is a close syntactical connection between the vowel before the accent and the accented vowel, as, e.g., between the definite xxx article or the possessive adjective and its substantive, between the preposition and its object, etc.; Calderón:

Es sù àmo un caballero
De mucho valor y brío.

Lupercio de Argensola:

A èstos muerdas y á los otros ladres.

(b) The hiatus is most likely when the accented word is at the end of the phrase or verse, or occupies a strongly accented position in the verse; Meléndez Valdés:

¡Oh gran naturaleza!
¡Cuán magníficà ères!

Maury:

Tal de lò àlto tempestad deshecha.

(c) When the syntactical relation mentioned in (a) exists, but the accented word is not in the position stated in (b), synalœpha may occur; Martínez de la Rosa:

La oda sublime entusiasmada canta.

(d) The feeling expressed is sometimes rendered best by synalœpha and again by hiatus; thus, the action is accelerated and the energy increased by synalœpha in:

Habla, habla: ¿por qué callas? ¿qué recelas?

while in Garcilaso’s line (p. 72, l. 1)

Casi los paso y cuento unò á ùno

the hiatus marks the deliberation with which the act is performed.

(4) When two accented vowels come together, the hiatus is much more pleasing than the synalœpha; Herrera:

¡Oh yà ìsla católica potente!

But synalœpha is tolerable when the second accent does not coincide with the end of the clause or with a necessary rhythmical accent; Herrera:

¿Qué áspera condición de fiero pecho?
xxxi

Quintana:

Será alma sin amor ni sentimiento.

N.B.—In Old Spanish poetry hiatus prevailed and synalœpha was less common. Cf. F. Hanssen, Notas á la prosodia castellana (cited above).

METRE

In general the metre of a Spanish poetical composition is regulated by its pauses, accents, rhyme and, in most cases, its strophic arrangement.

I. Pauses.—Of these there are three kinds:

(1) the pausa mayor, or chief pause, ending the strophe;

(2) the pausa media, or pause of moderate duration, separating the larger symmetrical parts of a strophe;

(3) the pausa menor, or slight pause, separating one verse from another.

The pausa mayor generally coincides with the end of a sentence, or at least (as in sonnets, octaves, etc.) with that of the larger members or clauses of a sentence. The pausa media is more varied in its distribution, since perfect symmetry and continual uniformity would make the metre monotonous. The pausa menor should generally coincide with a break in the thought, but enjambement, or the violent carrying over of the thought from one line to another, is not unknown; cf. p. 97, l. 14.

II. Accents and Rhythm.—The regular recurrence of accents in a verse gives it its rhythmical character. The rhythmical divisions of a Spanish verse are, as a rule, either dissyllabic or trisyllabic. When dissyllabic and accented on the first syllable, they are called trochaic:

Dìme | puès, pas|tòr ga|rrìdo.

When dissyllabic and accented on the second syllable, they are iambic:

¿A dón|de vàs, | perdì|da?
xxxii

When trisyllabic and accented on the first syllable, they are dactylic; Moratín:

Sùban al|cèrco de Olimpo lu|ciènte.

When trisyllabic and accented on the second syllable, they are amphibrachs; Mena:

Con crìnes | tendìdos | ardèr los | comètas.

When trisyllabic and accented on the third syllable, they are anapæsts; Iriarte:

De sus hì|jos la tòr|pe avutàr|da.

The terms given marked in Latin a quantitative division into feet, while in Spanish they denote only accentual conditions.

A syllable may be lacking at the end of a verse (then called catalectic); trochaic:

Yà los | càmpos | òrna A|bril;

in one of amphibrachs:

Derràma | su páli|da lùz;

dactylic:

Hìnche los | àires ce|lèste armo|nía;

dactylic with two syllables lacking:

Sè oye á lo | lèjos tre|mèndo fra|gòr.

In an iambic or an anapæstic verse, there may be one or two unaccented syllables in excess; in a verse of trochees or amphibrachs, one:

¿A dón|de vàs | perdì|da?
Suspì|ra el blàn|do cé|firo.
Sacudièn|do las sèl|vas el á|brego.
Tiènde el | mànto | nòche | lóbre|ga.
El nìdo | desièrto | de míse|ra tórto|la.

But all verses are not subjected rigorously to rhythmical division according to the types explained. In trochaic and iambic verses not exceeding eight syllables in length xxxiii and not intended for singing, no accent is obligatory except that of the last division (or foot). The rhythmical nature of the composition then depends upon the regular recurrence of this final accent.

Not all accents satisfy the rhythmical requirements in a verse. Insufficient accents are those of the prepositions that have one (contra, para, etc.), those of the demonstratives before their nouns, those of the forms of the indefinite article (the definite article has none), those of monosyllabic adverbs before the words that they modify (bien alojado, etc.). Moreover, the verse is impaired when a strong, accidental accent precedes immediately a necessary accent, as in Mis ruegos cruèl òye.

Cæsura.—In the longer verses, a necessary pause or break in a determined place is called the cæsura. The cæsura requires a strong accent on the word preceding it, and does not prevent synalœpha; Garcilaso:

¿Ves el furor | del animoso viento
Embravecido | en la fragosa sierra?

The different kinds of verse.—N.B. In naming Spanish verse forms, all syllables, even those after the final accent, are taken into account.

The longest trochaic verse is the octosyllabic. In its typical form it has four accents, viz., on the first, third, fifth and seventh syllables:

Bràma, | bùfa, es|càrba, | huèle.

But only one of the rhythmical accents is necessary, viz., that on the seventh syllable; Heredia:

Ya tu familia gozòsa
Se prepara, amado pàdre.

For the purposes of singing, the third syllable should be stressed as well as the seventh.

Compositions in six-syllabled verses, with the accent on the fifth syllable (hexasyllables), may have the trochaic xxxiv metre, but are likely to intermingle the trochees with amphibrachs; e.g., Espronceda:

Músicas lejànas; Trochees.
De enlutado pàrche
Redòble monótono; Amphibrachs.
Cercàno huracán.

Four-syllabled (tetrasyllabic) trochaic lines may accent the first and third syllables, but only the accent on the third syllable is requisite; Iriarte:

A una mòna
Muy taimàda
Dìjo un día
Cièrta urràca.

When it alternates with other longer verses, the four-syllabled trochaic is called the verso quebrado.

Iambics.—The longest iambic verse is the alexandrine of the French type. It has thirteen syllables and a central cæsura dividing it into hemistichs. The first hemistich may end in a stressed vowel or have an unaccented vowel after the stress, but in the latter case synalœpha must join the unaccented vowel to the following hemistich; Iriarte:

En cierta catedral | una campana había
Que sólo se tocaba | algún solemne día.
Con el más recio son, | con pausado compás,
Cuatro golpes ó tres | solía dar no más.

N.B.—When both hemistichs end in an accented vowel, the line has but twelve syllables. Sometimes the alexandrine adapts itself to the anapæstic metre, as in Iriarte:

Que despàcio y muy rècio | el dichòso esquilón.

At all events, the only necessary rhythmical accents are those on the sixth and the twelfth syllable. An older form of the alexandrine also existed (see below).

The eleven-syllabled iambic line is called the heroic xxxv verse, from its use in epics, or the hendecasyllable (see below).

The nine-syllabled iambic verse is of French origin. The perfect type, with accents on the second, fourth, sixth and eighth syllables, is seen in

No dè jamás mi dùlce pàtria
La nòble frènte al yùgo vìl.

Only the accent on the eighth syllable is necessary; e.g., Iriarte:

Tú, manguito, en invierno sìrves,
En verano vas á un rincón.

But in songs the fourth syllable should also be stressed.

The seven-syllabled iambic (the heptasyllabic or anacreontic verse) has a necessary accent on the sixth syllable; Villegas:

Quiero cantar de Càdmo.

The perfect type is seen in Villegas:

Las cuèrdas mùdo aprìsa.

In songs the fourth syllable is also stressed. Sometimes the anapæst supplants the iambic, e.g., Villegas:

Sólo cànta mi lìra.

In older Spanish, the alexandrine often consisted of two seven-syllabled iambic verses or half-lines, separated by the cæsura. There might be one or two unaccented syllables after the stressed sixth, and the unaccented syllables did not coalesce with the second half-line, since hiatus, rather than synalœpha, prevailed in Old Spanish; e.g., Berceo:

En esta romería | habemos un buen prado.
El fruto de los árbores | era dulze sabrìdo.

Some modern poets have imitated this alexandrine, avoiding the hiatus, however.

The five-syllabled (pentasyllabic) iambic verse has a xxxvi necessary stress on the fourth syllable. In this line the iambics easily yield to dactyls; e.g., Moratín:

El que inocente
La vìda pàsa
No necesìta
Morìsca lànza,
.   .   .   .   .   .
Arcos ni aljàba
Llèna de flèchas.

Here, verses 2 and 4 are typical iambic pentasyllables, 1 and 3 have only the requisite accent on the fourth syllable, 5 and 6 are dactylic.

Dactylic verses.—There are examples of a dactylic hendecasyllable; Iriarte:

Cièrta criàda la càsa barría.

The dactylic octosyllable accents the first, fourth and seventh syllables:

Vuèlve la pàz á los hòmbres.

The trochaic octosyllable with the necessary accent of the seventh syllable often becomes dactylic; Meléndez:

Tòdo os adòra en silèncio.

On the dactylic pentasyllable or adonic verse, see below.

Amphibrachs.—Of a single foot are these verses of Espronceda:

Suspìra
La lìra
Que hirió
En blàndo
Concènto, etc.

But Bello objects to considering these short lines as individual verses.

Twelve-syllabled (dodecasyllabic) amphibrachs were xxxvii formerly of much use and were called versos de arte mayor; e.g., Mena:

El cònde y | los sùyos | tomàron | la tièrra
Que estàba en|tre el àgua | y el bòrde | del mùro.

A cæsura divides the line into hemistichs. Properly there should be four accents, viz., on the second, fifth, eighth and eleventh syllables; but the accents of the second and eighth syllables may be lacking.

The cæsura may come immediately after the accented syllable; Mena:

Entràndo tras él | por el àgua decían,

and it may permit of two unaccented syllables before it, though in this case the second hemistich has only five syllables; Mena:

Ni sàle la fúlica | de la marìna.

This and the further fact that synalœpha may occur between the hemistichs; Mena:

Con mùcha gran gènte | en la màr anegàdo,

prove that the two hemistichs really form one verse and not two verses. Still, at times, the cæsura marked an absolute break in the verse, e.g., with hiatus; Mena:

Ya puès, si se dèbe | en èste gran làgo
Guiarse la flota.

Again the first syllable may be lacking in the first amphibrach; Mena:

Mièntras morían | y mièntras matàban.

The nine-syllabled amphibrach is illustrated in Espronceda’s Estudiante de Salamanca:

Y luègo el estrépito crèce
Confùso y cambiàdo en un sòn, etc.
xxxviii

The six-syllabled amphibrach accents the second and fifth syllables in its perfect type; Moratín:

Ropàjes sutìles
Adòrno le sòn,
Y en èllos duplìca
Sus lùces el sòl.

But in pieces of more familiar import, the first accent may be lacking; e.g., Samaniego:

Plumas, sombrerètes,
Lunàres y rìzos
Jamás en su adòrno
Fueron admitìdos.

Here the first and fourth verses have only the accent of the fifth syllable.

Anapæsts.—These are most common in the verse of ten syllables, with three necessary accents; Iriarte:

Escondìdo en el trònco de un árbol.

Anapæsts are found also in the verse of seven syllables, though this is usually iambic; Meléndez Valdés:

Yo también soy cautìvo;
También yò, si tuvièra
Tu piquìto agradàble,
Te diría mis pènas.

The iambic hendecasyllable or heroic verse.—This ordinarily has eleven syllables, but it may end in an accented syllable and have only ten (verso agudo), or it may have two unaccented syllables at the end, and in such a case will have twelve syllables (verso esdrújulo). The latter two forms are always introduced into a composition according to some design. The typical form with five accents is rare:

Cayó, y el sòn tremèndo al bòsque atruèna.
xxxix

All these accents are not necessary, but one of two main schemes of accentuation must be followed; viz., the accents must come on the sixth and tenth syllables, or else on the fourth, eighth and tenth; Rioja:

Campos de soledàd, | mustio collàdo.

Mora:

Sube cual àura | de oloròso inciènso.

In the second scheme the cæsura properly comes after the stressed fourth or the unstressed fifth syllable.

Sapphic verse.—The sapphic is a hendecasyllable which requires that certain accents be present and that certain syllables be short. The full requirements are:

(1) accents on the fourth, eighth and tenth syllables as in a heroic of the second scheme;

(2) an accent on the first syllable;

(3) that the second and third syllables be short;

(4) that the sixth, seventh and ninth syllables be short;

(5) that the first hemistich end in a word stressed on the penult;

(6) that there be no synalœpha at the cæsura; e.g., Villegas:

Dùlcĕ vĕcìno | dĕ lă vèrdĕ sèlva.

Requirements 1, 4 and 5 must be met; the others may occasionally be neglected, thus the accent of the first syllable is lacking in Villegas:

Vital aliènto | dĕ lă màdrĕ Vènus.

Every sapphic is a good heroic hendecasyllable, but not all heroic hendecasyllables are good sapphics, since the latter are heroics subjected to certain conditions.

Adonic verse.—This is a five-syllabled (pentasyllabic) line of dactyls, in which it is required that the first and fourth syllables be accented, and that the second and third be short; cf. p. 177:

Céfĭrŏ blàndo.
Dìlĕ quĕ muèro.
xl

It is really the first hemistich of a sapphic, and in strophic arrangement the two are always associated; cf. the ode of Villegas, p. 177. The strict laws of the sapphic and adonic are sometimes infringed.

III. Rhyme.—There are two kinds of rhyme; consonantal rhyme, in which both the consonants and the vowels agree (donderesponde), and assonance, in which the vowels alone agree and the consonants are disregarded (mueropuerto). In consonantal rhyme both the consonants and the vowels should agree exactly: sabiolabio, orgánicabotánica. Still, as b and v represent the same sound, they may rhyme together, acabaesclava, recibocautivo.

A word should not form consonantal rhyme with itself; although, at times, a simplex is found rhyming with a derivative (preciomenosprecio) or two derivatives rhyme with each other (menospreciodesprecio). Similar suffixes (verbal, substantival, adjectival, etc., -aba, -eza, -oso) should not rhyme together any more than can possibly be avoided. Adverbs in mente should not rhyme together. Words similar in sound and form, but distinct in sense, may rhyme: ama (“mistress”) and ama (“he loves”).

A series of assonances is offensive in verses having consonantal rhyme, as that in e—o in these four verses of Garcilaso:

El más seguro tema con recelo
Perder lo que estuviere poseyendo.
Salid fuera sin duelo,
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Words having a weak accent or none at all, e.g., the definite article and monosyllabic prepositions, should not appear in rhyme, unless, possibly, in jocose style.

Consonantal rhyme may extend to three or more words (as in sonnets, octaves, terza rima), but combinations of three successive rhymes are not very common. Occasionally xli inner rhyme is found (cf. the Latin leonine hexameter), as in Tirso’s El pretendiente:

Ya sabes que el objeto deseado
Suele hacer al cuidado sabio Apeles,
Que con varios pinceles, con distinta
Color, esmalta y pinta, etc.

As has been said, assonance excludes the rhyme of consonants and requires that of vowels alone, from the accented vowel on: clàromármol, blàncoamàron. But in words accented on the third last syllable (esdrújulos) or any syllable farther removed from the end (sobresdrújulos), the syllables between the accented one and the last unaccented one are disregarded; so, cándidodiáfanopárvuloenviándotelos, all form a good assonance in à—o. In accented diphthongs and triphthongs, agreement of the vowels bearing the accent is the sole requirement: piànoclàustro, veagraciéis. In unaccented diphthongs and triphthongs there is required only agreement of the strong vowels: càmbiesamàreis. Cf. the assonance in è—a in the second, fourth, sixth and eighth lines of this passage from a poem of Moratín’s:

¡Que desgracia!—La mayor
Que sucederme pudièra.
Si me quieras despachar.—
¿La pobre doña Vicènta,
Cómo está?—¿Cómo ha de estar?
Traspasada. Si quisièrais
Despacharme...—Sí, al momento
Iré, si me dais licència.

These main rules are to be observed:

(1) in words accented on the last syllable (agudos), the assonance is that of the accented syllable only, as in Zorrilla:

Abierto tiene delante
Aquel cajón singulàr
Hábilmente preparado,
xlii
Que, mitad cuna y mitàd
Barco, condujo en su seno
Al desdichado rapàz.

(2) words accented on the last syllable (agudos) cannot assonate with those accented on the penult (graves), on the antepenult (esdrújulos), or on any preceding syllable (sobresdrújulos).

(3) the assonance is of two vowels and no more in words accented on the penult (graves), on the antepenult (esdrújulos), or any preceding syllable (sobresdrújulos); cf. the assonance in ù—o in mùstiofúlgidopúsoselo.

Penults may assonate arbitrarily with antepenults, but the effect is better when penults assonate with penults and antepenults with antepenults. But little use is made in rhyme of words accented on a syllable preceding the antepenult.

In the final unaccented syllable, as the result of an obscured pronunciation, i and u, if not in diphthongs, assonate as e and o respectively, e.g., cálizvàlle, débilvèrde, Vènuscièlo, espírituefímero. Possible assonances are, then, those in á, é, í, ó, ú (a difficult one), à—a, à—e, à—o, è—a, è—e, è—o, ì—a, ì—e, ì—o, ò—a, ò—e, ò—o, ù—a, ù—e, ù—o.

Because of the great difficulty that they present, continuous rhymed antepenults (esdrújulos) have not been much used. In strophic compositions, unrhymed antepenults may terminate certain lines occurring at regular intervals in the poem. Consonant rhyme should be avoided in assonanced poems. In modern Spanish, the assonance of alternate lines is the rule, and, if the composition is short, the one assonance may run all the way through it.

Blank verse.—Lines lacking both consonantal and vocalic rhyme occur and are called versos sueltos (blank verse). Into compositions in verso suelto consonantal rhyme may, however, enter, particularly at the end of the chief sections into which the subject matter is divided.

xliii

IV. Strophes.—The strophe is frequently of arbitrary length, though, when once the poet has fixed the particular measure of his strophe, he is supposed to maintain the same measure throughout his composition.

One of the more common forms is the romance strophe. This generally consists of four verses having the same number of syllables each (normally trochaic octosyllables), and having besides, in the alternate verses, an assonance which remains the same throughout the poem. Cf. on p. 258 the Castellano leal of Rivas, and on p. 148 the Romance of Lope de Vega.

The heroic romance strophe is that consisting of iambic hendecasyllables; Rivas:

Brilla la luz del apacible cielo,
Tregua logrando breve de la cruda
Estación invernal, y el aura mansa
Celajes rotos al oriente empuja.

The Anacreontic is a romance in seven-syllabled verses, dealing with matter of light import; cf., on p. 211, Meléndez Valdés’s Á un ruiseñor. Romances in short lines of less than eight syllables are called romancillos; e.g.:

Blanca y bella ninfa
De los ojos negros,
Huye los peligros
Del hijo de Venus.

The distinguishing features of the romance are, then, (1) the assonance of the alternating lines, and (2) the greater or less pause occurring at the end of every fourth verse. An estribillo, or refrain, may occur at regular intervals in a romance; cf. p. 124, La Conquista de Alhama, and p. 184, Calderón’s Lágrimas. In older Spanish, the romance did not necessarily consist of strophes of four lines, but rather of shorter strophes having two lines only; cf. p. 116, A caza va Don Rodrigo.

xliv

Compositions in seven-syllabled quatrains, dealing with matter of serious or mournful content, are called endechas; and if the last line of each quatrain is a hendecasyllable, they are called endechas reales; e.g.:

¡Ay! presuroso el tiempo
Póstumo, se desliza:
Ni á la piedad respetan
La rugosa vejez, la muerte impía.

The seguidilla is a stanza made up of lines of five and seven syllables arranged in two divisions. The first division consists of a quatrain of alternating seven-syllabled and five-syllabled verses, with the second and fourth verses in assonance. The second division, separated from the first by at least a moderate pause, is made up of three lines, the first and third of five syllables and in assonance, the second of seven syllables. The assonance may vary from stanza to stanza. Cf. Iriarte:

Pasando por un pueblo
De la montaña,
Dos caballeros mozos
Buscan posada.
De dos vecinos
Reciben mil ofertas
Los dos amigos.

Consonantal rhyme, as well as assonance, occurs in the endechas. In the other stanzas thus far described, assonance prevails, although consonantal rhyme is not excluded.

Of ancient as well as modern use is the strophe well illustrated in the Coplas of Jorge Manrique, cf. p. 43. (N.B. In the text, two independent stanzas are printed together as one stanza.) The scheme is that of a strophe of six trochaic verses with consonantal rhyme in the series a b c a b c; lines 1, 2, 4, 5 have eight syllables each, and lines 3 and 6 have four. Sometimes an extra syllable is xlv prefixed to the short lines, making them iambic in character; cf. p. 43, l. 28, p. 46, l. 8.

The letrilla is a strophic composition of short verses and varied structure. The peculiarity is a refrain (estribillo), recurring at regular intervals; cf. p. 214, ll. 19 ff., p. 221, ll. 23 ff. Sometimes there are two refrains that alternate.

The redondilla stanza is a quatrain of eight-syllabled verses (redondilla mayor)—and occasionally of shorter length, especially of six syllables (redondilla menor)—in which verse 1 stands in consonantal rhyme with verse 4, and verse 2 with verse 3; cf. p. 131. Occasionally the rhymes alternate; cf. p. 226, ll. 23 ff.

The quintilla is a stanza of five verses and only two rhymes, the latter being so distributed that not more than two verses with the same rhyme ever come together; cf. p. 95, León’s Vida del campo. The verses may be all of eight syllables, cf. p. 196, Moratín’s Fiesta de toros, or of mingled hendecasyllables and seven-syllabled lines, cf. p. 195.

The décima (cf. p. 181) is a stanza of ten lines, having four rhymes. The usual scheme for rhyme agreement is 1, 4, 5—2, 3—6, 7, 10—8, 9. In this scheme, a pause occurs at the end of the fourth verse.

The tercetos (borrowed from Italy and called in Italian terza rima) are stanzas of three verses—generally hendecasyllables—so constituted that each stanza is connected by rhyme with the following stanza. The rhyme scheme is as follows: a b ab c bc d c...d e d e. Cf. p. 163 and p. 193.

Canción (“song”) is a generic name for all lyric compositions. It is also used in a specific way to denote a poem of iambic hendecasyllables, generally intermingled with verses of seven and even of five syllables. Each line of the strophe stands in consonantal rhyme with some other. The poet constructs the typical strophe according to his fancy, but he must make all the others like it. A xlvi short envoi—usually addressed to the composition itself—may end the poem. Cf. p. 70, ll. 7 ff., p. 87, ll. 4 ff.

The octava rima, or octave, is an eight-lined stanza, generally of hendecasyllables, with consonantal rhyme according to the scheme a b a b a b c c. A pause usually occurs at the end of the fourth line, and frequently also at the end of the second and sixth lines. Cf. p. 68, Boscán’s Octava rima. Examples of octaves in eight-syllabled trochaics and seven-syllabled iambics are also found. An older form of the octave was the so-called Copla (“stanza”) de arte mayor, a stanza containing eight lines of four amphibrachs (or twelve syllables) each, and rhyming according to the scheme a b b a a c c a;[2] cf. p. 31.

2: As opposed to the term arte mayor, there was used that of arte menor, applied in general to any verse of not more than eight syllables in length.

The sonnet—a short poem of fourteen hendecasyllables—is of Italian origin and has the conventional Italian forms. It always consists of four divisions, i.e., two quatrains and two tercets, separated from one another by pauses. Two of the commonest arrangements of the rhymes are illustrated by Lope’s Á la nueva lengua, p. 153, and his Mañana, p. 152.

To the composition called versos sueltos, rules hardly apply. While it often consists of iambic hendecasyllables only, or of such verses mingled with seven-syllabled lines, it is really very free in form. Rhyme is only accidental in it; there is no fixed arrangement of verses of different lengths; the position of the pauses is wholly arbitrary. Cf. p. 109, Figueroa’s Tirsi.

There are found other free compositions into which rhyme enters as an essential feature, but which are governed by no law regulating the number and the order of the various kinds of verse, or the distribution of the rhymes and the pauses. Of this class is the silva, composed of iambic hendecasyllables intermingled with seven-syllabled lines. Every verse is made to rhyme by the best xlvii versifiers; but occasionally some lines are left unrhymed; cf. p. 157, Jáuregui’s Acaecimiento amoroso, and p. 170, Rioja’s Á la rosa. There are also silvas with lines of eight syllables or less, having rhyme throughout, but no fixed order of verses; cf. the Cantilenas of Villegas on pp. 175–6.

Many other and quite artificial forms exist, of which space forbids a description. Thus, there are the glosa, cf. p. 82 and p. 135, beginning with a text, a line of which enters into each of the stanzas expounding it; the letra, a poem with short verses and also of the nature of a gloss, cf. p. 59; the madrigal, elaborating a conceit in verses of mingled hendecasyllables and heptasyllables, such as those written by Gutierre de Cetina; cf. p. 73.

Our text also presents examples of certain old forms, originally popular, such as the villancico and the serranilla; cf. pp. 35 and 81. In these the refrain is always an important element.

In more recent times, and especially since the advent of the Romantic Movement of the nineteenth century, the caprice of the poet has invented many forms, the arrangement of which is generally self-evident and need not be explained here.

xlix

INDEX OF AUTHORS

page
Acuña, Fernando de 72
Alcázar, Baltasar de 131
Almogaver, Juan Boscán 67
Álvarez de Cienfuegos, Nicasio 223
Álvarez de Villasandino, Alfonso 24
Álvaro de Luna, el Condestable 28
Álvarez Gato, Juan 59
Anónimo: Aventura amorosa 3
Anónimo: Canción 130
Anónimo: Coplas de Mingo Revulgo 32
Anónimo: El Beso 60
Anónimo: La Danza de la Muerte 16
Anónimo: Revelación de un Ermitaño 21
Anónimo: Romance Caballeresco 126
Anónimo: Romance Caballeresco 128
Anónimo: Romance erótico 128
Anónimo: Romance erótico 129
Anónimo: Romance histórico 112
Anónimo: Romance histórico 114
Anónimo: Romance histórico 116
Anónimo: Romance histórico 117
Anónimo: Romance histórico 119
Anónimo: Romance histórico 122
Anónimo: Romance morisco 124
Anónimo: Soneto, A Cristo crucificado 111
Argensola, Bartolomé Leonardo de 140
Argensola, Lupercio Leonardo de 137
Argote y Góngora, Luis de 141
Arias Montano, Benito 111
Arjona, Manuel María de 230
Arriaza y Superirela, Juan 255
Avellaneda, Gertrudis Gómez de 296
Ayala, Adelardo López de 300
Ayala, Pero López de 14
Bachiller de la Torre, el 165
Baena, Juan Alfonso de 39
Barahona de Soto, Luis 110
Barca, Pedro Calderón de la 180
Bécquer, Gustavo Adolfo 303
Bello, Andrés 310
Berceo, Gonzalo de 8
Blanco, José María 249
Borja, Francisco de 167
Boscán Almogaver, Juan 67
l Bretón de los Herreros, Manuel 288
Cabanyes, Manuel de 279
Cadalso, José de 207
Calderón de la Barca, Pedro 180
Camoens, Luis de 81
Campoamor y Campoosorio, Ramón 312
Caro, Rodrigo 156
Carpio, Lope Félix de Vega 147
Cartagena 57
Carvajal (ó Carvajales) 40
Casa, José Iglesias de la 221
Castillejo, Cristóbal de 75
Cervantes Saavedra, Miguel de 133
Cetina, Gutierre de 73
Chaide, Malón de 107
Cienfuegos, Nicasio Álvarez de 223
Coronado, Carolina 294
Cota, Rodrigo 32
Encina, Juan del 63
Escribá, el Comendador 59
Espinel, Vicente 145
Espinosa, Pedro de 155
Espronceda, José de 268
Esquilache, el Príncipe de 167
Estúñiga, Lope de 37
Fernández de Moratín, Leandro 228
Fernández de Moratín, Nicolás 196
Figueroa, Francisco de 109
Furtado de Mendoza, el Almirante Diego 23
Gallego, Juan Nicasio 244
García de la Huerta, Vicente Antonio 192
Garcilaso de la Vega 70
Gato, Juan Álvarez 59
Gerardo de Hervás, José 193
Gómez de Avellaneda, Gertrudis 296
Gómez de Quevedo y Villegas, Francisco 159
Góngora, Luis de Argote y 141
González, Fray Diego 215
Guzmán, Fernán Pérez de 29
Hartzenbusch, Juan Eugenio 287
Heredia, José María 289
Herrera, Fernando de 86
Herreros, Manuel Bretón de los 288
Hervás, José Gerardo de 193
Hita, Arcipreste de 9
Huerta, Vicente Antonio García de la 192
Hurtado de Mendoza, Diego 74
Iglesias de la Casa, José 221
Imperial, Micer Francisco 25
Inés de la Cruz, Sor Juana 185
Iriarte, Tomás de 226
Jáuregui, Juan de 157
Jovellanos, Gaspar Melchor de 208
Juan de la Cruz, San 105
Lando, Ferrant Manuel de 39
León, Fray Luis de 95
Leonardo de Argensola, Bartolomé 140
Leonardo de Argensola, Lupercio 137
Lista y Aragón, Alberto 251
López de Ayala, Adelardo 300
López de Ayala, el Canciller Pero 14
López de Mendoza, Íñigo 34
Luna, el Condestable Álvaro de 28
li Luzán, Ignacio de 191
Malón de Chaide 107
Manrique, Gómez 40
Manrique, Jorge 42
Manuel, Juan 13
Manuel de Lando, Ferrant 39
Manuel de Urrea, Pedro 65
Manuel de Villegas, Esteban 175
Martínez de la Rosa, Francisco 257
Medina, Salvador Jacinto Polo de 178
Meléndez Valdés, Juan 211
Mena, Juan de 31
Mendoza, el Almirante Diego Furtado de 23
Mendoza, Diego Hurtado de 74
Mendoza, Íñigo López de 34
Menéndez y Pelayo, Marcelino 330
Mingo Revulgo, Coplas de 32
Montano, Benito Arias 111
Montemayor, Jorge de 80
Moratín, Leandro Fernández de 228
Moratín, Nicolás Fernández de 196
Núñez de Arce, Gaspar 323
Padrón, Rodríguez del 58
Páez de Ribera, Ruy 26
Pérez de Guzmán, Fernán 29
Pitillas, Jorge 193
Plácido 293
Polo de Medina, Salvador Jacinto 178
Quevedo y Villegas, Francisco Gómez de 159
Quintana, Manuel José 235
Quiñones, Suero de 38
Ribera, Ruy Páez de 26
Rioja, Francisco de 170
Rivas, el Duque de 258
Rodríguez del Padrón 58
Rojas, Pedro Soto de 175
Ruiz, Juan 9
Saavedra, Ángel de 258
Saavedra, Miguel de Cervantes 133
Salazar Torres, Agustín de 185
Samaniego, Félix María de 225
Santillana, Marqués de 34
Selgas y Carrasco, José 300
Silvestre, Gregorio de 78
Sor Juana Inés de la Cruz 185
Soto, Luis Barahona de 110
Soto de Rojas, Pedro 175
Tallante, Mossén Juan 58
Tassis, Juan de 144
Teresa de Jesús, Santa 82
Timoneda, Juan 108
Torre, el Bachiller de la 165
Torres, Agustín Salazar de 185
Trueba, Antonio de 307
Urrea, Pedro Manuel de 65
Valdés, Gabriel de la Concepción 293
Valdés, Juan Meléndez 211
Valdivielso, José de 154
Valera y Alcalá Galiano, Juan 319
Vega, Garcilaso de la 70
Vega, Ventura de la 309
Vega Carpio, Lope Félix de 147
Vicente, Gil 67
Villamediana, Conde de 144
Villasandino, Alfonso Álvarez de 24
Villegas, Esteban Manuel de 175
Zorrilla, José 280
1

I
POESÍAS DE LOS SIGLOS XIII-XV

3

ANTOLOGÍA CASTELLANA

Anónimo

(Thirteenth century)

AVENTURA AMOROSA

Qui triste tiene su coraçón
Benga oyr esta razón;
Odrá razón acabada,
Feyta d’amor e bien rymada.
Un escolar la rrimó 5
Que siempre dueñas amó,
Mas siempre ovo cryança
En Alemania y en Françia,
Moró mucho en Lombardía
Por aprender cortesía. 10
En el mes d’abril, despues yantar,
Estava so un olivar;
Entre çimas d’un mançanar
Un vaso de plata ví estar,
Pleno era d’un claro vino 15
Que era vermeio e fino,
Cubierto era de tal mesura
No lo tocas’ la calentura.
Una dueña lo y ovo puesto
Que era señora del huerto, 20
Que, quan su amigo viniesse,
D’aquel vino á bever le diesse.
Qui de tal vino oviesse
En la mañana quan comiesse
E d’ello oviesse cada día, 25
4
Nunca más enfermarýa.
Arriba del mançanar
Otro vaso ví estar,
Pleno era d’un agua fryda
Que en el mançanar se naçía. 5
Beviera d’ela de grado,
Mas ovi miedo que era encantado.
Sobre un prado pus mi tiesta
Que non fiziese mal la siesta;
Partí de mí las vestiduras 10
Que non fizies mal la calentura.
Plegué á una fuente perenal,
Nunca omne que viese tall:
Tan grant virtud en si avía
Que de la frydor que d’i yxía 15
.C. pasadas á derredor
Non sintrýades la calor.
Todas yervas que bien olíen
La fuent çerca sí las teníe.
Y es la salvia, y sson las rrosas, 20
Y el lirio e las violas;
Otras tantas yervas i avía
Que sol nombrar no las sabría,
Mas ell olor que d’i yxía
A omne muerto rressuçetarýa. 25
Prys del agua un bocado
E fuy todo esfryado;
En mi mano prys una flor,
Sabet non toda la peyor,
E quis cantar de fin amor; 30
Mas ví venir una doncela,
Pues naçí non ví tan bella.
Blanca era e bermeia,
Cabelos cortos sobre ll’oreia,
5
Frente blanca e loçana,
Cara fresca como mançana,
Naryz egual e dereyta,
Nunca viestes tan bien feyta,
Oios negros e rridientes, 5
Boca á rrazón e blancos dientes,
Labros vermeios non muy delgados,
Por verdat bien mesurados;
Por la çentura delgada,
Bien estante e mesurada. 10
El manto e su brial
De xamet era que non d’al;
Un sombrero tien en la tiesta
Que no fiziese mal la siesta;
Unas luvas tien en la mano, 15
Sabet no ielas dió vilano.
De las flores viene tomando,
En alta voz d’amor cantando,
E deçia: «¡Ay, meu amigo,
Si me veré yamás contigo! 20
A oy et sempre amaré
Quanto que biva seré.
Porque eres escolar,
Quisquiere te devría más amar.
Nunqua odí de homne deçir 25
Que tanta bona manera ovo en sí;
Más amaría contigo estar
Que toda España mandar;
Mas d’una cosa so cuitada,
He miedo de seder engañada, 30
Que dizen que otra dueña,
Cortesa e bela e bona,
Te quiere tan gran bien,
Por ti pierde su sen,
6
E por eso he pavor
Que á esa quieras maior;
Mas s’io te vies una vegada,
A plan me querrýes por amada.»
Quant la mía señor esto dizía, 5
Sabet á mí non vidía;
Pero sé que non me conoçía,
Que de mí non foyrýa.
Yo non fiz aquí como vilano;
Levém e prisla por la mano. 10
Junniemos amos em par
E posamos so ell olivar,
Dixle yo: «¿Dezit, la mía señor,
Si supiestes nunca d’amor?»
Diz ella: «A plan con grant amor ando, 15
Mas non connozco mi amado;
Pero dizem un su mesaiero
Qu’es clerygo e non cavalero,
Sabe muito de trobar,
De leyer e de cantar; 20
Dizem que es de buena yente,
Mancebo barva punniente.»
—«Por Dios, que digades, la mía señor,
Que donas tenedes de la su amor?»
—«Estas luvas y es capiello, 25
Es coral y est aniello
Enbió á mí es meu amigo,
Que, por la su amor trayo conmigo.»
Yo connocí luego las alfajas
Que yo ielas avía embiadas. 30
Ela connoció una mi çinta man á mano,
Qu’ela la fiziera con la su mano.
Toliós el manto de los ombros,
Besóme la boca e por los oios,
7
Tan gran sabor de mi avía,
Sol fablar non me podía.
«Dios señor, seyas loado,
Quant conozco meu amigo.»
Una grant pieça alí estando, 5
De nuestro amor ementando,
Elam dixo: «El mío señor,
Oram serýa de tornar,
Si á vos non fuese en pesar.»
Yol dix: «Yt, la mía señor, 10
Pues que yr queredes,
Mas de mi amor pensat, fe que devedes.»
Elam dixo: «Bien seguro seyt de mi amor,
No vos camiaré por un emperador.»
La mía señor se va privado, 15
Dexa á mí desconortado.
Queque la ví fuera del uerto,
Por poco non fuy muerto.
Por verdat quisieram adormir,
Mas una palomila ví, 20
Tan blanca era como la nieve del puerto,
Volando viene por medio del uerto.
En la fuente quiso entrar,
Mas cuando á mí vido estar,
Entros en la del malgranar. 25
Un vaso aví’ alí dorado
Tray al pie atado.
En la fuent quiso entrar,
Quando á mí vido estar en el malgranar.
Quando en el vaso fué entrada, 30
E fué toda bien esfryada,
E la que quiso exir festino,
Vertiós el agua sobrel vino.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
8

Gonzalo de Berceo

(Flourished in the first half of the thirteenth century)

CÁNTICA DE LA VIRGEN

Eya velar, eya velar, eya velar.
Velat aljama de los judios,
Eya velar:
Que non vos furten el Fijo de Dios,
Eya velar. 5
Ca furtárvoslo querrán,
Eya velar:
Andres e Peidro et Johan,
Eya velar.
Non sabedes tanto descanto, 10
Eya velar:
Que salgades de so el canto,
Eya velar.
Todos son ladronçiellos,
Eya velar: 15
Que assechan por los pestiellos,
Eya velar.
Todos son omnes plegadizos,
Eya velar:
Rioaduchos mescladizos, 20
Eya velar.
Vuestra lengua sin recabdo,
Eya velar:
Por mal cabo vos ha echado,
Eya velar. 25
Non sabedes tanto de enganno,
Eya velar:
Que salgades ende este anno,
Eya velar.
9
Non sabedes tanta razon,
Eya velar:
Que salgades de la prision.
Eya velar.
Tomascio e Matheo, 5
Eya velar:
De furtarlo han grant deseo,
Eya velar.
El disçipulo lo vendió,
Eya velar: 10
El Maestro non lo entendió,
Eya velar.
Don Fhilipo, Simon e Judas,
Eya velar:
Por furtar buscan ayudas, 15
Eya velar.
Si lo quieren acometer,
Eya velar:
Oy es dia de paresçer,
Eya velar. 20
Eya velar, eya velar, eya velar.

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita

(Flourished in the first half of the fourteenth century)

DE LAS PROPIEDADES QUE LAS DUENNAS CHICAS HAN

Quiero vos abreviar la predicaçion,
Que siempre me pagué de pequenno sermon,
E de duenna pequenna et de breve razon,
Ca poco et bien dicho afincase el corazon. 25
Del que mucho fabla, rien, quien mucho rie, es loco,
Es en la duenna chica amor et non poco,
Duennas hay muy grandes, que por chicas non troco,
Mas las chicas e las grandes se repienden del troco.
10
De las chicas, que bien diga, el amor me fizo ruego,
Que diga de sus noblezas, yo quiero las dezir luego,
Dezirvos he de duennas chicas, que lo habredes por juego,
Son frias como la nieve, e arden como el fuego,
Son frias de fuera, con el amor ardientes, 5
En la calle solaz, trevejo, plazenteras, rientes,
En casa cuerdas, donosas, sosegadas, bien fazientes,
Mucho al y fallaredes a do bien paredes mientes.
En pequenna gergenza yaze grand resplandor,
En azúcar muy poco yaze muche dulçor, 10
En la duenna pequenna yaze muy grand amor,
Pocas palabras cumplen al buen entendedor.
Es pequenno el grano de la buena pimienta,
Pero mas que la nuez conorta et calienta,
Asi duenna pequenna, si todo amor consienta, 15
Non ha plazer del mundo que en ella non sienta.
Como en chica rosa está mucho color,
En oro muy poco grand precio et grand valor,
Como en poco blasmo yaze grand buen olor,
Ansi en duenna chica yaze muy grand sabor. 20
Como robí pequenno tiene mucha bondat,
Color, virtud, e preçio, e noble claridad,
Ansi duenna pequenna tiene mucha beldat,
Fermosura, donayre, amor, et lealtad.
Chica es la calandria, et chico el ruysennor, 25
Pero mas dulçe canta, que otra ave mayor;
La muger, que es chica, por eso es mejor,
Con donneo es mas dulçe, que azúcar nin flor.
Son aves pequennas papagayo e orior,
Pero cualquier dellas es dulçe gritador, 30
Adonada, fermosa, preçiada, cantador,
Bien atal es la duenna pequenna con amor.
De la muger pequenna non hay comparaçion,
11
Terrenal parayso es, e grand consolaçion,
Solaz, et alegria, plazer, et bendiçion,
Mejor es en la prueba, que en la salutaçion.
Sempre ques muger chica mas que grande nin mayor,
Non es desaguisado del grand mal ser foidor, 5
Del mal tomar lo menos dizelo el sabidor,
Porende de las mugeres la mejor es la menor.

CANTIGA DE CIEGOS

Varones buenos honrados,
Querednos ya ayudar,
A estos çiegos lazrados 10
La vuestra limosna dar.
Somos pobres menguados,
Habémoslo a demandar.
De los bienes deste siglo
Non tenemos nos pesar, 15
Vivimos en grant periglo
En vida mucho penada,
Çiegos bien como vestiglo
Del mundo non vemos nada.
Sennora Santa Maria, 20
Tu le da la bendiçion
Al que hoy en este dia
Nos dier primero raçion,
Dal al cuerpo alegria
Et al alma salvaçion. 25
Santa Maria Magdalena,
Ruega a Dios verdadero
De quien nos diere buena estrena
De meaja o de dinero
12
Para mejorar la çena
A nos e a nuestro compannero.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Aquien nos dió su meaja
Por amor del Salvador,
Sennor dal’ tu gloria 5
Tu graçia et tu amor:
Guárdalo de la baraja
Del pecado engannador.
Ea tú bienaventurado
Angel Sennor San Miguel, 10
Tú seas su abogado
De aquella et de aquel
Que de su pan nos ha dado,
Ofreçémostelo por él.
Quando las almas pesares, 15
Estos ten con la tu diestra
Que dan çenas e yantares
A nos e a quien nos adiestra;
Sus pecados et sus males
Echalos a la siniestra. 20
Sennor, merçet te clamamos
Con nuestras manos amas,
Las limosnas que te damos
Que las tomes en tus palmas:
A quien nos dió que comamos 25
Da paraiso a sus almas.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
13
El angel esta ofrenda
En las sus manos la prenda.
Sennor oy á pecadores
Por los nuestros bien fechores.
Tu resçibe esta cançion 5
Et oy esta nuestra oraçion,
Que nos pobres te rogamos
Por quien nos dió que comamos,
Et por el que darlo quiso.
Dios que por nos muerte priso 10
Vos dé santo paraiso. Amen.

Don Juan Manuel

(Fl. end of the fifteenth century)

A LA MUERTE DEL PRÍNCIPE D. ALFONSO

¡Ah lágrimas tristes, ah tristes cuydados!
¡Ah graves angustias, ah mortal dolor!
Tú te apareja, discreto lector,
Leyendo mis llantos tan amargurados. 15
Mortales singultos, sospiros dobrados,
Dad fin á my vyda, que es pena mayor,
Y quiebren mis ojos, pues vieron quebrados
Los vuestros, ah príncipe, nuestro señor.
¿Qué fué de la vuestra tan linda estatura, 20
Que tanto excedía las otras del mundo,
La frente serena del rrostro jocundo?
¿Qué fué de la vuestra ermosa fegura?
¿A dó hallaremos á la hermosura
De los vuestros ojos tan mucho estremados? 25
¡Vayamos, seguidme, oh desventurados,
Rrompamos, rrompamos la su sepultura!
14
A ver si hallaremos sus muy sublimadas
Virtudes ynmensas, autos muy umanos;
A ver si hallaremos sus muy lindas manos,
Por muchas merçedes de todos besadas.
¡Oh fiyestas malditas, desaventuradas, 5
Que luego tan presto vos avéys tornado
En lloro el prazer, en xerga el brocado,
Las danças en otras muy desatynadas!
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

El Canciller Pero López de Ayala

(1332–1407)

CANTAR

Sennor, si tu has dada
Tu sentençia contra mí, 10
Por merçed te pido aquí
Que me sea reuocada.
Tu, Sennor, tienes judgado por tu alta prouidençia,
Que emendando el pecador se mude la tu sentençia.
Por ende con penitençia e con voluntad quebrada, 15
He mi vida ordenada, por conplir lo que fallí;
Sennor, si tu has dada
Tu sentençia contra mí,
Por merçed te pido aquí
Que me sea reuocada. 20
Con tu ayuda, Sennor, e de la Sennora mia,
Podré yo muy pecador emendarme toda via,
E tu seruiçio será en cobrar, esta vegada,
Vna oveja muy errada, que en el yermo me perdí.
15
Sennor, si tu has dada
Tu sentençia contra mí,
Por merçed te pido aqui
Que me sea reuocada.
Non sea yo desechado de la tu merçed muy grande, 5
E a sieruo tan errado con sanna non le demande,
E con crueza non ande por juyzio la tu spada,
E séame otorgada piedat sy fallesçí.
Sennor, si tu has dada
Tu sentençia contra mí, 10
Por merçed te pido aqui
Que me sea reuocada.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

CANTAR Á LA VIRGEN

Sennora estrella luziente
Que a todo el mundo guia,
Guia a este tu siruiente 15
Que su alma en tí fía.
A canela bien oliente
Eres sennora conparada,
De la tierra del oriente
Es olor muy apreciada. 20
A ti faz clamor la gente
En sus cuytas todavía,
Quien por pecador se siente
Llamando Santa María.
Sennora, estrella luziente 25
Que a todo el mundo guia,
Guia a este tu siruiente
Que su alma en tí fía.
Al cedro en la altura
Te compara Salomon, 30
16
Eguala tu fermosura
Al ciprés del monte Sion.
Palma fresca en verdura,
Fermosa e de grant valia,
Oliva la Escriptura 5
Te llama, Sennora mia
Sennora, estrella luziente
Que a todo el mundo guia,
Guia a este tu siruiente
Que su alma en ti fía. 10
De la mar eres estrella,
Del çielo puerta lunbrosa,
Despues del parto donzella,
De Dios Padre fija, esposa.
Tu amansaste la querella 15
Que por Eua a nos uenia,
E el alma que fizo ella
Por ti ouo mejoria.
Sennora, estrella luziente
Que todo el mundo guia, 20
Guia á este tu siruiente
Que su alma en ti fía.

Anónimo

(Fifteenth century or end of the fourteenth)

LA DANZA DE LA MUERTE

Dize la Muerte:
Yo soy la muerte çierta a todas criaturas
Que son y serán en el mundo durante,
Demando y digo: o omne por qué curas 25
De bida tan breue en punto pasante?
Pues non ay tan fuerte nin rezio gigante
17
Que deste mi arco se pueda anparar,
Conuiene que mueras quando lo tirar
Con esta mi frecha cruel traspasante.
Qué locura es esta tan magnifiesta
Que piensas tú, omne, que el otro morrá, 5
E tú quedarás por ser bien compuesta
La tu complisyon e que durará?
Non eres çierto sy en punto berná
Sobre ty a dessora alguna corrupçion,
De landre o carbonco, o tal ynplisyon, 10
Porque el tu vil cuerpo se dessatará.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
La plática muestra seer pura berdad
Aquesto que digo syn otra fallençia,
La sancta escriptura con çertenidad,
Da sobre todo su firme sentencia, 15
A todos diziendo: fazed penitençia,
Que a morir abedes, non sabedes quando,
Sy non bed el frayre que está pedricando,
Mirad lo que dize de su grand sabiençia.
Dize el Pedricador:
Sennores honrrados, la sancta escriptura 20
Demuestra e dize que todo omne nado
Gostará la muerte maguer sea dura,
Ca truxo al mundo vn solo bocado;
Ca papa, o rey, o obispo sagrado,
Cardenal, o duque e conde exçelente, 25
O emperador con toda su gente
Que son en el mundo de morir han forçado.
Bueno e sano Consejo:
Sennores, punad en fazer buenas obras,
Non vos fiedes en altos estados,
Que non vos valdrán thesoros nin doblas 30
A la muerte que tiene sus lazos parados.
18
Gemid vuestras culpas, dezid los pecados
En quanto podades con satisfacion,
Sy queredes aver complido perdon
De aquel que perdona los yerros pasados.
Fazed lo que digo, non vos detardedes, 5
Que ya la muerte encomiença a hordenar
Vna dança esqiva de que non podedes
Por cosa ninguna que sea escapar.
A la qual dize que quere leuar
A todos nosotros lançando sus redes, 10
Abrid las orejas que agora oyredes
De su charambela vn triste cantar.
Dize la Muerte:
A la dança mortal venit los nasçidos
Que en el mundo soes de qualquiera estado,
El que non quisiere a fuerça e amidos 15
Fazerle he venir muy toste parado.
Pues que ya el frayre bos ha pedricado
Que todos bayaes a fazer penitençia,
El que non quisiere poner diligençia
Por mi non puede ser mas esperado 20
Primeramente llama a su dança a dos Donzellas:
Esta mi dança traye de presente
Estas dos donzellas que bedes fermosas,
Ellas vinieron de muy mala mente
Oyr mis cançiones, que son dolorosas.
Mas non les baldrán flores e rosas 25
Nin las conposturas que poner solian,
De mi sy pudiesen partir-se querrian,
Mas non puede ser, que son mis esposas.
A estas e a todos por las aposturas
Daré fealdad la bida partida, 30
E desnudedad por las bestiduras,
Por syempre jamas muy triste aborrida;
19
E por los palaçios daré por medida
Sepulcros escuros de dentro fedientes,
E por los manjares gusanos rroyentes.
Que coman de dentro su carne podrida.
E porque el santo padre es muy alto sennor 5
Que en todo el mundo non ay su par,
E desta mi dança será guiador,
Desnude su capa, comiençe á sotar;
Non es ya tiempo de perdones dar,
Nin de celebrar en grande aparato, 10
Que yo le daré en breue mal rrato:
Dançad, padre santo, syn mas de-tardar.
Dize el Padre Santo:
Ay de mi, triste, qué cosa tan fuerte,
E yo que tractaua tan grand prelasia,
Aber de pasar agora la muerte 15
E non me baler lo que dar solia.
Benefiçios, e honrras e grand sennoria,
Toue en el mundo pensando beuir,
Pues de ti, muerte, non puedo fuyr,
Bal me Ihesucristo e la birgen Maria. 20
Dize la Muerte:
Non bos enojedes, sennor padre santo,
De andar en mi dança que tengo ordenada,
Non vos baldrá el bermejo manto,
De lo que fezistes abredes soldada.
Non vos aprouecha echar la cruzada, 25
Proueer de obispados nin dar benefiçios,
Aqui moriredes syn fazer bolliçios:
Dançad imperante con cara pagada.
Dize el Enperador:
Qué cosa es esta que a tan syn pauor
Me lleua a su dança a fuerça syn grado? 30
Creo que es la muerte que non ha dolor
20
De ome que sea grande o cuytado.
Non ay ningund rrey nin duque esforçado
Que della me pueda agora defender,
Acorredme todos, mas non puede ser,
Que ya tengo della el seso turbado. 5
Dize la Muerte:
Enperador muy grande en el mundo potente,
Non vos cuytedes, ea non es tiempo tal,
Que librar vos pueda inperio nin gente,
Oro nin plata, nin otro metal.
Aqui perderedes el buestro cabdal, 10
Que athesorastes con grand tyrania,
Faziendo batallas de noche e de dia:
Morid, non curedes, benga el cardenal.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

One by one, Death summons the Cardinal, the King, the Patriarch, the Duke, the Archbishop, the Constable, the Bishop, the Knight, the Abbot, the Squire, the Dean, the Merchant, the Archdeacon, the Lawyer, the Canon, the Physician, the Priest, the Husbandman, the Monk, the Usurer, the Friar, the Porter, the Hermit, the Accountant, the Deacon, the Tax-collector, the Sub-deacon, the Sacristan, the Rabi, the Alfaqui, etc. Then come the last two stanzas of the poem.

.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Lo que dize la Muerte á los que non nombró:
A todos los que aqui no he nombrado
De cualquer ley e estado o condyçion, 15
Les mando que bengan muy toste priado
A entrar en mi dança sin escusaçion.
Non rescibiré jamas exebçion,
Nin otro libelo nin declinatoria,
Los que bien fizieron abrán syempre gloria, 20
Los quel contrario abrán dapnaçion.
21
Dizen los que han de pasar por la Muerte:
Pues que asy es que a morir abemos
De nesçesidad syn otro remedio,
Con pura conçiençia todos trabajemos
En servir a Dios sin otro comedio.
Ca él es principio, fyn e el medio 5
Por do si le plaze abremos folgura,
Avn que la muerte con dança muy dura
Nos meta en su corro en cualquer comedio.

Anónimo

REVELACIÓN DE UN ERMITAÑO

(Esta es una revelaçión que acaesçió á un ome bueno, hermitanno de santa bida, que estava rezando una noche en su hermita e oyó esta rrevelaçión, el qual luego la escrivió en rymas, ca era sabidor en esta çiençia gaya.)

Comiença e dize asy:
Despues de la prima la ora pasada,
En el mes de enero la noche primera, 10
En CCCC. e beynte durante la hera,
Estando acostado allá en mi posada;
Non pude dormir essa trasnochada,
A la mannana un suenno me bino,
Veredes, sennores, lo que me abino 15
Mientra pasava el alumbrada.
En un baile fondo, escuro, apartado,
Espeso de xaras, sonné que andava
Buscando salida e non la fallava,
Topé con un omne que yazía fynado. 20
Holía muy mal, ca estava fynchado,
Los ojos quebrados, la faz denegrida,
La boca abierta, la barba cayda,
De gusanos e moscas muy acompannado.
22
Mirando el cuerpo de chico balor,
Oy una boz aguda muy fiera,
Abrí los mis ojos por mirar quien era,
Ví una ave de blanca color.
Dezía contra el cuerpo: hereje, traydor, 5
Del mal que feziste, si eres repiso,
Por tu bana-gloria e falso riso,
Yo en el infierno bivo con dolor.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Dize el cuerpo:
Essa ora el cuerpo fizo movimiento,
Alçó la cabeça, començó á fablar, 10
E dixo: sennora, ¿por qué tanto culpar
Me queres agora syn meresçimiento?
Que sy dixe ó fize fué por tu talento,
Sy non mira agora qual es mi poder,
Que estos gusanos non puedo toller, 15
Que comen las carnes de mi criamiento.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Dize el ánima:
O cuerpo maldito, vil, enconado,
Leno de fedor e de grand calabrina,
Metiéronte en foyo, cubriéronte ayna,
Dexáronte dentro á mal de tu grado. 20
Por ende tú piensas que as ya librado,
Primero serás delante el derecho,
Donde darás cuenta de todo tu fecho
Que en el mundo feziste, do poco has durado.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Dize el cuerpo:
¿Por qué, sennora, más enojar 25
Me queres agora en esta sazón?
Que en quanto dexiste non tienes razón,
Vete en buena ora, dexes-me estar.
23
Pues el Sennor nos ha de juzgar
E dará á cada uno su meresçimiento,
Más bien me paresces que eres çimiento,
Pues por tus malos fechos has de penar.
Ellos estando en esta porfía, 5
Salió un diablo negro de un espesura,
Gesto espantable, de mala figura,
Tynazas de fierro en las manos traýa.
Dixo contra el ánima: tú serás mía,
E conmigo yrás allá á mi posada, 10
Adonde serás bien adverguada,
Que allá fallarás asaz conpannía.
El ángel de Dios que esto beýa,
Fué contra el malo muy ayrado,
E dixo: diablo sey ya pagado 15
De quanto mal fazes de día en día.
Pues te atreves con grande osadía,
De mí tú yrás mal baratado,
Aunque te pese á mal de tu grado,
Aquesta ánima será toda mía. 20
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

El Almirante Diego Furtado de Mendoza

(Second half of the fourteenth century and early fifteenth)
A aquel árbol, que mueve la foxa,
Algo se le antoxa.
Aquel árbol del bel mirar
Façe de manyera flores quiere dar:
Algo se le antoxa. 25
Aquel árbol del bel veyer
Façe de manyera quiere florecer:
Algo se le antoxa.
24
Façe de manyera flores quiere dar:
Ya se demuestra; salidlas mirar:
Algo se le antoxa.
Façe de manyera quiere florecer:
Ya se demuestra; salidlas á ver: 5
Algo se le antoxa.
Ya se demuestra; salidlas mirar:
Vengan las damas las fructas cortar:
Algo se le antoxa.

Alfonso Álvarez de Villasandino

(† 1428?)

CANTIGA: SEVILLA

Lynda syn conparaçion, 10
Claridat é luz de España,
Plazer é consolaçion,
Briosa cibdat extraña,
El mi coraçon se baña,
En ver vestra maravilla, 15
Muy poderosa Sevilla
Guarnida d’alta compaña.
Parayso terrenal
Es el vestro nonbre puro;
Sobre cimiento leal 20
Es fundado vestro muro,
Onde byve amor seguro
Que será sienpre ensalçado:
Sy esto me fuer negado
De mal diçientes non curo. 25
Desque de vos me party
Fasta agora que vos veo,
Bien vos juro que non vy
Vestra egual en asseo:
25
Mientra mas miro é oteo
Vestras dueñas é donzellas,
Resplendor nin luz de estrellas
Non es tal, segunt yo creo.
En el mundo non ha par 5
Vestra lyndeza é folgura,
Nin se podrian ffallar
Dueñas de tal fermosura:
Donzellas de grant mesura
Que en vos fueron criadas, 10
Estas deven ser loadas
En España de apostura.

Micer Francisco Imperial

(Early fifteenth century)

DEZIR

Non fué por çierto mi carrera vana,
Passando la puente de Guadalquivir,
Atan buen encuentro que yo vi venir 15
Rribera del rio, en medio Triana,
A la muy fermosa Estrella Diana,
Qual sale por mayo al alva del dia,
Por los santos passos de la romeria:
Muchos loores aya santa Ana. 20
E por galardon demostrar me quiso
La muy delicada flor de jazmin,
Rossa novela de oliente jardin,
E de verde prado gentil flor de lyso,
El su graçioso é onesto rysso, 25
Ssemblante amorosso é viso ssuave,
Propio me paresçe al que dixo: Ave,
Quando enviado fué del paraysso.
26
Callen poetas é callen abtores,
Omero, Oraçio, Vergilio é Dante,
E con ellos calle Ovidio D’Amante
E cuantos escripvieron loando señores,
Que tal es aquesta entre las mejores, 5
Commo el luçero entre las estrellas,
Llama muy clara á par de centellas,
E commo la rrosa entre las flores.
Non se desdeñe la muy delicada
Enfregymio griega, de las griegas flor, 10
Nin de las troyanas la noble señor,
Por ser aquesta atanto loada;
Que en tierra llana é non muy labrada,
Nasçe á las vezes muy oliente rrosa,
Assy es aquesta gentil é fermosa, 15
Que tan alto meresçe de ser comparada.

Ruy Páez de Ribera

(Early fifteenth century)

DEZIR SOBRE LA FORTUNA

Dizen los sabios: «Fortuna es mudable,»
E non me paresçe que deve seer tal,
Que antes la veo seer muy espantable
A do una vegada comiença yr mal: 20
Que fasta que acaba todo el cabdal,
Nunca mudança faze la fortuna,
Ca sienpre en el pobre la veo seer una
Fasta destruyr el bien principal.
Quando ella quiere tomar su vengança, 25
Pone al pobre en mayor probeça,
E nunca jamas faze mudança,
Salvo con muerte, postrera crueza:
La qual probedat es dolor é vileza,
27
Tormento aborrido sin comparaçion,
Afan syn rremedio con desesperaçion,
Por la qual pierde el noble su alteça.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
El pobre non tiene parientes ni amigos,
Donayre nin seso, esfuerço é sentido, 5
E por la proveza le son enemigos
Los suyos mesmos por veer lo caydo:
Todos lo tienen por desconoçido
E non se les mienbra del tienpo pasado,
Sy algunt benefiçio ovieron cobrado 10
De aquellos de quien él ha descendido.
En cosa que diga nin faga por obra
Non tiene graçia virtud nin aseo,
E por que á todos en pobreza ssobra
Su dicho es tenido por grant devaneo: 15
E tiene otra tacha peor que le veo
Que dizen que es loco sy es esforçado,
E dizen que es torpe sy es sosegado,
Asy que su vida es sienpre en desseo.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Quanto es de triste la gafa proveza, 20
Mesquina, lazdrada é muy espantosa,
Atanto es de noble la linpia rriqueza,
Gentil é alegre, muy dulçe, sabrosa,
Sabia, esforçada, fidalga, graçiosa,
Ardid é polida, cortés, mesurada, 25
Garrida é briosa, muy bien costunbrada,
Onrrada é temida, sotil é donosa.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
28
El rrico es sesudo, sotil é graçioso.
Gentil é garrido, é linpio esforçado,
Mas que pavon loçano é donosso,
Ardid é muy bravo, é rrizio provado,
E mas quel azero qu’es fuerte azerado 5
Es la del rrico su grant fortaleza,
Ca estas virtudes le ponen rriqueza,
Las quales fallesçen en el pobre cuytado.
.   .   .   .   .   .   .   .   .  .
Non siento en el rrico ningunt fallimiento,
Nin creo que pueda en él ser fallado, 10
Non siento en el pobre ningunt conplimiento
Salvo de cuytas que bive abastado:
Pero ay un rremedio que veo provado
Que el pobre, el rrico, que todo fallesçe,
E todo en el mundo por muerte pereçe, 15
E todo se olvida desqu’es traspasado.

El Condestable Álvaro de Luna

(First half of the fifteenth century)
I
Si Dios, nuestro Salvador,
Ovier de tomar amiga,
Fuera mi competidor.
Aun se m’antoxa, senyor, 20
Si esta tema tomáras,
Que justas e quebrar varas
Ficieras por su amor.
Si fueras mantenedor,
Contigo me las pegara, 25
E non te alzara la vara,
Por ser mi competidor.
29
II
Senyor Dios, pues me causaste
Sin comparaçion amar,
Tú me deves perdonar
Si pasé lo que mandaste.
Mandaste que ombre amasse 5
A ti mas que a otra cosa,
Et causaste que fallase
Ombre amiga tan graçiosa,
Generosa, mas fermosa
De quantas, senyor, creaste, 10
La qual yo amo sin par
De amor tan singular,
Que no ay seso que baste.
Formaste la creatura
A tu semblança, senyor, 15
De la tu santidat pura
Me feziste amador:
Quien figura tal figura,
Tal qual tú la figuraste,
Es causa de dar lugar 20
Para algun tiempo olvidar
A ti que me la mostraste.

Fernán Pérez de Guzmán

(1378–1460)

DECIR EN HONOR DE LEONOR DE LOS PAÑOS

El gentil niño Narçiso
En una fuente engañado,
De ssy mesmo enamorado, 25
Muy esquiva muerte priso:
Señora de noble rriso
30
E de muy gracioso brio,
A mirar fuente nin rrio
Non se atreva vuestro viso.
Deseando vuestra vida
Aun vos dó otro consejo, 5
Que non se mire en espejo
Vuestra faz clara é garrida:
¿Quien sabe sy la partida
Vos será dende tan fuerte,
Por que fuese en vos la muerte 10
De Narciso repetida?
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Prados, rrosas é flores
Otorgo que los miredes,
E plaze me que escuchedes
Dulçes cantigas de amores; 15
Mas por sol nin por calores
Tal codiçia non vos ciegue;
Vuestra vista syenpre nyegue
Las fuentes é sus dulçores.
Con plazer é gozo é ryso 20
Rruego á Dyos que rresplandezcan
Vuestros bienes é florezcan
Mas que los de Dido Elisa:
Vuestra faz muy blanca, lisa,
Jamas nunca syenta pena, 25
A Dyos, flor de azuzena,
Duela vos de ’sta pesquisa.
31

Juan de Mena

(1411–1456)

EL LABERINTO

.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Macías
Tanto anduvimos el cerco mirando
A que nos hallamos con nuestro Macias,
Y vimos que estaba llorando los dias
En que de su vida tomó fin amando;
Llegué mas acerca turbado yo, quando 5
Ví ser un hombre de nuestra nacion,
Y ví que decia tal triste cancion,
En elegíaco verso cantando:
«Amores me dieron corona de amores
Porque mi nombre por mas bocas ande, 10
Entonces no era mi mal menos grande,
Quando me daban placer sus dolores;
Vencen el seso sus dulces errores,
Mas no duran siempre, segun luego aplacen,
Pues me hicieron del mal que vos hacen, 15
Sabed al amor desamar, amadores.
«Huid un peligro tan apasionado,
Sabed ser alegres, dexá de ser tristes,
Sabed deservir á quien tanto servistes,
A otro que amores dad vuestro cuidado; 20
Los cuales si diesen por un igual grado
Sus pocos placeres, segun su dolor,
No se quexaria ningun amador,
Ni desesperaria ningun desamado.
«Bien como quando algun malhechor 25
Al tiempo que hacen de otro justicia,
Temor de la pena le pone codicia
De allí en adelante vivir ya mejor;
32
Mas desque pasado por aquel temor
Vuelve á sus vicios como de primero.
Así me volvieron á do desespero
Amores, que quieren que muera amado.»

Rodrigo Cota

(Fl. 1490)

CANTARCILLO

Vista ciega, luz oscura, 5
Gloria triste, vida muerta,
Ventura de desventura,
Lloro alegre, risa incierta:
Hiel sabrosa, dulce agrura,
Paz con ira y saña presta 10
Es amor, con vestidura
De gloria que pena cuesta.

Anónimo

COPLAS DE MINGO REVULGO

I
Gil Arribato
Ah Mingo Rebulgo, Mingo,
Ah Mingo Rebulgo, ahao,
¿Ques de tu sayo de blao? 15
¿Non lo vistes en domingo?
¿Ques de tu jubón bermejo?
¿Porqué traes tal sobreçejo?
Andas esta trasnochada
La cabeça desgreñada: 20
¿Non te llotras de buen rejo?
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
33
III
Mingo Revulgo
A la hé, Gil Arribato,
Sé que en fuerte ora allá echamos
Quando á Candaulo cobramos
Por pastor de nuestro hato.
Ándase tras los zagales 5
Por estos andurriales
Todo el día enbeveçido,
Holgazando syn sentido,
Que non mira nuestros males.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
XXII
Gil
Yo soñé esta trasnochada, 10
De que estoy estremuloso,
Que nin roso nin velloso
Quedará desta vegada.
Échate, échate á dormir,
Que en lo que puedo sentyr, 15
Segund andan estas cosas,
Asmo que las tres raviosas
Lobas tyenen de venir.
XXIII
Tú conoçes la amarilla
Que siempre anda carleando, 20
Muerta, flaca, sospirando,
Que á todos pone manzilla;
Que aunque traga non se farta
Nin los colmillos aparta
De morder y mordiscar; 25
Non puede mucho tardar
Quel ganado non se esparta.
34
XXIV
La otra mala traydora,
Cruel et muy enemiga,
De todos males amiga,
De sy mesma robadora,
Que sabe bien los cortijos; 5
Nin dexa madre nin fijos
Yazer en sus albergadas,
En los valles y majadas,
Sabe los escondedijos.
XXV
Y aun también la tredentuda 10
Que come los rezentales;
Y non dexa los añales,
Quando un poco está sañuda;
Meto que no olvidará
De venir y aun tragará 15
Atanbien su partezilla:
Dime ¿aquesta tal quadrilla
A quien non espantará?
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana

(1398–1458)

SONETOS FECHOS AL ITÁLICO MODO

Oy ¿qué diré de ti, triste emispherio,
O patria mia, que veo del todo 20
Yr todas cosas ultra el recto modo,
Donde se espera inmenso laçerio?...
¡Tu gloria é laude tornó vituperio
E la tu clara fama en escureça!...
35
Por cierto, España, muerta es tu nobleça,
E tus loores tornados hacerio.
¿Dó es la fée?... ¿Dó es la caridat?...
¿Dó la esperança?... Ca por cierto absentes
Son de las tus regiones é partidas. 5
¿Dó es la justiçia, templança, egualdat,
Prudençia é fortaleça?... ¿Son presentes?...
Por çierto non: que léxos son fuydas.
Quando yo só delante aquella donna,
A cuyo mando me sojudgó Amor, 10
Cuydo ser uno de los que en Tabor
Vieron la grand claror que se raçona,
Ó quella sea fija de Latona,
Segund su aspetto é grand resplandor:
Asy que punto yo non hé vigor 15
De mirar fixo su deal persona.
El su grato fablar dulçe, amoroso,
Es una maravilla çiertamente,
É modo nuevo en humanidat:
El andar suyo es con tal reposo, 20
Hónesto é manso, é su continente,
Que, libre, vivo en captividad.

SERRANILLA

Moça tan fermosa
Non ví en la frontera,
Como una vaquera 25
De la Finojosa.
Façiendo la vía
Del Calatraveño
A Sancta María,
Vençido del sueño 30
Por tierra fragosa
Perdí la carrera,
Do ví la vaquera
De la Finojosa.
En un verde prado 35
De rosas é flores.
Guardando ganado
Con otros pastores,
36
La ví tan graçiosa
Que apenas creyera
Que fuesse vaquera
De la Finojosa.
Non creo las rosas 5
De la primavera
Sean tan fermosas
Nin de tal manera,
Fablando sin glosa,
Si antes sopiera 10
D’aquella vaquera
De la Finojosa,
Non tanto mirára
Su mucha beldat,
Porque me dexára 15
En mi libertat.
Mas dixe: «Donosa
(Por saber quién era),
¿Dónde es la vaquera
De la Finojosa?...» 20
Bien como riendo,
Dixo: «Bien vengades;
Que ya bien entiendo
Lo que demandades:
Non es desseosa 25
De amar, nin lo espera,
Aquessa vaquera
De la Finojosa.»

VILLANCICO

Por una gentil floresta
De lindas flores é rosas 30
Vide tres damas fermosas
Que de amores han reqüesta.
Yo con voluntat muy presta
Me llegué á conosçellas:
Començó la una dellas 35
Esta cançion tan honesta:
Aguardan á mí:
Nunca tales guardas ví.
Por mirar su fermosura
Destas tres gentiles damas, 40
Yo cobríme con las ramas,
Metíme só la verdura.
La otra con grand tristura
Començó de sospirar
37
E deçir este cantar
Con muy honesta messura:
La niña que amores ha,
Sola ¿como dormirá?...
Por no les façer turbança 5
Non quise yr mas adelante
A las que con ordenança
Cantavan tan consonante.
La otra con buen semblante
Dixo: Señoras de estado, 10
Pues las dos aveis cantado,
A mí conviene que cante:
Dejatlo, el villano pene;
Véngueme Dios d’elle.
Desque ya ovieron cantado 15
Estas señoras que digo,
Yo salí desconsolado,
Como ome sin abrigo.
Ellas dixeron: Amigo,
Non soys vos el que buscamos; 20
Mas cantat, pues que cantamos:
Sospirando yva la niña
E non por mí,
Que yo bien se lo entendí.

Lope de Estúñiga

(Early fifteenth century)

QUERELLA

¡Oh triste partida mia, 25
Causa de secretos males!
¡Oh cuidados desiguales,
Que destruyen mi alegría!
38
¡Oh qué tanto bien sería
Un partir de aquesta vida,
Porque en fin de mi partida
Et mi vida fenescida,
Non muriese cada dia! 5
Mis males eran nasçidos
Ante de mi nasçimiento;
En los signos de sabidos
Et planeta de perdidos
Fué mi triste fundamiento; 10
Et la rueda de fortuna,
Con el signo más esquivo,
Con la más menguante luna
Me fadaron en la cuna
Para ser vuestro captivo. 15
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Suero de Quiñones

(First half of the fifteenth century)

CANCIÓN

Dezidle nuevas de mi,
Et mirat si avrá pesar
Por el placer que perdí.
Contadle la mi fortuna
Et la pena en que yo vivo, 20
Et dezid que soy esquivo,
Que non curo de ninguna.
Que tan fermosa la vi,
Que m’oviera de tornar
Loco el dia que partí. 25
39

Juan Alfonso de Baena

(Fl. first half of fifteenth century)

Ferrant Manuel de Lando

(Fl. as above)

REPLICAÇION DE JUAN ALFONSO CONTRA FERRANT MANUEL

Lyndo fydalgo, en la luna menguante
Leystes poetas, ssegunt que sofysmo:
Por ende avissatnos por el inforismo
Del alto poeta rectórico Dante,
É luego veredes que andades errante 5
Assý como anda estrella cometa,
Quando recurssa al sol que ssometa
Ssus rayos distintos por ser ygualante.
Ffynida
Ca ssy concluyendo, gentil cavalgante,
Ssostengo contrario de aquesta batalla, 10
Que nunca se vençe por mucho otealla
Ninguna fermossa syn ser demandante.

RESPUESTA DE FERRANT MANUEL CONTRA JUAN ALFONSO

De todas çiençias sseyendo distante,
Ssegunt que sabedes mayor que yo mismo,
Non ssé poetría, nin se algurismo, 15
Deçiplo sso synple, pessado, ygnorante;
Mas por que mi obra triunfe adelante,
Catat que ssy abro my rica maleta,
Por arte profunda, ssotyl é muy rreta,
A vuestro argumento sseré reprobante. 20
40
Ffynida
Que vista de amor es causa mediante
Para qualquiera fermosa cobralla;
É todo lo al es arte contralla,
Segunt los actores Vergillo é Dante.

Carvajal (ó Carvajales)

(Middle of the fifteenth century)

CANCIÓN

Pues mi vida es llanto ó pena, 5
Syn fazer mudança alguna,
Faré como la serena,
Que canta con la fortuna
Y en bonança sufre pena.
Quando lloro, quando canto, 10
Quando muero, porque vivo,
Quando fago amargo planto,
Quando mis cuytas escribo;
Pues fortuna asy lo ordena,
Syguiendo voluntat una, 15
Faré como la serena,
Que canta con la fortuna
Y en bonança sufre pena.

Gómez Manrique

(1412–1490)

COPLAS Á DIEGO ARIAS DE AVILA

¡O tú, en amor hermano,
Nascido para morir, 20
Pues lo no puedes fuyr,
41
El tiempo de tu biuir
No lo despiendas en vano;
Que vicios, bienes, honores
Que procuras,
Pasansse como frescuras 5
De las flores!
En esta mar alterada
Por do todos nauegamos,
Los deportes que pasamos,
Si bien lo consideramos, 10
No duran mas que roçiada.
¡O, pues, tú, ombre mortal,
Mira, mira,
La rueda quan presto gira
Mundanal! 15
Si desto quieres enxiemplos,
Mira la grand Bauilonia,
Tebas y Lacedemonia,
El grand pueblo de Sydonia,
Cuyas murallas y tenplos 20
Son en grandes valladares
Trasformados,
E sus trihunfos tornados
En solares.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

A UNA DAMA QUE IBA CUBIERTA

El coraçon se me fué 25
Donde vuestro vulto vi,
E luego vos conosçi
Al punto que vos miré;
Que no pudo fazer tanto
42
Por mucho que vos cubriese
Aquel vuestro negro manto
Que no vos reconosçiese.
Que debaxo se mostraua
Vuestra graçia y gentil ayre, 5
Y el cubrir con buen donayre
Todo lo magnifestaua;
Asy que con mis enojos.
E muy grande turbaçion
Allá se fueron mis ojos 10
Do tenia el coraçon.

Jorge Manrique

(1440–1478)

PORQUE ESTANDO ÉL DURMIENDO LE BESÓ SU AMIGA

Vos cometistes traycion,
Pues me heristes durmiendo
D’una herida qu’entiendo
Que será mayor passion 15
El deseo d’otra tal
Herida como me distes,
Que no la llaga ni mal,
Ni daño que me hezistes.
Perdono la muerte mía, 20
Mas con tales condiciones
Que de tales trayciones
Cometáys mil cada día,
Pero todas contra mí,
Porque d’aquesta manera 25
No me plaze que otro muera,
Pues que yo lo merescí.
43
Fin
Más plazer es que pesar
Herida c’otro mal sana;
Quien durmiendo tanto gana
Nunca debe despertar.

A LA MUERTE DEL MAESTRE DE SANTIAGO DON RODRIGO MANRIQUE, SU PADRE

Recuerde el alma dormida, 5
Abive el seso y despierte
Contemplando
Cómo se passa la vida,
Cómo se viene la muerte
Tan callando: 10
Quán presto se va el plazer,
Cómo despues de acordado
Da dolor,
Cómo á nuestro parecer
Cualquiera tiempo passado 15
Fué mejor.
Y pues vemos lo presente
Como en un punto es ydo
Y acabado,
Si juzgamos sabiamente, 20
Daremos lo no venido
Por passado.
No se engañe nadie, no,
Pensando que ha de durar
Lo que espera 25
Más que duró lo que vió,
Porque todo ha de pasar
Por tal manera.
Nuestras vidas son los rios
Que van á dar en la mar, 30
44
Que es el morir;
Allí van los señoríos
Derechos á se acabar
Y consumir;
Allí los rios caudales, 5
Allí los otros medianos
Y más chicos,
Allegados, son yguales,
Los que biven por sus manos
Y los ricos. 10
Dexo las inuocaciones
De los famosos poetas
Y oradores;
No curo de sus ficiones,
Que traen yerva secreta 15
Sus sabores.
A aquél solo me encomiendo
Aquél solo invoco yo
De verdad,
Que en este mundo biviendo, 20
El mundo no conoció
Su deidad.
Este mundo es el camino
Para el otro, qu’es morada
Sin pesar; 25
Mas cumple tener buen tino
Para andar esta jornada
Sin errar.
Partimos quando nacemos,
Andamos mientras bevimos, 30
Y llegamos
Al tiempo que fenecemos;
Assi que, quando morimos,
Descansamos.
45
Este mundo bueno fué
Si bien usássemos d’él
Como devemos,
Porque, segun nuestra fe,
Es para ganar aquel 5
Que atendemos.
Y aún el Hijo de Dios,
Para subirnos al cielo,
Descendió
A nacer acá entre nos, 10
Y bivir en este suelo
Do murió.
Ved de quán poco valor
Son las cosas tras que andamos
Y corremos; 15
Que en este mundo traydor
Aun primero que muramos
Las perdemos:
D’ellas deshaze la edad,
D’ellas casos desastrados 20
Que acaescen,
D’ellas, por su calidad,
En los más altos estados
Desfallescen.
Dezidme: la hermosura, 25
La gentil frescura y tez
De la cara,
La color y la blancura,
Quando viene la vejez
Quál se para? 30
Las mañas y ligereza
Y la fuerça corporal
De juventud,
Todo se torna graveza
46
Quando llega el arraval
De senectud.
Pues la sangre de los Godos,
El linaje y la nobleza
Tan crecida, 5
¡Por quántas vías e modos
Se pierde su gran alteza
En esta vida!
Unos por poco valer,
¡Por quán baxos y abatidos 10
Que los tienen!
Otros que por no tener,
Con oficios no devidos
Se mantienen.
Los estados y riqueza 15
Que nos dexan á desora
¿Quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
Pues que son de una señora
Que se muda. 20
Que bienes son de fortuna
Que rebuelve con su rueda
Presurosa,
La qual no puede ser una,
Ni ser estable ni queda 25
En una cosa.
Pero digo que acompañen
Y lleguen hasta la huessa
Con su dueño;
Por esso no nos engañen, 30
Pues se va la vida apriessa
Como sueño:
Y los deleytes de acá
Son en que nos deleytamos
47
Temporales,
Y los tormentos de allá
Que por ellos esperamos,
Eternales.
Los plazeres y dulçores 5
D’esta vida trabajada
Que tenemos,
¿Qué son sino corredores,
Y la muerte la celada
En que caemos? 10
No mirando á nuestro daño
Corremos á rienda suelta
Sin parar;
Desque vemos el engaño
Y queremos dar la buelta, 15
No ay lugar.
Si fuesse en nuestro poder
Tornar la cara fermosa
Corporal,
Como podemos hazer 20
El alma tan gloriosa
Angelical,
¡Qué diligencia tan biva
Tuviéramos cada hora,
Y tan presta, 25
En componer la cativa
Dexándonos la señora
Descompuesta!
Estos reyes poderosos
Que vemos por escripturas 30
Ya passadas,
Con casos tristes, llorosos,
Fueron sus buenas venturas
Trastornadas:
48
Assí que no ay cosa fuerte;
Que á Papas y Emperadores
Y Perlados
Assí los trata la muerte
Como á los pobres pastores 5
De ganados.
Dexemos á los Troyanos,
Que sus males no los vimos,
Ni sus glorias;
Dexemos á los Romanos, 10
Aunque oymos y leymos
Sus historias.
No curemos de saber
Lo de aquel siglo passado
Qué fué d’ello; 15
Vengamos á lo de ayer,
Que tambien es olvidado
Como aquello.
¿Qué se hizo el Rey Don Juan?
Los Infantes de Aragon 20
¿Qué se hizieron?
¿Qué fué de tanto galan,
Qué fué de tanta invencion
Como truxeron?
Las justas e los torneos, 25
Paramentos, bordaduras
E cimeras,
¿Fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
De las eras? 30
¿Qué se hizieron las damas,
Sus tocados, sus vestidos,
Sus olores?
¿Qué se hizieron las llamas
49
De los fuegos encendidos
De amadores?
¿Qué se hizo aquel trobar,
Las músicas acordadas
Que tañían? 5
¿Qué se hizo aquel dançar
Y aquellas ropas chapadas
Que traían?
Pues el otro su heredero,
Don Enrrique; ¡qué poderes 10
Alcançava!
¡Quán blando, quán alagüero
El mundo con sus plazeres
Se le dava!
Mas verás cuán enemigo, 15
Quán contrario, quán cruel
Se le mostró;
Aviendole sido amigo,
¡Quán poco duró con él
Lo que le dió! 20
Las dádivas desmedidas,
Los edificios reales
Llenos de oro,
Las baxillas tan fabridas,
Los enriques y reales 25
Del tesoro;
Los jaezes y cavallos
De su gente y atavíos
Tan sobrados,
¿Dónde yremos á buscallos? 30
¿Qué fueron sino rocíos
De los prados?
Pues su hermano el innocente,
Que en su vida sucessor
50
Se llamó.
¡Que corte tan excelente
Tuvo y quánto gran señor
Que le siguió!
Mas como fuesse mortal, 5
Metióli la muerte luego
En su fragua,
¡O jüyzio divinal!
Quando más ardía el fuego
Echaste agua. 10
Pues aquel gran Condestable,
Maestre que conocimos
Tan privado,
No cumple que d’el se hable,
Sino sólo que le vimos 15
Degollado.
Sus infinitos tesoros,
Sus villas y sus lugares,
Su mandar,
¿Qué le fueron sino lloros? 20
¿Qué fueron sino pesares
Al dexar?
Pues los otros dos hermanos,
Maestres tan prosperados
Como reyes, 25
Que á los grandes y medianos
Traxeron tan sojuzgados
A sus leyes;
Aquella prosperidad
Que tan alta fué subida 30
Y ensalçada,
¿Qué fué sino claridad
Que quando más encendida
Fué amatada?
51
Tantos duques excelentes,
Tantos marqueses y condes
Y barones
Como vimos tan potentes,
Di, Muerte, ¿dó los escondes 5
Y los pones?
Y sus muy claras hazañas
Que hizieron en las guerras
Y en las pazes?
Quando tú, cruel, te ensañas, 10
Con tu fuerça los atierras
Y deshazes.
Las huestes innumerables,
Los pendones y estandartes
Y vanderas, 15
Los castillos impunables,
Los muros e baluartes
Y barreras,
La cava honda chapada
Ó cualquier otro reparo 20
¿Qué aprovecha?
Quando tu vienes ayrada,
Todo lo passas de claro
Con tu flecha.
Aquel de buenos abrigo, 25
Amado por virtuoso
De la gente,
El Maestre Don Rodrigo
Manrique, tan famoso
Y tan valiente, 30
Sus grandes hechos y claros
No cumple que los alabe,
Pues los vieron,
Ni los quiero hazer caros,
52
Pues el mundo todo sabe
Quáles fueron.
¡Qué amigo de sus amigos!
¡Qué señor para criados
Y parientes! 5
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué Maestre de esforçados
Y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos! 10
¡Qué razón!
¡Quán benigno á los subjectos,
Y á los bravos y dañosos
Un leon!
En ventura, Octaviano; 15
Julio César en vencer
Y batallar;
En la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
Y trabajar: 20
En la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
Con alegría;
En su braço, un Archidano;
Marco Tulio en la verdad 25
Que prometía.
Antonio Pío en clemencia;
Marco Aurelio en ygualdad
Del semblante:
Adriano en eloquencia; 30
Theodosio en humanidád
Y buen talante:
Aurelio Alexandre fué
En disciplina y rigor
53
De la guerra;
Un Constantino en la fe;
Camilo en el gran amor
De su tierra.
No dexó grandes tesoros, 5
Ni alcançó muchas riquezas
Ni baxillas,
Mas hizo guerra á los Moros,
Ganando sus fortalezas
Y sus villas; 10
Y en las lides que venció,
Cavalleros y cavallos
Se prendieron,
Y en este oficio ganó
Las rentas e los vasallos 15
Que le dieron.
Pues por su honra y estado
En otros tiempos passados
¿Cómo se uvo?
Quedando desamparado, 20
Con hermanos y criados
Se sostuvo.
Despues que hechos famosos
Hizo en esta dicha guerra,
¿Que hazía? 25
Hizo tratos tan honrosos,
Que le dieron muy más tierra
Que tenía.
Estas sus viejas hystorias
Que con su braço pintó 30
En la juventud,
Con otras nuevas victorias
Agora las renovó
En la senectud.
54
Por su gran abilidad,
Por méritos y ancianía
Bien gastada
Alcançó la dignidad
De la gran cavallería 5
Del Espada.
E sus villas e sus tierras
Ocupadas de tiranos
Las halló,
Mas por cercos e por guerras 10
Y por fuerças de sus manos
Las cobró.
Pues nuestro Rey natural
Si de las obras que obró
Fué servido, 15
Dígalo el de Portugal,
Y en Castilla quien siguió
Su partido.
Despues de puesta la vida
Tantas vezes por su ley 20
Al tablero;
Despues de tan bien servida
La corona de su Rey
Verdadero;
Despues de tanta hazaña 25
A que no puede bastar
Cuenta cierta,
En la su villa de Ocaña
Vino la Muerte á llamar
A su puerta. 30
(Habla la Muerte)
Diziendo: «Buen cavallero,
Dexad el mundo engañoso
55
Y su halago;
Muestre su esfuerço famoso
Vuestro coraçon de azero
En este trago;
Y pues de vida y salud 5
Hiziste tan poca cuenta
Por la fama,
Esfuércese la virtud
Para sufrir esta afrenta
Que os llama. 10
«No se os haga tan amarga
La batalla temerosa
Que esperáys,
Pues otra vida más larga
De fama tan glorïosa 15
Acá dexáys:
Aunque esta vida de honor
Tampoco no es eternal
Ni verdadera,
Mas con todo es muy mejor 20
Que la otra temporal
Perecedera.
«El bivir que es perdurable
No se gana con estados
Mundanales, 25
Ni con vida deleytable
En que moran los pecados
Infernales;
Mas los buenos religiosos
Gánanlo con oraciones 30
Y con lloros;
Los cavalleros famosos
Con trabajos y afliciones
Contra Moros.
56
«Y pues vos, claro varon,
Tanta sangre derramastes
De paganos,
Esperad el galardon
Que en este mundo ganastes 5
Por las manos;
Y con esta confiança
Y con la fe tan entera
Que tenéys,
Partid con buena esperança 10
Que esta otra vida tercera
Ganaréys.»
(Responde el Maestre)
«No gastemos tiempo ya
En esta vida mezquina
Por tal modo, 15
Que mi voluntad está
Conforme con la divina
Para todo;
Y consiento en mi morir
Con voluntad plazentera, 20
Clara, pura,
Que querer hombre bevir
Quando Dios quiere que muera,
Es locura.»
(Oracion)
Tú que por nuestra maldad 25
Tomaste forma cevil
Y baxo nombre;
Tú que en tu divinidad
Juntaste cosa tan vil
Como el hombre; 30
Tú que tan grandes tormentos
Sufriste sin resistencia
57
En tu persona,
No por mis merecimientos,
Mas por tu sola clemencia
Me perdona.
(Cabo)
Assi con tal entender, 5
Todos sentidos humanos
Conservados,
Cercado de su mujer,
De hijos y de hermanos
Y criados, 10
Dió el alma á quien gela dió,
(El qual la ponga en el cielo
Y en su gloria),
Y aunque la vida murió,
Nos dexó harto consuelo 15
Su memoria.

Cartagena

(Fl. about middle of the fifteenth century)

CANCIÓN

No sé para qué nasci,
Pues en tal estremo esto
Que el morir no quiere á mí,
Y el vivir no quiero yo. 20
Todo el tiempo que viviere
Terné muy justa querella
De la muerte, pues no quiere
A mí, queriendo yo á ella.
¿Qué fin espero de aquí, 25
Pues la muerte me negó,
Pues que claramente vió,
Que era vida para mí.
58

Rodríguez del Padrón

(Fl. middle of the fifteenth century)

A LA VIRGEN

Fuego del divino rayo,
Dulce flama sin ardor,
Esfuerzo contra desmayo,
Remedio contra dolor,
¡Alumbra á tu servidor! 5
La falsa gloria del mundo
Y vana prosperidad
Contemple:
Con pensamiento profundo
El centro de su maldad 10
Penetre.
Oiga quien es sabidor
El planto de la Serena,
La cual temiendo la pena
De la tormenta mayor, 15
Plañe en el tiempo mejor.

Mossén Juan Tallante

(End of the fifteenth century)

ORACIÓN

Imenso Dios, perdurable,
Que el mundo todo criaste,
Verdadero,
Y con amor entrañable 20
Por nosotros espiraste
En el madero:
59
Pues te plugo tal pasión
Por nuestras culpas sufrir,
O Agnus Dei,
Llévanos do está el ladron,
Que salvaste por decir 5
Memento mei.

El Comendador Escribá

(End of fifteenth century)

CANCIÓN

Ven, muerte, tan escondida,
Que no te sienta conmigo,
Porque el gozo de contigo
No me torne á dar la vida. 10
Ven como rayo que hiere,
Que hasta que ha herido
No se siente su ruido
Por mejor herir do quiere:
Así sea tu venida, 15
Sino desde aquí te digo
Que el gozo que habré contigo
Me dará de nuevo vida.

Juan Álvarez Gato

(† after 1495)

LETRA

Que en ti só yo vivo,
Sin ti só cativo; 20
Si m’eres esquivo,
Perdido seré.
Si mal no me viene,
Por ti se detiene.
En ti me sostiene 25
Tu gracia y tu fé.
60
Qu’el q’en ti se ceba,
Que truene, que llueva,
No espere ya nueva
Que pena le dé.
Que aquel que tú tienes 5
Los males son bienes,
A él vas y vienes,
Muy cierto lo sé.
Amor no me dejes,
Que me moriré. 10

Anónimo

EL BESO

Pues por besarte, Minguillo,
Me riñe mi madre á mí,
Vuélveme presto, carillo,
Aquel beso que te dí.
Vuelve el beso con buen pecho 15
Porque no haya más reñir,
A tal podremos decir
Que hemos deshecho lo hecho.
A ti será de provecho
El beso volverlo á mí, 20
Vuélveme presto, carillo,
Aquel beso que te dí.
Vuélveme el beso, por Dios,
A madre tan importuno,
Pensarás volverme uno 25
Y vernás á tener dos.
En bien avengámonos
Que no me riñan á mí.
Vuélveme presto, carillo,
Aquel beso que te dí. 30
61

II
POESÍAS DE LOS SIGLOS XVI-XVII

63

Juan del Encina

(1468–1534)

CONTRA LOS QUE DICEN MAL DE MUJERES

Quien dice mal de mujeres
Haya tal suerte e ventura,
Que en dolores e tristura
Se conviertan sus placeres:
Todo el mundo le desame: 5
De nadie sea querido:
No se nombre ni se llame
Sino infame, más que infame,
Ni jamas sea creido.
Siempre viva descontento, 10
Fatigado e congojoso:
Nunca se vea en reposo,
Jamas le falte tormento:
Jamas le falte cuidado,
Pene más que pena fuerte, 15
Viva tan apasionado
Que de muy desesperado
Haya por buena la muerte.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Vea el gran bien que tenemos
Por una Virgen doncella; 20
E pues fué mujer, por ella
64
Todas las otras honremos.
Que si bien consideramos
Cuanta honra se les deba,
Siempre en debda les quedamos;
Pues que por mujer cobramos 5
Lo que perdimos por Eva.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Ellas son muy piadosas
En todas nuestras fatigas;
E las que más enemigas
Son no ménos amorosas: 10
E la de más crueldad
Es de bien tan virtüoso,
Que tiene de voluntad
Más mancilla e pïedad
Quel hombre más piadoso. 15
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Ellas nos dan ocasion
Que nos hagamos discretos,
Esmerados e perfetos
E de mucha presuncion:
Ellas nos hacen andar 20
Las vestiduras polidas,
Los pundonores guardar,
E por honra procurar
Tener en poco las vidas.
Ellas nos hacen devotos, 25
Corteses e bien criados;
De medrosos, esforzados;
Muy agudos de muy botos.
Queramos lo que quisieren;
De su querer no salgamos; 30
Cuanto más pena nos dieren,
65
Cuanto más mal nos hicieren,
Tanto más bien les hagamos.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Miremos lo que es razon;
Si algunas culpadas hallan,
Callemos, pues ellas callan, 5
Que las culpas nuestras son.
Callemos nuestra maldad,
Nuestros engaños con arte,
Pues ellas son en verdad
Inclinadas á bondad, 10
Todas por la mayor parte.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
No hay mujer, según su estado,
La mayor ni la menor,
Que no tenga algun primor
Que merezca ser löado. 15
Todas deben ser löadas,
Todas son dignas de gloria,
Todas sean acatadas,
Todas de todos amadas,
Pues amarlas es vitoria. 20
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Pedro Manuel de Urrea

(1468–1530)

ROMANCE

En el plaziente verano,
Dó son los dias mayores,
Acabaron mis plazeres,
Començaron mis dolores.
66
Quando la tierra da yerua
Y los árboles dan flores;
Quando aves hazen nidos
Y cantan los ruyseñores;
Quando en la mar sosegada 5
Entran los navegadores;
Quando los lirios y rosas
Nos dan los buenos olores;
Y quando toda la gente
Ocupados de calores, 10
Van aliuiando la ropa
Y buscando los frescores;
Dó son las mejores oras
Las noches y los albores,
En este tiempo que digo 15
Començaron mis amores
De una dama que yo ví,
Dama de tantos primores;
De quantos es conoscida
De tantos tiene loores. 20
Su gracia por hermosura
Tiene tantos servidores
Quanto yo por desdichado
Tengo penas y dolores;
Donde se me otorga muerte 25
Y se me niegan favores;
Mas yo nunca olvidaré
Estos amargos dulçores,
Porque en la mucha firmeza
Se muestran los amadores. 30
67

Gil Vicente

(1470–1540?)

CANCIÓN

Muy graciosa es la doncella:
¡Cómo es bella y hermosa!
Digas tú, el marinero
Que en las naves vivías,
Si la nave ó la vela ó la estrella 5
Es tan bella.
Digas tú, el caballero
Que las armas vestías,
Si el caballo ó las armas ó la guerra
Es tan bella. 10
Digas tú, el pastorico
Que el ganadico guardas,
Si el ganado ó los valles ó la sierra
Es tan bella.

Juan Boscán Almogaver

(† 1542)

SONETOS

I
Quien dice que la ausencia causa olvido, 15
Merece ser de todos olvidado:
El verdadero y firme enamorado
Está estando ausente más perdido.
Aviva la memoria su sentido,
La soledad levanta su cuidado; 20
Hallarse de su bien tan apartado,
Hace su desear más encendido.
68
No sanan las heridas en él dadas,
Aunque cese el mirar que las causó,
Si quedan en el alma confirmadas:
Que si uno está con muchas cuchilladas,
Porque huya de quien le acuchilló, 5
No por eso serán mejor curadas.
II
Si en mitad del dolor tener memoria
Del pasado placer es gran tormento,
Así también en el contentamiento
Acordarse del mal pasado es gloria. 10
Por do según el curso de esta historia
No hay cosa que me venga al pensamiento
Que toda no se vuelva en un momento
En lustre y en favor de mi victoria.
Como en la mar después de la tiniebla 15
Pone alborozo el asomar del día,
Y entonces fué placer la noche oscura,
Así en mi corazón ida la niebla
Levanta en mayor punto á la alegría
El pasado dolor de la tristura. 20

OCTAVA RIMA

.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
¡Quanto se ha de estimar uno que quiera
Siempre morir, por siempre contentaros!
Y que en todo lugar, y con quien quiera,
Nunca sepa jamás sino alabaros!
Y que en vosotras viva y en sí muera, 25
Y su vida y morir esté en amaros;
Y sus placeres mude y sus enojos,
A cada revolver de vuestros ojos!
69
¡Qué gusto debe ser un caimiento
Con un cierto desmayo enamorado!
Y un sosegado y blando sentimiento
Por mitad de las venas derramado!
Y un no sé qué, que está en el pensamiento, 5
Que al corazón descansa fatigado;
Y un pensar si sentís una pisada
Que alguna nueva os traen deseada!
¿Y no es placer que halléis muchas razones
Para hallar deleyte en las tristezas? 10
Y á hurto que escribáis con mil borrones,
Y sea el escribir puras llanezas?
Y que juntos estén dos corazones,
Produciendo de amor grandes finezas?
Y en quanto hacéis, pensáis y deseáis, 15
Que el uno por el otro más valgáis?
¿Y no es gusto también así entenderos
Que podáis siempre entrambos conformaros?
Entrambos en un punto entristeceros,
Y en otro punto entrambos alegraros? 20
Y juntos sin razón embraveceros,
Y sin razón también luego amansaros?
Y que os hagan en fin vuestros amores
Igualmente mudar de mil colores?
¡Qué deleyte, pues, es desaveniros, 25
Si tras ello sucede concertaros!
Y sin por qué, mil lástimas deciros,
Y luego blandamente perdonaros!
Y alguna vez con lágrimas reiros,
Y entre la risa y el llorar quexaros! 30
Y que pare el quexar en mil dulzuras,
Y en mil enamoradas travesuras!
Puédese bien contar por muerta aquella
Que estos gustos de amor nunca ha alcanzado;
70
Quedará tal qual queda la centella
Al tiempo que ceniza se ha tornado;
Que ninguno recibe placer della,
Y en nonada la veis vuelto su estado;
Así es la dama que no siente amores, 5
Que nunca da placeres ni dolores.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Garcilaso de la Vega

(1503–1536)

EGLOGA: SALICIO Y NEMOROSO

.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Como al partir del sol la sombra crece,
Y en cayendo su rayo se levanta
La negra escuridad que el mundo cubre,
De do viene el temor que nos espanta, 10
Y la medrosa forma en que se ofrece
Aquello que la noche nos encubre,
Hasta que el sol descubre
Su luz pura y hermosa;
Tal es la tenebrosa 15
Noche de tu partir, en que he quedado
De sombra y de temor atormentado,
Hasta que muerte el tiempo determine
Que á ver el deseado
Sol de tu clara vista me encamine. 20
Cual suele el ruiseñor con triste canto
Quejarse, entre las hojas escondido,
Del duro labrador, que cautamente
Le despojó su caro y dulce nido
71
De los tiernos hijuelos entre tanto
Que del amado ramo estaba ausente,
Y aquel dolor que siente
Con diferencia tanta
Por la dulce garganta 5
Despide, y á su canto el aire suena,
Y la callada noche no refrena
Su lamentable oficio y sus querellas,
Trayendo de su pena
Al cielo por testigo y las estrellas: 10
Desta manera suelto yo la rienda
Á mi dolor, y así me quejo en vano
De la dureza de la muerte airada.
Ella en mi corazón metió la mano,
Y de allí me llevó mi dulce prenda; 15
Que aquel era su nido y su morada.
¡Ay, muerte arrebatada!
Por ti me estoy quejando
Al cielo y enojando
Con importuno llanto al mundo todo; 20
Tan desigual dolor no sufre modo.
No me podrán quitar el dolorido
Sentir, si ya del todo
Primero no me quitan el sentido.
Una parte guardé de tus cabellos, 25
Elisa, envueltos en un blanco paño,
Que nunca de mi seno se me apartan;
Descójolos, y de un dolor tamaño
Enternecerme siento, que sobre ellos
Nunca mis ojos de llorar se hartan. 30
Sin que de allí se partan,
Con suspiros calientes,
Más que la llama ardientes,
Los enjugo del llanto, y de consuno
72
Casi los paso y cuento uno á uno;
Juntándolos, con un cordón los ato.
Tras esto el importuno
Dolor me deja descansar un rato.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

SONETO

Escrito está en mi alma vuestro gesto, 5
Y cuanto yo escribir de vos deseo,
Vos sola lo escribisteis, yo lo leo
Tan sólo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
Que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, 10
De tanto bien lo que no entiendo creo,
Tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
Mi mal os ha cortado á su medida.
Por hábito del alma misma os quiero. 15
Cuanto tengo confieso yo deberos;
Por vos nascí, por vos tengo la vida,
Por vos he de morir, y por vos muero.

Fernando de Acuña

(† 1580?)

SONETO

Cuando era nuevo el mundo y producía
Gentes, como salvajes, indiscretas, 20
Y el cielo dió furor á los poetas
Y el canto con que el vulgo los seguía
Fingieron dios á ámor y que tenía
Por armas fuego, red, arco y saetas,
Porque las fieras gentes no sujetas 25
73
Se allanasen al trato y compañía;
Después viniendo á más razón los hombres,
Los que fueron más sabios y constantes
Al amor figuraron niño y ciego,
Para mostrar que de él y de estos nombres 5
Les viene por herencia á los amantes
Simpleza, ceguedad, desasosiego.

Gutierre de Cetina

(1520–1560)

MADRIGALES

I
Ojos claros serenos,
Si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué, si me miráis, miráis airados? 10
Si cuanto más piadosos,
Más bellos parecéis á aquel que os mira,
¿Por qué á mí solo me miráis con ira?
Ojos claros, serenos,
Ya que así me miráis, ¡miradme al menos! 15
II
Cubrir los bellos ojos
Con la mano que ya me tiene muerto,
Cautela fué por cierto
Con que doblar pensasteis mis enojos:
Pero de tal cautela 20
Harto mayor ha sido el bien que el daño,
Que el resplandor estraño
Del sol mejor se ve, mientras se cela.
Así pues sucedió cuando intentasteis
De los ojos cubrir la luz inmensa. 25
Yo os perdono la ofensa,
Pues cubiertos mejor verlos dejasteis.
74

Diego Hurtado de Mendoza

(1503–1575)

AL SILENCIO DE LAS QUEJAS

De los tormentos de amor,
Que hacen desesperar,
El que tengo por mayor
Es no poderse quejar
El hombre de su dolor. 5
Cualquier mal es duro y fuerte,
Y tiene su furor loco;
Mas el mío es de tal suerte,
Que consume poco á poco,
Hasta llegar á la muerte. 10
No hay mal que con publicallo
No se acabe, aunque sea fiero;
Mas yo, cuitado, que callo,
¿Cómo es posible pasallo,
Si de entrambas cosas muero? 15
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
¡Oh, tiempo para llorarse,
Donde se sufre y se espera,
Y áun para desesperarse,
Pues quieres que un triste muera
Sin el gusto de quejarse! 20
Y pues en todo recibo
Agravio con daño cierto,
Hagan bien á este cautivo,
Que está, de medroso, muerto;
De desesperado, vivo. 25
75

SONETO

Tiempo ví yo que amor puso un deseo
Honesto en un honesto corazón;
Tiempo ví yo, que ahora no lo veo,
Que era gloria, y no pena, mi pasión.
Tiempo ví yo que por una ocasión, 5
Dura angustia y congoja, y si venía,
Señora, en tu presencia la razón
Me faltaba y la lengua enmudecía.
Más que quisiera he visto, pues amor
Quiere que llore el bien y sufra el daño, 10
Mas por razón que no por accidente.
Crece mi mal, y crece en lo peor,
En arrepentimiento y desengaño,
Pena del bien pasado y mal presente.

Cristóbal de Castillejo

(† 1556)

CONTRA LOS QUE DEJAN LOS METROS CASTELLANOS Y SIGUEN LOS ITALIANOS

Pues la santa Inquisición 15
Suele ser tan diligente
En castigar con razón
Cualquier secta y opinión
Levantada nuevamente,
Resucítese Lucero 20
A corregir en España
Una muy nueva y extraña,
Como aquella de Lutero
En las partes de Alemaña.
Bien se pueden castigar 25
A cuenta de Anabaptistas,
76
Pues por ley particular
Se tornan á bautizar
Y se llaman Petrarquistas.
Han renegado la fe
De las trovas castellanas, 5
Y tras las italianas
Se pierden, diciendo que
Son más ricas y galanas.
El juicio de lo cual
Yo lo dejo á quien más sabe; 10
Pero juzgar nadie mal
De su patria natural
En gentileza no cabe;
Y aquella cristiana musa
Del famoso Juan de Mena, 15
Sintiendo desto gran pena,
Por infieles los acusa
Y de aleves los condena.
«Recuerde el alma dormida,»
Dice don Jorge Manrique; 20
Y mostróse muy sentida
De cosa tan atrevida,
Porque más no se platique.
Garci-Sánchez respondió:
«¡Quién me otorgase, Señora, 25
Vida y seso en esta hora
Para entrar en campo yo
Con gente tan pecadora!»
«Si algún Dios de amor había,
Dijo luego Cartagena, 30
Muestre aquí su valentía
Contra tan gran osadía,
Venida de tierra ajena.»
Torres Naharro replica:
77
«Por hacer, Amor, tus hechos
Consientes tales despechos,
Y que nuestra España rica
Se prive de sus derechos.»
Dios dé su gloria á Boscán 5
Y á Garcilaso, poeta,
Que con no pequeño afán
Y con estilo galán
Sostuvieron esta seta,
Y la dejaron acá 10
Ya sembrada entre la gente;
Por lo cual debidamente
Les vino lo que dirá
Este soneto siguiente:

SONETO

Garcilaso y Boscán, siendo llegados 15
Al lugar donde están los trovadores
Que en nuestra lengua y sus primores
Fueron en este siglo señalados,
Los unos á los otros alterados
Se miran, demudadas las colores, 20
Temiéndose que fuesen corredores
Ó espías ó enemigos desmandados;
Y juzgando primero por el traje,
Pareciéronles ser, como debía,
Gentiles españoles caballeros; 25
Y oyéndoles hablar nuevo lenguaje,
Mezclado de extranjera poesía,
Con ojos los miraban de extranjeros.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
78

SONETO

Musas italianas y latinas,
Gente en estas partes tan extraña,
¿Cómo habéis venido á nuestra España,
Tan nuevas y hermosas clavellinas?
Ó ¿quién os ha traído á ser vecinas 5
Del Tajo y de sus montes y campaña?
Ó ¿quién es el que os guía ó acompaña
De tierras tan ajenas peregrinas?—
Don Diego de Mendoza y Garcilaso
Nos trujeron, y Boscán y Luis de Haro, 10
Por orden y favor del dios Apolo,
Los dos llevó la muerte paso á paso,
El otro Solimán, y por amparo
Solo queda don Diego, y basta solo.

Gregorio de Silvestre

(† 1570)

VISITA DE AMOR

Unas coplas muy cansadas, 15
Con muchos pies arrastrando,
A lo toscano imitadas,
Entró un amador cantando
Enojosas y pesadas,
Cada pie con dos corcovas, 20
Y de peso doce arrobas,
Trovadas al tiempo viejo.
Dios perdone á Castillejo,
Que bien habló de estas trovas.
Dijo Amor: «¿Dónde se aprende 25
Este metro tan prolijo,
79
Que las orejas ofende?
Por estas coplas se dijo
Algarabía de allende.
El sujeto frío y duro,
Y el estilo tan oscuro, 5
Que la dama en quien se emplea
Duda, por sabia que sea,
Si es requiebro ó si es conjuro.
«Ved si la invención es basta,
Pues Garcilaso y Boscán, 10
Las plumas puestas por asta,
Cada uno es un Roldán,
Y con todo no le basta.
Yo no alcanzo cuál engaño
Te hizo, para tu daño, 15
Con locura y desvarío
Meter en mi señorío
Moneda de reino extraño.»
Con dueñas y con doncellas
Dijo Venus: «¿Qué pretende 20
Quien les dice sus querellas
En lenguaje que no entiende
Él ni yo, ni vos ni ella?
Sentencio al que tal hiciere
Que la dama por quien muere 25
Lo tenga por cascabel,
Y que haga burla de él
Y de cuanto le escribiere.»

GLOSA

No estés tan contenta, Juana,
En verme penar por ti, 30
Que lo que hoy fuere de mí
Podrá ser de ti mañana.
80
No estés tan leda y contenta,
Tan soberbia y confiada,
Que amor en una vegada
De mil amos toma cuenta:
Y aunque agora estés ufana 5
De verme penar así,
Podrá bien ser que de ti
Lo estuviere yo mañana.
No te muestres tan esquiva
A quien te sirve, ¡traidora! 10
Quel el que te hizo señora
Te podrá hacer cautiva:
Viendo amor que de tirana
Me haces penar así,
Trocará mi suerte en ti 15
Antes hoy que no mañana.
Guarte de flecha de amor
Que sin remedios destruye,
Y al que más se esconde y huye
A aquél le acierta mejor: 20
Agora que es tiempo, Juana,
Entiende en mirar por ti,
Que aunque puedas hoy dar sí
Quizás no podrás mañana.

Jorge de Montemayor

(† 1561)

REDONDILLAS Á UNOS CABELLOS PRENDIDOS CON UN CORDÓN DE SEDA VERDE

Cabellos, ¡cuánta mudanza 25
He visto después que os ví,
Y cuán mal parece ahí
Ese color de esperanza!
81
¡Ay! cabellos, cuantos días
Yo mi Diana miraba.
Si os traía ó si os dejaba,
Con otras mil niñerías!
Y, ¡cuántas veces llorando 5
(¡Ay, lágrimas engañosas!)
Pedía celos de cosas
De que yo estaba burlando!
Los ojos que me mataban,
Decid, dorados cabellos, 10
¿Qué culpa tuve en creellos,
Pues ellos me aseguraban?
¿No visteis vos que algun día
Mil lágrimas derramaba,
Basta que yo le juraba 15
Que sus palabras creía?
Sobre el arena sentada
De aquel río la ví yo,
Do con el dedo escribió
Antes muerta que mudada. 20
Miren amor lo que ordena,
Que un hombre llegue á creer
Cosas dichas por mujer
Y escritas en el arena.

Luis de Camoens

(1524–1579)

VILLANCICO

Irme quiero, madre, 25
A aquella galera,
Con el marinero
A ser marinera.
Madre, si me fuere
Doquier que vó, 30
No lo quiero yo;
Que el amor lo quiere.
Aquel niño fiero
Hace que me muera,
Por un marinero 35
A ser marinera.
82
El que todo puede,
Madre, no podrá,
Pues el alma va,
Que el cuerpo se quede,
Con él pues que muere 5
Voy porque no muera,
Que si es marinero
Seré marinera.
Es tirana ley,
Del niño señor, 10
Que por un amor
Se deseche un rey
Pues de esta manera
Él quiere, irme quiero
Por un marinero 15
A ser marinera.
Decid, ondas, ¿cuándo
Visteis vos doncella
Siendo tierna y bella
Andar navegando? 20
Mas ¿qué no se espera
De aquel niño fiero?
¡Vea yo á quien quiero
Y sea marinero!

LETRILLA

De dentro tengo mi mal, 25
Que de fora no hay señal.
Mi nueva y dulce querella
Es invisible á la gente:
El alma sola la siente,
Que el cuerpo no es dino della. 30
Como la viva centella
Se encubre en el pedernal
De dentro tengo mi mal.

Santa Teresa de Jesús

(1515–1582)

UNA GLOSA

Vivo sin vivir en mí,
Y tan alta vida espero, 35
Que muero porque no muero.
Aquesta divina unión,
Del amor con que yo vivo,
Hace á Dios ser mi cautivo,
83
Y libre mi corazón:
Mas causa en mí tal pasión
Ver á Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.
¡Ay! ¡Qué larga es esta vida, 5
Qué duros estos destierros,
Esta cárcel y estos hierros
En que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
Me causa un dolor tan fiero, 10
Que muero porque no muero.
¡Ay! ¡Qué vida tan amarga
Do no se goza el Señor!
Y si es dulce el amor
No lo es la esperanza larga; 15
Quíteme Dios esta carga,
Más pesada que de acero,
Que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
Vivo de que he de morir; 20
Porque muriendo, el vivir
Me asegura mi esperanza:
Muerte do el vivir se alcanza,
No te atardes, que te espero,
Que muero porque no muero. 25
Mira que el amor es fuerte;
Vida no seas molesta,
Mira que sólo te resta,
Para ganarte, perderte;
Venga ya la dulce muerte, 30
Venga el morir muy ligero,
Que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba
Es la vida verdadera;
84
Hasta que esta vida muera,
No se goza estando viva:
Muerte, no seas esquiva;
Vivo muriendo primero,
Que muero porque no muero. 5
Vida, ¿qué puedo yo darle
A mi Dios, que vive en mí,
Si no es perderte á ti,
Para mejor á Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle, 10
Pues á Él solo es el que quiero,
Que muero porque no muero.
Estando ausente de ti,
¿Qué vida puedo tener?
Sino muerte padecer 15
La mayor que nunca ví:
Lástima tengo de mí,
Por ser mi mal tan entero,
Que muero porque no muero.
El pez que del agua sale 20
Aun de alivio no carece,
A quien la muerte padece
Al fin la muerte le vale:
¿Qué muerte habrá que se iguale
A mi vivir lastimero, 25
Que muero porque no muero?
Cuando me empiezo á aliviar
Viéndote en el Sacramento,
Me hace más sentimiento
El no poderte gozar: 30
Todo es para más penar,
Por no verte como quiero,
Que muero porque no muero.
Cuando me gozo, Señor,
85
Con esperanza de verte,
Viendo que puedo perderte,
Se me dobla mi dolor.
Viviendo en tanto pavor,
Y esperando como espero, 5
Que muero porque no muero.
Sácame de aquesta muerte,
Mi Dios, y dame la vida,
No me tengas impedida
En este lazo tan fuerte: 10
Mira que muero por verte,
Y vivir sin ti no puedo,
Que muero porque no muero.
Lloraré mi muerte ya,
Y lamentaré mi vida, 15
En tanto que detenida
Por mis pecados está.
¡Oh mi Dios cuando será,
Cuando yo diga de vero,
Que muero porque no muero. 20

LETRILLA QUE LLEVABA POR REGISTRO EN SU BREVIARIO

Nada te turbe;
Nada te espante;
Todo se pasa;
Dios no se muda,
La paciencia todo lo alcanza. 25
Quien á Dios tiene,
Nada le falta.
Solo Dios basta.
86

Fernando de Herrera

(1534–1597)

SONETO: POR LA VITORIA DE LEPANTO

Hondo Ponto, que bramas atronado
Con tumulto y terror, del turbio seno
Saca el rostro, de torpe miedo lleno;
Mira tu campo arder ensangrentado,
Y junto en este cerco y encontrado 5
Todo el cristiano esfuerzo y sarraceno,
Y cubierto de humo y fuego y trueno,
Huir temblando el impío quebrantado.
Con profundo murmurio la vitoria
Mayor celebra que jamás vió el cielo, 10
Y más dudosa y singular hazaña;
Y di que solo mereció la gloria
Que tanto nombre da á tu sacro suelo
El joven de Austria y el valor de España.

SONETO: A SEVILLA

Reina del grande Océano dichosa, 15
Sin quien á España falta la grandeza,
A quien valor, ingenio y la nobleza
Hacen más estimada y generosa,
¿Cuál diré que tú seas, luz hermosa
De Europa? Tierra no, que tu riqueza 20
Y gloria no se cierra en su estrecheza;
Cielo sí, de virtud maravillosa.
Oye y se espanta y no te cree el que mira
Tu poder y abundancia; de tal modo
Con la presencia ve menor la fama. 25
87
No ciudad, eres orbe; en ti se admira
Junto cuanto en las otras se derrama,
Parte de España más mejor que el todo.

CANCIÓN: AL SUEÑO

Suave sueño, tú, que en tardo vuelo
Las alas perezosas blandamente 5
Bates, de adormideras coronado,
Por el puro, adormido y vago cielo,
Ven á la última parte de occidente,
Y de licor sagrado
Baña mis ojos tristes; que cansado 10
Y rendido al furor de mi tormento,
No admito algún sosiego,
Y el dolor desconhorta al sufrimiento.
Ven á mi ruego humilde, ¡oh amor de aquella
Que Juno te ofreció, tu ninfa bella! 15
Divino sueño, gloria de mortales,
Regalo dulce al mísero afligido;
Sueño amoroso, ven á quien espera
Cesar del ejercicio de sus males,
Y al descanso volver todo el sentido. 20
¿Cómo sufres que muera
Lejos de tu poder quien tuyo era?
¿No es dureza olvidar un solo pecho
En veladora pena,
Que sin gozar del bien que al mundo has hecho, 25
De tu vigor se ajena?
Ven, sueño alegre, sueño, ven, dichoso;
Vuelve á mi alma ya, vuelve el reposo.
Sienta yo en tal estrecho tu grandeza,
Baja y esparce líquido el rocío, 30
Huya el alba, que en torno resplandece;
88
Mira mi ardiente llanto y mi tristeza,
Y cuánta fuerza tiene el pesar mío,
Y mi frente humedece;
Que ya de fuegos juntos el sol crece.
Torna, sabroso sueño, y tus hermosas 5
Alas suenen ahora,
Y huya con sus alas presurosas
La desabrida aurora;
Y lo que en mí faltó la noche fría
Termine la cercana luz del día. 10
Una corona, ¡oh sueño!, de tus flores
Ofrezco; tú produce el blando efeto
En los desiertos cercos de mis ojos;
Que el aire, entrejido con olores,
Halaga y ledo mueve en dulce afeto; 15
Y de estos mis enojos
Destierra, manso sueño, los despojos.
Ven pues, amado sueño, ven, liviano;
Que del rico oriente
Despunta el tierno Febo el rayo cano. 20
Ven ya, sueño clemente,
Y acabará el dolor; así te vea
En brazos de tu cara Pasitea.

CANCIÓN: POR LA VITORIA DE LEPANTO

Cantemos al Señor, que en la llanura
Venció del ancho mar al Trace fiero; 25
Tú, Dios de las batallas, tú eres diestra,
Salud y gloria nuestra.
Tú rompiste las fuerzas y la dura
Frente de Faraón, feroz guerrero;
Sus escogidos príncipes cubrieron 30
Los abismos del mar y descendieron,
89
Cual piedra, en el profundo, y tu ira luego
Los tragó, como arista seca el fuego.
El soberbio tirano, confiado
En el grande aparato de sus naves,
Que de los nuestros la cerviz cautiva 5
Y las manos aviva
Al ministerio injusto de su estado,
Derribó con los brazos suyos graves
Los cedros más excelsos de la cima
Y el árbol que más yerto se sublima, 10
Bebiendo ajenas aguas y atrevido
Pisando el bando nuestro y defendido.
Temblaron los pequeños, confundidos
Del impío furor suyo; alzó la frente
Contra ti, Señor Dios, y con semblante 15
Y con pecho arrogante,
Y los armados brazos extendidos,
Movió el airado cuello aquel potente;
Cercó su corazón de ardiente saña
Contra las dos Hesperias, que el mar baña, 20
Porque en ti confiadas le resisten,
Y de armas de tu fe y amor se visten.
Dijo aquel insolente y desdeñoso:
«¿No conocen mis iras estas tierras,
Y de mis padres los ilustres hechos, 25
Ó valieron sus pechos
Contra ellos con el Húngaro medroso,
Y de Dalmacia y Rodas en las guerras?
¿Quién las pudo librar? ¿Quién de sus manos
Pudo salvar los de Austria y los Germanos? 30
¿Podrá su Dios, podrá por suerte ahora
Guardallas de mi diestra vencedora?
«Su Roma, temerosa y humillada,
Los cánticos en lágrimas convierte;
90
Ella y sus hijos tristes mi ira esperan
Cuando vencidos mueran;
Francia está con discordia quebrantada,
Y en España amenaza horrible muerte
Quien honra de la luna las banderas; 5
Y aquellas en la guerra gentes fieras
Ocupadas están en su defensa,
Y aunque no, ¿quién hacerme puede ofensa?
Los poderosos pueblos me obedecen,
Y el cuello con su daño al yugo inclinan, 10
Y me dan por salvarse ya la mano.
Y su valor es vano;
Que sus luces cayendo se oscurecen.
Sus fuertes á la muerte ya caminan,
Sus vírgenes están en cautiverio, 15
Su gloria ha vuelto al cetro de mi imperio.
Del Nilo á Eufrates fértil y Istro frío,
Cuanto el sol alto mira todo es mío.»
Tú, Señor, que no sufres que tu gloria
Usurpe quien su fuerza osado estima, 20
Prevaleciendo en vanidad y en ira,
Este soberbio mira,
Que tus aras afea en su vitoria.
No dejes que los tuyos así oprima,
Y en sus cuerpos, cruel, las fieras cebe, 25
Y en su esparcida sangre el odio pruebe;
Que hechos ya su oprobrio, dice: «¿Dónde
El Dios de éstos está? ¿De quién se asconde?»
Por la debida gloria de tu nombre,
Por la justa venganza de tu gente, 30
Por aquel de los míseros gemido,
Vuelve el brazo tendido
Contra éste, que aborrece ya ser hombre;
Y las honras que celas tú consiente,
91
Y tres y cuatro veces el castigo
Esfuerza con rigor á tu enemigo,
Y la injuria á tu nombre cometida
Sea el hierro contrario de su vida.
Levantó la cabeza el poderoso 5
Que tanto odio te tiene; en nuestro estrago
Juntó el consejo, y contra nos pensaron
Los que en él se hallaron.
«Venid,» dijeron, «y en el mar ondoso
Hagamos de su sangre un grande lago; 10
Deshagamos á éstos de la gente,
Y el nombre de su Cristo juntamente,
Y dividiendo de ellos los despojos,
Hártense en muerte suya nuestros ojos.»
Vinieron de Asia y portentosa Egito 15
Los Árabes y leves Africanos,
Y los que Grecia junta mal con ellos
Con los erguidos cuellos,
Con gran poder y número infinito,
Y prometer osaron con sus manos 20
Encender nuestros fines y dar muerte
A nuestra juventud con hierro fuerte,
Nuestros niños prender y las doncellas,
Y la gloria manchar y la luz dellas.
Ocuparon del piélago los senos, 25
Puesta en silencio y en temor la tierra,
Y cesaron los nuestros valerosos,
Y callaron dudosos,
Hasta que al fiero ardor de Sarracenos
El Señor eligiendo nueva guerra, 30
Se opuso el joven de Austria generoso
Con el claro Español y belicoso;
Que Dios no sufre ya en Babel cautiva
Que su Sión querida siempre viva.
92
Cual león á la presa apercibido,
Sin recelo los impíos esperaban
A los que tú, Señor, eras escudo;
Que el corazón desnudo
De pavor, y de fe y amor vestido, 5
Con celestial aliento confiaban.
Sus manos á la guerra compusiste,
Y sus brazos fortísimos pusiste
Como el arco acerado, y con la espada
Vibraste en su favor la diestra armada. 10
Turbáronse los grandes, los robustos
Rindiéronse temblando y desmayaron;
Y tú entregaste, Dios, como la rueda,
Como la arista queda
Al ímpetu del viento, á estos injustos, 15
Que mil huyendo de uno se pasmaron.
Cual fuego abrasa selvas, cuya llama
En las espesas cumbres se derrama,
Tal en tu ira y tempestad seguiste,
Y su faz de ignominia convertiste. 20
Quebrantaste al cruel dragón, cortando
Las alas de su cuerpo temerosas
Y sus brazos terribles no vencidos;
Que con hondos gemidos
Se retira á su cueva, do silbando 25
Tiembla con sus culebras venenosas,
Lleno de miedo torpe sus entrañas,
De tu león temiendo las hazañas;
Que, saliendo de España, dió un rugido
Que lo dejó asombrado y aturdido. 30
Hoy se vieron los ojos humillados
Del sublime varón y su grandeza,
Y tú solo, Señor, fuiste exaltado,
Que tu día es llegado,
93
Señor de los ejércitos armados,
Sobre la alta cerviz y su dureza,
Sobre derechos cedros y extendidos,
Sobre empinados montes y crecidos,
Sobre torres y muros, y las naves 5
De Tiro, que á los tuyos fueron graves.
Babilonia y Egito amedrentada
Temerá el fuego y la asta violenta,
Y el humo subirá á la luz del cielo,
Y faltos de consuelo, 10
Con rostro oscuro y soledad turbada
Tus enemigos llorarán su afrenta.
Mas tú, Grecia, concorde á la esperanza
Egicia y gloria de su confianza,
Triste que á ella pareces, no temiendo 15
A Dios y á tu remedio no atendiendo,
¿Por qué, ingrata, tus hijas adornaste
En adulterio infame á una impía gente,
Que deseaba profanar tus frutos,
Y con ojos enjutos 20
Sus odiosos pasos imitaste,
Su aborrecida vida y mal presente?
Dios vengará sus iras en tu muerte;
Que llega á tu cerviz con diestra fuerte
La aguda espada suya; ¿quién, cuitada, 25
Reprimirá su mano desatada?
Mas tú, fuerza del mar, tú, excelsa Tiro,
Que en tus naves estabas gloriosa,
Y el término espantabas de la tierra,
Y si hacías guerra, 30
De temor la cubrías con suspiro,
¿Cómo acabaste, fiera y orgullosa?
¿Quién pensó á tu cabeza daño tanto?
Dios, para convertir tu gloria en llanto
94
Y derribar tus ínclitos y fuertes,
Te hizo perecer con tantas muertes.
Llorad, naves del mar; que es destruida
Vuestra vana soberbia y pensamiento.
¿Quién ya tendrá de ti lástima alguna, 5
Tú, que sigues la luna,
Asia adúltera, en vicios sumergida?
¿Quién mostrará un liviano sentimiento?
¿Quién rogará por ti? Que á Dios enciende
Tu ira y la arrogancia que te ofende, 10
Y tus viejos delitos y mudanza
Han vuelto contra ti á pedir venganza.
Los que vieron tus brazos quebrantados,
Y de tus pinos ir el mar desnudo,
Que sus ondas turbaron y llanura, 15
Viendo tu muerte oscura,
Dirán, de tus estragos espantados:
¿Quién contra la espantosa tanto pudo?
El Señor, que mostró su fuerte mano
Por la fe de su príncipe cristiano 20
Y por el nombre santo de su gloria,
A su España concede esta vitoria.
Bendita, Señor, sea tu grandeza;
Que después de los daños padecidos,
Después de nuestras culpas y castigo, 25
Rompiste al enemigo
De la antigua soberbia la dureza.
Adórente, Señor, tus escogidos,
Confiese cuanto cerca el ancho cielo
Tu nombre ¡oh nuestro Dios, nuestro consuelo! 30
Y la cerviz rebelde, condenada,
Perezca en bravas llamas abrasada.
95

Fray Luis de León

(1527–1591)

LA VIDA DEL CAMPO

¡Qué descansada vida
La del que huye el mundanal ruido,
Y sigue la escondida
Senda por donde han ido
Los pocos sabios que en el mundo han sido! 5
Que no le enturbia el pecho
De los soberbios grandes el estado,
Ni del dorado techo
Se admira, fabricado
Del sabio moro, en jaspes sustentado. 10
No cura si la fama
Canta con voz su nombre pregonera,
Ni cura si encarama
La lengua lisonjera
Lo que condena la verdad sincera. 15
¿Qué presta á mí contento,
Si soy del vano dedo señalado,
Si en busca de este viento
Ando desalentado
Con ansias vivas, con mortal cuidado? 20
¡Oh monte, oh fuente, oh río,
Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
A vuestro almo reposo
Huyo de aqueste mar tempestuoso. 25
Un no rompido sueño,
Un día puro, alegre, libre quiero;
No quiero ver el ceño
96
Vanamente severo
De á quien la sangre ensalza ó el dinero.
Despiértenme las aves
Con su cantar sabroso no aprendido,
No los cuidados graves 5
De que es siempre seguido
El que al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo,
Gozar quiero del bien que debo al cielo,
A solos, sin testigo, 10
Libre de amor, de celo,
De odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera
Por mi mano plantado tengo un huerto,
Que con la primavera, 15
De bella flor cubierto,
Ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa,
Por ver y acrecentar su hermosura,
Desde la cumbre airosa 20
Una fontana pura
Hasta llegar corriendo se apresura;
Y luégo, sosegada,
El paso entre los árboles torciendo,
El suelo de pasada 25
De verdura vistiendo,
Y con diversas flores va esparciendo.
El aire el huerto orea,
Y ofrece mil olores al sentido,
Los árboles menea 30
Con un manso ruido,
Que del oro y del cetro pone olvido.
Ténganse su tesoro
Los que de un falso leño se confían;
97
No es mío ver el lloro
De los que desconfían
Cuando el cierzo y el ábrego porfían.
La combatida antena
Cruje, y en ciega noche el claro día 5
Se torna, al cielo suena
Confusa vocería,
Y la mar enriquecen á porfía.
A mí una pobrecilla
Mesa, de amable paz bien abastada 10
Me basta; y la vajilla
De fino oro labrada
Sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable-
Mente se están los otros abrasando 15
Con sed insaciable
Del peligroso mando,
Tendido yo á la sombra esté cantando;
A la sombra tendido
De hiedra y lauro eterno coronado, 20
Puesto el atento oído
Al son dulce, acordado,
Del plectro sabiamente meneado.

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

¿Y dejas, Pastor Santo,
Tu grey en este valle hondo, oscuro, 25
Con soledad y llanto,
Y tú, rompiendo el puro
Aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados,
Y los agora tristes y afligidos, 30
A tus pechos criados,
98
De ti desposeídos,
¿A dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
Que vieron de tu rostro la hermosura,
Que no les sea enojoso? 5
Quien oyó tu dulzura,
¿Qué no tendrá por sordo y desventura?
A aqueste mar turbado,
¿Quién le pondrá ya freno? ¿quién concierto
Al viento fiero, airado, 10
Estando tú cubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay! nube envidiosa
Aun deste breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dó vuelas presurosa? 15
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuan ciegos ¡ay! nos dejas!

A FELIPE RUIZ

¿Cuándo ser
á que pueda,
Libre de esta prisión, volar al cielo,
Felipe, y en la rueda 20
Que huye más del suelo
Contemplar la verdad pura, sin duelo?
Allí, á mi vida junto,
En luz resplandeciente convertido,
Veré distinto y junto 25
Lo que es y lo que ha sido,
Y su principio propio y escondido.
Entonces veré cómo
La soberana mano echó el cimiento
Tan á nivel y á plomo 30
99
Do estable y firme asiento
Posee el pesadísimo elemento.
Veré las inmortales
Colunas do la tierra está fundada,
Las lindes y señales 5
Con que á la mar hinchada
La Providencia tiene aprisionada;
Por qué tiembla la tierra,
Por qué las hondas mares se embravecen;
Dó sale á mover guerra 10
El cierzo, y por qué crecen
Las aguas del Océano y descrecen;
De dó manan las fuentes,
Quién ceba y quién bastece de los ríos
Las perpetuas corrientes; 15
De los helados fríos
Veré las causas y de los estíos;
Las soberanas aguas
Del aire en la región quién las sostiene;
De los rayos las fraguas; 20
Dó los tesoros tiene
De nieve Dios, y el trueno dónde viene.
¿No ves cuando acontece
Turbarse el aire todo en el verano?
El día se ennegrece, 25
Sopla el Gallego insano,
Y sube hasta el cielo el polvo vano.
Y entre las nubes mueve
Su carro Dios, ligero y reluciente;
Horrible son conmueve, 30
Relumbra fuego ardiente,
Treme la tierra, humíllase la gente.
La lluvia baña el techo,
Envían largos ríos los collados;
100
Su trabajo deshecho,
Los campos anegados
Miran los labradores espantados.
Y de allí levantado,
Veré los movimientos celestiales, 5
Ansí el arrebatado,
Como los naturales,
Las causas de los hados, las señales.
Quién rige las estrellas
Veré, y quién las enciende con hermosas 10
Y eficaces centellas;
Por qué están las dos osas
De bañarse en el mar siempre medrosas.
Veré este fuego eterno,
Fuente de vida y luz, dó se mantiene, 15
Y por qué en el invierno
Tan presuroso viene;
Quién en las noches largas le detiene.
Veré sin movimiento
En la más alta esfera las moradas 20
Del gozo y del contento,
De oro y de luz labradas,
De espíritus dichosos habitadas.

PROFECÍA DEL TAJO

Folgaba el rey Rodrigo
Con la hermosa Cava en la ribera 25
Del Tajo, sin testigo;
El río sacó fuera
El pecho, y le habló desta manera:
«En mal punto te goces,
Injusto forzador; que ya el sonido 30
101
Oye ya, y las voces,
Las armas y el bramido
De Marte, y de furor y ardor ceñido.
«¡Ay! Esa tu alegría
Qué llantos acarrea! y esa hermosa 5
(Que vió el sol en mal día),
A España ¡ay! cuán llorosa
Y al cetro de los Godos cuán costosa!
«Llamas, dolores, guerras,
Muertes, asolamiento, fieros males 10
Entre tus brazos cierras,
Trabajos inmortales,
A ti y á tus vasallos naturales,
«A los que en Constantina
Rompen el fértil suelo, á los que baña 15
El Ebro, á la vecina
Sansueña, á Lusitaña,
A toda la espaciosa y triste España.
«Y dende Cádiz llama
El injuriado Conde, á la venganza 20
Atento y no á la fama,
La bárbara pujanza,
En quien para tu daño no hay tardanza.
«Oye que al cielo toca
Con temeroso son la trompa fiera; 25
Que en África convoca
El Moro á la bandera,
Que al aire desplegada va ligera.
«La lanza ya blandea
El Árabe cruel, y hiere el viento 30
Llamando á la pelea;
Innumerable cuento
De escuadras juntas veo en un momento.
«Cubre la gente el suelo,
102
Debajo de las velas desparece
La mar, la voz al cielo.
Confusa y varia crece,
El polvo roba el día y le escurece.
«¡Ay, que ya presurosos 5
Suben las largas naves! ¡Ay, que tienden
Los brazos vigorosos
A los remos, y encienden
Las mares espumosas por do hienden!
«El Eolo derecho 10
Hinche la vela en popa, y larga entrada
Por el hercúleo estrecho
Con la punta acerada
El gran padre Neptuno da á la armada.
«¡Ay triste! ¿Y aun te tiene 15
El mal dulce regazo, ni llamado,
Al mal que sobreviene
No acorres? ¿Ocupado
No ves ya el puerto á Hercules sagrado?
«Acude, corre, vuela, 20
Traspasa el alta sierra, ocupa el llano,
No perdones la espuela,
No des paz á la mano,
Menea fulminante el hierro insano.
«¡Ay, cuánto te fatiga! 25
¡Ay, cuánto de sudor está presente
Al que viste loriga,
Al infante valiente,
A hombres y á caballos juntamente.
«Y tú, Betis divino, 30
De sangre ajena y tuya amancillado,
¡Darás al mar vecino
Cuánto yelmo quebrado,
Cuánto cuerpo de nobles destrozado!
103
«El furibundo Marte
Cinco luces las haces desordena,
Igual á cada parte;
La sexta ¡ay! te condena,
Oh cara patria, á bárbara cadena.» 5

NOCHE SERENA

Cuando contemplo el cielo
De innumerables luces adornado,
Y miro hacia el suelo
De noche rodeado,
En sueño y en olvido sepultado: 10
El amor y la pena
Despiertan en mi pecho un ansia ardiente,
Despiden larga vena
Los ojos hechos fuente,
La lengua dice al fin con voz doliente: 15
Morada de grandeza,
Templo de claridad y hermosura,
El alma que á tu alteza
Nació, ¿qué desventura
La tiene en esta cárcel baja, oscura? 20
¿Qué mortal desatino
De la verdad aleja así el sentido,
Que de tu bien divino
Olvidado, perdido
Sigue la vana sombra, el bien fingido? 25
El hombre está entregado
Al sueño, de su suerte no cuidando,
Y con paso callado
El cielo vueltas dando,
Las horas del vivir le va hurtando. 30
¡Oh! ¡despertad mortales!
104
Mirad con atención en vuestro daño.
Las almas inmortales,
Hechas á bien tamaño,
¿Podrán vivir de sombras y de engaño?
¡Ay! levantad los ojos 5
A aquesta celestial eterna esfera!
Burlaréis los antojos
De aquesa lisonjera
Vida, con cuanto teme y cuanto espera.
¿Es más que un breve punto 10
El bajo y torpe suelo comparado
Con ese gran trasunto,
Do vive mejorado
Lo que es, lo que será, lo que ha pasado?
¿Quién mira el gran concierto 15
De aquestos resplandores eternales,
Su movimiento cierto,
Sus pasos desiguales,
Y en proporción concorde tan iguales,
La luna cómo mueve 20
La plateada rueda, y va en pos della
La luz do el saber llueve,
Y la graciosa estrella
De amor la sigue reluciente y bella;
Y cómo otro camino 25
Prosigue el sanguinoso Marte airado,
Y el Júpiter benigno
De bienes mil cercado
Serena el cielo con su rayo amado;
Rodéase en la cumbre 30
Saturno padre de los siglos de oro,
Tras él la muchedumbre
Del reluciente coro
Su luz va repartiendo y su tesoro;
105
¿Quién es el que esto mira,
Y precia la bajeza de la tierra,
Y no gime y suspira,
Y rompe lo que encierra
El alma, y destos bienes la destierra? 5
Aquí vive el contento
Aquí reina la paz, aquí asentado
En rico y alto asiento
Está el amor sagrado,
De glorias y deleites rodeado. 10
Inmensa hermosura
Aquí se muestra toda, y resplandece
Clarísima luz pura,
Que jamás anochece,
Eterna primavera aquí florece. 15
¡O campos verdaderos!
¡O prados con verdad frescos y amenos!
¡Riquísimos mineros!
¡O deleitosos senos,
Repuestos valles de mil bienes llenos! 20

San Juan de la Cruz

(1542–1591)

CANCIÓN: NOCHE OSCURA DEL ALMA

En una noche oscura,
Con ansias en amores inflamada,
¡Oh dichosa ventura!
Salí sin ser notada,
Estando ya mi casa sosegada: 25
A oscuras y segura,
Por la secreta escala, disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
106
A oscuras, encelada,
Estando ya mi casa sosegada:
En la noche dichosa,
En secreto, que nadie me veía,
Ni yo miraba cosa, 5
Sin otra luz ni guía,
Sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guiaba
Más cierto que la luz de mediodía,
Adonde me esperaba 10
Quien yo bien me sabía,
En parte donde nadie parecía.
¡Oh noche, que guiaste,
Oh noche amable más que el alborada!
¡Oh noche, que juntaste 15
Amado con amada,
Amada en el amado trasformada!
En mi pecho florido,
Que entero para él solo se guardaba,
Allí quedó dormido: 20
Y yo le regalaba,
Y el ventalle de cedros aire daba.
El aire del almena,
Cuando ya sus cabellos esparcía,
Con su mano serena 25
En mi cuello hería,
Y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
El rostro recliné sobre el Amado,
Cesó todo, y déjeme, 30
Dejando mi cuidado
Entre las azucenas olvidado.
107

Malón de Chaide

(† 1590)

IMITACIÓN DEL CANTAR DE LOS CANTARES

Óyeme, dulce Esposo,
Vida del alma que en la tuya vive,
Y alienta el congojoso
Pecho, do se recibe
La pena que el amor en l’alma escribe. 5
Perdíte yo, ¡ay perdida!
Perdí mi corazón junto contigo;
Pues di, bien de mi vida,
No estando acá conmigo,
¿Cómo podré vivir si no te sigo? 10
Vuélveme, dulce Amado,
El alma, que me llevas con la tuya,
Ó lleva el cuerpo helado
Con ella, pues es tuya,
Ó haz que tu presencia no me huya. 15
¿Por qué, mi bien, te escondes?
Vuelve á mí que te llamo y te deseo;
Mas ¡ay! que no respondes,
Y como no te veo,
El día me es escuro y el sol feo. 20
¡Oh luz serena y pura!
¡Oh sol de resplandor que alegra el cielo!
¡Oh fuente de hermosura!
Si pisas nuestro suelo,
Véate, y de mis ojos quita el velo. 25
Pero si las estrellas
Con inmortales pies mides agora,
Atiende á mis querellas;
108
Y al alma que te adora,
La lleva para ti, pues en ti mora.
Y á mi cuerpo cansado
Cerca de tu sepulcro da reposo,
Pues si no está á tu lado, 5
El cielo más hermoso
Le será escuro, triste y congojoso.

Juan Timoneda

(† 1597?)

CANZONETA

Aquel si viene ó no viene,
Aquel si sale ó no sale,
En los amores no tiene 10
Contento que se le iguale.
Aquel pensar que es amado
El amante y venturoso
Y tenerse por dudoso
De verse bien empleado: 15
Y si con esto se mantiene
Y que el seso no resbale,
En los amores no tiene
Contento que se le iguale.
Aquel mirarse de día, 20
Ella á él y él á ella,
Y esperar la noche vella
Y hablarle como solía:
Aquel cuando se detiene
Aguardando quien le vale, 25
En los amores no tiene
Contento que se le iguale.
109
Aquel pensar si me ha oído,
Si me ha visto por ventura,
Si llegó la hora y postura
Que se había constituido:
Si en esperanza se aviene 5
Y el amor con esto sale,
Todito el mundo no tiene
Contento que se le iguale
Aquellas señas que espere
Que le señala la dama, 10
Aquel ce con que le llama,
Aquel decir que le quiere,
Aquel sí cuando conviene
En cosa que poco vale,
En los amores no tiene 15
Contento que se le iguale.

Francisco de Figueroa

(† 1620)

EGLOGA: TIRSI

Fiero dolor, que del profundo pecho
De este tu propio antiguo usado nido
Sacas tan abundante y larga vena,
Afloja un poco ¡oh dolor fiero! afloja 20
Fiero dolor un poco, y de las lágrimas
Que en mis ojos cuajados hacen turbia
Mi débil vista, alguna parte enjuga,
Porque con este hierro que algún día
Ha de dar fin á mi cansada vida, 25
En ese tronco escriba mi querella;
Do por ventura la engañosa Dafne,
Tornando de la caza calurosa
110
Y sedienta, á buscar ó sombra ó agua,
Vuelva acaso los ojos y los lea;
Ó si esto no, será piadoso ejemplo
A amorosos pastores... Dafne ingrata,
Que mientras vas con el sol nuevo y alegre 5
Del espacioso mar las bravas ondas,
Que crecen con mis lágrimas, mirando,
Ó en jardín deleitoso, al manso viento,
De cuidados de amor libre paseas;
Tu Tirsi ¡ay Dios! tu Tirsi, un tiempo yace 10
Solo con su dolor en esta selva:
Que ya ni el verde prado ó fresca sombra,
Ni olor suave de diversas flores,
Ni dulce murmurar de clara fuente
Le es dulce ó caro sino el llanto mío. 15
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Luis Barahona de Soto

(Fl. 1586)

OCTAVAS

¿Son estos lazos de oro los cabellos
Que, ya en madeja, ya volando al viento,
Ya en red cogidos, fueron cárcel ellos
Gloriosa, do el amor vivió contento?
Son estos soles los divinos, bellos 20
Y alegres ojos, do mi pensamiento
Mil veces se abrasó? Y ¿es esta nieve
Y grana el rostro que mis glorias llueve?
Y ¿son estos rubíes y estos granos
De blancas perlas, labios, dientes, boca 25
Do los venenos dulces soberanos
Gusté, por quien mi pena ha sido poca?
111
Así glorificado en gozos vanos
Estaba, cuando el sol mis ojos toca
Y hiere. Deslizóse el sueño, y luego
Al vivo de mi vista quedé ciego.

Anónimo

SONETO: Á CRISTO CRUCIFICADO

No me mueve, mi Dios, para quererte 5
El cielo que me tienes prometido,
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, mi Dios; muéveme el verte
Clavado en esa cruz y escarnecido; 10
Muéveme ver tu cuerpo tan herido;
Muévenme las angustias de tu muerte;
Muéveme, en fin, tu amor de tal manera
Que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
Y aunque no hubiera infierno, te temiera. 15
No me tienes que dar por qué te quiera;
Porque, si cuanto espero no esperara,
Lo mismo que te quiero te quisiera.

Benito Arias Montano

(1527–1598)

SONETO

Quien las graves congojas huir desea,
De que está nuestra vida siempre llena, 20
Ame la soledad quieta y amena,
Donde las ocasiones nunca vea.
112
En ella de paciencia se provea
Contra los pensamientos que dan pena,
Y de memoria del morir, que es buena
Para defensa de cualquier pelea.
Mas el que está de amor apasionado, 5
No piense estando solo remediarse,
Ni con paciencia ni acordar de muerte;
Porque la causa trae de su cuidado
Dentro en sí, y mientras más quiere alejarse,
La fuerza de amor siente más fuerte. 10

Anónimo: Romance Histórico

ROMANCE DEL REY DON RODRIGO, CÓMO PERDIÓ Á ESPAÑA

Las huestes de don Rodrigo
Desmayaban y huían,
Cuando en la octava batalla
Sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas 15
Y del real se salía:
Solo va el desventurado
Que no lleva compañía.
El caballo de cansado
Ya mudar no se podía: 20
Camina por donde quiere,
Que no le estorba la vía.
El rey va tan desmayado
Que sentido no tenía:
Muerto va de sed y hambre 25
Que de velle era mancilla;
Iba tan tinto de sangre,
Que una brasa parecía.
113
Las armas lleva abolladas,
Que eran de gran pedrería;
La espada lleva hecha sierra
De los golpes que tenía;
El almete abollado 5
En la cabeza se le hundía;
La cara lleva hinchada
Del trabajo que sufría.
Subióse encima de un cerro
El más alto que veía: 10
Dende allí mira su gente
Cómo iba de vencida.
De allí mira sus banderas,
Y estandartes que tenía,
Cómo están todos pisados 15
Que la tierra los cubría.
Mira por los capitanes
Que ninguno parescía;
Mira el campo tinto en sangre,
La cual arroyos corría. 20
El triste de ver aquesto
Gran mancilla en sí tenía:
Llorando de los sus ojos
De esta manera decía:
—«Ayer era rey de España, 25
Hoy no lo soy de una villa;
Ayer villas y castillos,
Hoy ninguno poseía;
Ayer tenía criados,
Hoy ninguno me servía, 30
Hoy no tengo una almena
Que pueda decir que es mía.
¡Desdichada fué la hora,
Desdichado fué aquel día
114
En que nací y heredé
La tan grande señoría,
Pues lo había de perder
Todo junto y en un día!
¡Oh muerte! ¿por qué no vienes 5
Y llevas esta alma mía
De aqueste cuerpo mezquino,
Pues te se agradecería?»

Anónimo: Romance Histórico

BERNARDO LLORA Á SU PADRE Y CELEBRA SUS OBSEQUIAS

Al pie de un túmulo negro
Está Bernardo del Carpio, 10
Hincadas ambas rodillas,
En medio de un templo santo.
Acompáñanle parientes,
Caballeros é hijosdalgo;
Por amistad ó por deudo 15
Todos están enlutados.
Vienen á hacer las obsequias
Del muerto conde Don Sancho,
Vertiendo lágrimas tiernas
Del fuerte pecho acerado. 20
Cubierto de triste luto,
Y el corazón enlutado;
Pero tan fuerte y robusto
Como cuando sale armado.
Un rato entre dientes habla, 25
Y otro rato habla claro,
Formando quejas al cielo
Del rey don Alfonso el Casto,
115
Que muerte le dió á su padre,
Y vivo se le ha mandado.
—«Si el rey falta á su palabra,»
Dice, «¿qué hará un villano?
Con tal sinrazón, Alfonso, 5
¡Buen nombre á tu hermana has dado!
¡Buen título á tu sobrino!
¡Y buen pago á tu criado!
Pero no pende mi honra
De ti, ni de aqueste agravio, 10
Que este brazo y esta espada
Me harán temido y honrado.»—
Y volviendo al padre muerto
El valeroso Bernardo,
Con varoniles suspiros, 15
Colérico y demudado,
Abriendo el negro capuz
Hasta la punta de abajo,
Sin advertir que le escuchan,
Ni que está en lugar sagrado, 20
Con una mano en la barba
Y en la espada la otra mano,
Dice furioso, impaciente,
Con su rey y padre hablando:
—«Seguro puedes ir de la venganza, 25
Amado padre, al espacioso cielo,
Que el acerado hierro de mi lanza,
Que de sangre francesa tiñó el suelo,
Y levantó de Alfonso la esperanza
Hasta el celeste y estrellado velo, 30
Ha de mostrar que no hay seguro estado,
Siendo Bernardo vivo y tú agraviado.
Uno soy solo, Alfonso, y castellano,
Uno soy solo, y el que puede tanto,
116
Que deshizo el poder de Carlo-Magno,
Dejando á toda Francia en luto y llanto.
Esta es la misma vencedora mano
Que á ti te dió victoria, al mundo espanto;
Y esta misma te hará, padre, vengado, 5
Que Bernardo está vivo y tú agraviado.»

Anónimo: Romance Histórico

ROMANCE DE DON RODRIGO DE LARA

A cazar va don Rodrigo,
Y aun don Rodrigo de Lara:
Con la gran siesta que hace
Arrimádose ha á una haya, 10
Maldiciendo á Mudarrillo,
Hijo de la renegada,
Que si á las manos le hubiese,
Que le sacaría el alma.
El señor estando en esto, 15
Mudarrillo que asomaba:
—«Dios te salve, caballero,
Debajo la verde haya.»—
—«Así haga á ti, escudero,
Buena sea tu llegada.» 20
—«Dígasme tú, el caballero,
¿Cómo era la tu gracia?»
—«A mí dicen don Rodrigo,
Y aun don Rodrigo de Lara,
Cuñado de Gonzalo Gustos, 25
Hermano de doña Sancha;
Por sobrinos me los hube
Los siete infantes de Salas;
Espero aquí á Mudarrillo,
117
Hijo de la renegada;
Si delante lo tuviese,
Yo le sacaría el alma.»
—«Si á ti dicen don Rodrigo,
Y aun don Rodrigo de Lara, 5
A mí Mudarra Gonzales,
Hijo de la renegada,
De Gonzalo Gustos hijo,
Y alnado de doña Sancha;
Por hermanos me los hube 10
Los siete infantes de Salas:
Tú los vendiste, traidor,
En el val de Arabiana;
Mas si Dios á mí me ayuda
Aquí dejarás el alma.» 15
—«Espéresme, don Gonzalo,
Iré á tomar las mis armas.»
—«El espera que tú diste
A los infantes de Lara:
Aquí morirás, traidor, 20
Enemigo de doña Sancha.’»—

Anónimo: Romance Histórico

CASAMIENTO DEL CID CON JIMENA

A su palacio de Burgos,
Como buen padrino honrado,
Llevaba el Rey á yantar
A sus nobles afijados. 25
Salen juntos de la iglesia
El Cid, el Obispo y Laín Calvo,
Con el gentío del pueblo
Que les iba acompañando.
118
Por la calle adonde van
A costa del Rey gastaron
En un arco muy polido
Más de treinta y cuatro cuartos.
En las ventanas alfombras, 5
En el suelo juncia y ramos,
Y de trecho á trecho había
Mil trovas al desposado.
Salió Pelayo hecho toro
Con un paño colorado, 10
Y otros que le van siguiendo,
Y una danza de lacayos.
También Antolín salió
A la gineta en un asno,
Y Pelaez con vejigas 15
Fuyendo de los mochachos.
Diez y seis maravedis
Mandó el Rey dar á un lacayo
Porque espantaba á las fembras
Con un vestido de diablo. 20
Más atrás viene Jimena
Trabándole el Rey la mano,
Con la Reina su madrina,
Y con la gente de manto.
Por las rejas y ventanas 25
Arrojaban trigo tanto,
Que el Rey llevaba en la gorra,
Como era ancha, un gran puñado,
Y á la homildosa Jimena
Se le metían mil granos, 30
Por la marquesota, al cuello,
Y el Rey se los va sacando.
Envidioso dijo Suero,
Que lo oyera el Rey, en alto:
119
—«Aunque es de estimar ser rey,
Estimara más ser mano.»—
Mandóle por el requiebro
El Rey un rico penacho,
Y á Jimena le rogó 5
Que en casa le dé un abrazo.
Fablándole iba el Rey,
Mas siempre le fabla en vano,
Que non dirá discreción
Como la que faz callando. 10
Llegó á la puerta el gentío
Y partiéndose á dos lados,
Quedóse el Rey á comer
Y los que eran convidados.

Anónimo: Romance Histórico

EL CID VA EN ROMERÍA Á SANTIAGO.—MILAGRO DEL GAFO

Celebradas ya las bodas, 15
A do la corte yacía,
De Rodrigo con Jimena,
A quien tanto el Rey quería,
El Cid pide al Rey licencia
Para ir en romería 20
Al apóstol Santiago,
Porque así lo prometía.
El Rey túvolo por bien,
Muchos dones le daría;
Rogóle volviese presto 25
Que es cosa que le cumplía.
Despidióse de Jimena,
A su madre la daría,
120
Diciendo que la regale,
Que en ello merced le haría.
Llevaba veinte fidalgos,
Que van en su compañía:
Dando va muchas limosnas, 5
Por Dios y Santa María,
Y allá en medio del camino,
Un gafo le aparecía,
Metido en un tremedal,
Que salir dél no podía. 10
Grandes voces está dando;
Por amor de Dios pedía
Que le sacasen de allí,
Pues d’ello se serviría.
Cuando lo oyera Rodrigo 15
Del caballo descendía;
Ayudólo á levantar
Y consigo lo subía.
Lleváralo á su posada,
Consigo cenado había; 20
Ficiérales una cama,
En la cual ambos dormían.
Hacia allá á la media noche,
Ya que Rodrigo dormía,
Un soplo por las espaldas 25
El gafo dado le había,
Tan recio, que por los pechos
A don Rodrigo salía.
Despertó muy espantado,
Al gafo buscado había; 30
No le hallaba en la cama.
A voces lumbre pedía:
Traídole habían lumbre,
Y el gafo no parecía.
121
Tornádose había á la cama;
Gran cuidado en sí tenía
De lo que le aconteciera,
Mas un hombre á él venía
Vestido de blancos paños, 5
Desta manera decía.
—«¿Duermes, ó velas, Rodrigo?»
—«No duermo, le respondía;
Pero, dime tú ¿quién eres,
Que tanto resplandecías?» 10
—«San Lázaro soy, Rodrigo,
Que yo á fablarte venía.
Yo soy el gafo á que tú
Por Dios tanto bien hacías.
Rodrigo, Dios bien te quiere, 15
Y otorgado te tenía,
Que lo que tú comenzares
En lides ó en otra vía,
Lo cumplirás á tu honra
Y crecerás cada día: 20
De todos serás temido,
De Cristianos y Morisma,
Y que los tus enemigos
Empecer no te podrían.
Morirás tú muerte honrada, 25
Tu persona no vencida:
Tú serás el vencedor,
Dios su bendición te envía.»—
En diciendo estas palabras,
Luego desaparecía. 30
Levantóse don Rodrigo,
Y de hinojos se ponía:
Dió gracias á Dios del cielo,
También á Santa María,
122
Y ansí estuvo en oración
Hasta que fuera de día.
Partióse para Santiago,
Su romería cumplía;
De allí se fué á Calahorra, 5
A donde el buen Rey yacía.
Recibiéralo muy bien,
Holgóse de su venida;
Lidió con Martin González,
En el campo le vencía. 10

Anónimo: Romance Histórico

DE LA MUERTE DE LA REINA BLANCA

—«Doña María de Padilla,
No os me mostréis triste vos,
Que si me casé dos veces
Hícelo por vuestra pro,
Y por hacer menosprecio 15
A doña Blanca de Borbón:
A Medina-Sidonia envío
A que me labre un pendón:
Será el color de su sangre,
De lágrimas la labor, 20
Tal pendón, doña María,
Le haré hacer por vos.»—
y llamara á Íñigo Ortiz,
Un excelente varon:
Díjole fuese á Medina 25
A dar fin á tal labor.
Respondiera Íñigo Ortiz:
—«Aqueso no faré yo,
Que quien mata á su señora
123
Hace aleve á su señor.»—
El rey de aquesto enojado
A su cámara se entró,
Y á un ballestero de maza
El rey entregar mandó. 5
Aqueste vino á la reina
Y hallóla en oración.
Cuando vido al ballestero
La su triste muerte vió.
Aquél le dijo:—«Señora, 10
El rey acá me envió
A que ordenéis vuestra alma
Con aquel que la crío,
Que vuestra hora es llegada,
No puedo alargalla yo.» 15
—«Amigo,» dijo la reina,
«Mi muerte os perdono yo:
Si el rey mi señor lo manda,
Hágaselo que ordenó.
Confesión no se me niegue, 20
Sino pido á Dios perdón.»—
Sus lágrimas y gemidos,
Al macero enterneció,
Con la voz flaca, temblando,
Esto á decir comenzó: 25
—«¡Oh Francia, mi noble tierra!
¡Oh mi sangre de Borbón!
Hoy cumplo decisiete años,
En los deciocho voy:
El rey no me ha conocido, 30
Con las vírgenes me voy.
Castilla, di ¿qué te hice?
No te hice traición.
Las coronas que me diste
124
De sangre y sospiros son;
Mas otra terné en el cielo
Que será de más valor.»—
Y dichas estas palabras
El macero la hirió: 5
Los sesos de su cabeza
Por la sala les sembró.

Anónimo: Romance Morisco

LA CONQUISTA DE ALHAMA

Paseábase el rey moro
Por la ciudad de Granada
Desde la puerta de Elvira 10
Hasta la de Vivarambla.
«¡Ay de mi Alhama!»
Cartas le fueron venidas
Que Alhama era ganada:
Las cartas echó en el fuego, 15
Y al mensajero matara.
«¡Ay de mi Alhama!»
Descabalga de una mula,
Y en un caballo cabalga;
Por el Zacatín arriba 20
Subido se había al Alhambra.
«¡Ay de mi Alhama!»
Como en el Alhambra estuvo,
Al mismo punto mandaba
Que se toquen sus trompetas, 25
Sus añafiles de plata.
«¡Ay de mi Alhama!»
Y que las cajas de guerra
Apriesa toquen al arma,
125
Porque lo oigan sus moriscos
Los de la Vega y Granada.
«¡Ay de mi Alhama!»
Los Moros que el son oyeron
Que al sangriento Marte llama, 5
Uno á uno y dos á dos
Juntado se ha gran batalla.
«¡Ay de mi Alhama!»
Allí habló un Moro viejo,
De esta manera hablara: 10
—¿Para qué nos llamas, Rey,
Para qué es esta llamada?—
«¡Ay de mi Alhama!»
—Habéis de saber, amigos,
Una nueva desdichada: 15
Que Cristianos de braveza
Ya nos han ganado Alhama.—
«¡Ay de mi Alhama!»
Allí habló un Alfaquí
De barba cruda y cana: 20
—¡Bien se te emplea, buen Rey,
Buen Rey, bien se te empleara!
«¡Ay de mi Alhama!»
Mataste los Abencerrajes,
Que eran la flor de Granada; 25
Cogiste los tornadizos.
De Córdoba la nombrada.
«¡Ay de mi Alhama!»
Por eso mereces, Rey,
Una pena muy doblada; 30
Que te pierdas tú y el reino,
Y aquí se pierda Granada.—
«¡Ay de mi Alhama!»
126

Anónimo: Romance Caballeresco

DOÑA ALDA LLORA LA MUERTE DE ROLDÁN

En París está doña Alda,
La esposa de don Roldán,
Trescientas damas con ella
Para la acompañar:
Todas visten un vestido, 5
Todas calzan un calzar,
Todas comen á una mesa,
Todas comían de un pan,
Si no era sola doña Alda,
Que era la mayoral. 10
Las ciento hilaban oro,
Las ciento tejen cendal,
Las ciento instrumentos tañen
Para doña Alda holgar.
Al son de los instrumentos 15
Doña Alda adormido se ha:
Ensoñado había un sueño,
Un sueño de gran pesar.
Recordó despavorida
Y con un pavor muy grande; 20
Los gritos daba tan grandes
Que se oían en la ciudad.
Allí hablaron sus doncellas,
Bien oiréis lo que dirán:
—«¿Qué es aquesto, mi señora? 25
¿Quién es el que os hizo mal?»
—«Un sueño soñé, doncellas,
Que me ha dado gran pesar;
Que me veía en un monte
En un desierto lugar: 30
127
Bajo los montes muy altos
Un azor vide volar,
Tras dél viene un aguililla
Que lo afincaba muy mal.
El azor con grande cuita 5
Metióse so mi brial;
El aguililla con grande ira
De allí lo iba á sacar;
Con las uñas lo despluma
Con el pico lo deshace.»— 10
Allí habló su camarera,
Bien oiréis lo que dirá:
—«Aquese sueño, señora,
Bien os lo entiendo soltar:
El azor es vuestro esposo, 15
Que viene de allende el mar;
El águila sedes vos,
Con la cual ha de casar,
Y aquel monte es la iglesia
Donde os han de velar.» 20
—«Si así es, mi camarera,
Bien te lo entiendo pagar.»—
Otro día de mañana
Cartas de fuera le traen;
Tintas venían de dentro, 25
De fuera escritas con sangre,
Que su Roldán era muerto
En la caza de Roncesvalles.
128

Anónimo: Romance Caballeresco

LA CONSTANCIA

Mis arreos son las armas,
Mi descanso es pelear,
Mi cama las duras peñas,
Mi dormir siempre velar.
Las manidas son escuras, 5
Los caminos por usar,
El cielo con sus mudanzas
Ha por bien de me dañar,
Andando de sierra en sierra
Por orillas de la mar, 10
Por probar si en mi ventura
Hay lugar donde avadar.
Pero por vos, mi señora,
Todo se ha de comportar.

Anónimo: Romance Erótico

ROSA FRESCA

«Rosa fresca, rosa fresca, 15
Tan garrida y con amor,
Cuando vos tuve en mis brazos,
No vos supe servir, no;
Y agora que os serviría
No vos puedo haber, no.» 20
—«Vuestra fué la culpa, amigo,
Vuestra fué, que mía no;
Enviástesme una carta
Con un vuestro servidor,
Y en lugar de recaudar 25
129
Él dijera otra razón:
Que érades casado, amigo,
Allá en tierras de León:
Que tenéis mujer hermosa
Y hijos como una flor.» 5
—«Quien os lo dijo, señora,
No vos dijo verdad, no;
Que yo nunca entré en Castilla
Ni allá en tierras de León,
Sino cuando era pequeño, 10
Que no sabía de amor.»

Anónimo: Romance Erótico

FONTE FRIDA

Fonte-frida, fonte-frida,
Fonte-frida y con amor,
Do todas las avecicas
Van tomar consolación, 15
Sino es la tortolica
Que está viuda y con dolor.
Por allí fuera á pasar
El traidor de ruiseñor:
Las palabras que le dice 20
Llenas son de traición:
—«Si tú quisieses, señora,
Yo sería tu servidor.»
—«Vete de ahí, enemigo,
Malo, falso, engañador, 25
Que ni poso en ramo verde,
Ni en prado que tenga flor;
Que si el agua hallo claro,
Turbia la bebía yo;
Que no quiero haber marido, 30
130
Porque hijos no haya, no:
No quiero placer con ellos,
Ni menos consolación.
¡Déjame, triste enemigo,
Mal, falso, mal traidor, 5
Que no quiero ser tu amiga
Ni casar contigo, no!

Canción Anónima

Mientras duerme mi niña,
Céfiro alegre,
Sopla más quedito, 10
No la recuerdes.
Sopla manso viento
Al sueño suave,
Que enseña á ser grave
Con su movimiento; 15
Dale el dulce aliento
Que entre perlas finas
A gozar caminas
Y ufano vuelves;
Sopla más quedito, 20
No la recuerdes.
Mira no despierte
Del sueño en que duerme,
Que temo que el verme
Causará mi muerte. 25
¡Dichosa tal suerte!
¡Venturosa estrella!
Si á niña tan bella
Alentar mereces.
Sopla más quedito, 30
No la recuerdes.
131

Baltasar de Alcázar

(1530–1606)

EL SUEÑO

No es el sueño cierto lance,
Sus caprichos tiene el sueño,
Y lo alcanza presto el dueño,
Ya no puede dalle alcance.
Este tan vario accidente 5
Suele á veces dar disgusto,
Yo le corrijo y ajusto
Con el aviso siguiente
Cuando el sueño se detiene,
Rezo para reposar, 10
Y en comenzando á rezar
En el mismo punto viene.
Si carga más que debía,
Pienso en las sumas que debo,
Y el sueño huye de nuevo 15
Como la sombra del día.
Ved el áspero y cruel
Cuán manso sigue mi indicio,
Y con cuán poco artificio
Hago lo que quiero de él: 20
Con tanta puntualidad
Que como galán y dama,
Tenemos á mesa y cama
Perpetua conformidad
Revelóme este secreto 25
Una vieja de Antequera,
Y desde la vez primera
Hizo verdadero efeto.
132
Y así por larga experiencia
He venido á conocer,
Que con rezar y deber
Se repara esta dolencia.

SOBRE LOS CONSONANTES

Quisiera la pena mía 5
Contártela, Juana, en verso;
Pero temo el fin diverso
De cómo yo lo querría;
Porque si en verso refiero
Mis cosas más importantes, 10
Me fuerzan los consonantes
A decir lo que no quiero.
Ejemplo: Inés me provoca
A decir mil bienes della,
Si en verso la llamo bella, 15
Dice el consonante loca;
Y así, vengo á descubrir
Con término descompuesto
Que es una loca y no es esto
Lo que yo quiero decir. 20
Y si la alabo de aguda
Y más ardiente que fuego,
A la aguda dice luego
La consonante picuda;
Y así la llamo en sustancia 25
Picuda quizá sin sello,
A lo menos sin querello
Por sólo la consonancia.
El verso en todo me impide,
Y podrán hacerme cargo 30
Que en la relación me alargo
Más de lo que el cuento pide;
133
Aunque puede haber descuento,
Si el mentir no es excesivo,
Pues si miento en lo que escrivo,
Por los consonantes miento.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Miguel de Cervantes Saavedra

(1547–1616)
¿Quién menoscaba mis bienes? 5
¡Desdenes!
¿Y quién aumenta mis duelos?
¡Los celos!
¿Y quién prueba mi paciencia?
¡Ausencia! 10
De este modo en mi dolencia
Ningún remedio se alcanza,
Pues me matan la esperanza,
Desdenes, celos y ausencia.
¿Quién me causa este dolor? 15
¡Amor!
¿Y quién mi gloria repuna?
¡Fortuna!
¿Y quién consiente mi duelo?
¡El cielo! 20
De este modo yo recelo
Morir deste mal extraño,
Pues se aunan en mi daño
Amor, fortuna y el cielo.
¿Quién mejorará mi suerte? 25
¡La muerte!
134
Y el bien de amor ¿quién le alcanza?
¡Mudanza!
Y sus males ¿quién los cura?
¡Locura!
De ese modo no es cordura 5
Querer curar la pasión,
Cuando los remedios son
Muerte, mudanza y locura.

CANCIÓN

Marinero soy de amor,
Y en su piélago profundo 10
Navego sin esperanza
De llegar á puerto alguno.
Siguiendo voy á una estrella,
Que desde lejos descubro;
Más bella y resplandeciente 15
Que cuantas vió Palinuro.
Y no sé adonde me guía,
Y así navego confuso,
El alma á mirarla atenta,
Cuidadosa y con descuido. 20
Recatos impertinentes,
Honestidad contra el uso,
Son nubes que me la encubren,
Cuando más verla procuro.
¡O clara y luciente estrella, 25
En cuya lumbre me apuro!
Al punto que te me encubras
Será de mi muerte el punto.
135

SONETO

Almas dichosas, que del mortal velo
Libres y exentas por el bien que obrastes,
Desde la baja tierra os levantastes
A lo más alto y lo mejor del cielo.
Y ardiendo en ira y en honroso celo, 5
De los cuerpos la fuerza ejercitastes,
Que en propia y sangre agena colorastes
El mar vecino, y arenoso suelo.
Primero que el valor faltó la vida
En los cansados brazos, que muriendo 10
Con ser vencidos llevan la victoria:
Y esta vuestra mortal triste caída
Entre el muro y el hierro os va adquiriendo
Fama que el mundo os da, y el cielo gloria.

GLOSA

Si mi fué tornase á es 15
Sin esperar más será,
Ó viniese el tiempo ya
De lo que será después.
Al fin, como todo pasa,
Se pasó el bien que me dió 20
Fortuna, un tiempo no escasa,
Y nunca me le volvió,
Ni abundante, ni por tasa.
Siglos ha ya que me ves,
Fortuna, puesto á tus pies; 25
Vuélveme á ser venturoso,
Que será mi ser dichoso,
Si mi fué tornase á es.
No quiero otro gusto ó gloria,
Otra palma ó vencimiento, 30
136
Otro triunfo, otra vitoria,
Sino volver al contento;
Que es pesar en mi memoria.
Si tú me vuelves allá,
Fortuna, templado está 5
Todo el rigor de mi fuego,
Y más si este bien es luego
Sin esperar más será.
Cosas imposibles pido,
Pues volver el tiempo á ser, 10
Después que una vez ha sido,
No hay en la tierra poder
Que á tanto se haya extendido.
Corre el tiempo, vuela y va
Ligero, y no volverá, 15
Y erraría el que pidiese,
Ó que el tiempo ya se fuese,
Ó viniese el tiempo ya.
Vivir en perpleja vida,
Ya esperando, ya temiendo, 20
Es muerte muy conocida,
Y es mucho mejor muriendo
Buscar al dolor salida.
A mí me fuera interés
Acabar; mas no lo es, 25
Pues con discurso mejor
Me da la vida el temor
De lo que será después.
137

Lupercio Leonardo de Argensola

(1563–1613)

SONETO

Ojalá suyo así llamar pudiera
Gala cuanto hay, desde la frente al cuello,
Como puede con causa á su cabello,
Que suyo es, pues compró la cabellera,
Que para nuestros ojos mejor fuera 5
Ver un rostro comprado blanco y bello,
Y ojalá (para echar á todo el sello)
Que pudiera comprarse toda entera.
Que entonces fuera buena y fuera suya,
Como cuando se ahorra algún esclavo 10
Con el propio trabajo de sus manos.
Y así, contra el cabello nadie arguya,
Porque es en ella lo que solo alabo;
Lo demás, mate el hambre á los alanos.

CANCIÓN (TRADUCCIÓN DE HORACIO: BEATUS ILLE)

Dichoso el que, apartado 15
De negocios, imita
A la primera gente de la tierra,
Y en el campo, heredado
De su padre, ejercita
Sus bueyes, y la usura no le encierra, 20
Ni le despierta la espantosa guerra,
Ni el mar con son horrendo le amenaza;
Huye la curial plaza
Y las soberbias puertas de los vanos,
Ricos y poderosos ciudadanos. 25
138
Mas las vides crecidas
Con olmos acomoda,
Y en el valle remoto huelga, viendo
Sus vacas esparcidas.
El ramo inútil poda, 5
Mejor en su lugar otro ingiriendo,
Ó en cántaros la miel pura exprimiendo;
Sus ovejas trasquila, y cuando empieza
A mostrar su cabeza
Coronada el otoño, coge ufano 10
La pera engerta de su propria mano.
Y el maduro racimo
Que competir parece
Con la púrpura misma, juntamente,
Como despojo opimo, 15
A ti, Priapo, ofrece,
Y á Silvano, en los campos presidente;
Y mientras su cuidado le consiente
Bajo la antigua encina hacer su cama
De tenaz verde grama, 20
Al sueño le convida los suaves
Mormurios de las aguas y las aves.
O cuando nos fatiga
En el invierno helado
Júpiter con las lluvias y con nieve, 25
Con sus perros obliga
Al jabalí acosado
A que sus redes y asechanzas pruebe,
Y que su mismo engaño al tordo cebe;
Que la cobarde liebre en lazos muera, 30
Ó la grulla extranjera;
¿Quién con esto no olvida los cuidados
Que son del fiero amor solicitados?
Pues si alivia el cuidado
139
De los hijos y casa,
Cual las Sabinas, la mujer honesta,
Ó cual la del cansado
Pullés, que al sol se abrasa,
Y antes que venga su marido, presta 5
(La seca leña al sacro fuego puesta,
Las mansas ovejuelas ordeñadas
Y en setos encerradas),
Viandas no compradas apareja,
Sacando el vino de la pipa añeja. 10
No las ostras lucrinas,
El rombo ni otros peces,
De los que con los hielos nos envían
Las borrascas marinas
Del Carpacio á las veces, 15
Ó las aves que en África se crían,
A mi vientre mejor descenderían,
Que de los ramos fértiles algunas
Maduras aceitunas,
Que la malva ó de lápato la yerba, 20
Que al cuerpo da salud y lo conserva:
Ó la muerta cordera
En las fiestas sagradas,
Ó el cabrito que el lobo vió en sus dientes;
Y ver desta manera 25
A casa, repastadas,
Volver las ovejuelas diligentes,
Ó los cansados bueyes, con las frentes
Bajas, traer la esteva del arado,
Y el hogar rodeado 30
De esclavos, que al enjambre se parecen,
En quien las casas ricas resplandecen.
Mientras Alfio, usurero,
Estas cosas relata,
140
Mediado el mes recoge su dinero,
Y de ser labrador rústico trata;
Mas luego á las calendas
Lo vuelve á dar á usura sobre prendas.

Bartolomé Leonardo de Argensola

(1564–1631)

SONETO

«Dime, Padre común, pues eres justo, 5
¿Por qué ha de permitir tu providencia
Que, arrastrando prisiones la inocencia,
Sube la fraude á tribunal augusto?
«¿Quién da fuerzas al brazo que robusto
Hace á tus leyes firme resistencia, 10
Y que el celo, que más la reverencia,
Jima á los pies del vencedor injusto?
«Vemos que vibran vitoriosas palmas
Manos inicuas, la virtud gimiendo
Del triunfo en el injusto regocijo.» 15
Esto decía yo, cuando riendo
Celestial ninfa apareció, y me dijo:
«¡Ciego! ¿es la tierra el centro de las almas?»

EPIGRAMA (TRADUCCIÓN DE MARCIAL)

Cloe la sétima vez
Las exequias celebró. 20
Siete maridos lloró;
No hay tan honrada viudez.
¿Pudo con más sencillez
Toda la verdad decir?
141
Mandó en la piedra escribir
Que ella les dió sepoltura,
Y dijo la verdad pura,
Porque los hizo morir.

Luis de Argote y Góngora

(1561–1627)

ROMANCE

La más bella niña 5
De nuestro lugar,
Hoy viuda y sola
Y ayer por casar,
Viendo que sus ojos
A la guerra van, 10
A su madre dice
Que escucha su mal:
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Pues me distes, madre, 15
En tan tierna edad
Tan corto el placer,
Tan largo el pesar,
Y me cautivastes
De quien hoy se va 20
Y lleva las llaves
De mi libertad,
Dejadme llorar, etc.
En llorar conviertan
Mis ojos de hoy más 25
El sabroso oficio
Del dulce mirar,
Pues que no se pueden
Mejor ocupar,
Yéndose á la guerra 30
Quien era mi paz.
Dejadme llorar, etc.
No me pongáis freno
Ni queráis culpar;
Que lo uno es justo, 35
Lo otro por demás.
Si me queréis bien
No me hagáis mal;
Harto peor fué
Morir y callar. 40
Dejadme llorar, etc.
Dulce madre mía,
¿Quién no llorará,
Aunque tenga el pecho
Como un pedernal, 45
Y no dará voces
Viendo marchitar
Los más verdes años
De mi mocedad?
Dejadme morir, etc. 50
Váyanse las noches,
Pues ido se han
142
Los ojos que hacían
Los míos velar;
Váyanse, y no vean
Tanta soledad
Después que en mi lecho 5
Sobra la mitad.
Dejadme llorar
Orillas del mar.

VILLANCICO

Caído se le ha un clavel
Hoy á la Aurora del seno: 10
¡Qué glorioso que está el heno
Porque ha caído sobre él!
Cuando el silencio tenía
Todas las cosas del suelo,
Y coronado de hielo 15
Reinaba la noche fría,
En medio la monarquía
De tiniebla tan cruel
¡Caído se le ha un clavel!
De un solo clavel ceñida 20
La Virgen, aurora bella,
Al mundo le dió y ella
Quedó cual antes florida:
A la púrpura caída
Siempre fué el heno fiel: 25
¡Caído se le ha un clavel!
El heno pues que fué dino
A pesar de tantas nieves
De ver en sus brazos leves
Este rosicler divino, 30
Para su lecho fué lino,
Oro para su dosel;
¡Caído se le ha un clavel!
143

SOLEDAD PRIMERA

Era del año la estación florida
En que el mentido robador de Europa
(Media luna las armas de su frente,
Y el sol todos los rayos de su pelo,)
Luciente honor del cielo 5
En campos de záfiro pace estrellas,
Cuando el que ministrar podía la copa
A Júpiter mejor que el garzón de Ida,
Náufrago y desdeñado, sobre ausente,
Lagrimosas de amor dulces querellas 10
Da al mar, que condolido
Fué á las ondas, fué al viento,
El mísero gemido,
Segundo de Arión dulce instrumento,
Del siempre en la montaña opuesto pino 15
Al enemigo noto,
Piadoso miembro roto,
Brava tabla, delfín no fué pequeño
Al inconsiderado peregrino
Que á una Libia de ondas su camino 20
Fió, y su vida á un leño;
Del Océano pues antes sorbido,
Y luego vomitado
No lejos de un escollo coronado
De secos juncos, de calientes plumas, 25
Algo todo y espumas,
Halló hospitalidad donde halló nido
De Júpiter el ave.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
144

SONETO (CONTRA LOS QUE DIJERON MAL DE LAS SOLEDADES)

Con poca luz y menos disciplina
Al voto de un muy crítico y muy lego
Salió en Madrid la Soledad, y luego
A palacio con lento pie camina.
Las puertas le cerró de la Latina 5
Quien duerme en español y sueña en griego,
Pedante gofo, que de pasión ciego,
La suya reza, y calla la divina.
Del viento es el pendón pompa ligera,
No hay paso concedido á mayor gloria, 10
Ni voz que no la acusen de extranjera.
Gastando pues en tanto la memoria
Ajena invidia más que propia cera,
Por el Carmen la lleva á la vitoria.

Conde de Villamediana (Juan de Tassis)

(† 1622)

SONETO

El que fuere dichoso será amado, 15
Y yo en amar no quiero ser dichoso,
Teniendo mi desvelo generoso
A dicha ser por vos tan desdichado.
Sólo es servir, servir sin ser premiado;
Cerca está de grosero el venturoso; 20
Seguir el bien á todos es forzoso,
Yo solo sigo el bien sin ser forzado.
No he menester ventura por amaros;
Amo de vos lo que de vos entiendo,
No lo que espero, porque nada espero. 25
145
Llévame el conoceros á adoraros;
Servir mas por servir sólo pretendo,
De vos no quiero más que lo que os quiero.

EPIGRAMAS

I
Al marqués de Malpica
Cuando el marqués de Malpica,
Caballero de la llave, 5
Con su silencio replica,
Dice todo cuanto sabe.
II
A don Juan de España
Jura España por su vida
Que nunca cenó en su casa,
Y que sin cenar se pasa 10
Cuando nadie le convida.
III
Epitafio de don Rodrigo Calderón
Aquí yace Calderón.
Pasajero, el paso ten;
Que en hurtar y morir bien
Se parece al buen ladrón. 15

Vicente Espinel

(† 1634?)

REDONDILLAS

Pedir celos no es cordura
En el que de veras ama,
Porque es despertar la dama
De lo que estaba segura.
146
Los celos es un tormento,
Que nace de puro amor,
Y así nos fuera el temor
A tener celos del viento:
Mas pedirlos es locura 5
Aunque mas arda la llama,
Porque es despertar la dama
De lo que estaba segura.
Muchos celosos se quedan
Privados de sus placeres, 10
Porque siempre las mujeres
Se van tras lo que les vedan.
Mejor es darles anchura,
Que mirarán por su fama,
Y no despertar la dama 15
De lo que estaba segura.
Más vale por complacellas
Dejarlas á su sabor
Que ellas miran por su honor
Más que nosotros por ellas. 20
Y la que es más casta y pura
Cuando á su galán más ama,
Si con celos la disfama,
No la tendrá muy segura.

LETRILLA

Contentamientos pasados, 25
¿Que queréis?
¡Dejadme, no me canséis!
Contentos cuya memoria
A cruel muerte condena,
Idos de mí enhorabuena, 30
Y pues que no me dais gloria,
No vengáis á darme pena.
147
Ya están los tiempos trocados,
Mi bien llevóselo el viento,
No me deis ya más cuidados,
Que son para más tormento
Contentamientos pasados. 5
No me os mostréis lisonjeros,
Que no habéis de ser creídos,
Ni me amenacéis con fieros
Porque el temor de perderos
Le perdió en siendo perdidos, 10
Y si acaso pretendéis
Cumplir vuestra voluntad
Con mi muerte, bien podréis
Matarme; y si no, mirad,
¿Que queréis? 15
Si dar disgusto y desdén
Es vuestro propio caudal,
Sabed que he quedado tal
Que aun no me ha dejado el bien
De suerte que sienta el mal: 20
Mas con todo pues me habéis
Dejado y estoy sin vos,
¡Paso! ¡no me atormentéis!
Contentos, idos con Dios,
Dejadme, no me canséis. 25

Lope Félix de Vega Carpio

(1562–1635)

CANCIÓN DE LA VIRGEN

Pues andáis en las palmas,
Ángeles santos,
Que se duerme mi niño,
Tened los ramos.
148
Palmas de Belén
Que mueven airados
Los furiosos vientos,
Que suenan tanto,
No le hagáis ruido, 5
Corred más paso;
Que se duerme mi niño,
Tened los ramos.
El niño divino,
Que está cansado 10
De llorar en la tierra,
Por su descanso
Sosegar quiere un poco
Del tierno llanto;
Que se duerme mi niño, 15
Tened los ramos.
Rigurosos hielos
Le están cercando,
Ya veis que no tengo
Con que guardarlo: 20
Ángeles divinos,
Que vais volando,
Que se duerme mi niño,
Tened los ramos.

ROMANCE

A mis soledades voy, 25
De mis soledades vengo,
Porque para andar conmigo
Me bastan mis pensamientos.
¡No sé qué tiene la aldea
Donde vivo y donde muero, 30
Que con venir de mí mismo
No puedo venir más lejos!
149
Ni estoy bien ni mal conmigo;
Mas dice mi entendimiento,
Que un hombre que todo es alma
Está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta, 5
Y solamente no entiendo
Cómo se sufre á sí mismo
Un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan,
Fácilmente me defiendo; 10
Pero no puedo guardarme
De los peligros de un necio.
Él dirá que yo lo soy,
Pero con falso argumento;
Que humildad y necedad 15
No caben en un sujeto.
La diferencia conozco,
Porque en él y en mí contemplo,
Su locura en su arrogancia,
Mi humildad en su desprecio. 20
Ó sabe naturaleza
Más que supo en otro tiempo,
Ó tantos que nacen sabios
Es porque lo dicen ellos.
Sólo sé que no sé nada, 25
Dijo un filósofo, haciendo
La cuenta con su humildad,
Adonde lo más es menos.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Oigo tañer las campanas,
Y no me espanto, aunque puedo, 30
Que en lugar de tantas cruces
Haya tantos hombres muertos.
150
Mirando estoy los sepulcros
Cuyos mármoles eternos
Están diciendo sin lengua,
Que no lo fueron sus dueños.
¡Oh bien haya quien los hizo, 5
Porque solamente en ellos
De los poderosos grandes
Se vengaron los pequeños!
Fea pintan á la envidia;
Yo confieso que la tengo 10
De unos hombres que no saben
Quién vive pared en medio,
Sin libros y sin papeles,
Sin tratos, cuentas ni cuentos:
Cuando quieren escribir 15
Piden prestado el tintero.
Sin ser pobres ni ser ricos
Tienen chimenea y huerto;
No los despiertan cuidados,
Ni pretensiones, ni pleitos, 20
Ni murmuraron del grande,
Ni ofendieron al pequeño;
Nunca, como yo, firmaron
Parabién, ni pascua dieron.
Con esta invidia que digo, 25
Y lo que paso en silencio,
A mis soledades voy,
De mis soledades vengo.
151

SONETOS

I
Oh, nunca fueras, África desierta,
En medio de los trópicos fundada,
Ni por el fértil Nilo coronada
Te viera el alba cuando el sol despierta;
Nunca tu arena inculta descubierta 5
Se viera de cristiana planta honrada,
Ni abriera en ti la portuguesa espada
A tantos males tan sangrienta puerta.
Perdióse en ti de la mayor nobleza
De Lusitania una florida parte, 10
Perdióse su corona y su riqueza;
Pues tú, que no mirabas su estandarte,
Sobre él los piés, levantas la cabeza,
Ceñida en torno del laurel de Marte.
II
Daba sustento á un pajarillo un día 15
Lucinda, y por los hierros del portillo
Fuésele de la jaula el pajarillo
Al libre viento en que vivir solía.
Con un suspiro á la ocasión tardía
Tendió la mano y no pudiendo asillo 20
Dijo y de las mejillas amarillo
Volvió el clavel que entre su nieve ardía:
«¿A dónde vas, por despreciar el nido
Al peligro de ligas y de balas,
Y el dueño huyes que tu pico adora?» 25
Oyóla el pajarillo enternecido
Y á la antigua prisión volvió las alas.
¡Qué tanto puede una mujer que llora!
152
III
MAÑANA
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
Que á mi puerta, cubierto de rocío,
Pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras, 5
Pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
Si de mi ingratitud el hielo frío
Secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate agora á la ventana; 10
Verás con cuánto amor llamar porfía!»
Y ¡cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos,» respondía!
Para lo mismo responder mañana.
IV
EL BUEN PASTOR
Pastor, que con tus silbos amorosos 15
Me despertaste del profundo sueño;
Tú, que hiciste cayado dese leño
En que tiendes los brazos poderosos;
Vuelve los ojos á mi fe piadosos,
Pues te confieso por mi amor y dueño, 20
Y la palabra de seguirte empeño,
Tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, Pastor, que por amores mueres,
No te espante el rigor de mis pecados,
Pues tan amigo de rendidos eres; 25
Espera pues, y escucha mis cuidados;
Pero ¿cómo te digo que me esperes,
Si estás para esperar los pies clavados?
153
V
Á LA NUEVA LENGUA
Boscán, tarde llegamos. ¿Hay posada?
—Llamad desde la posta, Garcilaso.
—¿Quién es?—Dos caballeros del Parnaso.
—No hay donde nocturnar palestra armada.
—No entiendo lo que dice la criada. 5
Madona, ¿qué decís?—Que afecten paso,
Que ostenta limbos el mentido ocaso,
Y el sol depinge la porción rosada.
—¿Estás en ti, mujer?—Negóse al tino
El ambulante huésped.—¡Que en tan poco 10
Tiempo tal lengua entre Cristianos haya!
Boscán, perdido habemos el camino;
Preguntad por Castilla, que estoy loco,
Ó no habemos salido de Vizcaya.
VI
UN SONETO
Un soneto me manda hacer Violante, 15
Que en mi vida me he visto en tal aprieto,
Catorce versos dicen que es soneto,
Burla burlando van los tres delante.
Yo pensé que no hallara consonante,
Y estoy á la mitad de otro cuarteto, 20
Mas si me veo en el primer terceto
No hay cosa en los cuartetos que me espante.
Por el primer terceto voy entrando,
Y aun parece que entré con pie derecho,
Pues fin con este verso le voy dando. 25
Ya estoy en el segundo, y aun sospecho,
Que estoy los trece versos acabando:
Contad si son catorce, y está hecho.
154

José de Valdivielso

(† 1636)

LETRA DE CRISTO AL ALMA

Alma, herido me tenéis,
Y en dejarme me matáis;
Mirad que si me dejáis,
Que sin Dios os quedaréis.
Mirad, alma, que soy Dios, 5
Y en amor quien siempre fuí,
Y que cuando huyáis de mí,
Que me tengo de ir tras vos.
Decid: ¿á quién buscaréis
Si destos brazos os vais? 10
Mirad que si me dejáis,
Que sin Dios os quedaréis.
No hallaréis, alma, jamás
Quien como yo por vos muera;
Hallaréis quien bien os quiera, 15
Mas no quien os quiera más.
Bien es que en casa os estéis;
Y ¡ay de vos si della os vais!
Mirad que si me dejáis,
Que sin Dios os quedaréis, 20
Mirad que si os vais, los dos
Nos quedaremos en calma;
Si os ausentáis, yo sin alma;
Si me quedo, vos sin Dios.
Pues mi Pan comido habéis, 25
No lo desagradezcáis;
Mirad que si me dejáis,
Que sin Dios os quedaréis.
155

Pedro de Espinosa

(† 1650?)

IDILIO: LA FÁBULA DEL GENIL

.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Vestida está mi margen de espadaña,
Y de viciosos apios y mastranto,
El agua, clara como el ámbar, baña
Troncos de mirtos y de lauro santo:
No hay en mi margen silbadora caña, 5
Ni adelfa; mas violetas y amaranto,
De donde llevan flores en las faldas
Para hacer las Hénides guirnaldas.
Hay blancos lirios, verdes mirabeles,
Y azules guarnecidos alelíes, 10
Y allí las clavellinas y claveles
Parecen sementera de rubíes;
Hay ricas alcatifas y alquiceles
Rojos, blancos, gualdados y turquíes,
Y derraman las auras con su aliento 15
Ámbares y azahares por el viento.
Yo cuando salgo de mis grutas hondas
Estoy de frescos palios cobijado,
Y entre nácares crespos de redondas
Perlas, mi margen veo estar honrado; 20
El sol no entibia mis cerúleas ondas,
Ni las enturbia el balador ganado;
Ni á las napeas que en mi orilla cantan
Los pintados lagartos las espantan.
156

SONETO

Estas purpúreas rosas que á la Aurora
Se le cayeron hoy del blanco seno,
Y un vaso de pintadas flores lleno,
¡Oh dulces auras! os ofrezco agora,
Si defendéis de mi divina Flora 5
Con vuestras alas el color moreno,
Del sol, que ardiente y de piedad ajeno
Su rostro ofende por que el campo dora.
¡Oh hijas de la tierra peregrinas!
Mirad si tiene Mayo en su guirnalda 10
Más frescas rosas, más bizarras flores.
Llorando les dió el alba perlas finas,
El sol colores, mi afición la falda
De mi hermosa Flora y ella olores.

Rodrigo Caro

(1573–1647)

ODA: Á LAS RUINAS DE ITÁLICA

Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora 15
Campos de soledad, mustio collado,
Fueron un tiempo Itálica famosa.
Aquí de Cipión la vencedora
Colonia fué; por tierra derribado
Yace el temido honor de la espantosa 20
Muralla, y lastimosa
Reliquia es solamente
De su invencible gente.
Solo quedan memorias funerales
Donde erraron ya sombras de alto ejemplo; 25
Este llano fué plaza, allí fué templo;
De todo apenas quedan las señales.
157
Del gimnasio y las termas regaladas
Leves vuelan cenizas desdichadas;
Las torres que desprecio al aire fueron
A su gran pesadumbre se rindieron.
Este despedazado anfiteatro, 5
Impío honor de los dioses, cuya afrenta
Publica el amarillo jaramago,
Ya reducido á trágico teatro,
¡Oh fábula del tiempo! representa
Cuánta fué su grandeza y es su estrago. 10
¿Cómo en el cerco vago
De su desierta arena
El gran pueblo no suena?
¿Dónde, pues, fieras, ¡ay! está el desnudo
Luchador? ¿Dónde está el atleta fuerte? 15
Todo desapareció, cambió la suerte
Voces alegres en silencio mudo;
Mas aun el tiempo da en estos despojos
Espectáculos fieros á los ojos,
Y miran tan confusos lo presente, 20
Que voces de dolor el alma siente.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Juan de Jáuregui

(1570?-1650)

SILVA: ACAECIMIENTO AMOROSO

En la espesura de un alegre soto,
Que el Betis baña, y de su fértil curso
Cobran verdor los sauces acopados,
Donde el ocioso juvenil concurso, 25
158
La soledad siguiendo y lo remoto,
Logra de amor los hurtos recatados;
Aquí prestar alivio á mis cuidados
Pensé yo triste un día,
Porque la ninfa mía 5
Ví que, emboscada y de recelo ajena,
Ya el cinto desceñido,
Sus miembros despojaba del vestido.
Dejóle al fin compuesto en el arena,
Manifestando al cielo 10
De su desnuda forma la belleza.
Luego á las puras ondas con presteza
La ví correr, do el cuerpo delicado
Sintió del agua de repente el hielo,
Y suspendió su brío, 15
Viéndose en la carrera salteado
Con líquidos aljófares del río;
Mas reclinóse al fin sabrosamente,
Cubriendo de los húmedos cristales
Toda su forma de la planta al cuello; 20
Tal vez la hermosa frente
Sola mostraba de su rostro bello;
Tal con ligeros saltos paseaba
La orilla, y en sus frescos arenales
Sus tiernos miembros liberal mostraba. 25
Yo, en tan alegre vista embebecido,
Y en los tejidos ramos escondido,
Al cielo con el alma agradecía
Mi desigual ventura,
Y el recatado labio no movía. 30
¡Ay, si mis ojos con igual cordura
Celar pudieran sus ocultas llamas!
Y no que, ansiosos de mirar cercano
Aquel hermoso bulto soberano,
159
Se divirtieron á mover las ramas;
Y apenas el ruido
Hirió á la bella ninfa el pronto oído,
Cuando su vista y rostro honesto
Le descubrió mi hurto manifiesto. 5
Y como la corcilla descuidada
Mientra las hojas tiernas y menudas
Despunta de la yerba rociada,
Que al más leve rumor el cuello enhiesta,
Y vuelve las agudas 10
Orejas y la frente pavorosa
A la vecina selva ó la floresta,
Do con alada planta voladora
Se embosca, y deja al cazador burlado;
Tal su ligero curso amedrentado 15
Siguió mi amada ninfa al mismo instante
Que me miró delante.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Francisco Gómez de Quevedo y Villegas

(1580–1645)

LETRILLA

Poderoso caballero
Es don Dinero.
Madre, yo al oro me humillo, 20
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De continuo anda amarillo;
Que pues doblón ó sencillo,
Hace todo cuanto quiero, 25
Poderoso caballero
Es don Dinero.
160
Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene á morir en España,
Y es en Génova enterrado:
Y pues quien le trae al lado 5
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Es galán y es como un oro,
Tiene quebrado el color, 10
Persona de gran valor,
Tan Cristiano como Moro;
Pues que da y quita el decoro,
Y quebranta cualquier fuero,
Poderoso caballero 15
Es don Dinero.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son reales: 20
Y pues es quien hace iguales
Al duque y al ganadero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
¿Mas á quien no maravilla, 25
Ver en su gloria sin tasa
Que es lo menos de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
Y al cobarde hace guerrero, 30
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Sus escudos de armas nobles
Son siempre tan principales,
161
Que sin sus escudos reales,
No hay escudos de armas dobles;
Y pues á los mismos robles
Da codicia su minero,
Poderoso caballero 5
Es don Dinero.
Por importar en los tratos,
Y dar tan buenos consejos,
En las casas de los viejos
Hatos le guardan de gatos: 10
Y pues él rompe recatos,
Y ablanda el juez más severo,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Y es tanta su majestad 15
(Aunque son sus duelos hartos)
Que con haberle hecho cuartos,
No pierde su autoridad;
Pero pues da calidad
Al noble y al pordiosero, 20
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Nunca ví damas ingratas
A su gusto y afición,
Que á las caras de un doblón 25
Hacen sus caras baratas:
Y pues las hace bravatas
Desde una bolsa de cuero,
Poderoso caballero
Es don Dinero. 30
Más valen en cualquier tierra,
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra;
162
Y pues al pobre le entierra,
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

SONETO

Érase un hombre á una nariz pegado, 5
Érase una nariz superlativa,
Érase una nariz sayón y escriba,
Érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
Érase una alquitara pensativa, 10
Érase un elefante boca arriba,
Era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Las doce tribus de narices era. 15
Érase un naricismo infinito,
Muchísima nariz, nariz tan fiera
Que en la cara de Anás fuera delito.

CANCIÓN

Ví con pródiga vena
De parlero cristal un arroyuelo 20
Jugando con la arena
Y enamorando de su risa el cielo.
A la margen amena
Una vez murmurando, otra corriendo
Estaba entreteniendo 25
Espejo guarnecido de esmeralda;
Me pareció al miralle
Del prado la guirnalda.
Mas abrióse en el valle
163
Una envidiosa cueva de repente:
Enmudeció el arroyo
Creció la oscuridad del negro hoyo
Y sepultó recién nacida fuente
Cuya corriente breve restauraron 5
Ojos que de piadosos la lloraron.

EPÍSTOLA SATÍRICA AL CONDE DE OLIVARES

No he de callar por más que con el dedo,
Ya tocando la boca, ó ya la frente,
Silencio avises, ó amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente? 10
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Hoy, sin miedo que libre escandalice,
Puede hablar el ingenio, asegurado
De que mayor poder le atemorice. 15
En otros siglos pudo ser pecado
Severo estudio, y la verdad desnuda,
Y romper el silencio el bien hablado.
Pues sepa, quien lo niega, y quien lo duda,
Que es lengua la verdad de Dios severo, 20
Y la lengua de Dios nunca fué muda.
Son la verdad y Dios Dios verdadero:
Ni eternidad divina los separa,
Ni de los dos alguno fué primero.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
La justicia de Dios es verdadera 25
Y la misericordia, y todo cuanto
Es Dios, todo ha de ser verdad entera.
Señor excelentísimo, mi llanto
Ya no consiente márgenes ni orillas,
Inundación será la de mi canto. 30
164
Ya sumergirse miro mis mejillas,
La vista por dos urnas derramada
Sobre las aras de las dos Castillas.
Yace aquella virtud desaliñada,
Que fué, si rica menos, más temida, 5
En vanidad y en sueño sepultada.
Y aquella libertad esclarecida,
Que en donde supo hallar honrada muerte,
Nunca quiso tener más larga vida.
Y pródiga del alma, nación fuerte, 10
Contaba por afrenta de los años
Envejecer en brazos de la suerte.
Del tiempo el ocio torpe, y los engaños
Del paso de las horas y del día,
Reputaban los nuestros por estraños. 15
Nadie contaba cuanta edad vivía,
Sino de que manera, ni aun un hora
Lograba sin afán y valentía.
La robusta virtud era señora,
Y sola dominaba al pueblo rudo; 20
¡Edad, si mal hablada, vencedora!
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

SONETO

(Advertencia á España, de que ansí como se ha hecho señora de muchos, ansí será de tantos enemigos invidiada y perseguida, y necesita de continua prevención por esa causa.)

Un Godo, que una cueva en la montaña
Guardó, pudo cobrar las dos Castillas:
Del Betis y Genil las dos orillas,
Los heredores de tan gran hazaña. 25
165
A Navarra te dió justicia y maña,
Y un casamiento, en Aragón, las sillas,
Con que á Sicilia y Nápoles humillas,
A quien Milán espléndida acompaña.
Muerte infeliz en Portugal arbola 5
Tus castillos. Colón pasó los Godos
Al ignorado cerco de esta bola.
Y es más fácil ¡oh España! en muchos modos
Que lo que á todos les quitaste sola,
Te puedan á ti sola quitar todos. 10

El Bachiller de la Torre

(Date?)

CANCIÓN: LA TÓRTOLA

Tórtola solitaria que llorando
Tu bien pasado y tu dolor presente,
Ensordeces la selva con gemidos:
Cuyo ánimo doliente
Se mitiga penando 15
Bienes asegurados y perdidos:
Si inclinas los oídos
A las piadosas y dolientes quejas
De un espíritu amargo,
(Breve consuelo de un dolor tan largo 20
Con quien, amarga soledad, me aquejas)
Yo con tu compañía
Y acaso á ti te aliviará la mía.
La rigurosa mano que me aparta
Como á ti de tu bien, á mí del mío, 25
Cargada va de triunfos y victorias:
Sábelo el monte y río,
Que está cansada y harta
De marchitar en flor mis dulces glorias:
166
Y si eran transitorias,
Acabáralas golpe de fortuna:
No viera yo cubierto
De turbias nubes cielo que ví abierto
En la fuerza mayor de mi fortuna: 5
Que acabado con ellas
Acabaran mis llantos y querellas.
Parece que me escuchas, y parece
Que te cuento tu mal, que roncamente
Lloras tu compañía desdichada: 10
El ánimo doliente
Que el dolor apetece
Por un alivio de su suerte airada,
La más apasionada
Más agradable le parece, en tanto 15
Que el alma dolorosa,
Llorando tu desdicha rigurosa,
Baña los ojos con eterno llanto;
Cuya pasión afloja
La vida al cuerpo, al alma la congoja. 20
¿No regalaste con tus quejas tiernas,
Por solitarios y desiertos prados,
Hombres y fieras, cielos y elementos?
¿Lloraste tus cuidados
Con lágrimas eternas 25
Duras y encomendadas á los vientos?
¿No son tus sentimientos
De tanta compasión y tan dolientes,
Que enternecen los pechos
A rigurosas sinrazones hechos, 30
Que los haces crueles de clementes?
¿En qué ofendiste tanto,
Cuitada, que te sigue miedo y llanto?
Quien te ve por los montes solitarios
167
Mustia y enmudecida y elevada
De los casados árboles huyendo,
Sola y desamparada
A los fieros contrarios,
Que le tienen en vida padeciendo, 5
Señal de agüero horrendo
Mostrarían tus ojos añublados
Con las cerradas nieblas
Que levantó la muerte, y las tinieblas
De tus bienes supremos y pasados: 10
¡Llora, cuitada, llora
Al venir de la noche y de la aurora!
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Francisco de Borja, Principe de Esquilache

(1581–1658)

CANCIÓN

Fuentecillas que reis,
Y con la arena jugáis,
¿Dónde vais? 15
Pues de las flores huis
Y los peñascos buscáis,
Si reposáis
Donde con calma dormís,
¿Por qué corréis y os cansáis? 20

CANCIÓN

Pajarillo que cantas
Cuando con tristes quejas
Al dispertar el día te levantas,
Y enternecida dejas
168
La umbrosa selva que escuchó tu llanto,
Calla, no llores tanto:
Que es agravio y desdicha del que llora
Sentir sus quejas y reir la aurora.
Canta la noche fría 5
En las dormidas ramas,
De tu dolor funesta compañía;
Descansa, cuando llamas
Al sol hermoso que los campos viste,
Logra su ausencia triste; 10
Que es agravio y desdicha del que llora
Sentir sus quejas y reir la aurora.
En este verde soto
Escucharán tus males
Del más vecino al sauce más remoto, 15
Y el agua en sus umbrales
De verde yerba, de doradas flores,
Prenderán tus amores;
Que es agravio y desdicha del que llora
Sentir sus quejas y reir la aurora. 20
No quieras más aliento
Que en tus tristes congojas
La piadosa atención del manso viento,
Y que duerman las hojas
Al dulce son de tus querellas graves, 25
Envidia de otras aves;
Que es agravio y desdicha del que llora
Sentir sus quejas y reir la aurora.

CANCIÓN

Si alegres y risueñas
Corren las claras fuentes 30
Entre perlas lucientes,
169
A reir las enseñas;
Y si corren aprisa,
Imitan más la gracia de tu risa.
No ríe la mañana,
Que soñolienta y fría 5
Sale á hospedar el día,
Vestida de oro y grana,
Si primera no ríes,
Y dejas qué copiar en tus rubíes.
También quiere imitarle, 10
Cuando el sol reverbera,
La dulce primavera;
Y cuando Abril se parte,
Hace el primer ensayo
Al paso de tu risa el suave Mayo. 15
Pensaban, engañados,
Que las selvas reían
Los mismos que creían
La risa de los prados.
Todos, Silvia, mintieron; 20
Que sin verte reir, jamás rieron.
Los más fieros tiranos,
Que menos se recatan,
No ríen cuando matan;
Y aunque muere á sus manos 25
Con piedad el aurora,
La dulce muerte de la noche llora.
Tu risa son enojos,
Porque matas riendo,
Y lloran (desmintiendo 30
A tu boca) mis ojos;
Y es lo que precian tanto,
Risa en tus labios, y en mis ojos llanto.
170

Francisco de Rioja

(† 1658?)

SILVA: Á LA ROSA

Pura, encendida rosa,
Émula de la llama
Que sale con el día,
¿Cómo naces tan llena de alegría,
Si sabes que la edad que te da el cielo 5
Es apenas un breve y veloz vuelo?
Y no valdrán las puntas de tu rama
Ni tu púrpura hermosa
A detener un punto
La ejecución del hado presurosa. 10
El mismo cerco alado,
Que estoy viendo riente,
Ya temo amortiguado,
Presto despojo de la llama ardiente.
Para las hojas de tu crespo seno 15
Te dió Amor de sus alas blandas plumas,
Y oro de su cabello dió á tu frente.
¡Oh fiel imagen suya peregrina!
Bañóte en su color sangre divina
De la deidad que dieron las espumas; 20
Y esto, purpúrea flor, y esto ¿no pudo
Hacer menos violento el rayo agudo?
Róbate en una hora,
Róbate licencioso su ardimiento
El color y el aliento; 25
Tiendes aun no las alas abrasadas,
Y ya vuelan al suelo desmayadas,
Tan cerca, tan unida
171
Está al morir tu vida,
Que dudo si en sus lágrimas la aurora
Mustia tu nacimiento ó muerte llora.

Á LA POBREZA

Desde el infausto día
Que visité con lágrimas primeras 5
Me tienes ¡oh pobreza! compañía;
Aunque tan buena como dicen fueras,
Por ser tanto de mí comunicada,
Me vinieras á ser menos preciada.
Diré tus males, sin que mucho ahonde 10
En ellos; que es muy raro
Lo que por glorias tuyas contar puedes.
Tal vez el que en su casa un monte asconde
De Numidia y de Paro
En aras y paredes, 15
Cuando entre el blando lino se rodea,
Puesto de los cuidados en el fuego,
Sin conocerte alaba tu sosiego,
Y nunca, aunque lo alaba, lo desea.
Llegas á ser de alguno al fin loada; 20
Mas de ninguno apenas deseada.
Si eres tú de los males
El que nos trata con mayor crueza,
¿Cómo podrá ninguno codiciarte?
Después que nació el oro, 25
Y con él la grandeza,
Murió tu ser, murío tu igual decoro,
En otra edad divino;
Sí, por eso, pobreza, en toda parte
Con enfermo color andas contino. 30
Con preciosos metales
172
Siempre veo levantado
Lo que tienes tú sola derribado.
¿Qué ciudad populosa
Se sabe que por ti se haya fundado?
¿Qué fuerza inexpugnable y espantosa 5
Por ti se ha fabricado?
El suave color, la hermosura,
Sólo en tu ausencia con su lustre dura.
Píntame la belleza
Mayor que imaginares, 10
Compuesta de jazmines y de grana,
Si con vestido tuyo la adornares,
Su lustre pierde y gracia soberana,
Pues cuando el agro invierno,
Hijo tuyo sin duda, 15
Que como tú también, siempre desnudo,
Roba al bosque el verdor, y lo despoja,
Pobre por ti su frente,
Ni su sombra codicia ya la gente
Ni sus ramas las aves 20
Y si yo vanamente no discierno,
¿Cuándo armarse pudieron vastas naves
Donde se vió tu sombra?
¿Cuando ejércitos gruesos?
El número infinito de sucesos 25
Que por ti han avenido ¿á quién no asombra?
Hablen los nunca sepultados huesos
Que en las playas blanquean,
De tantos que por falta de sustento
Al mar rindieron el vital aliento. 30
¿Cuántos has escondido
En los anchos desiertos
Para que al mal seguro caminante
Asalten encubiertos
173
Ó ¿en cuántas partes se verá teñido
El campo con la sangre de los muertos?
No hay voz, aunque de hierro, que bastante
Sea á decir los males que acarrean
Duras necesidades. 5
Los que pobres habitan las ciudades,
¿Qué afrenta no padecen?
Los que por sus ingenios merecieron,
¡Oh pobreza! por ti lo desmerecen.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
¿Qué vale ¡oh pobres! levantaros tanto? 10
Mirad que es necio error, necia costumbre
Soltar á la soberbia así la rienda;
Que yo apenas, humilde y sin contienda,
Puedo contar en paz algunas horas
De las que paso en el silencio obscuro, 15
Olvidado en pobreza y no seguro.

Á LA RIQUEZA

¡Oh mal seguro bien, oh cuidadosa
Riqueza, y cómo á sombra de alegría
Y de sosiego engañas!
El que vela en tu alcance y se desvía 20
Del pobre estado y la quietud dichosa,
Ocio y seguridad pretende en vano,
Pues tras el luengo errar de agua y montañas,
Cuando el metal precioso coja á mano,
No ha de ver sin cuidado abrir el día. 25
No sin causa los dioses te escondieron
En las entrañas de la tierra dura;
Mas ¿qué halló difícil y encubierto
La sedienta codicia?
174
Turbó la paz segura
Con que en la antigua selva florecieron
El abeto y el pino,
Y trájolos al puerto,
Y por campos de mar les dió camino. 5
Abrióse el mar y abrióse
Altamente la tierra,
Y saliste del centro al aire claro,
Hija de la avaricia,
A hacer á los hombres cruda guerra. 10
Saliste tú, y perdióse
La piedad, que no habita en pecho avaro.
Tantos daños, riqueza,
Han venido contigo á los mortales,
Que aun cuando nos pagamos á la muerte, 15
No cesan nuestros males,
Pues el cadáver que acompaña el oro
Ó el costoso vestido,
Sólo por opulento es perseguido;
Y el último descanso y el reposo 20
Que tuviera en pobreza le es negado,
Siendo de su sepulcro conmovido.
¡A cuántos armó el oro de crueza,
Y á cuántos ha dejado
En el último trance ó dura suerte! 25
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Al menos animoso,
Para que te posea,
Das, riqueza, ardimiento licencioso.
Ninguno hay que se vea
Por ti tan abastado y poderoso, 30
Que carezca de miedo.
¿Qué cosa habrá de males tan cercada,
Pues ora pretendida, ora alcanzada,
175
Y aun estando en deseos,
Pena ocultan tus ciegos desvaneos?
Pero cánsome en vano, decir puedo;
Que si sombras de bien en ti se vieran,
Los inmortales dioses te tuvieran. 5

Pedro Soto de Rojas

(† 1660?)

CANCIÓN Á UN JILGUERO

¡Oh cuanto es á la tuya parecida
Esta mi triste vida!
Tú preso estás, yo preso;
Tú cantas, y yo canto,
Tú simple, yo sin seso, 10
Yo en eterna inquietud y tú travieso.
Música das á quien tu vuelo enfrena;
Música doy, aunque á compás de llanto,
A quien me tiene en áspera cadena.
En lo que es diferente 15
Nuestro estado presente
Es en que tú, jilguero,
Vives cantando y yo cantando muero.

Esteban Manuel de Villegas

(1596–1669)

CANTILENA: DE UN PAJARILLO

Yo ví sobre un tomillo
Quejarse un pajarillo, 20
Viendo su nido amado,
De quien era caudillo,
176
De un labrador robado.
Víle tan congojado
Por tal atrevimiento
Dar mil quejas al viento,
Para que al cielo santo 5
Lleve su tierno llanto,
Lleve su triste acento.
Ya con triste armonía,
Esforzando el intento,
Mil quejas repetía; 10
Ya cansado callaba,
Y al nuevo sentimiento
Ya sonoro volvía.
Ya circular volaba,
Ya rastrero corría, 15
Ya pues de rama en rama
Al rústico seguía;
Y saltando en la grama,
Parece que decía:
«Dame, rústico fiero, 20
Mi dulce compañía;»
Y que le respondía
El rústico: «No quiero.»

CANTILENA: DEL AMOR Y LA ABEJA

Aquellos dos verdugos
De las flores y pechos, 25
El amor y la abeja,
A un rosal concurrieron.
Lleva armado el muchacho
De saetas el cuello,
Y la bestia su pico 30
De aguijones de hierro.
177
Ella va susurrando,
Caracoles haciendo,
Y él criando mil risas
Y cantando mil versos;
Pero dieron venganza 5
Luego á flores y pechos,
Ella muerta quedando
Y él herido volviendo.

ODA: AL CÉFIRO

Dulce vecino de la verde selva,
Huésped eterno del Abril florido, 10
Vital aliento de la madre Venus,
Céfiro blando,
Si de mis ansias el amor supiste,
Tú, que las quejas de mi voz llevaste,
Oye, no temas, y á mi ninfa dile, 15
Dile que muero.
Filis un tiempo mi dolor sabía,
Filis un tiempo mi dolor lloraba;
Quísome un tiempo, mas agora temo,
Temo sus iras. 20
Así los dioses, con amor paterno,
Así los cielos, con amor benigno,
Niegan al tiempo que feliz volares
Nieve á la tierra.
Jamás el peso de la nube parda, 25
Cuando amenace la elevada cumbre,
Toque tus hombros, ni su mal granizo
Hiera tus alas.
178

Salvador Jacinto Polo de Medina

(† 1670?)

FÁBULA BURLESCA DE APOLO Y DAFNE

Cantar de Apolo y Dafne los amores,
Sin más ni más, me vino al pensamiento.
Con licencio de ustedes, va de cuento.
¡Vaya de historia pues, y hablemos culto!
Pero ¡cómo los versos dificulto! 5
¡Cómo la vena mía se resiste!
¡Qué linda bobería!
Pues á fe que si invoco mi Talía,
Que no le dé ventaja al mas pintado.
Ya con ella encontré, mi Dios loado. 10
Señora doña Musa, mi señora,
Sópleme usted muy bien ahora;
Que su favor invoco
Para hacer esta copla;
Y mire vuesarced cómo me sopla. 15
Érase una muchacha con mil sales,
Con una cara de á cien mil reales,
Como así me la quiero,
Más peinada y pulida que un barbero;
En esto que llamamos garabato 20
La gente de buen trato
Tenía la mozuela gran donaire;
Pudiera ser poeta por el aire.
Aquí es obligación, señora Musa,
Si ya lo que se usa no se excusa, 25
El pintar de la ninfa las facciones,
Y pienso comenzar por los talones,
Aunque parezca mal al que leyere;
Que yo puedo empezar por do quisiere.
179
Y aunque diga el lector de mi pintura
Que del tronco se sube hasta la altura;
Que á nadie dé congojas
Que yo empiece la ninfa por las hojas,
Supuesto que son míos 5
Estos calientes versos ó estos fríos;
Que el poeta mas payo
De sus versos bien puede hacer un sayo.
Era el pie (yo le ví) de tal manera...
¡Vive Chipre, que miento; que no era! 10
Porque por lo sutil y recogido,
Nunca ha sido este pie visto ni oído.
Era, en efecto, blanco y era breve...
¡Oh, qué linda ocasión de decir nieve,
Si yo fuera poeta principiante! 15
Llevando nuestros cuentos adelante,
Y haciendo del villano,
Me pretendo pasar del pie á la mano,
Cuyos hermosos dedos
(Esta vez los jazmines se estén quedos, 20
Y pongámosles fines,
Enmendémonos todos de jazmines,
Y el que así no lo hiciere,
Y ser poeta del Abril quisiere,
Probará de las gentes los rigores; 25
A fé que allá se lo dirán de flores);
Era, en fin, de cristal belleza tanta...
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Mas, al contrario, su boquilla es poca...
(Vamos con tiento en esto de la boca;
Que hay notables peligros carmesíes, 30
Y podré tropezar en los rubíes,
Epítetos crueles);
¡Qué cosquillas me hacen los claveles!
180
Porque á pedir de boca le venían;
Mas claveles no son los que solían,
Y en los labios de antaño
No hay claveles ogaño;
Pero, para deciros su alabanza, 5
Conceptillo mejor mi ingenio alcanza,
Y tanto, que con otro no se mide:
Es tan linda su boca, que no pide.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Pedro Calderón de la Barca

(1600–1681)

CANTARCILLO

Ruiseñor que volando vas,
Cantando finezas, cantando favores, 10
¡Oh cuánta pena y envidia me das!
Pero no; que si hoy cantas amores,
Tú tendrás celos y tú llorarás.
¡Qué alegre y desvanecido
Cantas, dulce ruiseñor, 15
Las venturas de tu amor,
Olvidado de tu olvido!
En ti, de ti entretenido
Al ver cuán ufano estás,
¡Oh cuanta pena me das 20
Publicando tus favores!
Pero no, que si hoy cantas amores,
Tú tendrás celos y tú llorarás.
181

DÉCIMA: Á LOPE DE VEGA CARPIO

Aunque la persecución
De la envidia tema el sabio,
No reciba della agravio;
Que es de serlo aprobación.
Los que más presumen, son, 5
Lope, á los que envidia das,
Y en su presunción verás
Lo que tus glorias merecen;
Pues los que más te engrandecen,
Son los que te envidian más. 10

EL MÁGICO PRODIGIOSO

(Una voz)
¿Cuál es la gloria mayor
Desta vida?
(Coro)
Amor, amor.
(Una voz)
No hay sujeto en que no imprima
El fuego de amor su llama,
Pues vive más donde ama 15
El hombre, que donde anima.
Amor solamente estima
Cuanto tener vida sabe,
El tronco, la flor y el ave:
Luego es la gloria mayor 20
De esta vida...
(Coro)
Amor, amor.
(Justina)
Pesada imaginación,
Al parecer lisonjera,
182
¿Cuándo te ha dado ocasión
Para que desta manera
Aflijas mi corazón?
¿Cuál es la causa, en rigor,
Deste fuego, deste ardor, 5
Que en mí por instantes crece?
¿Qué dolor el que padece
Mi sentido?
(Coro)
Amor, amor.
(Justina)
Aquel ruiseñor amante
Es quien respuesta me da, 10
Enamorando constante
A su consorte, que está
Un ramo más adelante.
Calla, ruiseñor; no aquí
Imaginar me hagas ya, 15
Por las quejas que te oí,
Cómo un hombre sentirá,
Si siente un pájaro así.
Mas no: una vid fué lasciva,
Que buscando fugitiva 20
Va el tronco donde se enlace,
Siendo el verdor con que abrace
El peso con que derriba.
No así con verdes abrazos
Me hagas pensar en quien amas, 25
Vid; que dudaré en tus lazos,
Si así abrazan unas ramas,
Cómo enraman unos brazos.
Y si no es la vid, será
Aquel girasol, que está 30
Viendo cara á cara al sol,
183
Tras cuyo hermoso arrebol
Siempre moviéndose va.
No sigas, no, tus enojos,
Flor, con marchitos despojos,
Que pensarán mis congojas, 5
Si así lloran unas hojas,
Cómo lloran unos ojos.
Cesa, amante ruiseñor,
Desúnete, vid frondosa,
Párate, inconstante flor, 10
Ó decid, ¿qué venenosa
Fuerza usáis?
(Coro)
Amor, amor.

EL ALCALDE DE ZALAMEA (CONSEJO DE CRESPO Á SU HIJO)

Por la gracia de Dios, Juan,
Eres de linaje limpio
Más que el sol, pero villano: 15
Lo uno y lo otro te digo,
Aquello, porque no humilles
Tanto tu orgullo y tu brío,
Que dejes, desconfiado,
De aspirar con cuerdo arbitrio 20
A ser más; lo otro, porqué
No vengas, desvanecido,
A ser menos: igualmente
Usa de entrambos designios
Con humildad; porque siendo 25
Humilde, con recto juicio
Acordarás lo mejor;
Y como tal, en olvido
184
Pondrás cosas que suceden
Al revés en los altivos.
¡Cuántos, teniendo en el mundo
Algún defecto consigo,
Le han borrado por humildes! 5
Y ¡á cuántos, que no han tenido
Defecto, se le han hallado,
Por estar ellos mal vistos!
Sé cortés sobremanera,
Sé liberal y esparcido; 10
Que el sombrero y el dinero
Son los que hacen los amigos;
Y no vale tanto el oro
Que el sol engendra en el indio
Suelo y que conduce el mar, 15
Como ser uno bienquisto.
No hables mal de las mujeres:
La más humilde, te digo
Que es digna de estimación,
Porque, al fin, dellas nacimos. 20
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

LÁGRIMAS

¡O cuánto el nacer, O cuánto,
Al morir es parecido!
Pues si nacimos llorando,
Llorando también morimos
¡O dulce Jesús mío, 25
No entres, Señor, con vuestro siervo en juicio!
Un gemido la primera
Salva fué que al mundo hicimos,
185
Y el último vale que
Le hacemos es un gemido.
¡O dulce Jesús mío,
No entres, Señor, con vuestro siervo en juicio!

Agustín de Salazar Torres

(1642–1675)

SONETO: Á LAS OJERAS DE UNA DAMA

Iluminados del color del cielo 5
Los párpados hermosos de unos ojos,
Raudales de zafir, que sin enojos
Los sentidos anegan por consuelo,
Piratas son del sol, que sin desvelo
Las luces roban á sus rayos rojos, 10
Que validos blasonan por despojos
Sombra á sus luces, y á sus rayos hielo.
Del alma más esquiva las potencias
El sitio azul, en cercos y clausura,
Sitiadas rinde sin acción violenta; 15
Que es imposible en tantas influencias
Resistir al imán de su hermosura
Por centro de la vida que la alienta.

Sor Juana Inés de la Cruz

(† 1700?)

REDONDILLAS

Hombres necios, que acusáis
A la mujer sin razón, 20
Sin ver que sois la ocasión
De lo mismo que culpáis;
186
Si con ansia sin igual
Solicitáis su desdén,
¿Por qué queréis que obren bien
Si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia, 5
Y luego con gravedad
Decís que fué liviandad
Lo que hizo la diligencia.
Queréis con presunción necia
Hallar á la que buscáis, 10
Para pretendida Lais
Y en la posesión Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
Que el que, falto de consejo,
Él mismo empaña el espejo 15
Y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
Tenéis condición igual,
Quejándoos si os tratan mal,
Burlándoos si os quieren bien. 20
Opinión ninguna gana,
Pues la que más se recata,
Si no os admite, es ingrata,
Y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis, 25
Que con desigual nivel
A una culpáis por cruel,
De fácil á otra culpáis.
Pues ¿como ha de estar templada
La que vuestro amor pretende, 30
Si la que es ingrata ofende,
Y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena
Que vuestro gusto refiere,
187
¡Bien haya la que no os quiere!
Y quejaos enhorabuena.
Dan vuestras amantes penas
A sus libertades alas;
Y después de hacerlas malas, 5
Las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
En una pasión errada?
¿La que cae de rogada
Ó el que ruega de caído? 10
Ó ¿cuál es más de culpar,
Aunque cualquiera mal haga,
La que peca por la paga
Ó el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis 15
De la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis,
Ó hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
Y después, con más razón, 20
Acusaréis la afición
De la que os fuere á rogar.
Bien con muchas armas fundo
Que lidia vuestra arrogancia,
Pues en promesa é instancia, 25
Juntáis diablo, carne y mundo.

SONETO: ENTRE ENCONTRADAS CORRESPONDENCIAS VALE MÁS AMAR QUE ABORRECER

Al que ingrato me deja, busco amante;
Al que amante me sigue, dejo ingrata;
Constante adoro á quien mi amor maltrata;
Maltrato á quien mi amor busca constante. 30
188
Al que trato de amor hallo diamante,
Y soy diamante al que de amor me trata;
Triunfante quiero ver al que me mata,
Y mato al que me quiere ver triunfante.
Si á éste pago, padece mi deseo; 5
Si ruego á aquel, mi pundonor enojo;
De entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo por mejor partido escojo,
De quien no quiero ser violento empleo,
Que de quien no me quiere vil despojo. 10
189

III
POESÍAS DEL SIGLO XVIII

191

Ignacio de Luzán

(1702–1754)

CANCIÓN

I
Ya vuelve el triste invierno,
Desde el confín del Sármata aterido,
A turbar nuestros claros horizontes
Con el ceñudo aspecto y faz rugosa,
Con que, á influjos de la Osa, 5
Manda intratable en los rifeos montes
Y en la Zembla polar, donde temido
Señor de eterna nieve y hielo eterno,
Con tirano gobierno,
La entrada niega á todo trato humano; 10
El piloto holandés se atreve en vano,
Ávido pescador del Ceto inmenso,
A surcar codicioso
El piélago glacial; el frío intenso
Pára su rumbo, y deja riguroso 15
En remota región, lejos del puerto,
La quilla inmoble, el navegante yerto.
II
La hermosa primavera
Desterrará al invierno, coronada
La bella frente de jazmín y rosa, 20
Cual iris que en las nubes aparece;
192
Se alegra y reverdece
A su vista la tierra, y olorosa
Recrea los sentidos, recobrada
La lozanía y juventud primera.
Poco antes prisionera 5
La fuentecilla de enemigo hielo,
Ya entonces libre fertiliza el suelo,
Y nuevas yerbas alimenta y cría;
Robles, hayas y pinos
Vuelven á hacer la selva más umbría; 10
En tanto al aire mil suaves trinos
Esparcen las canoras avecillas,
Más agradables cuanto más sencillas.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Vicente Antonio García de la Huerta

(1734–1787)

SONETO: EL VERDADERO AMOR

Antes al cielo faltarán estrellas,
Al mar peligros, pájaros al viento, 15
Al sol su resplandor y movimiento,
Y al fuego abrasador vivas centellas;
Antes al campo producciones bellas,
Al monte horror, al llano esparcimiento,
Torpes envidias al merecimiento, 20
Y al no admitido amor tristes querellas;
Antes sus flores á la primavera,
Ardores inclementes al estío,
Al otoño abundancia lisonjera
Y al aterido invierno hielo y frío, 25
Que ceda un punto de su fe primera,
Cuanto menos que falte, el amor mío.
193

Jorge Pitillas (José Gerardo de Hervás)

(† 1742)

SÁTIRA CONTRA LOS MALOS ESCRITORES DE SU TIEMPO

No más, no más callar, ya es imposible:
¡Allá voy! no me tengan: ¡fuera! digo,
Que se desata mi maldita horrible.
No censures mi intento, ¡o Lelio amigo!,
Pues sabes cuánto tiempo he contrastado 5
El fatal movimiento, que ahora sigo.
Ya toda mi cordura se ha acabado:
Ya llegó la paciencia al postrer punto,
Y la atacada mina se ha volado.
Protesto que, pues hablo en el asunto, 10
Ha de ir lo de antaño y lo de ogaño,
Y he de echar el repollo todo junto.
Las piedras, que mil días há que apaño,
He de tirar sin miedo, aunque con tiento,
Por vengar el común y el propio daño. 15
Baste ya de un indigno sufrimiento,
Que reprimió con débiles reparos
La justa saña del conocimiento.
He de seguir la senda de los raros:
Que mendigar sufragios de la Plebe 20
Acarrea perjuicios harto caros.
Y ya que otro no chista, ni se mueve,
Quiero yo ser satírico Quijote
Contra todo escritor follón y aleve.
Guerra declaro á todo Monigote; 25
Y pues sobran justísimos pretextos,
Palo habrá de los pies hasta el cogote.
No me amedrentes, Lelio, con tus gestos,
194
Que ya he advertido, y el callar á todo
Es confundirse tontos y modestos.
En vano intentas con severo modo
Serenar el furor que me arrebata,
Ni á tus pánicos miedos me acomodo. 5
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Un título pomposo y halagueño,
Impreso en un papel azafranado,
Da del libro magnífico diseño.
Atiza la gaceta por su lado;
Y es gran gusto comprar por pocos reales 10
Un librejo amarillo y jaspeado.
Caen en la tentación los animales,
Y aun los que no lo son, porque desean
Ver a sus compatriotas racionales.
Pero, ¡oh dolor! mis ojos no lo vean: 15
Al leer del frontis el renglón postrero,
La esperanza y el gusto ya flaquean.
Marín, Sanz ó Muñoz son mal agüero,
Pues engendran sus necias oficinas
Todo libro civil y chapucero. 20
Crecen á cada paso las mohinas,
Viendo brotar por planas y renglones
Mil sandeces insulsas y mezquinas.
Toda Dedicatoria es clausulones,
Y voces de pie y medio, que al Mecenas 25
Le dan, en vez de inciensos, coscorrones.
Todo Prólogo entona cantilenas,
En que el autor se dice gran supuesto,
Y Bachiller por Lugo ó por Atenas.
No menos arrogante é inmodesto 30
Pondera su proyecto abominable,
Y ofrece de otras obras dar un cesto.
Yo lo fío, copiante perdurable,
195
Que de ajenos andrajos mal zurcidos,
Formas un libro ingerto en porro ó sable;
Y hurgando en albañales corrompidos
De una y otra asquerosa Poliantea,
Nos apestas el alma y los sentidos. 5
El estilo y la frase inculta y fea
Ocupa la primera y postrer llana,
Que leo enteras, sin saber que lea.
No halla la inteligencia, siempre vana,
Sentido en que emplearse, y en las voces 10
Derelinques la frase castellana.
¿Por qué nos das tormentos tan atroces?
Habla bribón, con menos retornelos,
A paso llano, y sin vocales coces.
Habla como han hablado tus abuelos, 15
Sin hacer profesión de boquilobo,
Y en tono que te entienda Cienpozuelos.
Perdona, Lelio, el descortés arrobo,
Que en llegando á este punto no soy mío,
Y estoy con tales cosas hecho un bobo. 20
Déjame lamentar el desvarío,
De que nuestra gran lengua esté abatida,
Siendo de la elocuencia el mayor río.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
La vista de un mal libro me es terrible;
Y en mi mano no está, que en este caso 25
Me deje dominar de la irascible.
Días há que con ceño nada escaso
Hubiera desahogado el entresijo
De las fatigas tétricas que paso,
Si tú, en tus cobardías siempre fijo, 30
No hubieras conseguido reportarme;
196
Pero ya se fué, amigo, quien lo dijo.
De aquí adelante pienso desquitarme;
Tengo que hablar, y caiga el que cayere,
En vano es detenerme y predicarme.
Y si acaso tú ú otro me dijere 5
Que soy semipagano, y corta pala,
Y que este empeño más persona quiere,
Sabe, Lelio, que en esta cata y cala
La furia que me impele, y que me ciega,
Es la que el desempeño me señala; 10
Que aunque es mi Musa principiante y lega,
Para escribir contra hombres tan perversos,
Si la naturaleza me lo niega,
La misma indignación me hará hacer versos.

Nicolás Fernández de Moratín

(1737–1780)

LA FIESTA DE TOROS EN MADRID

Madrid, castillo famoso 15
Que al rey moro alivia el miedo,
Arde en fiestas en su coso
Por ser el natal dichoso
De Alimenón de Toledo.
Su bravo alcaide Aliatar, 20
De la hermosa Zaida amante,
Las ordena celebrar,
Por si la puede ablandar
El corazón de diamante.
Pasó, vencida á sus ruegos, 25
Desde Aravaca á Madrid;
Hubo pandorgas y fuegos,
197
Con otros nocturnos juegos
Que dispuso el adalid.
Y en adargas y colores,
En las cifras y libreas,
Mostraron los amadores, 5
Y en pendones y preseas,
La dicha de sus amores.
Vinieron las moras bellas
De toda la cercanía,
Y de lejos muchas de ellas: 10
Las más apuestas doncellas
Que España entonces tenía.
Aja de Jetafe vino,
Y Zahara la de Alcorcón,
En cuyo obsequio muy fino 15
Corrió de un vuelo el camino
El moraicel de Alcabón.
Jarifa de Almonacid,
Que de la Alcarria en que habita
Llevó á asombrar á Madrid 20
Su amante Audalla, adalid
Del castillo de Zorita.
De Adamuz y la famosa
Meco llegaron allí
Dos, cada cual más hermosa, 25
Y Fatima la preciosa,
Hija de Alí el alcadí.
El ancho circo se llena
De multitud clamorosa,
Que atiende á ver en su arena 30
La sangrienta lid dudosa,
Y todo en torno resuena.
La bella Zaida ocupó
Sus dorados miradores
198
Que el arte filigranó
Y con espejos y flores
Y damascos adornó.
Añafiles y atabales,
Con militar armonía, 5
Hicieron salva y señales
De mostrar su valentía
Los moros principales.
No en las vegas de Jarama
Pacieron la verde grama 10
Nunca animales tan fieros
Junto al puente que se llama,
Por sus peces, de Viveros,
Como los que el vulgo vió
Ser lidiadores aquel día; 15
Y en la fiesta que gozó,
La popular alegría
Muchas heridas costó.
Salió un toro del toril,
Y á Tarfe tiró por tierra, 20
Y luego á Benalguacil;
Después con Hamete cierra,
El temerón de Conil.
Traía un ancho listón
Con uno y otro matiz 25
Hecho un lazo por airón,
Sobre la enhiesta cerviz
Clavado con un arpón.
Todo galán pretendía
Ofrecerle vencedor 30
A la dama que servía:
Por eso perdió Almanzor
El potro que más quería.
El alcaide muy zambrero
199
De Guadalajara huyó,
Mal herido al golpe fiero,
Y desde un caballo overo
El moro de Horche cayó.
Todos miran á Aliatar, 5
Que aunque tres toros ha muerto
No se quiere aventurar;
Porque en lance tan incierto
El caudillo no ha de entrar.
Mas viendo se culparía, 10
Va á ponerse delante:
La fiera le acometía,
Y sin que el rejón le plante
Le mató una yegua pía.
Otra monta acelerado: 15
Le embiste el toro de un vuelo.
Cogiéndole entablerado;
Rodó el bonete encarnado
Con las plumas por el suelo.
Dió vuelta hiriendo y matando 20
A los de pie que encontrara,
El circo desocupando;
Y emplazándose, se para,
Con la vista amenazando.
Nadie se atreve á salir: 25
La plebe grita indignada,
Las damas se quieren ir,
Porque la fiesta empezada
No puede ya proseguir.
Ninguno al riesgo se entrega 30
Y está en medio el toro fijo;
Cuando un portero que llega
De la puerta de la Vega
Hincó la rodilla y dijo:
200
«Sobre un caballo alazano,
Cubierto de galas y oro,
Demanda licencia urbano
Para alancear á un toro
Un caballero cristiano.» 5
Mucho le pesa á Aliatar;
Pero Zaida dió respuesta
Diciendo que puede entrar;
Porque en tan solemne fiesta
Nada se debe negar. 10
Suspenso el concurso entero
Entre dudas se embaraza,
Cuando en un potro ligero
Vieron entrar por la plaza
Un bizarro caballero; 15
Sonrosado, albo color,
Belfo labio, juveniles
Alientos, inquieto ardor,
En el florido verdor
De sus lozanos abriles. 20
Cuelga la rubia guedeja
Por donde el almete sube,
Cual mirarse tal vez deja
Del sol la ardiente madeja
Entre cenicienta nube. 25
Gorguera de anchos follajes,
De una cristiana primores,
En el yelmo los plumajes,
Por los visos y celajes
Vergel de diversas flores. 30
En la cuja gruesa lanza,
Con recamado pendón,
Y una cifra á ver se alcanza
201
Que es de desesperación,
Ó á lo menos de venganza.
En el arzón de la silla
Ancho escudo reverbera
Con blasones de Castilla, 5
Y el mote dice á la orilla:
Nunca mi espada venciera.
Era el caballo galán,
El bruto más generoso,
De más gallardo ademán; 10
Cabos negros, y brioso,
Muy tostado y alazán.
Larga cola recogida
En las piernas descarnadas,
Cabeza pequeña, erguida, 15
Las narices dilatadas,
Vista feroz y encendida.
Nunca en el ancho rodeo
Que da Betis con tal fruto
Pudo fingir el deseo 20
Más bella estampa de bruto,
Ni más hermoso paseo.
Dió la vuelta al rededor:
Los ojos que le veían
Lleva prendados de amor. 25
¡Alah te salve! decían,
¡Déte el Profeta favor!
Causaba lástima y grima
Su tierna edad floreciente:
Todos quieren que se exima 30
Del riesgo, y él solamente
Ni recela ni se estima.
Las doncellas, al pasar,
Hacen de ámbar y alcanfor
202
Pebeteros exhalar,
Vertiendo pomos de olor
De jazmines y azahar.
Mas cuando en medio se para,
Y de más cerca le mira 5
La cristiana esclava Aldara,
Con su señora se encara,
Y así le dice, y suspira:
«Señora, sueños no son;
Así los cielos vencidos 10
De mi ruego y aflicción,
Acerquen á mis oídos
Las campanas de León,
«Como ese doncel que ufano
Tanto asombro viene á dar 15
A todo el pueblo africano,
Es Rodrigo de Bivar,
El soberbio Castellano.»
Sin descubrirle quién es,
La Zaida desde una almena 20
Le habló una noche cortés
Por donde se abrió después
El cubo de la Almudera;
Y supo que fugitivo
De la corte de Fernando, 25
El Cristiano, apenas vivo,
Está á Jimena adorando
Y en su memoria cautivo.
Tal vez á Madrid se acerca
Con frecuentes correrías, 30
Y todo en torno la cerca,
Observa sus saetías,
Arroyadas y ancha alberca.
Por eso le ha conocido:
203
Que en medio de aclamaciones,
El caballo ha detenido
Delante de sus balcones
Y la saluda rendido.
La Mora se puso en pie, 5
Y sus doncellas detrás:
El alcaide que lo ve,
Enfurecido además,
Muestra cuán celoso esté.
Suena un rumor placentero 10
Entre el vulgo de Madrid:
No habrá mejor caballero,
Dicen, en el mundo entero;
Y algunos le llaman Cid.
Crece la algazara, y él 15
Torciendo las riendas de oro,
Marcha al combate crüel:
Alza el galope y al toro
Busca en sonoro tropel.
El bruto se le ha encarado 20
Desde que le vió llegar,
De tanta gala asombrado;
Y al rededor le ha observado
Sin moverse de un lugar.
Cual flecha se disparó 25
Despedida de la cuerda,
De tal suerte le embistió;
Detrás de la oreja izquierda
La aguda lanza le hirió.
Brama la fiera burlada; 30
Segunda vez acomete,
De espuma y sudor bañada;
Y segunda vez le mete
Sutil la punta acerada.
204
Pero ya Rodrigo espera
Con heroico atrevimiento,
El pueblo mudo y atento;
Se engalla el toro y altera,
Y finge acometimiento. 5
La arena escarba ofendido,
Sobre la espalda la arroja
Con el hueso retorcido;
El suelo huele y le moja
En ardiente resoplido. 10
La cola inquieto menea,
La diestra oreja mosquea,
Vase retirando atrás,
Para que la fuerza sea
Mayor, y el ímpetu más. 15
El que en esta ocasión viera
De Zaida el rostro alterado
Claramente conociera
Cuánto le cuesta cuidado
El que tanto riesgo espera. 20
Más ¡ay! que le embiste horrendo
El animal espantoso.
Jamás peñasco tremendo
Del Cáucaso cavernoso
Se desgaja, estrago haciendo, 25
Ni llama así fulminante,
Cruza en negra oscuridad,
Con relámpagos delante,
Al estrépito tonante
De sonora tempestad, 30
Como el bruto se abalanza
En terrible ligereza;
Mas rota con gran pujanza
205
La alta nuca, la fiereza
Y el último aliento lanza.
La confusa vocería
Que en tal instante se oyó
Fué tanta, que parecía 5
Que honda mina reventó,
Ó el monte y valle se hundía.
A caballo como estaba,
Rodrigo el lazo alcanzó
Con que el toro se adornaba: 10
En su lanza le clavó
Y á los balcones llegaba.
Y alzándose en los estribos,
Le alarga á Zaida, diciendo:
«Sultana, aunque bien entiendo 15
Ser favores excesivos,
Mi corto don admitiendo,
«Si no os dignáredes ser
Con él benigna, advertid
Que á mí me basta saber 20
Que no le debo ofrecer
A otra persona en Madrid.»
Ella, el rostro placentero,
Dijo, y turbada: «señor,
Yo le admito y le venero, 25
Por conservar el favor
De tan gentil caballero.»
Y besando el rico don,
Para agradar al doncel
Le prende con afición 30
Al lado del corazón,
Por brinquiño y por joyel.
Pero Aliatar el caudillo
De envidia ardiendo se ve:
206
Y trémulo y amarillo,
Sobre un tremecén rosillo
Lozaneándose fué.
Y en ronca voz, «Castellano,»—
Le dice,—«con más decoros 5
Suelo yo dar de mi mano,
Si no penachos de toros,
Las cabezas de Cristiano.
«Y si vinieras de guerra
Cual vienes de fiesta y gala, 10
Vieras que en toda la tierra,
Al valor que dentro encierra
Madrid, ninguno se iguala.»
«Así,»—dijo el de Bivar,—
«Respondo,» y la lanza en ristre 15
Pone, y espera á Aliatar;
Mas sin que nadie administre
Orden, tocaron á armar.
Y fiero bando con gritos
Su muerte ó prisión pedía, 20
Cuando se oyó en los distritos
Del monte de Leganitos
Del Cid la trompetería.
Entre la Moncloa y Soto
Tercio escogido emboscó, 25
Que viendo cómo tardó,
Se acercó, oyó el alboroto,
Y al muro se abalanzó.
Y si no vieran salir
Por la puerta á su señor 30
Y Zaida á le despedir,
Iban la fuerza á embestir:
Tal era ya su furor.
El alcaide, recelando
207
Que en Madrid tenga partido,
Se templó, disimulando;
Y por el parque florido
Salió con él razonando.
Y es fama, que á la bajada 5
Juró por la cruz el Cid
De su vencedora espada,
De no quitar la celada
Hasta que gane á Madrid.

José de Cadalso

(1741–1782)

SOBRE SER LA POESÍA UN ESTUDIO FRÍVOLO

Llegóse á mí con el semblante adusto, 10
Con estirada ceja y cuello erguido
(Capaz de dar un peligroso susto
Al tierno pecho del rapaz Cupido),
Un animal de los que llaman sabios,
Y de este modo abrió sus secos labios: 15
«No cantes más de amor. Desde este día
Has de olvidar hasta su necio nombre;
Aplícate á la gran filosofía;
Sea tu libro el corazón del hombre.»
Fuése, dejando mi alma sorprendida 20
De la llegada, arenga y despedida.
¡Adiós, Filis, adiós! No más amores,
No más requiebros, gustos y dulzuras,
No más decirte halagos, darte flores,
No más mezclar los celos con ternuras, 25
No más cantar por monte, selva ó prado
Tu dulce nombre al eco enamorado;
208
No más llevarte flores escogidas,
Ni de mis palomitas los hijuelos,
Ni leche de mis vacas más queridas,
Ni pedirte ni darte ya más celos,
Ni más jurarte mi constancia pura, 5
Por Venus, por mi fe, por tu hermosura.
No más pedirte que tu blanca diestra
En mi sombrero ponga el fino lazo,
Que en sus colores tu firmeza muestra,
Que allí le colocó tu airoso brazo; 10
No más entre los dos un albedrío;
Tuyo mi corazón, el tuyo mío.
Filósofo he de ser, y tú, que oíste
Mis versos amorosos algún día,
Oye sentencias con estilo triste 15
Ó lúgubres acentos, Filis mía,
Y di si aquel que requebrarte sabe,
Sabe también hablar en tono grave.

Gaspar Melchor de Jovellanos

(1744–1811)

CANTO GUERRERO (PARA LOS ASTURIANOS)

A las armas, valientes Astures,
Empuñadlas con nuevo vigor; 20
Que otra vez el tirano de Europa
El solar de Pelayo insultó.
Ved que fieros sus viles esclavos
Se adelantan del Sella al Nalón,
Y otra vez sus pendones tremolan 25
Sobre Torres, Naranco y Gozón.
Corred, corred briosos,
Corred á la victoria,
209
Y á nueva eterna gloria
Subid vuestro valor.
Cuando altiva al dominio del mundo
La señora del Tibre aspiró,
Y la España en dos siglos de lucha 5
Puso freno á su loca ambición;
Ante Asturias sus águilas sólo
Detuvieron el vuelo veloz,
Y el feliz Octaviano á su vista
Desmayado y enfermo tembló. 10
Corred, corred briosos, etc.
Cuando Suevos, Alanos y Godos
Inundaban el suelo español;
Cuando atónita España rendía
La cerviz á su yugo feroz; 15
Cuando audaz Leovigildo, y triunfante
De Toledo corría á León;
Vuestros padres, alzados en Arvas,
Refrenaron su insano furor.
Corred, corred briosos, etc. 20
Desde el Lete hasta el Piles Tarique
Con sus lunas triunfando llegó,
Y con robos, incendios y muertes
Las Españas llenó de terror;
Pero opuso Pelayo á su furia 25
El antiguo asturiano valor;
Y sus huestes el cielo indignado
Desplomando, el Auseva oprimió.
Corred, corred briosos, etc.
En Asturias Pelayo alzó el trono 30
Que Ildefonso afirmó vencedor;
La victoria ensanchó sus confines,
La victoria su fama extendió.
Trece reyes su imperio rigieron,
210
Héroes mil realzaron su honor,
Y engendraron los héroes que altivos
Dieron gloria á Castilla y León.
Corred, corred briosos, etc.
Y hoy que viene un villano enemigo 5
Libertad á robaros y honor,
¿En olvido pondréis tantas glorias?
¿Sufriréis tan indigno baldón?
Menos fuerte que el fuerte Romano,
Más que el Godo y el Árabe atroz, 10
¿Sufriréis que esclavice la patria,
Que el valor de Pelayo libró?
Corred, corred briosos, etc.
No creáis invencibles ni bravos
En la lid á esos bárbaros, no; 15
Sólo en artes malignas son fuertes,
Sólo fuertes en dolo y traición.
Si en Bailén de sus águilas vieron
Humillado el mentido esplendor,
De Valencia escaparon medrosos, 20
Zaragoza su fama infamó.
Corred, corred briosos, etc.
Alcañiz arrastró sus banderas,
El Alberche su sangre bebió,
Ante el Tormes cayeron batidos, 25
Y Aranjuez los llenó de pavor.
Fué la heroica Gerona su oprobio,
Llobregat reprimió su furor,
Y las ondas y muros de Gades
Su sepulcro serán y baldón. 30
Corred, corred briosos, etc.
Y vosotros de Lena y Miranda
¿No los visteis huir con terror?
211
Y no visteis que en Grado y Doriga
Su vil sangre los campos regó?
Pues ¿quién hoy vuestra furia detiene?
Pues ¿quién pudo apagar vuestro ardor?
Los que ayer eran flacos, cobardes, 5
¿Serán fuertes, serán bravos hoy?
Corred, corred briosos, etc.
Cuando os pide el amor sacrificios,
Cuando os pide venganza el honor,
¿Cómo no arde la ira en los pechos? 10
¿Quién los brazos nerviosos ató?
A las armas, valientes Astures,
Empuñadlas con nuevo vigor;
Que otra vez con sus huestes el Corso
El solar de Pelayo manchó. 15
Corred, corred briosos,
Corred á la victoria,
Y á nueva eterna gloria
Subid vuestro valor.

Juan Meléndez Valdés

(1754–1817)

ODA: Á UN RUISEÑOR

¡Con qué alegres cantares 20
Oh ruiseñor, celebras
Tu dicha, y de tu amada
El tierno afán recreas!
Ella del blando nido
Te responde halagueña 25
Con piadas süaves,
Y se angustia si cesas.
212
Las otras aves callan;
Y el eco tus querellas
Con voz aduladora
Repite por la selva;
Mientras el cefirillo, 5
De invidioso, te inquieta,
Las hojas agitando
Con ala más traviesa.
Tú cesas y te turbas:
Atento adonde suena 10
Te vuelves, y cobarde
De ramo en ramo vuelas.
Mas luego ya seguro,
Los silbos le remedas,
El triunfo solemnizas, 15
Y tornas á tus quejas.
Así la noche engañas,
Y el sol, cuando despierta,
Aun goza la armonía
De tu amorosa vela. 20
¡Oh avecilla felice!
¡Oh! ¡qué bien la fineza
De tu pecho encareces
Con tu voz lisonjera!
Ya pías cariñoso, 25
Ya más alto gorjeas,
Ya al ardor que te agita,
Tu garganta enajenas.
¡Oh! no ceses, no ceses
En tan dulce tarea, 30
Que en delicias de oirte
Mi espíritu se anega.
Así el cielo tu nido
De asechanzas defienda,
213
Y tu amable consorte
Fiel por siempre te sea.
Yo también soy cautivo:
También yo, si tuviera
Tu piquito agradable, 5
Te diría mis penas;
Y en sencillos coloquios
Alternando las letras,
Tú cantaras tus glorias,
Y yo mi fe sincera; 10
Que los malignos hombres
Burlan de la inocencia,
Y expónese á su risa
Quien su dicha les cuenta.

ROMANCE: LA LLUVIA

Bien venida ¡oh lluvia! seas 15
A refrescar nuestros valles,
Y á traernos la abundancia
Con tu rocío agradable.
Bien vengas á dar la vida
A las flores, que fragantes, 20
Para mejor recibirte,
Rompen ya su tierno cáliz;
Do á sus galanos colores,
En primoroso contraste,
Tus perlas, del sol heridas, 25
Brillan cual ricos diamantes.
Bien vengáis, alegres aguas,
Fausto alivio del cobarde
Labrador, que ya temía
Malogrados sus afanes. 30
Bajad, bajad; que la tierra
Su agostado seno os abre,
214
Do os aguardan mil semillas
Para al punto fecundarse.
Bajad, y del mustio prado
Vuestro humor la sed apague,
Y su lánguida verdura 5
Reanimada se levante;
Tejiendo un muelle tapete,
Cuyo hermoso verde manchen
Los más vistosos matices
Como en agraciado esmalte. 10
Bajad, bajad en las alas
Del vago viento; empapadle
En frescura deleitosa,
Y el pecho lo aspire fácil.
Bajad; ¡oh, cómo al oído 15
Encanta el ruido süave
Que entre las trémulas hojas,
Cayendo, las gotas hacen!
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

LETRILLA: Á UNOS LINDOS OJOS

Tus lindos ojuelos
Me matan de amor.
Ora vagos giren,
Ó párense atentos, 20
Ó miren exentos,
Ó lánguidos miren,
Ó injustos se aïren
Culpando mi ardor,
Tus lindos ojuelos 25
Me matan de amor.
Si al fanal del día
Emulando ardientes,
Alientan clementes
La esperanza mía, 30
Y en su halago fía
Mi crédulo error,
Tus lindos ojuelos
Me matan de amor.
Si evitan, arteros, 35
Encontrar los míos,
Sus falsos desvíos
Me son lisonjeros.
215
Negándome fieros
Su dulce favor,
Tus lindos ojuelos
Me matan de amor.
Los cierras burlando, 5
Y ya no hay amores,
Sus flechas y ardores
Tu juego apagando:
Yo entonces, temblando,
Clamo en tanto horror: 10
Tus lindos ojuelos
Me matan de amor.
Los abres riente,
Y el amor renace,
Y en gozar se place 15
De su nuevo oriente;
Cantando demente
Yo al ver su fulgor:
Tus lindos ojuelos
Me matan de amor. 20
Tórnalos, te ruego,
Niña, hacia otro lado,
Que casi he cegado
De mirar su fuego
¡Ay! tórnales luego; 25
No con más rigor
Tus lindos ojuelos
Me matan de amor.

Fray Diego González

(1733–1794)

TRADUCCIÓN DEL SALMO VIII

¡Cuán grande y admirable,
Oh Señor, en quien nuestro bien se encierra, 30
Es tu nombre adorable
En todo cuanto cierra
La redondez inmensa de la tierra!
Pues la magnificencia
Que en tus excelsas obras se ha mostrado, 35
En poderío y ciencia
Así ha sobrepujado,
Que más que el alto cielo se ha elevado.
Sacaste tú alabanza
De infantil boca, que aun enjuga el pecho; 40
La enemiga alianza
216
Confundida, y deshecho
El odio vengador y su despecho.
Que si los cielos miro,
Esmero de tu mano omnipotente,
Y el desvelado giro 5
De la luna luciente,
Y de estrellas el coro refulgente,
Luego digo, admirando:
¿Qué es el hombre, que tanto le encareces
Tu amor, ó el engendrado 10
Del hombre, que mil veces
Con tu visitación le favoreces?
Poco menos le hiciste
Que el ángel, y de honor le coronaste
Y gloria, y le pusiste, 15
Luego que le formaste,
Sobre todas las cosas que criaste.
Y todo sometido
Lo dejaste á sus pies y á su mandado;
El rebaño vestido 20
De lana, el buey pausado,
Y cuanto pace yerba en monte ó prado;
Y las ligeras aves,
Que alzan el vuelo á la región vacía.
Y los pescados graves, 25
Que cruzan á porfía
Las sendas de la mar salada y fría.
¡Cuán grande y admirable,
Oh Señor, en quien nuestro bien se encierra,
Es tu nombre adorable 30
En todo cuanto cierra
La redondez inmensa de la tierra!
Al Padre poderoso,
Al Hijo sin fin sabio, y al supremo
217
Espíritu amoroso
Se dé el honor eterno
Ahora y siempre y por siglo sempiterno.

EL MURCIÉLAGO ALEVOSO

Estaba Mirta bella
Cierta noche formando en su aposento, 5
Con gracioso talento,
Una tierna canción, y porque en ella
Satisfacer á Delio meditaba,
Que de su fe dudaba,
Con vehemente expresión le encarecía 10
El fuego que en su casto pecho ardía.
Y estando divertida,
Un murciélago fiero, ¡suerte insana!
Entró por la ventana;
Mirta dejó la pluma, sorprendida, 15
Temió, gimió, dió voces, vino gente;
Y al querer diligente
Ocultar la canción, los versos bellos
De borrones llenó, por recogellos.
Y Delio, noticioso 20
Del caso que en su daño había pasado,
Justamente enojado
Con el fiero murciélago alevoso,
Que había la canción interrumpido,
Y á su Mirta afligido, 25
En cólera y furor se consumía,
Y así á la ave funesta maldecía:
«Oh monstruo de ave y bruto,
Que cifras lo peor de bruto y ave,
Visión nocturna grave, 30
Nuevo horror de las sombras, nuevo luto,
218
De la luz enemigo declarado,
Nuncio desventurado
De la tiniebla y de la noche fría,
¿Qué tienes tú que hacer donde está el día?
«Tus obras y figura 5
Maldigan de común las otras aves,
Que cánticos suaves
Tributan cada día á la alba pura;
Y porque mi ventura interrumpiste,
Y á su autor afligiste, 10
Todo el mal y desastre te suceda
Que á un murciélago vil suceder pueda.
«La lluvia repetida,
Que viene de lo alto arrebatada,
Tan sólo reservada 15
A las noches, se oponga á tu salida;
Ó el relámpago pronto reluciente
Te ciegue y amedrente;
Ó soplando del Norte recio el viento,
No permita un mosquito á tu alimento. 20
«La dueña melindrosa,
Tras el tapiz do tienes tu manida,
Te juzgue, inadvertida,
Por telaraña sucia y asquerosa,
Y con la escoba al suelo te derribe; 25
Y al ver que bulle y vive,
Tan fiera y tan ridícula figura,
Suelte la escoba y huya con presura.
«Y luego sobrevenga,
El juguetón gatillo bullicioso, 30
Y primero medroso
Al verte, se retire y se contenga,
Y bufe y se espeluce horrorizado,
Y alce el rabo esponjado,
219
Y el espinazo en arco suba al cielo,
Y con los pies apenas toque el suelo.
«Mas luego recobrado,
Y del primer horror convalecido,
El pecho al suelo unido, 5
Traiga el rabo del uno al otro lado,
Y cosido en la tierra, observe atento;
Y cada movimiento
Que en ti llegue á notar su perspicacia,
Le provoque al asalto y le dé audacia. 10
«En fin sobre ti venga,
Te acometa y ultraje sin recelo,
Te arrastre por el suelo,
Y á costa de tu daño se entretenga;
Y por caso las uñas afiladas 15
En tus alas clavadas,
Por echarte de sí con sobresalto,
Te arroje muchas veces á lo alto.
«Y acuda á tus chillidos
El muchacho, y convoque á sus iguales, 20
Que con los animales
Suelen ser comúnmente desabridos;
Que á todos nos dotó naturaleza
De entrañas de fiereza,
Hasta que ya la edad ó la cultura 25
Nos dan humanidad y más cordura.
«Entre con algazara
La pueril tropa, al daño prevenida,
Y lazada oprimida
Te echen al cuello con fiereza rara; 30
Y al oirte chillar alcen el grito
Y te llamen maldito;
Y creyéndote al fin del diablo imagen,
Te abominen, te escupan y te ultrajen.
220
«Luego por las telillas
De tus alas te claven el postigo,
Y se burlen contigo,
Y al hocico te apliquen candelillas,
Y se rían con duros corazones 5
De tus gestos y acciones,
Y á tus tristes querellas ponderadas
Correspondan con fiesta y carcajadas.
«Y todos bien armados
De piedras, de navajas,de aguijones, 10
De clavos, de punzones,
De palos por los cabos afilados
(De diversión y fiesta ya rendidos),
Te embistan atrevidos,
Y te quiten la vida con presteza, 15
Consumando en el modo su fiereza.
«Te puncen y te sajen,
Te tundan, te golpeen, te martillen,
Te piquen, te acribillen,
Te dividan, te corten y te rajen, 20
Te desmiembren, te partan, te degüellen,
Te hiendan, te desuellen,
Te estrujen, te aporreen, te magullen,
Te deshagan, confundan y aturrullen.
«Y las supersticiones 25
De las viejas creyendo realidades,
Por ver curiosidades,
En tu sangre humedezcan algodones;
Para encenderlos en la noche oscura,
Creyendo sin cordura 30
Que verán en el aire culebrinas
Y otras tristes visiones peregrinas.
«Muerto ya, te dispongan
El entierro, te lleven arrastrando,
221
Gori, gori, cantando,
Y en dos filas delante se compongan
Y otras, fingiendo voces lastimeras,
Sigan de plañideras,
Y dirijan entierro tan gracioso 5
Al muladar más sucio y asqueroso;
«Y en aquella basura
Un hoyo hondo y capaz te faciliten,
Y en él te depositen,
Y allí te den debida sepultura; 10
Y para hacer eterna tu memoria,
Compendiada tu historia
Pongan en una losa duradera,
Cuya letra dirá de esta manera.
Epitafio
«Aquí yace el murciélago alevoso, 15
Que al sol horrorizó y ahuyentó el día,
De pueril saña triunfo lastimoso,
Con cruel muerte pagó su alevosía:
No sigas, caminante, presuroso,
Hasta decir sobre esta losa fría: 20
Acontezca tal fin y tal estrella
A aquel que mal hiciere á Mirta bella.»

José Iglesias de la Casa

(1753–1791)

LETRILLA: LA ROSA DE ABRIL

Zagalas del valle
Que al prado venís
A tejer guirnaldas 25
De rosa y jazmín,
Parad en buen hora,
Y al lado de mí
Mirad más florida
La rosa de Abril. 30
222
Su sien coronada
De fresco alhelí,
Excede á la aurora
Que empieza á reir,
Y más si en sus ojos, 5
Llorando por mí,
Sus perlas asoma
La rosa de Abril.
Veis allí la fuente,
Veis el prado aquí 10
Do la vez primera
Sus luceros ví;
Y aunque de sus ojos
Yo el cautivo fuí,
Su dueño me llama 15
La rosa de Abril.
Le dije: ¿Me amas?
Díjome ella: ;
Y porque lo crea,
Me dió abrazos mil; 20
El Amor, de envidia,
Cayó muerto allí,
Viendo cuál me amaba
La rosa de Abril.
De mi rabel dulce 25
El eco sutil
Un tiempo escucharon
Londra y colorín;
Que nadie más que ellos
Me oyera entendí, 30
Y oyéndome estaba
La rosa de Abril.
En mi blanda lira
Me puse á esculpir
Su hermoso retrato 35
De nieve y carmín;
Pero ella me dijo:
«Mira el tuyo aquí»;
Y el pecho mostróme
La rosa de Abril. 40
El rosado aliento
Que yo á percibir
Llegué de sus labios,
Me saca de mí:
Bálsamo de Arabia 45
Y olor de jazmín
Excede en fragancia
La rosa de Abril.
El grato mirar,
El dulce reir, 50
Con que ella dos almas
Ha sabido unir,
No el hijo de Venus
Lo sabe decir,
Sino aquel que goza 55
La rosa de Abril.
223

Nicasio Álvarez de Cienfuegos

(1764–1809)

EL OTOÑO

¡Oh, salve, salve, soledad querida,
Do en los halagos del Abril hermoso
Vine á cantar en medio á los amores
Mi eterno desamor! ¡ Salve, oh florida,
Oh calma vega! A tu feliz reposo 5
Torno otra vez, y entre tus nuevas flores
Enjugando el sudor que á Sirio ardiente
Pagó en tributo lánguida mi frente,
Veré al otoño levantarse ufano
Sobre la árida tumba del verano. 10
Sí, le veré; que la balanza justa
Las sombras y la luz igual partiendo,
En sus frescos palacios aprisiona
Voluble al sol, que de su sien augusta
La diadema inflamada desciñendo, 15
De rayos más benignos se corona.
«Otoño,» clama de su carro de oro;
Y otoño al punto, entre el favonio coro,
Que Agosto adormeció, la faz alzando,
El florido frescor vuela soplando. 20
A su dulce volar ¡cuál reverdece
La tierra, enriqueciendo su ancho manto
De opulento verdor! La tuberosa
Del albo cáliz en su honor florece,
Y la piramidal, y tú, oh amaranto, 25
De más largo vivir. Tu flor pomposa,
Que adornaba de Mayo los amores,
Hoy halla frutos donde vió las flores;
224
Oyó quejarse al ruiseñor, primero,
Y ya recibe su cantar postrero.
Tú le viste brillante y florecido
A este rico peral, que ora, agobiado
Del largo enjambre de su prole hermosa, 5
La frente inclina. Céfiro atrevido,
De una poma tal vez enamorado,
Bate rápido el ala sonorosa,
Y la besa, y la deja, y torna amante,
Y mece las hojitas, é inconstante 10
Huye y torna á mecer, y cae su amada,
Y toca el polvo con la faz rosada.
¡Otoño, otoño! ¿le miráis que llega
De colina en colina vacilante
Resaltando? ¡ Evohé! salid, oh hermosas, 15
A recibir al monte y á la vega,
Suspendiendo á los hombros el vacante
Hondo mimbre. Corred, y en pampanosas
Guirnaldas coronad mi temulenta
Sien. Dadme yedras, que ardo en violenta 20
Sed báquica. ¡Evohé! cortad; que opimos
Entre el pámpano caigan los racimos.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

CANCIÓN

Rosal, rosal, ¿dó está el tiempo
Que me oyó tu sombra amiga
Jurar un amor eterno 25
Al que el suyo me ofrecía?
Cuando en ti fijaba
La risueña vista,
¡Con qué amor tus rosas
Su prisión cerrada abrían! 30
225
Hora sin amparo,
¿Qué harán? Afligidas,
Del pajizo trono
Para siempre caen marchitas.
¡Cuántas veces ¡ay! tu tronco 5
Nos vió en amantes caricias
Darle en cristalinas aguas
Su frescor y hermosa vida!
¡Árbol infelice,
Mi recreo un día, 10
Ya tu solo riego
Serán las lágrimas mías.
Muerte son tus galas:
Pluguiese á mi dicha
Que, al caer, tus hojas 15
Cubriesen mi tumba fría!

Félix María de Samaniego

(1745–1801)

FÁBULA: EL LEÓN Y LA CABRA

Un señor León andaba, como un perro,
Del valle al monte, de la selva al cerro,
A caza, sin hallar pelo ni lana,
Perdiendo la paciencia y la mañana. 20
Por un risco escarpado
Ve trepar una Cabra á lo encumbrado,
De modo que parece que se empeña
En hacer creer al León que se despeña.
El pretender seguirla fuera en vano; 25
El cazador entonces cortesano
La dice: «Baja, baja, mi querida;
No busques precipicios á tu vida:
226
En el valle frondoso
Pacerás á mi lado con reposo.—
¿Desde cuándo, señor, la real persona
Cuida con tanto amor de la barbona?
Esos halagos tiernos 5
No son por bien, apostaré los cuernos.»
Así le respondió la astuta Cabra;
Y el Léon se fué sin replicar palabra.
Lo paga la infeliz con el pellejo,
Si toma sin examen el consejo. 10

FÁBULA: EL JABALÍ Y LA ZORRA

Sus horribles colmillos aguzaba
Un Jabalí en el tronco de una encina.
La Zorra, que vecina
Del animal cerdoso se miraba,
Le dice: «Extraño el verte, 15
Siendo tú en paz señor de la bellota,
Cuando ningún contrario te alborota,
Que tus armas afiles de esa suerte.»
La fiera respondió: «Tenga entendido
Que en la paz se prepara el buen guerrero, 20
Así como en la calma el marinero,
Y que vale por dos el prevenido.»

Tomás de Iriarte

(1750–1791)

EL OSO, LA MONA Y EL CERDO

Un Oso, con que la vida
Ganaba un Piamontés,
La no muy bien aprendida 25
Danza ensayaba en dos pies.
227
Queriendo hacer de persona,
Dijo á una Mona: «¿Qué tal?»
Era perita la Mona,
Y respondióle: «Muy mal.»
«Yo creo,» replicó el Oso, 5
«Que me haces poco favor.
¡Pues qué! ¿Mi aire no es garboso?
¿No hago el paso con primor?»
Estaba el Cerdo presente,
Y dijo: «Bravo, ¡bien va! 10
Bailarín más excelente
No se ha visto ni verá.»
Echó el Oso, al oir esto,
Sus cuentas allá entre sí,
Y con ademán modesto 15
Hubo de exclamar así:
«Cuando me desaprobaba
La Mona, llegué á dudar;
Mas ya que el Cerdo me alaba,
Muy mal debo de bailar.» 20
Guarde para su regalo
Esta sentencia un autor;
Si el sabio no aprueba, ¡malo!
Si el necio aplaude, ¡peor!

SONETO

(Cumple el autor la palabra que dió de escribir un soneto á los ojos de Laura.)

¿Un soneto á tus ojos, Laura mía? 25
¿No hay más que hacer sonetos, y á tus ojos?
—Serán los versos duros, serán flojos;
Pero á Laura mi afecto los envía.
¿Con que, ha de ser soneto? ¡Hay tal porfía!
228
—Ta! que por estos súbitos arrojos
Se ven tantos poetas en sonrojos,
Que lo quiero dejar para otro día.
—Respondes, Laura, que no importa un pito
Que no sea el soneto muy discreto, 5
Como hable de tus ojos infinito.
—¿Sí?—Pues luego escribirle te prometo,
Allá voy... ¿Para qué, si ya está escrito,
Laura mía, á tus ojos el soneto?

Leandro Fernández de Moratín

(1760–1828)

ODA: LOS DÍAS

¡No es completa desgracia, 10
Que por ser hoy mis días,
He de verme sitiado
De incómodas visitas!
Cierra la puerta, mozo,
Que sube la vecina, 15
Su cuñada y sus yernos
Por la escalera arriba.
Pero ¡qué!... No la cierres;
Si es menester abrirla;
Si ya vienen chillando 20
Doña Tecla y sus hijas.
El coche que ha parado,
Según lo que rechina,
Es el de don Venancio,
¡Famoso petardista! 25
¡Oh! ya está aquí don Lucas
Haciendo cortesías,
229
Y don Mauro el abate,
Opositor á mitras,
Don Genaro, don Zoilo,
Y doña Basilisa;
Con una lechigada 5
De niños y de niñas.
¡Qué necios cumplimientos!
¡Qué frases repetidas!
Al monte de Torozos
Me fuera por no oirlas. 10
Ya todos se preparan
(Y no bastan las sillas)
A engullirme bizcochos,
Y dulces y bebidas.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
¡Demonios! Yo que paso 15
La solitaria vida,
En virginal ayuno
Abstinente eremita;
Yo, que del matrimonio
Renuncié las delicias, 20
Por no verme comido
De tales sabandijas,
¿He de sufrir ahora
Esta algazara y trisca?
Vamos, que mi paciencia 25
No ha de ser infinita.
Váyanse enhoramala;
Salgan todos aprisa,
Recojan abanicos,
Sombreros y basquiñas. 30
Gracias por el obsequio
Y la cordial visita,
230
Gracias; pero no vuelvan
Jamás á repetirla.
Y pues ya merendaron,
Que es á lo que venían,
Si quieren baile, vayan 5
Al soto de la Villa.

Manuel María de Arjona

(1771–1820)

ESPAÑA RESTAURADA EN CÁDIZ

(Oda dedicada á la memoria de Juan de Padilla)

Sal del sepulcro, deja tu mancilla,
Revístete de luz y de grandeza,
O sombra glorïosa de Padilla,
Que grata España á venerar empieza, 10
La España, que á un patíbulo afrentoso
(¡Gime, oh patria!) la vida vió entregada
Del ciudadano fiero y generoso
Por quien Castilla fuera reengendrada.
Vuela al cadalso el águila insolente, 15
De su triunfo ufanándose inhumano,
Y la corona arranca de la frente
Del héroe más ilustre castellano.
Murió tu libertad, oh patria mía;
La Austria altiva te ciñe las cadenas; 20
Vengad, cielos, vengad su tiranía;
Oh vencedor, tú á muerte te condenas.
Tiembla, tirano; á tu pesar, del cielo
Baja al suplicio la virtud llorosa,
Y al héroe moribundo rasga el velo 25
En que se encubre edad más venturosa.
231
«Muere, le dice, con heroico aliento;
Tu sangre será el fuego que algún día
Llegando España hasta el postrer momento,
La vuelva á su primera valentía.
«¿No ves dó quiebra la ira poderosa 5
El Atlántico mar, una luz grata
Que crece poco á poco, y victoriosa
Por los dos hemisferios se dilata?
«Ya las columnas de Hércules altares
Son de la libertad; allí la España 10
Une, á pesar de los inmensos mares,
Sus hijos, que gozosa en llanto baña;
«Y á su seno estrechándolos piadosa,
Sus manos lleva á la sagrada pira,
Que á la de Mucio emula, y orgullosa 15
Odio eterno á tiranos les inspira.
«¿Juráis, les dice, libres y atrevidos
Lavar la mancha que imprimió en mi frente
La austriaca tiranía, y sometidos
Nunca veros á déspota insolente? 20
«¿Juráis que á ese tirano, cuyo imperio
Medrosos reinos con infamia humilla,
No sufriréis que en torpe cautiverio
Incline vuestra madre la rodilla?
«—Juramos,» claman: agitado el viento 25
Lleva en vuelo los gritos hasta el Sena;
Y del libre Español el noble intento
Del esclavo francés es mengua y pena.»
Así gozoso el inmortal Padilla
Miró las glorias de su patria amada, 30
Al tiempo que la bárbara cuchilla
Sobre su cuello descendiera airada.
Mas de su espada, que aun gloriosa vive,
Ármate, España, y al tirano aterra;
232
Y en tu naciente libertad recibe
Nuevo valor para tu honrosa guerra.
Así Roma triunfó cuando su asiento
El Janículo daba al Rey de Etruria;
Así cuando del galo fraudulento 5
Quiso con oro redimir la injuria.
Dada la gloria que á Camilo sea
A ti ley sacrosanta, por ti España
No otro laurel ni triunfo ya desea
Que eternizar en paz tan alta hazaña. 10
233

IV
POESÍAS DEL SIGLO XIX

235

Manuel José Quintana

(1772–1857)

ODA Á ESPAÑA, DESPUÉS DE LA REVOLUCIÓN DE MARZO

¿Qué era, decidme, la nación que un día
Reina del mundo proclamó el destino,
La que á todas las zonas extendía
Su cetro de oro y su blasón divino?
Volábase á occidente, 5
Y el vasto mar Atlántico sembrado
Se hallaba de su gloria y su fortuna.
Do quiera España: en el preciado seno
De América, en el Asia, en los confines
Del África, allí España. El soberano 10
Vuelo de la atrevida fantasía
Para abarcarla se cansaba en vano;
La tierra sus mineros le rendía,
Sus perlas y coral el Oceano,
Y donde quier que revolver sus olas 15
Él intentase, á quebrantar su furia
Siempre encontraba costas españolas.
Ora en el cieno del oprobio hundida,
Abandonada á la insolencia ajena,
Como esclava en mercado, ya aguardaba 20
La ruda argolla y la servil cadena.
¡Qué de plagas! ¡oh Dios! Su aliento impuro,
La pestilente fiebre respirando,
236
Infestó el aire, emponzoñó la vida;
La hambre enflaquecida
Tendió sus brazos lívidos, ahogando
Cuanto el contagio perdonó; tres veces
De Jano el templo abrimos, 5
Y á la trompa de Marte aliento dimos;
Tres veces ¡ay! los dioses tutelares
Su escudo nos negaron, y nos vimos
Rotos en tierra y rotos en los mares.
¿Qué en tanto tiempo viste 10
Por tus inmensos términos, oh Iberia?
¿Qué viste ya sino funesto luto,
Honda tristeza, sin igual miseria,
De tu vil servidumbre acerbo fruto?
Así rota la vela, abierto el lado, 15
Pobre bajel á naufragar camina,
De tormenta en tormenta despeñado,
Por los yermos del mar; ya ni en su popa
Las guirnaldas se ven que antes le ornaban,
Ni en señal de esperanza y de contento 20
La flámula riendo al aire ondea.
Cesó en su dulce canto el pasajero,
Ahogó su vocería
El ronco marinero,
Terror de muerte en torno le rodea, 25
Terror de muerte silencioso y frío;
Y él va á estrellarse al áspero bajío.
Llega el momento, en fin; tiende su mano
El tirano del mundo al occidente,
Y fiero exclama: «El occidente es mío.» 30
Bárbaro gozo en su ceñuda frente
Resplandeció, como en el seno oscuro
De nube tormentosa en el estío
Relámpago fugaz brilla un momento
237
Que añade horror con su fulgor sombrío.
Sus guerreros feroces
Con gritos de soberbia el viento llenan;
Gimen los yunques, los martillos suenan,
Arden las forjas. ¡Oh vergüenza! ¿Acaso 5
Pensáis que espadas son para el combate
Las que mueven sus manos codiciosas?
No en tanto os estiméis: grillos, esposas,
Cadenas son que en vergonzosos lazos
Por siempre amarren tan inertes brazos. 10
Estremecióse España
Del indigno rumor que cerca oía,
Y al grande impulso de su justa saña
Rompió el volcán que en su interior hervía.
Sus déspotas antiguos 15
Consternados y pálidos se esconden;
Resuena el eco de venganza en torno,
Y del Tajo las márgenes responden:
«¡Venganza!» ¿Dónde están, sagrado río,
Los colosos de oprobio y de vergüenza 20
Que nuestro bien en su insolencia ahogaban?
Su gloria fué, nuestro esplendor comienza;
Y tú, orgulloso y fiero,
Viendo que aun hay Castilla y castellanos,
Precipitas al mar tus rubias ondas, 25
Diciendo: «Ya acabaron los tiranos.»
¡Oh triunfo! ¡Oh gloria! ¡Oh celestial momento!
¿Con que puede ya dar el labio mío
El nombre augusto de la patria al viento?
Yo le daré; mas no en el arpa de oro 30
Que mi cantar sonoro
Acompañó hasta aquí; no aprisionado
En estrecho recinto, en que se apoca
El numen en el pecho
238
Y el aliento fatídico en la boca.
Desenterrad la lira de Tirteo,
Y el aire abierto á la radiante lumbre
Del sol; en la alta cumbre
Del riscoso y pinífero Fuenfría, 5
Allí volaré yo, y allí cantando
Con voz que atruene en rededor la sierra,
Lanzaré por los campos castellanos
Los ecos de la gloria y de la guerra.
¡Guerra, nombre tremendo, ahora sublime, 10
Único asilo y sacrosancto escudo
Al ímpetu sañudo
Del fiero Atila que á occidente oprime!
¡Guerra, guerra, españoles! En el Betis
Ved del Tercer Fernando alzarse airada 15
La augusta sombra; su divina frente
Mostrar Gonzalo en la imperial Granada;
Blandir el Cid su centelleante espada,
Y allá sobre los altos Pirineos,
Del hijo de Jimena 20
Animarse los miembros giganteos.
En torbo ceño y desdeñosa pena
Ved cómo cruzan por los aires vanos;
Y el valor exhalando que se encierra
Dentro del hueco de sus tumbas frías, 25
En fiera y ronca voz pronuncian: «¡Guerra!
¡Pues qué! ¿Con faz serena
Vierais los campos devastar opimos,
Eterno objeto de ambición ajena,
Herencia inmensa que afanando os dimos? 30
Despertad, raza de héroes: el momento
Llegó ya de arrojarse á la victoria;
Que vuestro nombre eclipse nuestro nombre,
Que vuestra gloria humille nuestra gloria.
239
No ha sido en el gran día
El altar de la patria alzado en vano
Por vuestra mano fuerte.
Juradlo, ella os lo manda: ¡Antes la muerte
Que consentir jamás ningún tirano!» 5
Sí, yo lo juro, venerables sombras;
Yo lo juro también, y en este instante
Ya me siento mayor. Dadme una lanza,
Ceñidme el casco fiero y refulgente;
Volemos al combate, á la venganza; 10
Y el que niegue su pecho á la esperanza,
Hunda en el polvo la cobarde frente.
Tal vez el gran torrente
De la devastación en su carrera
Me llevará. ¿Qué importa? ¿Por ventura 15
No se muere una vez? ¿No iré, espirando,
A encontrar nuestros ínclitos mayores?
«¡Salud, oh padres de la patria mía,
Yo les diré, salud! La heroica España
De entre el estrago universal y horrores 20
Levanta la cabeza ensangrentada,
Y vencedora de su mal destino,
Vuelve á dar á la tierra amedrentada
Su cetro de oro y su blasón divino.»

ODA Á GUZMÁN EL BUENO

Ya con lira sonora 25
Himnos dí á la beldad, hija del cielo,
Y á amor canté que sin cesar la adora;
Más ¿cómo al fin mi generoso anhelo
Podrá exaltarse de la hermosa fama
Hasta el templo inmortal? Ella me llama, 30
Y ya en mi pecho hierve
240
El canto de loor, sin que mis ojos
En esta sirte miserable vean
El grande objeto que ensalzar desean.
¿Cantara yo las haces españolas
En Pirene temblando al eco horrendo 5
Con que Mavorte en rededor rugía?
¿O á las naves británicas huyendo
Nuestra mísera escuadra entre las olas,
Amedrentadas ya con su osadía?
No, España, patria mía; 10
No son eternas, no, las torpes huellas
Que de tu noble frente
Empañan el honor; tú en otros días,
Con victorioso patriotismo bellos,
De gloria ornada y esplendor te vías. 15
¡Ah! ¿por qué yo infeliz no nací en ellos?
Entonces los Alfonsos esforzados,
El hijo de Jimena y gran Rodrigo,
Rayos horribles de la gente mora,
Con sus nervudos brazos no cansados 20
Desolación del bárbaro enemigo
Eran siempre en la lid espantadora.
¿Quién diera á mi deseo
Tantos lauros contar? Cada llanura
Fué campo de batalla, 25
Cada colina vencedor trofeo;
Los sitios mismos que el baldón miraron,
Miraron la venganza, y las afrentas
En torrentes de sangre se lavaron.
«Venid, venid, el Árabe decía, 30
Volad, hijos de Agar; ya los esclavos
El yugo intentan sacudir que un día
En su arrollado cuello
Vuestro valor indómito cargara.
241
¿Lo sufriréis? Las naves aprestemos,
Y el ancho valladar con que el destino
La Europa y Libia dividió salvemos.
Venid, venid; que nuestra fiera saña
Estremecida España 5
Sientra otra vez; acometed, y abiertas
De Calpe y de Tarifa os son las puertas.»
Mas no las puertas de Tarifa entonces
Al pérfido Julián obedecían;
El valor y el honor las defendían; 10
El honor y el valor que siempre fueron
Escudo impenetrable el más seguro.
¿Qué sin ellos valer el alto muro
Ni el grueso torreón jamás pudieron?
El hombre es solo quien guarnece al hombre. 15
¡Oh pueblo numantino!
¡Oh sagrada ciudad de alto renombre!
¿Quién sino tu constancia te ceñía
Cuando las olas del poder romano
Sobre ti vanamente se estrellaban, 20
Y sus feroces águilas temblaban?
Tal Guzmán impertérrito defiende
La fortaleza en donde
Quebrada el Moro su pujanza vía;
Que ataca en vano, y de furor se enciende, 25
Y truena, al fin, con la espantable saña
De nube que se rompe
Con estruendo fragoso en la montaña.
«¿Así será que la esperanza mía
Un hombre solo á contrastar se atreva? 30
Oye, Guzmán: las leyes del destino
Esta prenda infeliz de tus amores
A mi venganza dieron:
Hijo es tuyo, ¿le ves? Si en el momento
242
Ante mis pies no allanas
La firme valla del soberbio fuerte,
Tú, que le diste el ser, tú le das muerte.»
Así la iniquidad habla á la tierra,
Cuando, de orgullo y de poder henchida, 5
Mueve á los hombres espantosa guerra.
¡Oh! ¡no tembléis! Magnánimo á su encuentro
La virtud generosa se levanta,
Y sus soberbios ímpetus quebranta.
Ella elevó á Guzmán; de ella inspirado, 10
«Conóceme, tirano, respondía;
Y si es que espada en tu cobarde mano
Falta á la atrocidad, ahí va la mía;
Que yo consagro mi inocente hijo
Sobre las aras de mi patria amada.» 15
Esto sereno dijo,
Y arroja al campo la fulmínea espada.
Y estremécese el campo, y da un gemido
Al vacilar la víctima, do esconde
Su punta aguda el inclemente acero. 20
Calpe con gritos de dolor responde
Al grito universal, y del guerrero
También la faz valiente
Brotando riega involuntario el llanto.
¡Ah! tú padre de España eres primero; 25
Mira cuál ella la segura frente
Alza y su numen tutelar te aclama;
Mira á tu gloria despertar la fama,
Que, sus doradas alas desplegando
Y sonando la trompa refulgente, 30
Los grandes ecos de tu nombre envía
Del norte al mediodía,
Del templo de la aurora al occidente.
Y esta soberbia aclamación oyendo,
243
De horror y espanto el Berberisco herido,
Huye al mar confundido,
Entre sollozos trémulos diciendo:
«Huyamos ¡ay! á nuestra ardiente arena.
¿Cómo arrancar la tímida paloma 5
Podrá su presa al águila valiente
Del aire vago en la región serena?
Quiébrase el cetro á la africana gente,
Su trono se hunde, y la cruel venganza
Del Godo vencedor, estrago y ruina 10
Contra el ceño de África fulmina.»
Así temblando el Musulmán huía
Del Español guerrero,
Que sobre él centellando revolvía.
Bien como cuando su valor primero, 15
Sorprendido, el león pierde, y se amansa,
Y en sí el oprobio de servir consiente.
¿Cómo á tan vergonzoso vituperio
La generosa frente
Pudo ya doblegar? ¿Do fue el espanto 20
Que dio á la selva atónita su imperio?
¿Nació quizá para vivir esclavo?
No, que llega su vez, y ardiendo en ira,
Rompe, y se libra, y con feroz semblante
Del vil ultraje á la venganza aspira, 25
Bañando en sangre las atroces manos;
Y ruge, y amedrenta á sus tiranos.
244

Juan Nicasio Gallego

(1777–1853)

EL DOS DE MAYO

Noche, lóbrega noche, eterno asilo
Del miserable que, esquivando el sueño,
En tu silencio pavoroso gime:
No desdeñes mi voz; letal beleño
Presta á mis sienes, y en tu horror sublime 5
Empapada la ardiente fantasía,
Da á mi pincel fatídicos colores
Con que el tremendo día
Trace al furor de vengadora tea,
Y el odio irrite de la patria mía, 10
Y escándalo y terror al orbe sea.
¡Día de execración! La destructora
Mano del tiempo le arrojó al averno;
Mas ¿quién el sempiterno
Clamor con que los ecos importuna 15
La madre España en enlutado arreo
Podrá atajar? Junto al sepulcro frío,
Al pálido lucir de opaca luna,
Entre cipreses fúnebres la veo:
Trémula, yerta, desceñido el manto, 20
Los ojos moribundos
Al cielo vuelve, que le oculta el llanto;
Roto y sin brillo el cetro de dos mundos
Yace entre el polvo, y el león guerrero
Lanza á sus pies rugido lastimero. 25
¡Ay, que cual débil planta
Que agota en su furor hórrido viento,
De víctimas sin cuento
Lloró la destrucción Mantua afligida!
245
Yo ví, yo ví su juventud florida
Correr inerme al huésped ominoso.
¿Mas qué su generoso
Esfuerzo pudo? El pérfido caudillo
En quien su honor y su defensa fía, 5
La condenó al cuchillo.
¿Quién ¡ay! la alevosía,
La horrible asolación habrá que cuente,
Que, hollando de amistad los santos fueros,
Hizo furioso en la indefensa gente 10
Ese tropel de tigres carniceros?
Por las henchidas calles
Gritando se despeña
La infame turba que abrigó en su seno,
Rueda allá rechinando la cureña, 15
Acá retumba el espantoso trueno,
Allí el joven lozano,
El mendigo infeliz, el venerable
Sacerdote pacífico, el anciano
Que con su arada faz respeto imprime, 20
Juntos amarra su dogal tirano.
En balde, en balde gime,
De los duros satélites en torno,
La triste madre, la afligida esposa.
Con doliente clamor; la pavorosa 25
Fatal descarga suena,
Que á luto y llanto eterno la condena.
¡Cuánta escena de muerte! ¡cuánto estrago!
¡Cuántos ayes doquier! Despavorido
Mirad ese infelice 30
Quejarse al adalid empedernido
De otra cuadrilla atroz: «¡Ah! ¿Qué te hice?»
Exclama el triste en lágrimas deshecho:
«Mi pan y mi mansión partí contigo,
246
Te abrí mis brazos, te cedí mi lecho.
Templé tu sed, y me llamé tu amigo;
¿Y ahora pagar podrás nuestro hospedaje
Sincero, franco, sin doblez ni engaño,
Con dura muerte y con indigno ultraje?» 5
¡Perdido suplicar! ¡inútil ruego!
El monstruo infame á sus ministros mira,
Y con tremenda voz gritando: «¡fuego!»
Tinto en su sangre el desgraciado espira.
Y en tanto ¿dó se esconden? 10
¿Dó están ¡oh cara patria! tus soldados,
Que á tu clamor de muerte no responden?
Presos, encarcelados,
Por jefes sin honor, que, haciendo alarde
De su perfidia y dolo, 15
A merced de los vándalos te dejan,
Como entre hierros el león, forcejean
Con inútil afán. Vosotros sólo,
Fuerte Daoiz, intrépido Velarde,
Que osando resistir al gran torrente 20
Dar supisteis en flor la dulce vida
Con firme pecho y con serena frente;
Si de mi libre musa
Jamás el eco adormeció á tiranos,
Ni vil lisonja emponzoñó su aliento, 25
Allá del alto asiento
Al que la acción magnánima os eleva,
El himno oid que á vuestro nombre entona,
Mientras la fama alígera le lleva
Del mar de hielo á la abrasada zona. 30
Mas ¡ay! que en tanto sus funestas alas,
Por la opresa metrópoli tendiendo
La yerma asolación sus plazas cubre,
Y al áspero silbar de ardientes balas,
247
Y al ronco son de los preñados bronces,
Nuevo fragor y estrépito sucede.
¿Oís cómo, rompiendo
De moradores tímidos las puertas,
Caen estallando de los fuertes gonces? 5
¡Con qué espantoso estruendo
Los dueños buscan, que medrosos huyen!
Cuanto encuentran destruyen,
Bramando, los atroces forajidos,
Que el robo infame y la matanza ciegan. 10
¿No veis cuál se despliegan,
Penetrando en los hondos aposentos,
De sangre y oro y lágrimas sedientos?
Rompen, talan, destrozan
Cuanto se ofrece á su sangrienta espada. 15
Aquí, matando al dueño, se alborozan,
Hieren allí su esposa acongojada;
La familia asolada
Yace espirando, y con feroz sonrisa
Sorben voraces el fatal tesoro. 20
Suelta, á otro lado, la madeja de oro,
Mustio el dulce carmín de su mejilla,
Y en su frente marchita la azucena,
Con voz turbada y anhelante lloro,
De su verdugo ante los pies se humilla 25
Tímida virgen, de amargura llena;
Mas con furor de hiena,
Alzando el corvo alfanje damasquino,
Hiende su cuello el bárbaro asesino
¡Horrible atrocidad!... Treguas ¡oh musa! 30
Que ya la voz rehusa
Embargada en suspiros mi garganta.
Y en ignominia tanta,
¿Será que rinda el español bizarro
248
La indómita cerviz á la cadena?
No, que ya en torno suena
De Palas fiera el sanguinoso carro,
Y el látigo estallante
Los caballos flamígeros hostiga. 5
Ya el duro peto y el arnés brillante
Visten los fuertes hijos de Pelayo.
Fuego arrojó su ruginoso acero:
«¡Venganza y guerra!» resonó en su tumba;
«¡Venganza y guerra!» repitió Moncayo; 10
Y al grito heroico que en los aires zumba,
«¡Venganza y guerra!» claman Turia y Duero.
Guadalquivir guerrero
Alza al bélico son la regia frente,
Y del Patrón valiente 15
Blandiendo altivo la nudosa lanza,
Corre gritando al mar: «¡Guerra y venganza!»
¡Oh sombras infelices
De los que aleve y bárbara cuchilla
Robó á los dulces lares! 20
¡Sombras inultas que en fugaz gemido
Cruzáis los anchos campos de Castilla!
La heroica España, en tanto que al bandido
Que á fuego y sangre, de insolencia ciego,
Brindó felicidad, á sangre y fuego 25
Le retribuye el don, sabrá piadosa
Daros solemne y noble monumento.
Allí en padrón cruento
De oprobio y mengua, que perpetuo dure,
La vil traición del déspota se lea, 30
Y altar eterno sea
Donde todo Español al monstruo jure
Rencor de muerte que en sus venas cunda,
Y á cien generaciones se difunda.
249

José María Blanco

(1775–1841)

LA VOLUNTARIEDAD Y EL DESEO RESIGNADO

¡Qué rápido torrente,
Qué proceloso mar de agitaciones
Pasa de gente en gente
Dentro de los humanos corazones!
¡Quién que verlo pudiera 5
Furioso, desfrenado, ilimitable,
En el mundo creyera
Que hubiese nada fijo, nada estable?
Mas se enfurece en vano
Contra la roca inmoble del destino, 10
Que con certera mano
Supo contraponerle el Sér divino.
¡Sús! reyes de la tierra,
El oro omnipotente y el acero
Acumulad, que encierra 15
En su oculto tesoro el orbe entero.
Llamad de sus hogares
Cuantos cultivan el fecundo suelo,
Y mueran á millares
O suplicando ó maldiciendo al cielo. 20
Truene el estrepitoso
Cañón por tierra y mar; alce el trofeo
Su ceño sanguinoso
Desde el indo Himalaya al Pirineo.
Silbando cual serpientes 25
Engendradas del mar, vuelen las naves,
Que de hálitos ardientes
Animadas, superan á las aves.
250
No las arredre el viento,
Ni del mar las corrientes escondidas,
Y á este nuevo elemento
Cuantas fuerzas se opongan sean rendidas.
Parezca que entredicho 5
Ha puesto á la verdad la fuerza ciega,
Y que contra el capricho
Toda la raza humana en vano briega.
Bien pronto la tormenta
Que suscitó el querer de un hombre vano, 10
Creciendo, lo amedrenta
Y paraliza su atrevida mano.
No así el que sometido
A la suprema voluntad, procura
El bien apetecido 15
Sin enojado ardor y sin presura.
¡Deseo silencioso,
Fuera del corazón nunca expresado!
Tú eres más poderoso
Que el que aparece de violencia armado. 20
Cual incienso süave
Tú subes invisible al sacro trono,
Sin que tus alas grave
La necia terquedad ni el ciego encono.
Del escondido ruego, 25
Por el querer divino limitado,
No perturba el sosiego
Ni temor del azar ni horror del hado.
251

Alberto Lista y Aragón

(1775–1848)

LA MUERTE DE JESÚS

¿Y eres tú el que velando
La excelsa majestad en nube ardiente
Fulminaste en Siná? y el impío bando
Que eleva contra ti la osada frente,
¿Es el que oyó medroso 5
De tu rayo el estruendo fragoroso?
Mas hora abandonado,
¡Ay! pendes sobre el Gólgota, y al cielo
Alzas gimiendo el rostro lastimado:
Cubre tus bellos ojos mortal velo, 10
Y su luz extinguida,
En amargo suspiro das la vida.
Así el amor lo ordena,
Amor, más poderoso que la muerte:
Por él de la maldad sufre la pena 15
El Dios de las virtudes; y león fuerte,
Se ofrece al golpe fiero
Bajo el vellón de cándido cordero.
¡O víctima preciosa,
Ante siglos de siglos degollada! 20
Aun no ahuyentó la noche pavorosa
Por vez primera el alba nacarada,
Y hostia del amor tierno
Moriste en los decretos del Eterno.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
¿Oyes, oyes cuál clama: 25
«Padre de amor, por qué me abandonaste?»
Señor, extingue la funesta llama,
Que en tu furor al mundo derramaste:
252
De la acerba venganza
Que sufre el justo, nazca la esperanza.
¿No veis cómo se apaga
El rayo entre las manos del Potente?
Ya de la muerte la tiniebla vaga 5
Por el semblante de Jesús doliente:
Y su triste gemido
Oye el Dios de las iras complacido.
Ven, ángel de la muerte:
Esgrime, esgrime la fulmínea espada, 10
Y el último suspiro del Dios fuerte,
Que la humana maldad deja espiada,
Suba al solio sagrado,
Do vuelva en padre tierno al indignado.
Rasga tu seno, ó tierra: 15
Rompe, ó templo, tu velo. Moribundo
Yace el Criador; mas la maldad aterra,
Y un grito de furor lanza el profundo:
Muere... Gemid, humanos:
Todos en él pusisteis vuestras manos. 20

LA VICTORIA DE BAILÉN

Tronó la alzada cumbre de Pirene,
Y sobre el suelo hispano
Lanzó horrorosa nube de asesinos;
Y las madres de Iberia al triste pecho
Los hijos estrecharon 25
Y piedad y venganza reclamaron.
Pasa el dorado Tajo y las vertientes
Del Mariano monte
La caterva sin ley. Nuevas matanzas
Viene y nuevos destrozos meditando; 30
Y en su furor sañoso
Dijo entonces el bárbaro orgulloso:
253
«Venid, y en la florida Andalucía
De oro y sangre saciemos
Nuestros sedientos pechos. Sús, varones:
¿No sois los invencibles que llevaron
Muerte, luto y ruina 5
Del Rin á la remota Palestina?»
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Españoles, volad: hijos de Marte,
Que el Ganges y el ocaso
Hicisteis resonar con vuestro nombre,
Volad; arrebatad á esos perjuros 10
Sus laureles odiosos,
A la mísera Europa tan costosos.
Castaños inmortal, nombre de triunfo,
Dulce alumno de Palas,
Y querido de Marte, á ti encomienda 15
Su justa causa España; la victoria
Tus estandartes guía,
Y su temido rayo te confía.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
¿Quién sube por el Betis? ¿quién terrible
El defendido paso 20
Rompe ya de Mengíbar? ¿Quién asciende
A las alturas de Bailén y al campo,
Do humea todavía
Del sarraceno infiel la sangre impía?
Y ¿qué, Dupont, vacilas? La alta sierra 25
Te niega sus gargantas,
Por sus audaces hijos defendidas.
¡Mísero! ¿donde irás? Tienes delante
Cabe el Betis undoso
Al fuerte Ibero de tu sangre ansioso. 30
Huye infelice, huye: negra noche,
Escudo de malvados,
254
Cubre en su horror tu vergonzosa fuga:
Mas ¡ay! que en tu camino se interpone
Nuevo escuadrón valiente
Que rendirte ó morir sólo consiente.
Mas ¡oh! cede el impío: la fiereza 5
Y el orgullo altanero
Postra al valor del inmortal Castaños:
Yace abatida el águila rapante,
Terror de las naciones,
Al pié de nuestros fuertes escuadrones. 10
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Vive glorioso vengador: tu nombre
Tiembla el galo vencido,
Y venera la Europa belicosa:
Vandalia, madre antigua de guerreros,
Su claro honor te llama, 15
Y España libre tu valor aclama.
¡España, España! ¡amada patria mía!
¡Patria de los valientes
Que el largo oprobio de tu faz borraron!
Cuando tu afecto de mi pecho salga, 20
Mi cantar abatido
Sepúltese en el polvo del olvido:
Ni en las umbrosas faldas de Helicona
Honor tenga mi lira,
Y mustio de mi frente envilecida 25
Caiga el laurel sagrado de los vates,
Cuando á tu excelsa gloria
El cántico no entone de victoria.
255

Juan Arriaza y Superirela

(1770–1837)

LOS DEFENSORES DE LA PATRIA: CANCIÓN CÍVICA

Vivir en cadenas,
¡Cuán triste vivir!
Morir por la patria,
¡Qué bello morir!
Partamos al campo, 5
Que es gloria el partir;
La trompa guerrera
Nos llama á la lid:
La patria oprimida,
Con ayes sin fin 10
Convoca á sus hijos,
Sus ecos oíd.
¿Quién es el cobarde,
De sangre tan vil,
Que en rabia no siente 15
Sus venas hervir?
¿Quién rinde sus sienes
A un yugo servil
Viviendo entre esclavos,
Odioso vivir? 20
Placeres, halagos,
Quedaos á servir
A pechos indignos
De honor varonil;
Que el hierro es quien solo 25
Sabrá redimir
De afrenta al que libre
Juró ya vivir.
256
Adiós, hijos tiernos
Cual flores de abril;
Adiós, dulce lecho
De esposa gentil:
Los brazos, que en llanto 5
Bañáis al partir,
Sangrientos, con honra,
Veréislos venir;
Mas tiemble el tirano
Del Ebro y del Rin, 10
Si un astro á los buenos
Protege feliz.
Si el hado es adverso,
Sabremos morir...
Morir por Fernando 15
Y eternos vivir.
Sabrá el suelo patrio
De rosas cubrir
Los huesos del fuerte
Que espire en la lid: 20
Mil ecos gloriosos
Dirán: «Yace aquí
Quien fué su divisa
Triunfar ó morir.»
Vivir en cadenas, 25
¡Cuán triste vivir!
Morir por la patria,
¡Qué bello morir!
257

Francisco Martínez de la Rosa

(1787–1862)

EPÍSTOLA AL DUQUE DE FRÍAS (CON MOTIVO DE LA MUERTE DE LA DUQUESA)

¡Desde las tristes márgenes del Sena,
Cubierto el cielo de apiñadas nubes,
De nieve el suelo, y de tristeza el alma,
Salud te envía tu infeliz amigo,
A ti más infeliz! Y ni le arredra 5
El temor de tocar la cruda llaga,
Que aún brota sangre, y de mirar tus ojos
Bañarse en nuevas lágrimas. ¿Qué fuera
Si no llorara el hombre? Yo mil veces
He bendecido á Dios, que nos dió el llanto 10
Para aliviar el corazón, cual vemos
Calmar la lluvia al mar tempestuoso.
Llora, pues, llora; otros amigos fieles,
De más saber y de mayor ventura,
De la estoica virtud en tus oídos 15
Harán sonar la voz; yo que en el mundo
Del cáliz de amargura una vez y otra
Apuré hasta las heces, no hallé nunca
Más alivio al dolor que el dolor mismo;
Hasta que ya cansada, sin aliento, 20
Luchando el alma, y reluchando en vano,
Bajo el inmenso peso se rendía.
¿Lo creerás, caro amigo? Llega un tiempo
En que gastados del dolor los filos,
Ese afán, esa angustia, esa congoja, 25
Truécanse al fin en plácida tristeza;
Y en ella absorta, embebecida el alma,
258
Repliégase en sí misma silenciosa,
Y ni la dicha ni el placer envidia.
Tú dudas que así sea; y yo otras veces
Lo dudé como tú; juzgaba eterna
Mi profunda aflicción, y grave insulto 5
Anunciarme que un tiempo fin tendría...
Y le tuvo: de Dios á los mortales
Es esta otra merced; que así tan sólo,
Entre tantas desdichas y miserias,
Sufrir pudieran la cansada vida. 10
Espera, pues; da crédito á mis voces,
Y fíate de mí. ¿Quién en el mundo
Compró tan caro el triste privilegio
De hablar de la desdicha? En tantos años,
¿Viste un día siquiera, un solo día, 15
En que no me mirases vil juguete
De un destino fatal, cual débil rama
Que el huracán arranca, y por los aires
La remonta un instante, y contra el suelo
La arroja luego, y la revuelca impío? 20
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Ángel de Saavedra, duque de Rivas

(1791–1865)

UN CASTELLANO LEAL

I
«Hola, hidalgos y escuderos
De mi alcurnia y mi blasón,
Mirad como bien nacidos
De mi sangre y casa en pro.
«Esas puertas se defiendan, 25
Que no ha de entrar, vive Dios,
259
Por ellas quien no estuviese
Más limpio que lo está el sol.
«No profane mi palacio
Un fementido traidor,
Que contra su rey combate 5
Y que á su patria vendió.
«Pues si él es de reyes primo,
Primo de reyes soy yo;
Y conde de Benavente,
Si él es duque de Borbón; 10
«Llevándole de ventaja,
Que nunca jamás manchó
La traición mi noble sangre,
Y haber nacido español.»
Así atronaba la calle 15
Una ya cascada voz,
Que de un palacio salía,
Cuya puerta se cerró;
Y á la que estaba á caballo
Sobre un negro pisador, 20
Siendo en su escudo las lises,
Más bien que timbre, baldón;
Y de pajes y escuderos
Llevando un tropel en pos,
Cubiertos de ricas galas, 25
El gran duque de Borbón;
El que lidiando en Pavía,
Más que valiente, feroz,
Gozóse en ver prisionero
A su natural señor, 30
Y que á Toledo ha venido,
Ufano de su traición,
Para recibir mercedes
Y ver al Emperador.
260
II
En una anchurosa cuadra
Del alcázar de Toledo,
Cuyas paredes adornan
Ricos tapices flamencos,
Al lado de una gran mesa 5
Que cubre de terciopelo
Napolitano tapete
Con borlones de oro y flecos;
Ante un sillón de respaldo,
Que entre bordado arabesco 10
Los timbres de España ostenta
Y el águila del imperio,
De pie estaba Carlos Quinto,
Que de España era Primero,
Con gallardo y noble talle, 15
Con noble y tranquilo aspecto.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Con el condestable insigne,
Apaciguador del reino,
De los pasados disturbios
Acaso está discurriendo; 20
O del trato que dispone
Con el rey de Francia preso,
Ó de asuntos de Alemania,
Agitada por Lutero;
Cuando un tropel de caballos 25
Oye venir á lo lejos,
Y ante el alcázar pararse,
Quedando todo en silencio.
En la antecámara suena
Rumor impensado luego; 30
Álzase en fin la mampara
Y entra el de Borbón soberbio.
261
Con el semblante de azufre
Y con los ojos de fuego,
Bramando de ira y de rabia
Que enfrena mal el respeto,
Y con balbuciente lengua 5
Y con mal borrado ceño,
Acusa al de Benavente,
Un desagravio pidiendo.
Del español Condestable
Latió con orgullo el pecho, 10
Ufano de la entereza
De su esclarecido deudo.
Y aunque advertido procura
Disimular cual discreto,
Á su noble rostro asoman 15
La aprobación y el contento.
El Emperador un punto
Quedó indeciso y suspenso,
Sin saber qué responderle
Al Francés de enojo ciego. 20
Y aunque en su interior se goza
Con el proceder violento
Del conde de Benavente,
De altas esperanzas lleno
Por tener tales vasallos, 25
De noble lealtad modelos,
Y con los que el ancho mundo
Goza á sus glorias estrecho;
Mucho al de Borbón le debe,
Y es fuerza satisfacerlo, 30
Le ofrece para calmarlo
Un desagravio completo;
Y, llamando á un gentilhombre,
Con el semblante severo
262
Manda que el de Benavente
Venga á su presencia presto.
III
Sostenido por sus pajes
Desciende de la litera
El Conde de Benavente 5
Del alcázar á la puerta.
Era un viejo respetable,
Cuerpo enjuto, cara seca,
Con dos ojos como chispas,
Cargados de largas cejas; 10
Y con semblante muy noble,
Mas de gravedad tan seria,
Que veneración de lejos
Y miedo causa de cerca.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Con paso tardo, aunque firme, 15
Sube por las escaleras,
Y al verle, las alabardas
Un golpe dan en la tierra:
Golpe de honor y de aviso
De que en el alcázar entra 20
Un grande, á quien se le debe
Todo honor y reverencia.
Al llegar á la antesala,
Los pajes que están en ella
Con respeto le saludan 25
Abriendo las anchas puertas.
Con grave paso entra el Conde,
Sin que otro aviso preceda,
Salones atravesando,
Hasta la cámara regia. 30
Pensativo está el Monarca
Discurriendo cómo pueda
263
Componer aquel disturbio
Sin hacer á nadie ofensa.
Mucho al Borbón le debe
Aún mucho más de él espera,
Y al de Benavente mucho 5
Considerar le interesa.
Dilación no admite el caso,
No hay quien dar consejo pueda,
Y Villalar y Pavía
A un tiempo se le recuerdan. 10
En el sillón asentado,
Y el codo sobre la mesa,
Al personaje recibe,
Que comedido se acerca.
Grave el Conde lo saluda 15
Con una rodilla en tierra,
Mas, como grande del reino,
Sin descubrir la cabeza.
El Emperador, benigno,
Que alce del suelo le ordena, 20
Y la plática difícil
Con sagacidad empieza.
Y entre sereno y afable
Al cabo le manifiesta,
Que es el que á Borbón aloje 25
Voluntad suya resuelta.
Con respeto muy profundo,
Pero con la voz entera,
Respóndele Benavente
Destocando la cabeza: 30
«Soy, señor, vuestro vasallo,
Vos sois mi rey en la tierra;
A vos ordenar os cumple
De mi vida y de mi hacienda.
264
«Vuestro soy, vuestra mi casa,
De mí disponed y de ella,
Pero no toquéis mi honra
Y respetad mi conciencia.
«Mi casa Borbón ocupe 5
Puesto que es voluntad vuestra,
Contamine sus paredes,
Sus blasones envilezca;
«Que á mí me sobra en Toledo,
Donde vivir, sin que tenga 10
Que rozarme con traidores
Cuyo solo aliento infesta.
«Y en cuanto él deje mi casa
Antes de tornar yo á ella,
Purificaré con fuego 15
Sus paredes y sus puertas.»
Dijo el Conde, la real mano
Besó, cubrió su cabeza,
Y retiróse bajando
A do estaba su litera. 20
Y á casa de un su pariente
mandó que lo condujeran,
Abandonando la suya
Con cuanto dentro se encierra.
Quedó absorto Carlos Quinto 25
De ver tan noble firmeza,
Estimando la de España
Más que la imperial diadema.
IV
Muy pocos días el Duque
Hizo mansión en Toledo, 30
Del noble Conde ocupando
Los honrados aposentos.
265
Y la noche en que el palacio
Dejó vacío, partiendo
Con su séquito y sus pajes
Orgulloso y satisfecho,
Turbó la apacible luna 5
Un vapor blanco y espeso,
Que de las altas techumbres
Se iba elevando y creciendo.
A poco rato tornóse
En humo confuso y denso, 10
Que en nubarrones oscuros
Ofuscaba el claro cielo;
Después en ardientes chispas,
Y en un resplandor horrendo
Que iluminaba las calles 15
Dando en el Tajo reflejos,
Y al fin su furor mostrando
En embravecido incendio
Que devoraba altas torres
Y derrumbaba altos techos. 20
Resonaron las campanas,
Conmovióse todo el pueblo,
De Benavente el palacio
Presa de las llamas viendo.
El Emperador, confuso, 25
Corre á procurar remedio,
En atajar tanto daño
Mostrando tenaz empeño.
En vano todo; tragóse
Tantas riquezas el fuego, 30
A la lealtad castellana
Levantando un monumento.
Aun hoy unos viejos muros
266
Del humo y las llamas negros,
Recuerdan la acción tan grande
En la famosa Toledo.

AL FARO DEL PUERTO DE MALTA

Envuelve al mundo extenso triste noche,
Ronco huracán y borrascosas nubes 5
Confunden y tinieblas impalpables
El cielo, el mar, la tierra;
Y tú invisible te alzas, en tu frente
Ostentando de fuego una corona,
Cual rey del caos, que refleja y arde 10
Con luz de paz y vida.
En vano ronco el mar alza sus montes,
Y revienta á tus pies, do rebramante,
Creciendo en blanca espuma, esconde y borra
El abrigo del puerto: 15
Tú con lengua de fuego aquí está dices,
Sin voz hablando al tímido piloto,
Que como á numen bienhechor te adora,
Y en ti los ojos clava.
Tiende apacible noche el manto rico, 20
Que céfiro amoroso desenrolla,
Con recamos de estrellas y luceros,
Por él rueda la luna;
Y entonces tú, de niebla vaporosa
Vestido, dejas ver en formas vagas 25
Tu cuerpo colosal, y tu diadema
Arde á par de los astros.
Duerme tranquilo el mar, pérfido esconde
Rocas aleves, áridos escollos
Falso señuelo son, lejanas lumbres 30
Engañan á las naves;
267
Mas tú, cuyo esplendor todo lo ofusca,
Tú, cuya inmoble posición indica
El trono de un monarca, eres su norte,
Les adviertes su engaño.
Así de la razón arde la antorcha, 5
En medio del furor de las pasiones,
Ó de aleves halagos de Fortuna,
A los ojos del alma.
Desque refugio de la airada suerte
En esta escasa tierra que presides, 10
Y grato albergue el cielo bondadoso
Me concedió propicio,
Ni una vez sola á mis pesares busco
Dulce olvido del sueño entre los brazos,
Sin saludarte, y sin tornar los ojos 15
A tu espléndida frente.
¡Cuántos, ay, desde el seno de los mares
Al par los tornarán!... Tras larga ausencia
Unos, que vuelven á su patria amada,
A sus hijos y esposa: 20
Otros, prófugos, pobres, perseguidos,
Que asilo buscan, cual busqué, lejano,
Y á quienes, que lo hallaron, tu luz dice,
Hospitalaria estrella.
Arde, y sirve de norte á los bajeles, 25
Que de mi patria, aunque de tarde en tarde,
Me traen nuevas amargas, y renglones
Con lágrimas escritos.
Cuando la vez primera deslumbraste
Mis afligidos ojos, ¡cuál mi pecho, 30
Destrozado y hundido en amargura,
Palpitó venturoso!
Del Lacio moribundo las riberas
Huyendo inhospitables, contrastado
268
Del viento y mar, entre ásperos bajíos,
Ví tu lumbre divina:
Viéronla como yo los marineros,
Y olvidando los votos y plegarias
Que en las sordas tinieblas se perdían, 5
¡Malta! ¡Malta! gritaron;
Y fuiste á nuestros ojos la aureola
Que orna la frente de la santa imagen,
En quien busca afanoso peregrino
La salud y el consuelo. 10
Jamás te olvidaré, jamás... Tan sólo
Trocara tu esplendor, sin olvidarlo,
Rey de la noche, y de tu excelsa cumbre
La benéfica llama,
Por la llama y los fulgidos destellos, 15
Que lanza, reflejando al sol naciente,
El arcángel dorado, que corona
De Córdoba la torre.

José de Espronceda

(1810–1842)

LA CAUTIVA

Ya el sole esconde sus rayos,
El mundo en sombras se vela, 20
El ave á su nido vuela,
Busca asilo el trovador.
Todo calla: en pobre cama
Duerme el pastor venturoso:
En su lecho suntüoso 25
Se agita insomne el señor.
Se agita; mas ¡ay! reposa
Al fin en su patrio suelo
269
No llora en mísero duelo
La libertad que perdió:
Los campos ve que á su infancia
Horas dieron de contento,
Su oído halaga el acento 5
Del país donde nació.
No gime ilustre cautivo
Entre doradas cadenas,
Que si bien de encanto llenas,
Al cabo cadenas son. 10
Si acaso triste lamenta,
En torno ve á sus amigos,
Que, de su pena testigos,
Consuelan su corazón.
La arrogante erguida palma 15
Que en el desierto florece,
Al viajero sombra ofrece
Descanso y grato manjar:
Y, aunque sola, allí es querida
Del Árabe errante y fiero, 20
Que siempre va placentero
A su sombra á reposar.
Mas ¡ay triste! yo cautiva,
Huérfana y sola suspiro,
En clima extraño respiro, 25
Y amo á un extraño también.
No hallan mis ojos mi patria;
Humo han sido mis amores;
Nadie calma mis dolores,
Y en celos me siento arder. 30
¡Ah! ¿Llorar? ¿Llorar?... no puedo
Ni ceder á mi tristura,
Ni consuelo en mi amargura
Podré jamás encontrar.
270
Supe amar como ninguna,
Supe amar correspondida;
Despreciada, aborrecida,
¿No sabré también odiar?
¡Adiós, patria! ¡adiós, amores! 5
La infeliz Zoraida ahora
Solo venganzas implora,
Ya condenada á morir.
No soy ya del castellano
La sumisa enamorada: 10
Soy la cautiva cansada
Ya de dejarse oprimir.

SONETO

Fresca, lozana, pura y olorosa,
Gala y adorno del pensil florido,
Gallarda puesta sobre el ramo erguido, 15
Fragancia esparce la naciente rosa;
Mas si el ardiente sol lumbre enojosa
Vibra del can en llamas encendido,
El dulce aroma y el color perdido,
Sus hojas lleva el aura presurosa. 20
Así brilló un momento mi ventura
En alas del amor, y hermosa nube
Fingí tal vez de gloria y de alegría;
Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura
Y deshojada por los aires sube 25
La dulce flor de la esperanza mía.

Á TERESA

¿Por qué volvéis á la memoria mía,
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido? 30
271
¡Ay! de aquellas horas de alegría,
Le quedó al corazón solo un gemido,
Y el llanto que al dolor los ojos niegan,
Lágrimas son de hiel que el alma anegan.
¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas 5
De juventud, de amor y de ventura,
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
Sus alas de carmín y nieve pura, 10
Al sol de mi esperanza desplegando,
Pasaban ¡ay! á mi alredor cantando.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores, 15
El bosque mansamente respondía,
Las fuentes murmuraban sus amores...
¡Ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh! ¡cuán süave resonó en mi oído
El bullicio del mundo y su ruido! 20
Mi vida entonces cual guerrera nave
Que el puerto deja por la vez primera,
Y al soplo de los céfiros süave,
Orgullosa desplega su bandera,
Y al mar dejando que á sus pies alabe 25
Su triunfo en roncos cantos, va velera,
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora;
¡Ay! en el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor volaba, el sol de la mañana 30
Llevaba yo sobre mi tersa frente,
Y el alma pura de su dicha ufana:
Dentro de ella el amor cual rica fuente,
Que entre frescura y arboledas mana,
272
Brotaba entonces abundante río
De ilusiones y dulce desvarío.
Yo amaba todo: un noble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, y sentía
En mi pecho un secreto movimiento, 5
De grandes hechos generosa guía:
La libertad con su inmortal aliento,
Santa diosa mi espíritu encendía,
Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura. 10
El puñal de Catón, la adusta frente
Del noble Bruto, la constancia fiera
Y el arrojo de Scévola valiente,
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente 15
Del orador de Atenas, la bandera
Contra el tirano macedonio alzando,
Y al espantado pueblo arrebatando.
El valor y la fe del caballero,
Del trovador el arpa y los cantares, 20
Del gótico castillo el altanero
Antiguo torreón, do sus pesares
Cantó tal vez con eco lastimero,
¡Ay! arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna, 25
Lamentando su ausencia y su fortuna:
El dulce anhelo del amor que aguarda
Tal vez inquieto y con mortal recelo,
La forma bella que cruzó gallarda,
Allá en la noche, entre el medroso velo; 30
La ansiada cita que en llegar se tarda
Al impaciente y amoroso anhelo,
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura;
273
A un tiempo mismo en rápida tormenta,
Mi alma alborotaban de contino,
Cual las olas que azota con violenta
Cólera, impetuoso torbellino:
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta 5
En mi voz escuchaba su destino;
Ya al caballero, al trovador soñaba,
Y de gloria y de amores suspiraba.
Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma sólo recogida entiende, 10
Un sentimiento misterioso y santo,
Que del barro al espíritu desprende:
Agreste, vago y solitario encanto,
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina 15
El corazón de su ilusión divina.
Yo desterrado en extranjera playa,
Con los ojos extático seguía
La nave audaz que en argentada raya
Volaba al puerto de la patria mía 20
Yo cuando en Occidente el sol desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
Oir pensaba el armonioso acento
De una mujer, al suspirar del viento.
¡Una mujer! En el templado rayo 25
De la mágica luna se colora,
Del sol poniente al lánguido desmayo,
Lejos entre las nubes se evapora:
Sobre las cumbres que florece Mayo
Brilla fugaz al despuntar la aurora, 30
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
Juega en las aguas del sereno río.
¡Una mujer! Deslízase en el cielo
Allá en la noche desprendida estrella:
274
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
Cruza la esfera, y que su planta huella,
Y en la tarde la mar olas le ofrece 5
De plata y de zafir, donde se mece.
Mujer que amor en su ilusión figura,
Mujer que nada dice á los sentidos,
Ensueño de suavísima ternura,
Eco que regaló nuestros oídos; 10
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del placer cumplidos,
Que engalana la rica fantasía,
Goces que avaro el corazón ansía:
¡Ay! aquella mujer, tan sólo aquella 15
Tanto delirio á realizar alcanza,
Y esa mujer tan cándida y tan bella,
Es mentida ilusión de la esperanza:
Es el alma que vívida destella
Su luz al mundo cuando en él se lanza, 20
Y el mundo con su magia y galanura
Es espejo no más de su hermosura:
Es el amor que al mismo amor adora,
El que creó las Sílfides y Ondinas,
La sacra ninfa que bordando mora 25
Debajo de las aguas cristalinas:
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas,
Amor de allí arrancado, allí nacido,
Que busca en vano aquí su bien perdido. 30
¡Oh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
Quizá esperanza de futura gloria!
275
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh mujer que en imagen ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor á mi ilusión primera...
¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías 5
¡Ah! ¿dónde estáis que no corréis á mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
De un corazón, que penas á millares 10
¡Ay! desgarraron, y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

CANCIÓN DEL PIRATA

Con diez cañones por banda,
Viento en popa á toda vela
No corta el mar, sino vuela 15
Un velero bergantín:
Bajel pirata que llaman
Por su bravura el Temido,
En todo mar conocido
Del uno al otro confín. 20
La luna en el mar rïela,
En la lona gime el viento,
Y alza en blando movimiento
Olas de plata y azul;
Y ve el capitán pirata, 25
Cantando alegre en la popa,
Asia á un lado, al otro Europa,
Y allá á su frente Stambul.
276
«Navega, velero mío,
Sin temor,
Que ni enemigo navío,
Ni tormenta, ni bonanza
Tu rumbo á torcer alcanza, 5
Ni á sujetar tu valor.
«Veinte presos
Hemos hecho
A despecho
Del Inglés, 10
Y han rendido
Sus pendones
Cien naciones
A mis pies.
«Que es mi barco mi tesoro, 15
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar.
«Allá muevan feroz guerra
Ciegos reyes 20
Por un palmo más de tierra:
Que yo tengo aquí por mío
Cuanto abarca el mar bravío,
A quien nadie impuso leyes.
«Y no hay playa, 25
Sea cual quiera,
Ni bandera
De esplendor,
Que no sienta
277
Mi derecho,
Y dé pecho
Al valor.
«Que es mi barco mi tesoro...
«A la voz de «¡barco viene!» 5
Es de ver
Como vira y se previene
A todo trapo á escapar:
Que yo soy el rey del mar,
Y mi furia es de temer. 10
«En las presas
Yo divido
Lo cogido
Por igual:
Solo quiero 15
Por riqueza
La belleza
Sin rival.
«Que es mi barco mi tesoro...
«¡Sentenciado estoy á muerte! 20
Yo me río:
No me abandone la suerte,
Y al mismo que me condena
Colgaré de alguna entena,
Quizá en su propio navío. 25
«Y si caigo,
¿Qué es la vida?
Por perdida
Ya la dí.
278
Cuando el yugo
Del esclavo,
Como un bravo,
Sacudí.
«Que es mi barco mi tesoro... 5
«Son mi música mejor
Aquilones:
El estrépito y temblor
De los cables sacudidos,
Del negro mar los bramidos 10
Y el rugir de mis cañones.
«Y del trueno
Al son violento,
Y del viento
Al rebramar, 15
Yo me duermo
Sosegado,
Arrullado
Por el mar.
«Que es mi barco mi tesoro, 20
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar.»
279

Manuel de Cabanyes

(1808–1833)

LA INDEPENDENCIA DE LA POESÍA

Como una casta ruborosa vírgen
Se alza mi Musa, y tímida las cuerdas
Pulsando de su harpa solitaria,
Suelta la voz del canto.
Léjos ¡profanas gentes! No su acento 5
Del placer muelle corruptor del alma
En ritmo cadencioso hará süave
La funesta ponzoña.
Léjos ¡esclavos! léjos: no sus gracias
Cual vuestro honor trafícanse y se venden; 10
No sangri-salpicados techos de oro
Resonarán sus versos.
En pobre independencia, ni las iras
De los verdugos del pensar la espantan
De sierva á fuer; ni, meretriz impura, 15
Vil metal la corrompe.
Fiera como los montes de su patria,
Galas desecha que maldad cobijan:
Las cumbres vaga en desnudez honesta;
Mas ¡guay de quien la ultraje! 20
Sobre sus cantos la expresión del alma
Vuela sin arte: números sonoros
Desdeña y rima acorde; son sus versos
Cual su espíritu libres.
Duros son; mas son fuertes, son hidalgos 25
Cual la espada del bueno: y nunca, nunca
Tu noble faz con el rubor de oprobio
Cubrirán, madre España,
280
Cual del cisne de Ofanto los cantares
A la Reina del mundo avergonzaron,
De su opresor con el infame elogio
Sus cuitas acreciendo.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

José Zorrilla

(1817–1893)

INDECISIÓN

¡Bello es vivir, la vida es la armonía! 5
Luz, peñascos, torrentes y cascadas,
Un sol de fuego iluminando el día,
Aire de aromas, flores apiñadas:
Y en medio de la noche majestuosa
Esa luna de plata, esas estrellas, 10
Lámparas de la tierra perezosa,
Que se ha dormido en paz debajo de ellas.
¡Bello es vivir! Se ve en el horizonte
Asomar el crepúsculo que nace;
Y la neblina que corona el monte 15
En el aire flotando se deshace;
Y el inmenso tapiz del firmamento
Cambia su azul en franjas de colores;
Y susurran las hojas en el viento,
Y desatan su voz los ruiseñores. 20
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Si hay huracanes y aquilón que brama,
Si hay un invierno de humedad vestido,
Hay una hoguera á cuya roja llama
Se alza un festín con su discorde ruido.
281
Y una pintada y fresca primavera,
Con su manto de luz y orla de flores,
Que cubre de verdor la ancha pradera
Donde brotan arroyos saltadores.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
¡Bello es vivir, la vida es la armonía! 5
Luz, peñascos, torrentes y cascadas,
Un sol de fuego iluminando el día,
Aire de aromas, flores apiñadas.
Arranca, arranca, Dios mío,
De la mente del poeta 10
Este pensamiento impío
Que en un delirio creó;
Sin un instante de calma,
En su olvido y amargura,
No puede soñar su alma 15
Placeres que no gozó.
¡Ay del poeta! su llanto
Fué la inspiración sublime
Con que arrebató su canto
Hasta los cielos tal vez; 20
Solitaria flor que el viento
Con impuro soplo azota,
Él arrastra su tormento
Escrito sobre la tez.
Porque tú, ¡oh Dios! le robaste 25
Cuanto los hombres adoran;
Tú en el mundo le arrojaste
Para que muriera en él;
Tú le dijiste que el hombre
Era en la tierra su hermano; 30
Mas él no encuentra ese nombre
En sus recuerdos de hiel.
282
Tú le has dicho que eligiera
Para el viaje de la vida
Una hermosa compañera
Con quien partir su dolor;
Mas ¡ay! que la busca en vano; 5
Porque es para el ser que ama
Como un inmundo gusano
Sobre el tallo de una flor.
Canta la luz y las flores,
Y el amor en las mujeres, 10
Y el placer en los amores,
Y la calma en el placer:
Y sin esperanza adora
Una belleza escondida,
Y hoy en sus cantares llora 15
Lo que alegre cantó ayer.
Él con los siglos rodando
Canta su afán á los siglos,
Y los siglos van pasando
Sin curarse de su afán. 20
¡Maldito el nombre de gloria
Que en tu cólera le diste!
Sentados en su memoria
Recuerdos de hierro están.
El día alumbra su pena, 25
La noche alarga su duelo,
La aurora escribe en el cielo
Su sentencia de vivir:
Fábulas son los placeres,
No hay placeres en su alma, 30
No hay amor en las mujeres,
Tarda la hora de morir.
Hay sol que alumbra, mas quema:
Hay flores que se marchitan,
283
Hay recuerdos que se agitan
Fantasmas de maldición.
Si tiene una voz que canta,
Al arrancarla del pecho
Deja fuego en la garganta, 5
Vacío en el corazón.
¡Bello es vivir! Sobre gigante roca
Se mira el mundo á nuestros pies tendido,
La frente altiva con las nubes toca...
Todo creado para el hombre ha sido. 10
¡Bello es vivir! Que el hombre descuidado
En los bordes se duerme de la vida,
Y de locura y sueños embriagado
En un festín el porvenir olvida.
¡Bello es vivir! Vivamos y cantemos: 15
El tiempo entre sus pliegos roedores
Ha de llevar el bien que no gocemos,
Y ha de apagar placeres y dolores.
Cantemos de nosotros olvidados,
Hasta que el son de la fatal campana 20
Toque á morir.—Cantemos descuidados,
Que el sol de ayer no alumbrará mañana.

LA FUENTE

Huye la fuente al manantial ingrata
El verde musgo en derredor lamiendo,
Y el agua limpia en su cristal retrata 25
Cuanto va viendo.
El césped mece y las arenas moja
Do mil caprichos al pasar dibuja,
Y ola tras ola murmurando arroja,
Riza y empuja. 30
284
Lecho mullido la presenta el valle,
Fresco abanico el abedul pomposo,
Cañas y juncos retirada calle,
Sombra y reposo.
Brota en la altura la fecunda fuente; 5
¿Y á qué su empeño, si al bajar la cuesta
Halla del río en el raudal rugiente
Tumba funesta?

Á LA MEMORIA DE LARRA

Ese vago clamor que rasga el viento
Es la voz funeral de una campana; 10
Vano remedo del postrer lamento
De un cadáver sombrío y macilento
Que en sucio polvo dormirá mañana.
Acabó su misión sobre la tierra,
Y dejó su existencia carcomida, 15
Como una virgen al placer perdida
Cuelga el profano velo en el altar.
Miró en el tiempo el porvenir vacío,
Vacío ya de ensueños y de gloria,
Y se entregó á ese sueño sin memoria 20
Que nos lleva á otro mundo á despertar.
Era una flor que marchitó el estío,
Era una fuente que agotó el verano;
Ya no se siente su murmullo vano,
Ya está quemado el tallo de la flor, 25
Todavía su aroma se percibe,
Y ese verde color de la llanura,
Ese manto de hierba y de frescura,
Hijos son del arroyo creador.
285
Que el poeta en su misión,
Sobre la tierra que habita
Es una planta maldita
Con frutos de bendición.
Duerme en paz en la tumba solitaria, 5
Donde no llegue á tu cegado oído
Más que la triste y funeral plegaria
Que otro poeta cantará por ti.
Ésta será una ofrenda de cariño,
Más grata, sí, que la oración de un hombre, 10
Pura como la lágrima de un niño,
Memoria del poeta que perdí.
Si existe un remoto cielo,
De los poetas mansión,
Y sólo le queda al suelo 15
Ese retrato de hielo,
Fetidez y corrupción,
¡Digno presente, por cierto,
Se deja á la amarga vida!
¡Abandonar un desierto 20
Y darle á la despedida
La fea prenda de un muerto!
Poeta: si en el no ser
Hay un recuerdo de ayer,
Una vida como aquí 25
Detrás de ese firmamento...
Conságrame un pensamiento
Como el que tengo de ti.
286

TOLEDO

.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Ya no hay cañas ni torneos,
Ni moriscas cantilenas,
Ni entre las negras almenas
Moros ocultos están;
Hoy se ven sin celosías 5
Miradores y ventanas;
No hay danzas ya de sultanas
En el jardín del Sultán.
Ya no hay dorados salones
En alcázares reales, 10
Gabinetes orientales
Consagrados al placer;
Ya no hay mujeres morenas
En lechos de terciopelo,
Prometidas en un cielo 15
Que los Moros no han de ver.
Ya no hay pájaros de Oriente
Presos en redes de oro,
Cuyo cántico sonoro
Cuyo pintado color 20
Presten al aire armonía,
Mientras en baño de olores
Dormita, soñando amores,
El opulento señor.
No hay una edad de placeres 25
Como fué la edad moruna;
Igual á aquélla ninguna,
Porque no puede haber dos;
Pero hay, en gótica torre
De parda iglesia cristiana, 30
287
Una gigante campana
Con el acento de un Dios.
Hay un templo sostenido
En cien góticos pilares,
Y cruces en los altares, 5
Y una santa religión.
Y hay un pueblo prosternado
Que eleva á Dios su plegaria
A la llama solitaria
De la fe del corazón. 10
Hay un Dios cuyo nombre guarda el viento
En los pliegues del ronco torbellino;
A cuya voz vacila el firmamento
Y el hondo porvenir rasga el destino.
La cifra de ese nombre vive escrita 15
En el impuro corazón del hombre,
Y él adora en un árabe mezquita
La misteriosa cifra de ese nombre.

Juan Eugenio Hartzenbusch.

(1806–1880)

Á CALDERÓN

Tú que en acento de desdén profundo
Dijiste al ver la pequeñez humana: 20
«Sombra es la vida, como el sueño vana,
Fantástica existencia la del mundo»;
Cuando brillabas luminar fecundo,
Sol refulgente de la escena hispana,
¿Pudo tener tu mente soberana 25
Por ilusión tu ingenio sin segundo?
288
Desde el Tíber al patrio Manzanares,
Desde el Rin á los Andes mereciste
Universal admiración y altares;
Y eterna de tu nombre la memoria,
Ella te enseña que decir debiste: 5
«Sueño todo será, menos mi gloria.»

Manuel Bretón de los Herreros

(1796–1873)

EL SOLDADO Y EL CARRETERO

Bueno es ser comedido, mas no tanto
Que raye la modestia en tontería.
Fábula al canto.
Ya no podía continuar su ruta, 10
Con la mochila y el fusil cargado,
Pobre recluta.
Viéndole un carretero muy bizarro
En tal angustia, «¡Militar!», le dijo,
«Sube á mi carro.» 15
«De perlas me vendría, que voy muerto;
Mas si á pagar el porte se me obliga...»
«¡Eh! no por cierto.»
«Gracias. Bendigo al cielo, que me trajo
Tan buen padrino,» le responde, y monta 20
No sin trabajo.
«Ahora, bueno será dar un refuerzo
Al estómago,» dijo el trajinante.
«No: yo no almuerzo.»
«¡Eh! nada de melindres y pamplinas. 25
La bota tengo llena, y en la alforja
Pan y sardinas.»
289
Al fin, transido de hambre el buen soldado,
Aunque gravar temía su conciencia,
Toma un bocado.
Ya durmiendo, ya hablando al camarada,
Dejado había atrás el carretero 5
Media jornada;
Y todavía el mílite (¡da grima!)
No se había quitado la engorrosa
Mole de encima.
Ríe el otro y le dice: «El sol escalda, 10
¡Y aun la ruda mochila, majadero,
Veo en tu espalda!»
«Ya que me ahorro de pisar hormigas,
No es justo dar á la cansada mula
Nuevas fatigas.» 15
«¿Y alivias por ventura su molestia?
De ti y del carro y todo el cargamento
Tira la bestia.
No es tu propia carrera el castrense.—
«Pues ¿cuál?»—«Hazte, ya que eres tan pacato, 20
Fraile mostense.»

José María Heredia.

(1803–1839)

AL HURACÁN

Huracán, huracán, venir te siento,
Y en tu soplo abrasado
Respiro entusiasmado
Del Señor de los aires el aliento. 25
En las alas del viento suspendido
Vedle rodar por el espacio inmenso,
290
Silencioso, tremendo, irresistible
En su curso veloz. La tierra en calma
Siniestra, misteriosa,
Contempla con pavor su faz terrible.
¿Al toro no miráis? El suelo escarban 5
De insoportable ardor sus pies heridos;
La frente poderosa levantando,
Y en la hinchada nariz fuego aspirando,
Llama la tempestad con sus bramidos.
¡Qué nubes! ¡qué furor! El sol temblando 10
Vela en triste vapor su faz gloriosa,
Y su disco nublado sólo vierte
Luz fúnebre y sombría,
Que no es noche ni día.
¡Pavoroso color, velo de muerte! 15
Los pajarillos tiemblan y se esconden
Al acercarse el huracán bramando,
Y en los lejanos montes retumbando
Le oyen los bosques y á su voz responden.
Llega ya... ¿No le veis? ¡Cual desenvuelve 20
Su manto aterrador y majestuoso!
¡Gigante de los aires, te saludo!
En fiera confusión el viento agita
Las orlas de su parda vestidura.
¡Ved, en el horizonte 25
Los brazos rapidísimos enarca,
Y con ellos abarca
Cuanto alcanzo á mirar de monte á monte!
¡Oscuridad universal! ¡Su soplo
Levanta en torbellinos 30
El polvo de los campos agitado!
En las nubes retumba despeñado
El carro del Señor, y de sus ruedas
Brota el rayo veloz, se precipita,
291
Hiere y aterra el suelo,
Y su lívida luz inunda el cielo.
¡Qué rumor! ¡Es la lluvia! Desatada
Cae á torrentes, oscurece el mundo,
Y todo es confusión, horror profundo. 5
Cielo, nubes, colinas, caro bosque,
¿Dó estáis? Os busco en vano:
Desparecisteis... La tormenta umbría
En los aires revuelve un Oceano
Que todo lo sepulta. 10
Al fin, mundo fatal, nos separamos:
El huracán y yo solos estamos.
¡Sublime tempestad! ¡Cómo en tu seno,
De tu solemne inspiración henchido,
Al mundo vil y miserable olvido, 15
Y alzo la frente de delicias lleno!
¿Dó está el alma cobarde
Que teme tu rugir? Yo en ti me elevo
Al trono del Señor: oigo en las nubes
El eco de su voz; siento á la tierra 20
Escucharte y temblar. Ferviente lloro
Desciende por mis pálidas mejillas,
Y su alta majestad trémulo adoro.

ODA Á NIÁGARA

Dadme mi lira, dádmela: que siento
En mi alma estremecida y agitada 25
Arder la inspiración. ¡Oh! ¡cuánto tiempo
En tinieblas pasó, sin que mi frente
Brillase con su luz!... Niágara undoso,
Sola tu faz sublime ya podría
Tornarme el don divino, que ensañada 30
Me robó del dolor la mano impía.
292
Torrente prodigioso, calma, acalla
Tu trueno aterrador: disipa un tanto,
Las tinieblas que en torno te circundan,
Y déjame mirar tu faz serena,
Y de entusiasmo ardiente mi alma llena. 5
Yo digno soy de contemplarte; siempre
Lo común y mezquino desdeñando,
Ansié por lo terrífico y sublime.
Al despeñarse el huracán furioso,
Al retumbar sobre mi frente el rayo, 10
Palpitando gocé: ví al Oceano
Azotado del austro proceloso,
Combatir mi bajel, y ante mis plantas
Sus abismos abrir, y amé el peligro,
Y sus iras amé: mas su fiereza 15
En mi alma no dejara
La profunda impresión que tu grandeza.
Corres sereno y majestuoso, y luego
En ásperos peñascos quebrantado,
Te abalanzas violento, arrebatado, 20
Como el destino irresistible y ciego.
¿Qué voz humana describir podría
De la sirte rugiente
La aterradora faz? El alma mía
En vagos pensamientos se confunde, 25
Al contemplar la férvida corriente,
Que en vano quiere la turbada vista
En su vuelo seguir al borde obscuro
Del precipicio altísimo: mil olas,
Cual pensamiento rapidas pasando, 30
Chocan, y se enfurecen,
Y otras mil y otras mil ya las alcanzan,
Y entre espuma y fragor desaparecen.
Mas llegan... saltan... El abismo horrendo
293
Devora los torrentes despeñados;
Crúzanse en él mil iris, y asordados
Vuelven los bosques el fragor tremendo.
Al golpe violentísimo en las peñas
Rómpese el agua, y salta, y una nube 5
De revueltos vapores
Cubre el abismo en remolinos, sube,
Gira en torno, y al cielo
Cual pirámide inmensa se levanta,
Y por sobre los bosques que le cercan 10
Al solitario cazador espanta.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Plácido (Gabriel de la Concepción Valdés)

(1809–1844)

PLEGARIA Á DIOS

¡Sér de inmensa bondad! ¡Dios poderoso!
A vos acudo en mi dolor vehemente.
Extended vuestro brazo omnipotente,
Rasgad de la calumnia el velo odioso, 15
Y arrancad este sello ignominioso
Con que el mundo manchar quiere mi frente!
¡Rey de los reyes! ¡Dios de mis abuelos!
Vos solo sois mi defensor, ¡Dios mío!
Todo lo puede quien al mar sombrío 20
Olas y peces dió, luz á los cielos,
Fuego al sol, giro al aire, al Norte hielos,
Vida á las plantas, movimiento al río.
Todo lo podéis Vos, todo fenece
Ó se reanima á vuestra voz sagrada; 25
Fuera de Vos, Señor, el todo es nada
294
Que en la insondable eternidad perece;
Y aun esa misma nada Os obedece,
Pues de ella fué la humanidad creada.
Yo no Os puedo engañar, Dios de clemencia;
Y pues vuestra eternal sabiduría 5
Ve al través de mi cuerpo el alma mía
Cual del aire á la clara transparencia,
Estorbad que, humillada la inocencia,
Bata sus palmas la calumnia impía.
Estorbadlo, Señor, por la preciosa 10
Sangre vertida, que la culpa sella
Del pecado de Adán, ó por aquella
Madre cándida, dulce y amorosa,
Cuando envuelta en pesar, mustia y llorosa,
Siguió tu muerte como heliaca estrella. 15
Mas si cuadra á tu suma omnipotencia
Que yo perezca cual malvado impío,
Y que los hombres mi cadáver frío
Ultrajen con maligna complacencia,
Suene tu voz y acabe mi existencia, 20
¡Cúmplase en mí tu voluntad, Dios mío!

Carolina Coronado

(B. 1823)

EL AMOR DE LOS AMORES

¿Cómo te llamaré para que entiendas
Que me dirijo á ti, ¡dulce amor mío!
Cuando lleguen al mundo las ofrendas
Que desde oculta soledad te envío? 25
A ti, sin nombre para mí en la tierra,
¿Cómo te llamaré con aquel nombre
295
Tan claro que no pueda ningún hombre
Confundirlo al cruzar por esta sierra?
¿Cómo sabrás que enamorado vivo
Siempre de ti, que me lamento sola
Del Gévora que pasa fugitivo 5
Mirando relucir ola tras ola?
Aquí estoy aguardando en una peña
A que venga el que adora el alma mía;
¿Por qué no ha de venir, si es tan risueña
La gruta que formé por si venía. 10
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Pero ¡te llamo yo, dulce amor mío,
Como si fueras tú mortal viviente!
Cuando sólo eres luz, eres ambiente,
Eres aroma, eres vapor del río.
Eres la sombra de la nube errante, 15
Eres el son del árbol que se mueve;
Y aunque á adorarte el corazón se atreve,
Tú sólo en la ilusión eres mi amante.
Mi amor, el tierno amor por el que lloro,
Eres tan sólo tú, Señor, Dios mío; 20
Si te busco y te llamo, es desvarío
De lo mucho que sufro y que te adoro.
Yo nunca te veré, porque no tienes
Ser humano, ni forma, ni presencia;
Yo siempre te amaré, porque en esencia 25
Al alma mía como amante vienes.
Nunca en tu frente sellará mi boca
El beso que al ambiente le regalo;
Siempre el suspiro que á tu amor exhalo
Vendrá á quebrarse en la insensible roca. 30
Pero cansada de penar la vida,
Cuando se apague el fuego del sentido,
296
Por el amor tan puro que he tenido
Tú me darás la gloria prometida.
¡Y entonces, al ceñir la eterna palma
Que ciñen tus esposas en el cielo,
El beso celestial que darte anhelo 5
Llena de gloria te dará mi alma.

Gertrudis Gómez de Avellaneda

(1816–1873)

Á WASHINGTON

No en lo pasado á tu virtud modelo,
Ni copia al porvenir dará la historia,
Ni otra igual en grandeza á tu memoria
Difundirán los siglos en su vuelo. 10
Miró la Europa ensangrentar su suelo
Al genio de la guerra y la victoria,
Pero le cupo á América la gloria
De que al genio del bien le diera el cielo.
Que audaz conquistador goce en su ciencia, 15
Mientras al mundo en páramo convierte
Y se envanezca cuando á siervos mande;
¡Mas los pueblos sabrán en su conciencia
Que el que los rige libres sólo es fuerte;
Que el que los hace grandes sólo es grande. 20

Á UN RUISEÑOR

Cesa, cesa,
¡Vate alado!
Que ha sonado
Ya el reloj
La hora grave 25
Que da al sueño
Su beleño
Bienhechor.
297
Pues la noche
Nos circunda
De profunda
Dulce paz,
De la mente 5
Deja el fuego
Con sosiego
Reposar.
Ni ¿qué aguardas
De este ambiente, 10
¡Oh hijo ardiente
De la luz!
Tú, que mides
Con tus vuelos
De los cielos 15
El azul?
¿Qué pretendes
Con tu canto,
Si su encanto
Sin igual 20
Las tinieblas
No comprenden,
Ni suspenden
Tu afanar?
¡Ay! ¿quién sabe 25
Si emboscado
Despiadado
Cazador
Lazo indigno
Te prepara, 30
Junto al ara
De tu amor?
De asechanzas
Protectoras
Tales horas 35
Suelen ser,
Y ese canto
Te delata
En la ingrata
Lobreguez. 40
Deja, deja
De horror lleno,
Nuestro cieno
Mundanal,
Por las cumbres 45
Donde aspiras
Y respiras
Libertad.
Cuando á vastos
Horizontes 50
Te remontes
Triunfador,
Tu sublime
Poesía
Dale al día, 55
Dale al sol;
¡Pero cese,
Cese ahora
Tu canora
Bella voz, 60
Y que grato
Vierta el sueño
Su beleño
Bienhechor!
298

LA TUMBA Y LA ROSA

(Traducción libre de Victor Hugo)

Dice la Tumba á la Rosa:
—¿Qué haces tú, preciada flor,
Del llanto que el alba hermosa
Vierte en tu cáliz de amor?—
Y la Rosa le responde: 5
—¿Qué haces, di, Tumba sombría,
De lo que tu seno esconde
Y devora cada día?
Yo perfumes doy al suelo
Con el llanto matinal. 10
—¡Y yo un alma mando al cielo,
De cada cuerpo mortal!

Á LA MUERTE DE ESPRONCEDA

.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
¡Ved! Cual la escarcha fría
Por siempre yace la inspirada frente,
Que de Byron el lauro refulgente 15
Recibir merecía.
¿Cómo calla la voz cuya armonía
El ángel de los cantos envidiara?
¿Qué se hizo la luz clara,
Reveladora de alta inteligencia, 20
Que fulguraba en sus brillantes ojos?
¿Será eterna la ausencia
De la vida, ¡gran Dios! y esos despojos
—Que va á tragarse el sempiterno olvido—
Se llevarán al pensamiento helado, 25
Como un astro apagado
Por espacios incógnitos perdido?
299
¡Blasfemia horrible!... ¡loco pensamiento!
¡Jamás mi mente á tu ilusión sucumba!
¿La nada invocaré con torpe acento
Del genio ante la tumba?
¿Quién la bondad suprema 5
Podrá ultrajar con tan odiosa duda?
¿Quién su justicia dejará en problema
Ante el estrago de la muerte muda?
A ti—que viertes en el triste lecho
Del humano que espira 10
Bálsamo dulce de consuelo y calma—
¡Oh esperanza final! á ti saluda
Con rudos sones mi enlutada lira;
A ti se acoge en su dolor el alma.
Rindióse el cuerpo deleznable al peso 15
Del espíritu inmenso que oprimía,
Y ya el ilustre preso,
Que rota deja la coyunda impía,
Con libre vuelo sube
Al foco de la eterna Inteligencia, 20
Donde su centro y su reposo obtiene.
Tal de las flores la exquisita esencia
Se alza y se extiende en invisible nube,
Cuando rompe el cristal que la contiene.
¡Ay de aquel genio las fulgentes alas 25
Se lastimaban con el roce duro
De la materia frágil y grosera,
Que lo encerraba, cual estrecho muro.
Asaz sufriste ¡oh mísero! no era
La tierra tu morada. La profunda 30
Sed de goces y amor, que desdeñaba
Mezquinas fuentes de la tierra inmunda;
El inmenso vacío
300
Del insondable corazón; el tedio,
Que con su diente inexorable y frío
Te envenenaba heridas sin remedio.
¡Todo á su fin llegó! ¡todo ha cesado!
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Adelardo López de Ayala

(1828–1879)

PLEGARIA

¡Dame, Señor, la firme voluntad, 5
Compañera y sostén de la virtud;
La que sabe en el golfo hallar quietud
Y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad
Y el ocio en perenal solicitud, 10
Y las ásperas fiebres en salud,
Y los torpes engaños en verdad!
Y así conseguirá mi corazón
Que los favores que á tu amor debí,
Te ofrezcan algún fruto en galardón... 15
Y aun tú, Señor, conseguirás así
Que no llegue á romper mi confusión
La imagen tuya que pusiste en mí.

José Selgas y Carrasco

(1824–1882)

LA MODESTIA

Por las flores proclamado
Rey de una hermosa pradera, 20
Un clavel afortunado
Dió principio á su reinado
Al nacer la primavera.
301
Con majestad soberana
Llevaba y con noble brío
El regio manto de grana,
Y sobre la frente ufana
La corona de rocío. 5
Su comitiva de honor
Mandaba, por ser costumbre,
El céfiro volador,
Y había en su servidumbre
Yerbas y malvas de olor. 10
Su voluntad poderosa,
Porque también era uso,
Quiso una flor para esposa;
Y regiamente dispuso
Elegir la más hermosa. 15
Como era costumbre y ley,
Y porque causa delicia
En la numerosa grey,
Pronto corrió la noticia
Por los estados del rey. 20
Y en revuelta actividad
Cada flor abre el arcano
De su fecunda beldad,
Por prender la voluntad
Del hermoso soberano. 25
Y hasta las menos apuestas
Engalanarse se vían
Con harta envidia, dispuestas
A ver las solemnes fiestas
Que celebrarse debían. 30
Lujosa la Corte brilla:
El rey, admirado, duda,
Cuando ocultarse sencilla
302
Vió una tierna florecilla
Entre la yerba menuda.
Y por si el regio esplendor
De su corona le inquieta,
Pregúntale con amor: 5
—«¿Cómo te llamas?»—«Violeta,»
Dijo temblando la flor.
—«¿Y te ocultas cuidadosa
Y no luces tus colores,
Violeta dulce y medrosa, 10
Hoy que entre todas las flores
Va el rey á elegir esposa?»
Siempre temblando la flor,
Aunque llena de placer,
Suspiró y dijo:—«Señor, 15
Yo no puede merecer
Tan distinguido favor.»
El rey, suspenso, la mira
Y se inclina dulcemente;
Tanta modestia le admira; 20
Su blanda esencia respira,
Y dice alzando la frente:
«Me depara mi ventura
Esposa noble y apuesta;
Sepa, si alguno murmura, 25
Que la mejor hermosura
Es la hermosura modesta.»
Dijo, y el aura afanosa
Publicó en forma de ley,
Con voz dulce y melodiosa, 30
Que la violeta es la esposa
Elegida por el rey.
303
Hubo magníficas fiestas,
Ambos esposos se dieron
Pruebas de amor manifiestas,
Y en aquel reinado fueron
Todas las flores modestas. 5

Gustavo Adolfo Bécquer

(1836–1870)

RIMAS

II
Saeta que voladora
Cruza, arrojada al azar,
Sin adivinarse dónde
Temblando se clavará;
Hoja que del árbol seca 10
Arrebata el vendaval,
Sin que nadie acierte el surco
Donde á caer volverá;
Gigante ola que el viento
Riza y empuja en el mar, 15
Y rueda y pasa, y no sabe
Qué playa buscando va;
Luz que en cercos temblorosos
Brilla, próxima á expirar,
Ignorándose cual de ellos 20
El último brillará;
Eso soy yo, que al acaso
Cruzo el mundo, sin pensar
De dónde vengo, ni adónde
Mis pasos me llevarán. 25
304
VII
Del salón en el ángulo obscuro,
De su dueño tal vez olvidada,
Silenciosa y cubierta de polvo
Veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas, 5
Como el pájaro duerme en las ramas,
Esperando la mano de nieve
Que sabe arrancarla!
¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
Así duerme en el fondo del alma, 10
Una voz, como Lázaro, espera
Que le diga: «Levántate y anda!»
VIII
Cuando miro el azul horizonte
Perderse á lo lejos,
Al través de una gasa de polvo 15
Dorado é inquieto,
Me parece posible arrancarme
Del mísero suelo,
Y flotar con la niebla dorada
En átomos leves 20
Cual ella deshecho.
Cuando miro de noche en el fondo
Obscuro del cielo
Las estrellas temblar, como ardientes
Pupilas de fuego, 25
Me parece posible á do brillan
Subir en un vuelo,
Y anegarme en su luz, y con ellas
En lumbre encendido
Fundirme en un beso. 30
305
En el mar de la duda en que bogo
Ni aun sé lo que creo;
¡Sin embargo, estas ansias me dicen
Que yo llevo algo
Divino aquí dentro! 5
XXI
¿Qué es poesía? dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul;
¿Qué es poesía? Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
LVII
Este armazón de huesos y pellejo, 10
De pasear una cabeza loca
Cansado se halla al fin, y no lo extraño;
Pues, aunque es la verdad que no soy viejo,
De la parte de vida que me toca
En la vida del mundo, por mi daño 15
He hecho un uso tal, que juraría
Que he condensado un siglo en cada día.
Así, aunque ahora muriera,
No podría decir que no he vivido;
Que el sayo, al parecer nuevo por fuera, 20
Conozco que por dentro ha envejecido.
Ha envejecido, sí; ¡pese á mi estrella!
Harto lo dice ya mi afán doliente;
Que hay dolor que al pasar, su horrible huella
Graba en el corazón, si no en la frente. 25
LXXIII
Cerraron sus ojos
Que aun tenía abiertos;
Taparon su cara
Con un blanco lienzo;
Y unos sollozando, 30
Otros en silencio,
De la triste alcoba
Todos se salieron.
306
La luz, que en un vaso
Ardía en el suelo,
Al muro arrojaba
La sombra del lecho;
Y entre aquella sombra 5
Veíase á intervalos,
Dibujarse rígida
La forma del cuerpo.
Despertaba el día,
Y á su albor primero 10
Con sus mil ruidos
Despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
De vida y misterios,
De luz y tinieblas, 15
Medité un momento:
«¡Dios mío, qué solos
Se quedan los muertos!»
De la casa en hombros
Lleváronla al templo, 20
Y en una capilla
Dejaron el féretro.
Allí rodearon
Sus pálidos restos
De amarillas velas 25
Y de paños negros.
Al dar de las ánimas
El toque postrero,
Acabó una vieja
Sus últimos rezos; 30
Cruzó la ancha nave,
Las puertas gimieron,
Y el santo recinto
Quedóse desierto.
De un reloj se oía 35
Compasado el péndulo,
Y de algunos cirios
El chisporroteo.
Tan medroso y triste,
Tan obscuro y yerto 40
Todo se encontraba...
Que pensé un momento:
«¡Dios mío, qué solos
Se quedan los muertos!»
De la alta campana 45
La lengua de hierro,
Le dió, volteando,
Su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
Amigos y deudos 50
Cruzaron en fila,
Formando el cortejo.
Del último asilo,
Obscuro y estrecho,
Abrió la piqueta 55
El nicho á un extremo.
Allí la acostaron,
Tapiáronle luego,
Y con un saludo
Despidióse el duelo. 60
La piqueta al hombro,
El sepulturero
Cantando entre dientes
Se perdió á lo lejos.
La noche se entraba, 65
Reinaba el silencio;
Perdido en las sombras,
Medité un momento:
307
«¡Dios mío, qué solos
Se quedan los muertos!»
En las largas noches
Del helado invierno,
Cuando las maderas 5
Crujir hace el viento
Y azota los vidrios
El fuerte aguacero,
De la pobre niña
A solas me acuerdo. 10
Allí cae la lluvia
Con un son eterno;
Allí la combate
El soplo del cierzo.
Del húmedo muro 15
Tendida en el hueco,
Acaso de frío
Se hielan sus huesos!...
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo? 20
¿Todo es vil materia
Podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo
Que explicar no puedo
Que al par nos infunde 25
Repugnancia y duelo,
Al dejar tan tristes,
Tan solos los muertos!

Antonio de Trueba

(1821–1889)

AL ANOCHECER

La luna se levanta
Tras las lejanas cúspides, 30
Y cual conciencia santa
Serena está la atmósfera,
Sereno el mar indómito,
Sereno el cielo azul...
¡Señor! cuando en la calma 35
Solemne del crepúsculo
Te busca ansiosa el alma
De los mortales míseros,
¡Qué desdichados fuéramos
Si no existieras tú! 40
308

CANTOS DE PÁJARO

Tengo yo un pajarillo
Que el día pasa
Cantando entre las flores
De mi ventana;
Y un canto alegre 5
A todo pasajero
Dedica siempre.
Tiene mi pajarillo
Siempre armonías
Para alegrar el alma 10
Del que camina...
¡Oh cielo santo,
Por qué no harán los hombres
Lo que los pájaros!
Cuando mi pajarillo 15
Cantos entona,
Pasajeros ingratos
Cantos le arrojan:
Mas no por eso
Niega sus armonías 20
Al pasajero.
Tiende las leves alas,
Cruza las nubes
Y canta junto al cielo
Con voz más dulce: 25
«Paz á los hombres
Y gloria al que en la altura
Rige los orbes!»
Y yo sigo el ejemplo
Del ave mansa 30
Que canta entre las flores
309
De mi ventana,
Porque es sabido
Que poetas y pájaros
Somos lo mismo.

CANTABRIA

Arboledas seculares, 5
Mansos ríos, claras fuentes,
Auras puras, montes altos,
Vallecitos siempre verdes,
Casas blancas, torres negras,
Mares agitados siempre, 10
Paz y alegría en las almas,
Santo sudor en las frentes...
Esto inspira mis cantares
Y esto mi Cantabria tiene.
Si me pierdo, que me busquen 15
Desde Higuer á Finisterre.

Ventura de la Vega

(1807–1865)

IMITACIÓN DE LOS SALMOS

¡Ay, no vuelvas, Señor, tu rostro airado
A un pecador contrito!
Ya abandoné, de lágrimas bañado,
La senda del delito. 20
Y en ti, humilde, oh mi Dios, la vista clavo
Y me aterra tu ceño,
Como fija sus ojos el esclavo
En la diestra del dueño.
Que en dudas engolfado, hasta tu esfera 25
310
Se alzó mi orgullo ciego,
Y cayó aniquilado cual la cera
Junto al ardiente fuego.
Si en profano laúd lanzó mi boca
Torpes himnos al viento, 5
Yo estrellaré, Señor, contra una roca
El impuro instrumento.
¡Levántate del polvo, arpa sagrada,
Henchida de armonía!
Y tú, por el perdón purificada, 10
Levántate, alma mía!
Y yo también al despuntar la aurora,
Y por el ancho mundo,
Cantaré de la diestra vengadora
El poder sin segundo. 15
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Andrés Bello

(1781–1865)

LA ORACIÓN POR TODOS

(Imitación de Victor Hugo)

Va á rezar, hija mía. Ya es la hora
De la conciencia y del pensar profundo.
Cesó el trabajo afanador, y al mundo
La sombra va á colgar su pabellón.
Sacude el polvo el árbol del camino 20
Al soplo de la noche, y en el suelto
Manto de la sutil neblina envuelto
Se ve temblar el viejo torreón.
¡Mira! Su ruedo de cambiante nácar
El Occidente más y más angosta; 25
311
Y enciende sobre el cerro de la costa
El astro de la tarde su fanal.
Para la pobre cena aderezado
Brilla el albergue rústico, y la tarda
Vuelta del labrador la esposa aguarda 5
Con su tierna familia en el umbral.
Brota del seno de la azul esfera
Uno tras otro fúlgido diamante;
Y ya apenas de un carro vacilante
Se oye á distancia el desigual rumor. 10
Todo se hunde en la sombra: el monte, el valle,
Y la iglesia, y la choza, y la alquería;
Y á los destellos últimos del día
Se orienta en el desierto el viajador.
Naturaleza toda gime; el viento 15
En la arboleda, el pájaro en el nido,
Y la oveja en su trémulo balido,
Y el arroyuelo en su correr fugaz.
El día es para el mal y los afanes:
¡Hé aquí la noche plácida y serena! 20
El hombre tras la cuita y la faena
Quiere descanso y oración y paz.
Sonó en la torre la señal: los niños
Conversan con espíritus alados;
Y los ojos al cielo levantados 25
Invocan de rodillas al Señor.
Las manos juntas y los pies desnudos,
Fe en el pecho, alegría en el semblante,
Con una misma voz, á un mismo instante,
Al Padre Universal piden amor. 30
Y luego dormirán; y en leda tropa
Sobre la cuna volarán ensueños,
Ensueños de oro, diáfanos, risueños.
Visiones que imitar no osó el pincel,
312
Y ya sobre la tersa frente posan,
Ya beben el aliento á las bermejas
Rosas, como lo chupan las abejas
A la fresca azucena y al clavel.
Como para dormirse, bajo el ala 5
Esconde su cabeza la avecilla,
Tal la niñez en su oración sencilla
Adormece su mente virginal.
¡Oh dulce devoción, que reza y ríe!
¡De natural piedad primer aviso! 10
¡Fragancia de la flor del paraíso!
¡Preludio del concierto celestial!
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Ramón de Campoamor y Campoosorio

(1817–1901)

LOS SOLLOZOS

Si á mis sollozos les pregunto adónde
La dura causa está de su aflicción,
De un ¡ay! que ya pasó, la voz responde: 15
«De mi antiguo dolor recuerdos son.»
Y alguna vez, cual otras infelice,
Que sollozo postrado en la inacción!
De otro ¡ay! que aun no llegó, la voz me dice:
«De mi dolor presentimientos son.» 20
¡Ruda inquietud de la existencia impía!
¿Dónde calma ha de hallar el corazón,
Si hasta sollozos que la inercia cría,
Presentimientos ó memorias son?
313

EL MAYOR CASTIGO

Cuando de Virgilio en pos
Fué el Dante al infierno á dar,
Su conciencia, hija de Dios,
Dejó á la puerta al entrar.
Después que á salir volvió, 5
Su conciencia el Dante hallando,
Con ella otra vez cargó,
Mas dijo así suspirando:
Del infierno en lo profundo,
No ví tan atroz sentencia 10
Como es la de ir por el mundo
Cargado con la conciencia.

¡QUIÉN SUPIERA ESCRIBIR!

I
—Escribidme una carta, señor cura.
—Ya sé para quién es.
—¿Sabéis quién es, porque una noche obscura 15
Nos visteis juntos?—Pues.
—Perdonad, mas...—No extraño ese tropiezo.
La noche... la ocasión...
Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
Mi querido Ramón: 20
—¿Querido?... Pero, en fin, ya lo habéis puesto...
—Si no queréis...—¡Sí, sí!
¡Qué triste estoy! ¿No es eso?—Por supuesto.
Qué triste estoy sin ti!
314
Una congoja, al empezar, me viene...
—¿Cómo sabéis mi mal?...
—Para un viejo, una niña siempre tiene
El pecho de cristal.
¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura. 5
¿Y contigo? Un edén.
—Haced la letra clara, señor cura,
Que lo entienda eso bien.
El beso aquel que de marchar á punto
Te dí...—¿Cómo sabéis?... 10
—Cuando se va y se viene y se está junto,
Siempre... no os afrentéis.
Y si volver tu afecto no procura
Tanto me harás sufrir...
—¿Sufrir y nada más? No, señor cura, 15
¡Que me voy á morir!
—¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo?...
—Pues, sí, señor; ¡morir!
—Yo no pongo morir.—¡Qué hombre de hielo!
¡Quién supiera escribir! 20
II
¡Señor Rector, señor Rector! En vano
Me queréis complacer,
Si no encarnan los signos de la mano
Todo el sér de mi sér.
Escribidle, por Dios, que el alma mía 25
Ya en mí no quiere estar;
Que la pena no me ahoga cada día...
Porque puedo llorar.
315
Que mis labios, las rosas de su aliento,
No se saben abrir;
Que olvidan de la risa el movimiento
A fuerza de sentir.
Que mis ojos, que él tiene por tan bellos, 5
Cargados con mi afán,
Como no tienen quien se mire en ellos,
Cerrados siempre están.
Que es, de cuantos tormentos he sufrido,
La ausencia el más atroz; 10
Que es un perpetuo sueño de mi oído
El eco de su voz.
Que siendo por su causa, ¡el alma mía
Goza tanto en sufrir!...
Dios mío, ¡cuantas cosas le diría 15
Si supiera escribir!...
III
Epílogo
—Pues señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo:
A don Ramón... En fin,
Que es inútil saber para esto arguyo
Ni el griego ni el latín.— 20

EL DESCREIMIENTO

(A S.M. la Reina Doña Isabel II)

Más que la luz de la razón humana,
Amo la oscuridad de mi deseo,
Y más que la verdad de cuanto veo,
Quiero el error de mi esperanza vana.
316
Tenéis razón, hermosa Soberana,
Que no sé cuando dudo y cuando creo;
Si hoy, comparado á mí, todo es ateo,
Tal vez de todo dudaré mañana.
Entre creer y dudar, mi alma indecisa, 5
Mientras pasa esta vida de quebranto,
Que es eterna en dar fin, yendo de prisa,
El dudar y creer confunde tanto,
Que unas veces mi llanto acaba en risa,
Y otras veces mi risa acaba en llanto. 10

EL CIELO DE LEOPARDI

¡Genio infeliz! en su primer momento
A su amiga la muerte le decía:
—«Dame la nada, esa región vacía
En que no hay ni placer ni sufrimiento.
Donde se halla la vida está el tormento. 15
Dame paz en la nada—repetía,—
Y mata con el cuerpo el alma mía,
Esta amarga raíz del pensamiento.»
Al oirle implorar de esta manera
Consolando al filósofo afligido, 20
La muerte le responde:—«Espera, espera;
Que en paga de lo bien que me has querido,
Mañana te daré la muerte entera
Y volverás al sér del que no ha sido.»

LAS DOS GRANDEZAS

Uno altivo, otro sin ley, 25
Así dos hablando están:
—Yo soy Alejandro el rey.
—Y yo Diógenes el can.
317
—Vengo á hacerte más honrada
Tu vida de caracol.
¿Qué quieres de mí?—Yo, nada;
Que no me quites el sol.
—Mi poder...—Es asombroso, 5
Pero á mí nada me asombra.
—Yo puedo hacerte dichoso.
—Lo sé, no haciéndome sombra.
—Tendrás riquezas sin tasa,
Un palacio y un dosel. 10
—¿Y para qué quiero casa
Más grande que este tonel?
—Mantos reales gastarás
De oro y seda.—¡Nada, nada!
¿No ves que me abriga más 15
Esta capa remendada?
—Ricos manjares devoro.
—Yo con pan duro me allano.
—Bebo el Chipre en copas de oro.
—Yo bebo el agua en la mano. 20
—Mandaré cuanto tú mandes.
—¡Vanidad de cosas vanas!
¿Y á unas miserias tan grandes
Las llamáis dichas humanas?
—Mi poder á cuantos gimen, 25
Va con gloria á socorrer.
—¡La gloria, capa del crimen;
Crimen sin capa ¡el poder!
318
—Toda la tierra iracundo
Tengo postrada ante mí.
—¿Y eres el dueño del mundo,
No siendo dueño de ti?
—Yo sé que, del orbe dueño, 5
Seré del mundo el dichoso.
—Yo sé que tu último sueño
Será tu primer reposo.
—Yo impongo á mi arbitrio leyes.
—¿Tanto de injusto blasonas? 10
—Llevo vencidos cien reyes.
—¡Buen bandido de coronas!
—Vivir podré aborrecido,
Mas no moriré olvidado.
—Viviré desconocido, 15
Mas nunca moriré odiado.
—¡Adiós! pues romper no puedo
De tu cinismo el crisol.
—¡Adiós! ¡Cuán dichoso quedo,
Pues no me quitas el sol!— 20
Y al partir con mutuo agravio,
Uno altivo, otro implacable,
—¡Miserable! dice el sabio;
Y el Rey dice:—¡Miserable!

LAS DOS TUMBAS

«¡Cuán honda, oh cielos, será!,» 25
Dije, mi tumba mirando,
Que va tragando, tragando,
Cuanto nació y nacerá.
319
Y huyendo del vil rincón
Donde al fin seré arrojado,
Los ojos metí espantado
Dentro de mi corazón.
Mas cuando dentro miré, 5
Mis ojos en él no hallaron
Ni un sér de los que me amaron,
Ni un sér de los que yo amé.
Si no hallo aquí una ilusión,
Y allí sólo hallo el vacío, 10
¿Cuál es más hondo, Dios mío,
Mi tumba, ó mi corazón?...

Juan Valera y Alcalá Galiano

(B. 1827)

NOCHE DE ABRIL

Es ya tarde: bate el sueño
Sobre la ciudad sus alas,
En el silencio sus galas 15
Muestra la noche gentil;
Abren su seno las flores
Al rocío transparente,
Y se respira el ambiente
Perfumado del abril. 20
En Nápoles, en las noches
De primaveras serenas,
Vierte por todas sus venas
Naturaleza su amor;
Y es el silencio armonía, 25
Bálsamo el aire, las flores
Ninfas, las sombras colores,
Y los claros resplandor.
320
Y todo vago, indeciso,
Dulcemente se confunde,
Y melancolía infunde
Tan süave al corazón,
Que en la atmósfera mecido 5
De sus sueños se recrea,
Gira y corre distraído
De ilusión en ilusión.
No va el silfo más ligero
En un rayo de la luna; 10
Ya acaricia lisonjero
Con sus besos una flor;
Ya en la límpida laguna
Forma un rïel de topacio,
Ya perdido en el espacio 15
Se disipa cual vapor.

EL FUEGO DIVINO

De la inclinada fuente
En copioso raudal brotaste pura,
Alma luz refulgente;
Entonces con ternura 20
Latió fecundo el seno de natura.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Tú eres la luz, la vida,
La inteligencia, el fuego, el movimiento;
Tú la llama escondida
Que da al sol alimento, 25
Y armonioso vigor al firmamento.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Con vivífico aliento
Virtud prestaste á la materia inerte,
321
La fuerza y movimiento,
Que en sus átomos vierte
Al sacarlos del seno de la muerte.
Y la forma elevada
Misteriosa del hombre creaste luego; 5
A su mente sagrada
Diste noble sosiego,
A sus ojos el brillo de tu fuego.
Levantaste su frente,
Hermoso asiento de tu lumbre viva, 10
Hacia el cielo eminente,
Do á su mirada altiva
Ni de tu sér la oscuridad se esquiva.
Cuanto existe en la tierra,
De oro y fango, de bálsamo y veneno, 15
Cuanta virtud encierra
En su fecundo seno
El éter infinito, de astros lleno,
Diste con armonía,
Breve mundo, del hombre á la existencia; 20
Como en oriente el día
Brotó la inteligencia,
De su completo ser oculta esencia.
La pompa de los mundos,
Todo sér, toda vida en ella vive; 25
Los ámbitos profundos
Del cielo en sí recibe,
Y de su inmensidad los circunscribe.
322
Su perfume derrama
La flor, el ave canta, el mar resuena;
Cuanto aborrece y ama,
Todo deleite y pena
Está en el alma, y los espacios llena. 5
Su luz el astro envía,
Y tarda siglos en cumplir su anhelo;
No acaba su porfía,
No hiere el mortal velo,
Mas en el alma está como en el cielo. 10
¿Qué habrá que satisfaga
Al sér amante en la creación entera?
¿De qué beldad se paga
Si por alta manera
Todo en el alma está como en su esfera? 15
¿A qué este amor intenso?
¿Qué ignoto sér la voluntad adora?
¿Dónde el objeto inmenso,
La fuerza vencedora
Que domina al amor que le devora? 20
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
El alma es consonancia
De todo lo creado, y sus amores
Son la luz, la fragancia
De estrellas y de flores,
¿Quién detiene perfumes y fulgores? 25
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
La bien templada lira
De cada cuerda exhala melodiosa
323
Distinto son, y admira
De la máquina hermosa
Dando el conjunto música armoniosa.
Enemigas y fieras
Potencias une al mismo fin el hado; 5
Así de las esferas
El giro arrebatado
Da un concierto sublime y alternado.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .

Gaspar Núñez de Arce

(B. 1834)

¡EXCELSIOR!

¿Por qué los corazones miserables,
Por qué las almas viles, 10
En los fieros combates de la vida
Ni luchan ni resisten?
El espíritu humano es más constante
Cuanto más se levanta:
Diós puso el fango en la llanura, y puso 15
La roca en la montaña.
La blanca nieve que en los hondos valles
Derrítese ligera,
En las altivas cumbres permanece
Inmutable y eterna. 20
324

Á ESPAÑA

Roto el respeto, la obediencia rota,
De Dios y de la ley perdido el freno,
Vas marchando entre lágrimas y cieno,
Y aire de tempestad tu rostro azota.
Ni causa oculta, ni razón ignota 5
Busques al mal que te devora el seno;
Tu iniquidad, como sutil veneno,
Las fuerzas de tus músculos agota.
No esperes en revuelta sacudida
Alcanzar el remedio por tu mano 10
¡Oh sociedad rebelde y corrompida!
Perseguirás la libertad en vano,
Que cuando un pueblo la virtud olvida,
Lleva en sus propios vicios su tirano.

MISERERE

Es de noche: el monasterio 15
Que alzó Felipe Segundo
Para admiración del mundo
Y ostentación de su imperio,
Yace envuelto en el misterio
Y en las tinieblas sumido. 20
De nuestro poder, ya hundido,
Último resto glorioso,
Parece que está el coloso
Al pie del monte, rendido.
El viento del Guadarrama 25
Deja sus antros obscuros,
Y estrellándose en los muros
Del templo, se agita y brama.
Fugaz y rojiza llama
Surca el ancho firmamento, 30
325
Y á veces, como un lamento,
Resuena el lúgubre son
Con que llama á la oración
La campana del convento.
La iglesia, triste y sombría, 5
En honda calma reposa,
Tan helada y silenciosa
Como una tumba vacía.
Colgada lámpara envía
Su incierta luz á lo lejos, 10
Y á sus trémulos reflejos
Llegan, huyen, se levantan
Esas mil sombras que espantan
A los niños y á los viejos.
De pronto, claro y distinto, 15
La regia cripta conmueve
Ruido extraño, que aunque leve,
Llena el mortuorio recinto.
Es que el César Carlos Quinto,
Con mano firme y segura 20
Entreabre su sepultura,
Y haciendo una horrible mueca,
Su faz carcomida y seca
Asoma por la hendidura.
Golpea su descarnada 25
Frente con tenaz empeño,
Como quien sale de un sueño
Sin acordarse de nada.
Recorre con su mirada
Aquel lugar solitario, 30
Alza el mármol funerario,
Y arrebatado y resuelto
Salta del sepulcro, envuelto
En su andrajoso sudario.
326
«¡Hola!» grita en son de guerra
Con aquella voz concisa,
Que oyó en el siglo, sumisa
Y amedrentada la tierra.
«¡Volcad la losa que os cierra! 5
Vástagos de imperial rama,
Varones que honráis la fama,
Antiguas y excelsas glorias,
De vuestras urnas mortuorias
Salid, que el César os llama.» 10
Contestando á estos conjuros,
Un clamor confuso y hondo
Parece brotar del fondo,
De aquellos mármoles duros.
Surgen vapores impuros 15
De los sepulcros ya abiertos:
La serie de reyes muertos
Después á salir empieza,
Y es de notar la tristeza,
El gesto despavorido 20
De los que han envilecido
La corona en su cabeza.
Grave, solemne, pausado,
Se alza Felipe Segundo,
En su lucha con el mundo 25
Vencido, mas no domado.
Su hijo se despierta al lado,
Y destrás del rey devoto,
Aquel que humillado y roto
Vió desmoronarse á España, 30
Cual granítica montaña
A impulsos del terremoto.
Luego el monarca enfermizo,
De infausta y negra memoria,
327
En cuya Edad nuestra gloria,
Como nieve se dishizo.
Bajo el poder de su hechizo
Se estremece todavía.
¡Ay, qué terrible armonía, 5
Qué obscuro enlace se nota
Entre aquel mísero idiota
Y su exhausta monarquía!
Con terrífica sorpresa
Y en silencioso concierto, 10
Todos los reyes que han muerto
Van saliendo de su huesa.
La ya apagada pavesa
Cobra los vitales bríos,
Y se aglomeran sombríos 15
Aquellos yertos despojos,
Aquellas cuencas sin ojos,
Aquellos cráneos vacíos.
De los monarcas en pos,
Respondiendo al llamamiento, 20
Cual si llegara el momento
Del santo juicio de Dios,
Acuden de dos en dos
Por claustros y corredores,
Príncipes, grandes señores, 25
Prelados, frailes, guerreros,
Favoritos, consejeros,
Teólogos é inquisidores.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Por mandato soberano
De Carlos, que el cetro ostenta, 30
Llega al órgano y se sienta
Un viejo esqueleto humano.
328
La seca y huesosa mano
En el gran teclado imprime,
Y la música sublime,
Que á inmensos raudales brota,
Parece que en cada nota 5
Reza y llora, canta y gime.
Uniendo al acorde santo
Su voz, los muertos despojos
Caen ante el ara de hinojos
Y á Dios elevan su canto. 10
Honda expresión del quebranto,
Aquel eco de la tumba
Crece, se dilata, zumba,
Y al paso que va creciendo,
Resuena con el estruendo 15
De un mundo que se derrumba:
«Fuimos las ondas de un río
Caudaloso y desbordado.
Hoy la fuente se ha secado,
Hoy el cauce está vacío. 20
Ya ¡oh Dios! nuestro poderío
Se extingue, se apaga y muere.
¡Miserere!
«¡Maldito, maldito sea
Aquel portentoso invento 25
Que dió vida al pensamiento
Y alas de luz á la idea!
El verbo animado ondea
Y como el rayo nos hiere.
¡Miserere! 30
«¡Maldito el hilo fecundo
Que á los pueblos eslabona,
Y busca, y cuenta, y pregona
Las pulsaciones del mundo!
329
Ya en el silencio profundo
Ninguna injusticia muere.
¡Miserere!
«Ya no vive cada raza
En solitario destierro, 5
Ya con vínculo de hierro
La humana especie se enlaza.
Ya el aislamiento rechaza:
Ya la libertad prefiere.
¡Miserere! 10
«Rígido y brutal azote
Con desacordado empuje
Sobre las espaldas cruje
Del rey y del sacerdote.
Ya nada existe que embote 15
El golpe ¡oh Dios! que nos hiere.
¡Miserere!
«Mas ¡ay! que en su audacia loca,
También el orgullo humano
Pone en los cielos su mano 20
Y á ti, Señor, te provoca.
Mientras blasfeme su boca
Ni paz ni ventura espere.
¡Miserere!
«No en la tormenta enemiga: 25
No en el insondable abismo:
El mundo lleva en sí mismo
El rayo que le castiga.
Sin compasión ni fatiga
Hoy nos mata; pero muere. 30
¡Miserere!
«Grande y caudaloso río,
Que corres precipitado,
Ve que el nuestro se ha secado
330
Y tiene el cauce vacío.
¡No prevalezca el impío,
Ni la iniquidad prospere!
¡Miserere!»
Súbito, con sordo ruido 5
Cruje el Órgano y estalla,
La luz se amortigua y calla
El concurso dolorido.
Al disiparse el sonido
Del grave y solemne canto 10
Llega á su colmo el espanto
De las mudas calaveras,
Y de sus órbitas hueras
Desciende abundoso llanto.
A medida que decrece 15
La luz misteriosa y vaga,
Todo murmullo se apaga
Y el cuadro se desvanece.
Con el alba que aparece
La procesión se evapora, 20
Y mientras la blanca aurora
Esparce su lumbre escasa,
A lo lejos silba y pasa
La rauda locomotora.

Marcelino Menéndez y Pelayo

(B. 1856)

EN ROMA

¡Y nada respetó la edad avara... 25
Ni regio pueblo, ni sagradas leyes!...
En paz yacieron extranjeras greyes
Do la voz del tribuno resonara.
331
No ya del triunfador por gloria rara
Siguen el carro domeñados reyes,
Ni de Clitumno los hermosos bueyes
En la pompa triunfal marchan al ara.
Como nubes, cual sombras, como naves, 5
Pasaron ley, ejércitos, grandeza...
Sólo una cruz se alzó sobre tal ruina.
Dime tú, ¡oh cruz! que sus destinos sabes:
¿Será de Roma la futura alteza
Humana gloria ó majestad divina? 10

ELEGÍA EN LA MUERTE DE UN AMIGO

¿Por qué dicen, señora,
Que es el dolor la tierra conquistada
Por el moderno reflexivo numen?
¿No hay lágrimas de ardiente poësía
Hasta en el polvo más menudo y leve 15
De los sagrados mármoles de Atenas?
Hoy mismo, ¿quién podría
Llenar las soledades de tu alma,
Con voz más empapada de consuelos,
Que la solemne voz medio cristiana, 20
Présaga del dolor de otras edades,
Con que Menandro repitió en la escena:
«Joven sucumbe el que los dioses aman»?
Le amaron... sucumbió... ¡Triste destino,
Nunca cual hoy profundo y lastimero! 25
No sé qué vaga nube,
De futura tormenta anunciadora,
Cubrió mi frente, al encontrar perdida,
De un escoliasta en las insulsas hojas,
Esa eterna razón de lo que muere 30
Antes de tiempo y sin razón cortado.
332
¿Te acuerdas? Otro día
La vimos centellar con luz siniestra
En el campo purísimo y sombrío
Del amador toscano de la nada,
Que en versos no entendidos 5
Del vulgo vil, y á espíritus gentiles,
Como el tuyo, señora, reservados,
La secreta hermandad te descubría
Del amor y la muerte.
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
.   .   .   .   .   .   .   .   .   .
Y quizá soñarías 10
Aplausos, y victorias, y loores,
Y el tronco de su estirpe,
Por él con nuevas y pujantes ramas
De perenne verdor engalanado...
¡Alégrate, señora, 15
Que aun fué mejor su venturosa suerte!
Intacto lleva á Dios su pensamiento;
No deja tras de sí recuerdo impuro,
Y ni la envidia misma
Puede clavar en él la torpe lengua. 20
Blanco de ciega saña
Nunca se vió, ni de traición aleve,
Ni, rota el ara del amor primero,
Halló trivial lo que juzgó divino...
Acá le llorarán; allá en el cielo 25
Árbol será firmísimo y lozano
Lo que era germen en la ingrata tierra.
Yo le envidio más bien. ¡Qué hermosa muerte!
¡Qué serena agonía,
Cual sintiendo posarse 30
Los labios del arcángel en sus labios!
333
¡Morir, no en celda estrecha aprisionado,
Sino á la luz del sol del Mediodía,
Y sobre el mar, que ronco festejaba
El vuelo triunfador del alma regia
Subiendo libre al inmortal seguro! 5
¡Morir entre los besos de su madre,
En paz con Dios y en paz con los humanos,
Mientras tronaba desde rota nube
La bendición de Dios sobre los mares!
337

GLOSARIO

abedes, habéis.

abino, aconteció, sucedió.

absentes, ausentes.

abtores, autores.

actores, autores.

adormir, adormecer.

adverguada, albergada.

afíncase, desea con ahínco.

aflicion, aflicción.

agora, ahora.

ahao, ¡aho!

al, otro, otra cosa.

alaguëro, halagüeño.

alfajas, alhajas.

algunt, algún.

algurismo, argumentación, raciocinio.

alí, allí.

alumbrada, crepúsculo (?).

amargurados, amargados.

amidos, de mala gana, por fuerza.

andades, andáis.

aniello, anillo.

anparar, amparar.

antoxa, antoja.

ardid, osado, valeroso.

asmar, pensar, juzgar.

aspetto, aspecto.

assechan, acechan.

atal, tal.

atan, tan.

atanto, tanto.

athesorastes, atesorasteis.

avéys, habéis.

aví’, había.

avía, había, tenía.

aviendo, habiendo.

avissatnos, avisadnos.

avrá, habrá, tendrá.

ay, hay.

baraja, pelea, contienda, confusión.

(baratado), ir mal baratado, hacer mal negocio.

barva punniente, barbiponiente.

baxillas, vajillas.

baxo, bajo.

bayaes, vayáis.

bedes, veis.

bela, bella.

berná, vendrá.

bevir, vivir.

blao, azul.

blasmo, bálsamo.

bolliçio, bullicio.

brial, vestido de seda.

c’, que.

ca, que, porque.

cabdal, caudal.

cabelos, cabellos.

cabo, fin, término.

calabrina, hedor.

338

calentura, calor.

callando, callado, callandico.

camiaré, cambiaré.

capiello, sombrero.

captivo, cautivo.

carbonco, carbunco, carbunclo.

(caro), hacer caro, encarecer.

cativo, cautivo, mísero.

cavalero, caballero.

cavalgante, caballero.

çentura, cintura.

çerca, cerca de.

çertenidad, certeza.

cevil, civil, bajo, humilde.

cobrí, cubrí.

comedio, medio, remedio.

complido, cumplido, entero.

complisyon, complexión.

connoçer, conocer.

conorta, consuela.

conparado, comparado.

conplimiento, cumplimiento, perfección.

conplir, cumplir.

contrallo, contrario.

coral, corales.

(costunbrado), bien c., bien criado, de buenos modales.

c’ otro, que otro.

criamiento, crianza.

crueza, crudeza, crueldad.

cualquer, cualquier.

curedes, curéis, os inquietéis.

curar de, interesarse en.

cuytedes, acuitéis.

charambela, instrumento músico.

d’, de.

dal, dale.

dapnaçion, damnación, condenación.

deal, divino.

deçiplo, discípulo.

dellas, de ellas.

demandades, demandáis, buscáis.

dende, de allí.

denegrido, ennegrecido.

dereyta, derecha.

descanto, disonancia.

desconortado, desconhortado, desconsolado.

desora, deshora.

después, después de.

desque, desde que.

deste, de este.

desto, de esto.

detardar, retardar.

detardedes, detardéis.

devría, debería.

dexá, dexad.

dexar, dejar.

dezit, decid.

dier, diere.

dix, dije.

dixe, dije.

dixle, díjele.

dixo, dijo.

diz, dice.

dizem, díceme.

do, donde.

do, doy.

dobrado, doblado.

donas, dones, regalos.

doncela, doncella.

donneo, donaire.

e, y, é.

egual, igual, par, perfilado.

eguala, iguala, compara.

egualdat, igualdad.

ela, ella.

elam, ella me.

ell, el.

339

elle, él.

ello, él.

em, en.

embiados, enviados.

ementando, recordando.

encomiença, comienza.

ende, de allí; por ende, por eso.

enojedes, enojéis.

entros, entróse.

enxiemplo, ejemplo.

ermoso, hermoso.

es, ese, este.

es, está.

escondedijo, escondidijo, escondrijo.

escuchedes, escuchéis.

escureça, obscuridad.

escuro, oscuro.

esfryado, resfriado, refrescado.

esparta, disperse, esparza.

estremuloso, trémulo.

et, y.

exebçion, excepción.

exir, salir.

eya, ea.

fablar, hablar.

fabrido, fabricado, labrado.

fadar, decir los hados, destinar, indicar.

fallaredes, hallaréis.

fallençia, falencia.

fallesçer, fallecer, faltar.

fallimiento, falta.

faz, hace.

fazientes, hacientes.

fediente, hediondo.

fée, fe.

fegura, figura.

festino, presto, pronto.

feyta, hecha.

feziste, hiciste.

ffallar, hallar.

Fhilipo, Felipe.

fiedes, fiéis.

fijo, hijo.

fin, fino.

fiyestas, fiestas.

fiz, hice.

fizies, hiciese.

flama, llama.

foidor, huidor, el que huye.

folgura, holgura, comodidad.

foxa, hoja.

foyría, huiría.

frayre, fraile.

frecha, flecha.

fructas, frutas.

fryda, fría.

frydor, frío, frialdad.

fuent, fuente.

furtar, hurtar.

gela, se la.

gergenza, una piedra preciosa.

gostará, gustará.

grant, grande.

habredes, habréis.

hacerio, azar, desgracia.

, fe.

, tengo.

hezistes, hicisteis.

homne, hombre.

hordenar, ordenar.

i, allí.

ielas, se las.

imenso, inmenso.

imperante, emperador.

impunable, inexpugnable.

inforismo, aforismo, sentencia.

io, yo.

340

Johan, Juan.

junniemos, juntámonos.

labro, labio.

laçerio, trabajo, desgracia.

ladronçiellos, ladroncillos.

laude, alabanza, elogio.

lazrados, lacerados, míseros.

leno, lleno.

levar, llevar.

levém, levantéme.

lexos, lejos.

leyer, leer.

leystes, leisteis.

libelo, escrito forense.

lumbroso, luminoso, resplandeciente.

luvas, guantes.

lyso, lis.

ll’, la.

llotrarse, vestirse (?), alegrarse (?).

m’, me.

magnifestava, manifestaba.

magnifiesto, manifiesto.

maguer, aunque.

malgranar, huerto de granados.

man á mano, en seguida.

manyera, manera.

manzilla, piedad, compasión.

Matheo, Mateo.

meaja, meaja, miaja, migaja.

mesaiero, mensajero.

mescladizos, mezclados.

mesmos, mismos.

mesura, medida, manera.

mesurado, medido.

meto, temo.

meu, mío, mi.

Micer, mi señor, título antiguo aragonés.

muito, mucho.

nado, nacido.

nin, ni.

ningund, ningún, ninguno.

ningunt, ningún.

non, no.

nonbre, nombre.

nunqua, nunca.

odí, oí.

odrá, oirá.

olíen, olían.

ome, hombre.

omne, hombre.

onde, donde.

oram, hora me.

orior, oriol.

ovi, hube, tuve.

ovier, hubiera.

oviera, hubiera.

ovieron, hubieron.

oviesse, hubiese, tuviese.

ovo, hubo, tuvo.

oy, hoy; a oy, hoy, ahora.

oy, oye.

oyredes, oiréis.

(par) em par, uno con otro.

paredes, paréis.

paresçer, parecer.

partí, quité.

pedricado, predicado.

pedricador, predicador.

pedricando, predicando.

Peidro, Pedro.

perderedes, perderéis.

perenal, perenne.

periglo, peligro.

perlado, prelado.

341

pestiellos, pestillos.

peyor, peór.

(plan), a plan, llanamente, seguramente.

plática, práctica.

plegadizos, allegadizos, arrimadizos.

plegué, llegué.

pleno, lleno.

podades, podáis.

podedes, podéis.

poetría, poesía.

polido, pulido.

porende, por eso.

prazer, placer.

prelasía, prelacía.

prender, tomar.

priado, pronto.

pris, tomé, cogí.

privado, presto.

probeça, pobreza.

probedat, pobreza.

proveza, pobreza.

prys, tomé, cogí.

pues, después que, desde que.

punad, pugnad, procurad.

(punniente), barva punniente, barbiponiente.

pus, puse.

q’, que.

qu’, que.

qual, cual.

quán, cuán.

quan, cuando.

quant, cuando, pues.

quánto, cuánto; quanto que, mientras que.

quel, que el.

quella, que ella.

queque, desde que, así que.

quere, quiere.

queredes, queréis.

queres, quieres.

querrýes, querrías.

ques, que (qué) es.

qui, quien.

quis, quise.

quisieram, quisiera me.

quisquiere, quienquiera, todo el mundo.

raçion, limosna.

recabdo, recaudo, recato.

recurssa, recurre.

repienden, arrepienten.

repiso, arrepentido.

replicaçion, réplica.

reqüesta, ruego, demanda, petición.

resçibe, recibe.

rioaduchos, advenedizos, allegadizos.

robí, rubí.

rressuçetarýa, resucitaría.

rreta, recta.

rridientes, rientes.

rrizio, recio.

rroyente, roedor.

s’, si.

sabedes, sabéis.

sabet, sabed.

sabiençia, sapiencia.

salgades, salgáis.

seder, ser.

seer, ser.

segund, según.

segunt, según.

sempre, siempre; sempre que, siempre que.

sen, sentido, seso.

senyor, señor.

342

señor, señor, señora.

serena, sirena.

sey, sé.

seyas, seas.

seyt, sed.

so, debajo, debajo de.

so (só), soy.

sobrel, sobre el.

soes, sois.

sofysmo, infiero, concluyo.

sojudgar, sojuzgar.

sol, sólo, aun.

sopiera, supiera.

sospirando, suspirando.

sospiro, suspiro.

sotar, saltar, bailar.

sotil, sutil.

spada, espada.

sseyendo, siendo.

sso, soy.

ssotyl, sutil.

’sta, esta.

supiestes, supisteis.

synple, simple.

syntrýades, sentiríais.

tall, tal.

tenedes, tenéis.

tenie, tenía.

terné, tendré.

tien, tiene.

tiesta, cabeza.

tocas’, tocasse, i.e., tocase.

toliós, quitóse.

toller, quitar.

Tomaseio, Tomás.

toste, pronto.

traspasar, pasarse.

traxeron, trajeron.

tray, traía.

traye, trae.

trayo, traigo.

tredentudo, tridente, de tres dientes.

trevejo, burla, chanza, juego.

trihunfo, triunfo.

troco, trueco.

troco (n.), trueque.

truxeron, trajeron.

truxo, trajo.

turbança, turbación, molestia.

tynazas, tenazas.

uerto, huerto.

ultra, más allá de, fuera de.

uvo, hubo.

veer, ver.

vegada, vez.

vengades, vengáis.

verdat, verdad.

veredes, veréis.

vernás, vendrás.

vertiós, vertióse.

vestro, vuestro.

veyer, ver.

vide, ví.

vidía, veía.

vido, vió.

vies, viese.

viestes, visteis.

vilano, villano.

vos, os.

xamet, jamete, tela de seda.

xara, jara.

xerga, jerga.

yamás, jamás.

yente, gente.

ynplision, infección.

yol, yo le.

yt, id.

yxia, salía.

343

NOTES

POESÍAS DE LOS SIGLOS XIII-XV

The following equations—the first element being Old Spanish and the second modern—may facilitate the reading of the 13th and 14th century texts:

b = b and v; ç = c (before e, i), and z (before a, o, u); e = e and y; initial f = f and h; i = i, j, g (before e, i), y; l = l and ll; ll = l and ll; mn = mbr; nn = ñ and n; ny = ñ; nb = mb; np = mp; pl (initial) = ll; rr = r and rr; ss = s; final t = d; u = u, b, v; v = b, v, u; x = x and j; y = i and y; z = z and c (before e, i). Initial h may be suppressed; h (trihunfo) and y (peyor) may intervene between vowels. For modern Spanish equivalents of the more difficult Old Spanish words see the Glosario.

AVENTURA AMOROSA. This anonymous poem, first published by M. Morel-Fatio (Romania, XVIII), is by him attributed to the thirteenth century. It is, therefore, one of the oldest Spanish lyrics extant. In the manuscript it is followed, or continued, by another poem, a Debate between Wine and Water. By reason of its subject, M. Morel-Fatio entitled our piece a Poème d’Amour; the present title is the one which it bears in Menéndez y Pelayo’s Antología de poetas líricos castellanos, vol. I. In the manuscript occurs the statement: “Lupus me feçit de Moros”; but this Lupus de Moros may have been only the scribe. The manner of the poem is that of the French and Provençal pastourelles, pastorelas, whose octosyllabic metre is also imitated, somewhat irregularly, by the Spanish poet. Some of the metrical irregularities may be scribal only.

Page 3.—l. 6. dueñas: the MS. shows no tilde in this and other cases where the modern language has it.

l. 7. The MS. has tryança.

l. 10. cortesía: i.e., the totality of qualities marking a gentleman; cf. the modern cortesanía.

344

l. 18. tocas: the truncated imperfect subjunctive occurs frequently in Old Spanish texts. Cf. p. 4, l. 11.

Page 4.—l. 7. ovi miedo: haber was regularly used in Old Spanish as an independent verb taking a direct object. It is still so employed in a few petrified expressions (habérselas con uno) and in the impersonal construction.

l. 17. la calor: a number of abstracts in -or were treated as feminine in Old Spanish.

l. 18. olíen, l. 19. teníe. Under certain conditions the imperfect indicative endings ia, etc., were weakened to ie, etc. These lines seem to show assonance instead of rhyme.

l. 20. es, sson. The modern distinctions between ser and estar were not observed in early Spanish.

l. 29. non ... peyor, not the very worst.

Page 5.—l. 6. á rrazón, well proportioned.

ll. 31-32. The rhyme is imperfect or shows dialectal influence.

l. 32. cortesa, an analogical feminine form due, doubtless, to the influence of national and other locative adjectives in -es, -esa.

l. 33. Te ... bien, loves thee so very much.

Page 6.—l. 5. la mía señor. The article often appeared with the attributive possessive adjective in Old Spanish. The noun señor was both masculine and feminine in early Spanish, as its etymon, the adjective senior, was in Latin.

l. 17. un su mesaiero, a messenger of his. Cf. l. 27, es meu amigo, this friend of mine, and l. 31, una mi çinta, a ribbon of mine.

ll. 21-22. The MS. has buenas yentes and punnientes.

Page 7.—l. 3. This line is an emendation of Morel-Fatio’s.

l. 12. fe que devedes, by the faith that you owe, on your honor.

l. 18. Por ... muerto, I nearly died.

GONZALO DE BERCEO. Gonzalo de Berceo is the first Castilian poet known to us by name. He is mentioned in documents ranging in date from the second decade to the middle of the thirteenth century. From his birthplace, the village of Berceo, he early passed to the monastery of San Millán de la Cogolla, and there he remained, as a secular priest, throughout his life. Most of his work consists of religious, legendary and narrative verse, in the production of which he was most prolific. He has also left us one long profane poem, the Libro de Alexandre, giving the usual mediæval account of the adventures of Alexander the Great. Berceo seems to have been the first to use the metrical form called cuaderna vía345—quatrains of fourteen-syllabled lines with a single rhyme—which he employed consistently and which had considerable vogue in the thirteenth and fourteenth centuries. Abandoning that narrative verse form, he strikes a true lyric note in the Cántica de la Virgen, a somewhat irregular octosyllabic song inserted in his longer poem, El duelo de la Virgen. As this lyric resembles watch-songs found in Latin and German Easter-plays, it has been supposed that Berceo borrowed it from a lost Easter play in Spanish. Like them it represents Mary as entreating the apostles to guard the body of the buried Christ. The collected poems of Berceo are to be found in volume 57 of the Biblioteca de autores españoles.

Page 8.—l. 1. velar, the infinitive with imperative force.

l. 4. Dios: as the rhyme shows, this word has the older accent in the first vowel.

JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA. Archpriest of Hita, in the vicinity of Guadalajara, Ruiz, the most original Old Spanish poet, wrote during the first half of the fourteenth century. On account of his irregular life, his ecclesiastical superiors found it necessary to imprison him. His whole career reminds one strongly of that of the French cleric François Villon, like whom Ruiz is one of the first modern poets to strike a peculiarly personal note. In his Libro de buen amor (published in the Biblioteca de autores castellanos, volume 57, as Libro de los cantares) he is frankly improper and shows in a marked degree the influence of Ovid’s works, of the Pamphilus de Amore, a mediæval imitation of Ovid, and of various Old French works. The selections here given are taken from the Biblioteca volume already cited; cf. also the edition of the Libro de buen amor by J. Ducamin (Bibliothèque méridionale, 1e série, tome VI).

Page 9.—l. 22. There is a metrical translation of this poem by Longfellow, first published in The North American Review, April, 1833, and reprinted in the Riverside edition of Longfellow’s works, 1886, vol. VI, pp. 414 ff. Longfellow imitates the cuaderna vía arrangement of the original.

l. 25. Ca ... corazon, for the heart desires but little and that well said.

Page 10.—l. 8. Mucho ... mientes, much more you will find wherever you direct your attention.

Page 11.—l. 3. en la salutaçion: cf. Longfellow’s translation in anticipation.

l. 6. tomar, cf. note p. 8, l. 1.

346

l. 8. In this song the author abandons the cuaderna vía for the octosyllabic verse. Occasional imperfections of rhyme are noticeable here.

l. 13. Habémoslo a: haber a equivalent to haber de; the lo is used indefinitely.

l. 28. De quien, equivalent to por quien.

Page 12.—l. 3. Aquien, i.e., á quien.

l. 8. pecado, i.e., diablo.

Page 13.—l. 4. bien fechores, i.e., bienhechores.

DON JUAN MANUEL. If the poem in octaves, A la muerte del Príncipe D. Alfonso, of which several stanzas are here given, were really the work of the Infante D. Juan Manuel (1282-1347), the author of the famous framework of prose tales entitled the Conde Lucanor, it would belong in the place here assigned to it. But the poems of the Infante are probably lost, and the pieces which, like the present one, are attributed to Don Juan Manuel in the Cancionero General, the Cancioneiro of Resende, and other collections, must belong to the writer so called who was attached to the court of King Emanuel of Portugal († 1524) and composed in both Spanish and Portuguese. Cf. Ticknor, History of Spanish Literature, vol. I, p. 59, note 27, and Gröber’s Grundriss der romanischen Philologie, Band II, 2. Abteilung, p. 265, note 1, p. 270, note 5.

EL CANCILLER PERO LÓPEZ DE AYALA. One of the most important figures of the fourteenth century. Active in court and camp, he still found time to produce much prose and verse. He was a trusted servant of Don Pedro and the three succeeding monarchs, and was Chancellor of Castile from 1398 on. Several times taken in battle, he was once imprisoned at Oviedes for fifteen months. He was at one time the captive of the Black Prince, but there is probably no truth in the account that he was carried a prisoner to England.

Ayala’s most important work in verse is the satirical and didactic Rimado de Palacio (published in the Biblioteca de Autores Españoles, vol. 57). Here, in somewhat over 1600 stanzas, the author assails all abuses—social, political and others—of the time. Not merely the decay in court life, but general social degeneracy is his main theme. The first part of the poem consists of 705 strophes in cuaderna vía. In the second part, which opens with our first cantar, we find plaints, prayers and songs to the Virgin interspersed among 347 the didactic and satiric passages. The last are still in cuaderna vía; the former elements, more lyric in their nature, show the use of various measures, with a particular influence of Provençal and Galician forms. They mark Ayala as one of the earliest of the court poets, who were to become so numerous in the reign of Juan II.

Cantar. The shorter lines are arranged in redondillas. Note the inner rhymes in the longer lines, which might also be divided into octosyllabic verses.

Page 14.—l. 9. dada. Occasionally the Old Spanish participle conjugated with haber is found agreeing with its object.

Page 15.—l. 13. Cantar á la Virgen. This octosyllabic song begins with stanza 830 of the Rimado de Palacio.

l. 17. With the epithets here applied to Mary compare those addressed to the Spouse in the Song of Songs, with whom she has been often identified by the exegetists.

LA DANZA DE LA MUERTE. This anonymous poem of seventy-nine octaves belongs to the general category of poetical and pictorial works, which in the Occident, and especially in the fourteenth and fifteenth centuries, celebrated the triumph of Death over all earthly creatures. The original form may have been that of a pantomime. The Spanish poem (published in full in the Biblioteca de autores españoles, vol. 57) is probably a version of an earlier French poem. Its date has been variously estimated. Baist (Gröber’s Grundriss der romanischen Philologie, II, p. 428, note) would place it in the middle of the fifteenth century. Cf. W. Seelmann, Die Totentänze des Mittelalters, Leipzig, 1893.

Page 16.—l. 24. en ... durante, i.e., in the world throughout its duration.

Page 17.—l. 2. quando ... traspasante, i.e., when I discharge this cruel, piercing arrow of mine.

l. 27. de ... forçado, must perforce die.

Page 19.—l. 29. a tan syn pauor, so fearlessly.

REVELACIÓN DE UN ERMITAÑO. This anonymous vision in twenty-five octaves (published in the Biblioteca, vol. 57) is of the class of Debates between the Body and the Soul, common in the Middle Ages. Cf. the Visión de Filiberto, published by Toledo in the Zeitschrift f. romanische Philologie, II, 40, and for a Middle-English 348 version see Mätzner, Altenglische Sprachproben, I, 90. See also C. Fritzsche, Die lateinischen Visionen des Mittelalters, in Romanische Forschungen, II, 279 ff., III, 337 ff.

çiençia gaya, art of poetry; a term of Provençal origin.

Page 21.—l. 9. prima, the canonical hour prime.

l. 11. hera: the era española began thirty-eight years before the Christian era.

l. 16. el, found in early Spanish before feminine nouns not beginning with accented a. Cf. p. 28, l. 6, un espesura.

EL ALMIRANTE DIEGO FURTADO DE MENDOZA. The Admiral Furtado de Mendoza was the father of the Marqués de Santillana (cf. p. 34). Far less important as a poet than his more inspired son, he nevertheless possessed abundant lyric gifts, of which the present song (published by Amador de los Ríos, Historia de la literatura española, vol. V) gives evidence. It is a dance-song of a kind called cossante by the author. Portuguese-Galician influence is clear in the Admiral’s poems.

ALFONSO ÁLVAREZ DE VILLASANDINO. One of the most important trovadores at the court of Juan II (1406-54). He wrote in both Galician and Castilian, and most of his poems, which are in the conventional Provençal manner, are to be found in the Cancionero of Baena (ed. Leipzig, 1860). In expression they are frequently coarse and vituperative. Villasandino’s several songs in praise of Seville seem to have been composed for pecuniary compensation; cf. F. Wolf, Studien zur Gesch. der span. etc., Literatur, Berlin, 1859, p. 200, note.

Page 24.—l. 17. alta compaña, i.e., the Giralda, the famous tower of the Cathedral of Seville.

Page 25.—l. 9. mesura, i.e., measure, with the connotation so customary in Provençal poetry, of moderation, dignity and grace in all things.

MICER FRANCISCO IMPERIAL. The son of a Genovese goldsmith established in Seville, Imperial was one of the first to import an Italian influence into Spanish poetry. His poems (published in the Cancionero of Baena) mark the beginning of an allegorizing tendency in Castilian literature which harks back to Dante. The latter, Imperial constantly imitates and quotes, as he does in the present decir, or short poem.

349

Page 25.—l. 16. Rribera del rio, on the bank of the river.—Triana: a suburb of Seville, from which it is separated by the river.

l. 20. santa Ana: a church and a square of Seville.

l. 27. al que dixo: Ave, i.e., to the Archangel Gabriel.

l. 28. paraysso: the doubled s here and in rysso, v. 25, is inorganic; cf. the rhymes quiso and lyso.

Page 26.—l. 4. señores, cf. note to p. 6, l. 5, and see l. 11 below.

RUY PÁEZ DE RIBERA. The poems of Páez de Ribera, like those of Imperial, are contained in the Cancionero of Baena, and show similar tendencies toward the allegory. They are marked, furthermore, by a spirit of unrest which is somewhat socialistic in its expression.

Page 27.—l. 7. veer lo caydo, i.e., verlo caído.

l. 25. mesurada, cf. note to p. 25, l. 9.

EL CONDESTABLE ÁLVARO DE LUNA. Prominent among the two hundred or more poets of the reign of Juan II. was the courtier Álvaro de Luna. For a long time he enjoyed the favor of the monarch, who even raised him to one of the highest ranks to which a subject could attain, but, incurring the hatred of his fickle master, he was persecuted and finally executed in 1453. His tragic career has been several times treated in Spanish verse and prose. In his poems conventional gallantry borders on what the devout would call blasphemy.

Page 28.—l. 26. E non ... vara, i.e., and I would not yield to thee.

FERNÁN PÉREZ DE GUZMÁN. The nephew of one poet, the Canciller López de Ayala, and the uncle of another, the Marqués de Santillana, Pérez de Guzmán has left us in the Cancioneros a few poems in the Provençal-Galician manner with traces of Italian influence. He is more important as a prose writer than as a poet, being one of the best of the early Spanish historians.

Page 30.—l. 12. This is the reading of this line in the Cancionero of Baena (ed. 1860, II, p. 254), but the metre seems to require the conjunction é after prados.

l. 30. ryso: risa is needed for the rhyme.

JUAN DE MENA. Mena, the Latin secretary of King Juan II. and a leader of the stylistic poets of his court, became most noted as 350 the author of the allegorical poem El Laberinto (also known as the Trecientas, from the original number of its stanzas). Imitating the scheme of Dante’s Divina Commedia, and largely influenced also by Lucan, Mena here seeks to picture the vicissitudes of Fortune. Elaborate but cold, the work was a great favorite with his contemporaries. At times, as in these octaves celebrating the luckless Galician troubadour Macías, a martyr of love, Mena rises to a respectable lyric height. Other ambitious poetical works of his are the Coronación and the Coplas de los siete pecados mortales. Note the dactylic (—́ ‿ ‿) rhythm of the present versos de arte mayor. For accounts of Macías, and the plays and novels dealing with him, see F. Wolf, Studien, etc., p. 772, and Ticknor, History of Span. Literature, I, 329 f.

RODRIGO COTA. A converted Hebrew, who has owed a great deal of his fame to the false attribution to him of the Coplas de Mingo Revulgo and of the Celestina. A meritorious poem of Cota’s is the Diálogo entre el Amor y un Viejo (published by Menéndez y Pelayo in his Antología de poetas líricos castellanos, vol. IV, p. 1). A burlesque ascribed to him may be seen in the Revue hispanique, vol. I.

COPLAS DE MINGO REVULGO. This is one of several satires, lyrico-dramatic in form, written during the reign of Enrique IV. of Castile († 1474). It is in the nature of a dialogue in thirty-two stanzas, between two shepherds, Mingo Revulgo, representing the more inferior class, and Gil Arribato, representing the more elevated class, who discuss the moral and social decay of the time and the dissolute behavior of the king. The work has been attributed without warrant to Rodrigo Cota, Juan de Mena and others. For the full text see Menéndez y Pelayo, Antología, III, 5 ff., and cf. Ticknor, I, 232 f., and Pidal in the Cancionero of Baena (ed. 1860, p. c).

Page 32.—l. 13. Mingo Rebulgo; Mingo = Domingo, and according to early glosses Rebulgo is here an intensitive of vulgo = cosa pública.

l. 21. ¿Non ... rejo? A line of doubtful sense. Menéndez y Pelayo would translate te llotras by te alegras. But llotrarse seems to mean vestirse; hence a possible sense would be, Do you not arm yourself with good courage? (rejo = vigor, strength). Cf. the translation in Ticknor (I, 233): “Pray, are you broken down with care?”

351 Page 33.—l. 1. Arribato, possibly based on arriba and equivalent to The Elevated.

l. 2. en fuerte ... echamos, i.e., we made a very bad cast, we had hard luck.

l. 3. Candaulo, here for the king Enrique IV. Candaulo, or Candaule, was a Lydian king.

l. 12. nin roso nin velloso, nothing at all.

l. 18. tyenen de, i.e., han de. According to the glosses, the three ravenous she-wolves are the three persecutions—hunger, war and pestilence—which Ezekiel promised to the Israelites in punishment for their sins; cf. the three next stanzas.

ÍÑIGO LÓPEZ DE MENDOZA, MARQUÉS DE SANTILLANA. Perhaps the most impressive literary figure of the fifteenth century. The nephew of López de Ayala, he belongs partly to the Middle Ages, but largely also to the Renaissance. Amador de los Ríos, who has given us the best edition of his works (Madrid, 1852), as well as an excellent account of his life and genius, divides Santillana’s productions into five classes: obras de amores, obras doctrinales é históricas, sonetos fechos al itálico modo, obras devotas, obras de recreación. Of these, two of the most important are represented by our selections, viz., the sonetos and the obras de amores. Santillana is thought to have imported the sonnet into Spain, and this poetical form does not represent his whole debt to Italian literature, for in a great part of his work he stands under the influence preëminently of Dante, but also of Petrarch and Boccaccio. The Dantesque allegory plays a prominent part in his poetical vision (not a drama), the Comedieta de Ponza, in the Coronacion de Mossen Jordi and the Infierno de enamorados. Didactic or doctrinal in bent are the Diálogo de Bias contra Fortuna, the Proverbios, and the Doctrinal de privados, the last-named containing a bitter arraignment of his unfortunate enemy Álvaro de Luna. The most original and most interesting element of all his work is that represented by the obras de amores, that is to say, the serranillas (mountain-girl songs) or vaqueiras (cowherd songs, a Galician word), such as the famous one on p. 35, the villancicos (a popular form with an estribillo or refrain), etc. A Provençal-Galician influence is, of course, discernible in these songs. Santillana was deeply imbued with an admiration for classic letters. In his prose Carta al Condestable de Portugal he is the first real historian of Spanish literature. Cf. Menéndez y Pelayo, Antología, V, pp. lxxviii ff. and Ticknor, I, 331 ff.

352

Page 34.—l. 19. In tone this sonnet is paralleled by that of Quevedo on p. 164 and of Núñez de Arce on p. 324.

Page 35.—l. 11. Tabor: Mount Tabor, the supposed scene of the Transfiguration of Christ; cf. St. Matthew xvii., St. Mark ix., St. Luke ix.

l. 12. que se raçona, which is related.

l. 13. fija de Latona, i.e., Diana.

l. 15. punto: strengthens the negation, not at all.

ll. 17-22. These two tercets suggest Dante’s sonnet, Tanto gentile e tanto onesta pare (in the Vita nuova).

l. 23. This is the most celebrated of all Santillana’s poems.

Page 36.—l. 29. As the caption states, this was composed by the Marquis for his three daughters.

l. 34. conosçellas: i.e., conocerlas. The assimilation of the infinitive r to the l of the appended pronoun is still frequent in poetry.

LOPE DE ESTÚÑIGA. Estúñiga, or Stúñiga, fought under Alfonso V. of Aragon (1416-58) in Italy, and played a prominent part in the passage of honor held by his cousin, Suero de Quiñones. The fact that two of his pieces stand at the head of a certain collection of poems—the Cancionero de Stúñiga—caused it to be called by his name. Cf. Menéndez y Pelayo, Antología, II, 163 ff.

SUERO DE QUIÑONES. Noted as the originator of the famous passage of honor (paso honroso), which lasted from July 10 to August 9, 1434, and during which, in order to dissolve his chivalric vow of wearing an iron chain in his lady’s honor, he and nine other champions held the bridge of Órbigo, near León, against all knightly comers. Cf. Menéndez y Pelayo, Antología, II, 477.

JUAN ALFONSO DE BAENA. Probably a converted Jew. His verse is contained in the Cancionero de Juan Baena, an anthology which he himself compiled around 1445, as a typical collection of the productions of the court poets of Juan II.’s time (cf. the ed. of Pidal, etc., Madrid, 1851, and of Michel, Leipzig, 1860).

MANUEL DE LANDO was one of these poets and a reputed disciple of Imperial, like whom he shows the influence of Dante. The system of poetical pleas, replications, replies, etc., here illustrated, was frequently employed in the court poetry of the time. It is but a continuation of the jeu parti and the joex partitz of French and Provençal poetry.

353

Page 39.—ll. 7-8. Quando ... ygualante, i.e., when it has recourse to the sun, so that the latter, which has equalizing powers, may subdue its diverging rays.

l. 11. otealla, see note to p. 36, l. 34, and cf. cobralla, p. 40, l. 2.

l. 12. Syn ser demandante: Baena contends that actual verbal wooing is requisite.

Page 40.—l. 1. vista de amor: Lando, like the Italian dolce stil nuovo poets, maintained that the love-glance constitutes sufficient wooing. Vergil is mentioned because of the importance which Dante gave to him.

CARVAJAL (CARVAJALES). A Spanish poet who followed the Aragonese arms into Italy during the reign of Alfonso V., and at Naples wrote in both Spanish and Italian. Two romances of his, contained in the Cancionero de Stúñiga (cf. ed. 1872)—a compilation of Spanish verse written at Naples—are thought to be among the earliest of the kind. Cf. Menéndez y Pelayo, Antología, II, 181 ff.

GÓMEZ MANRIQUE. Uncle of the more illustrious Jorge Manrique, and a poet of considerable lyric merit. Cf. the edition of his Cancionero by Paz y Melia (1885). As in the work of his nephew, so in his poems, pathos is a distinguishing trait. He had some success also in political satire.

Page 40.—l. 21. lo no puedes: this order of pronoun and negative adverb is not infrequent in earlier Spanish.

Page 41.—l. 24. solares, i.e., mere sites formerly occupied by edifices.

JORGE MANRIQUE. The most eminently successful of the Spanish lyric poets of the fifteenth century, Jorge Manrique fell in battle when but thirty-eight years old. The greater part of his verse is to be found in the Cancionero General of 1511. The love-poems and humorous pieces given there and in other Cancioneros are of no decided merit, except perhaps an occasional poem, such as that printed here on p. 42. His real title to enduring fame is based upon the exquisite coplas, in which he commemorates the death of his father, the Maestre de Santiago, and proclaims the vanity and fleetingness of all earthly things. In sweetness and mournfulness of tone, as in finish of form, they are surpassed by nothing prior to them. The calm beauty and dignity of the original, and to some degree its metre, have been excellently rendered into English verse 354 by Longfellow in his translation, beginning: “O let the soul her slumbers break.” Cf. Ticknor, I, 366 ff., 391 ff.

Page 44.—l. 3. se acabar: an Old Spanish order of infinitive and object pronoun.

l. 15. yerva secreta: so in Menéndez y Pelayo, Antología, III, 102. The rhyme seems to require yervas secretas.

l. 20. Cf. St. John i. 10.

Page 45.—l. 1. fué: in modern Spanish fuera or sería would be more natural.

ll. 5-6. Es ... atendemos, i.e., It serves for the gaining of that world (Paradise) which we await, i.e., hope for.

l. 19. D’ellas: partitive, some of them.

Page 46.—l. 1. arraval: limit, bounds.

ll. 12-14. Otros que por, etc.: an ellipsis. Otros is in the same construction as unos of l. 9. Translate: How low and abject do people deem others who, since they have nothing, maintain themselves by means of undeserved offices!

Page 48.—l. 19. al Rey Don Juan: Juan II. of Castile (1406-54), a weak sovereign, but a munificent patron of letters in his splendid court.

Page 49.—l. 10. Don Enrique: Enrique IV., the Impotent († 1474). Unsuccessful in war, degraded and deposed by his subjects (1465), he was finally allowed to end his life on the throne only after consenting to the right of succession of his sister Isabel as opposed to that of his alleged daughter Juana.

l. 33. su hermano el innocente: the Infante Alfonso, to whom the throne was offered after the deposition of Enrique in 1465. Alfonso died, poisoned it is said, in 1468.

Page 50.—l. 11. Condestable: Álvaro de Luna; cf. note to p. 28.

l. 13. tan privado, so great a favorite.

Page 51.—l. 25. Longfellow inserts here the translation of two other stanzas not to be found in the text as published by Menéndez y Pelayo. A legend has it that they were discovered in the pocket of the author after his death on the battlefield.

l. 28. El Maestre don Rodrigo: Rodrigo Manrique, the father of the poet, died in 1476.

Page 52.—l. 9. para: equivalent to para con.

l. 15. Octaviano: the allusions to events in ancient history conveyed by this and the following names will readily suggest themselves.

355

l. 24. En ... Archidano: cf. Longfellow: “The arm of Hector.”

l. 28. en ygualdad, etc.: i.e., in placidity of countenance.

Page 54.—l. 5. The order of Santiago de la Espada was a military and religious one, the charter of which was confirmed by Pope Alexander III. in 1175.

l. 16. el, i.e., el rey.

Page 55.—l. 34. contra, i.e., in battle against.

CARTAGENA: a member of a family of converted Jews that rose to prominence in the Church. The present song is from the Cancionero General of 1511, and has been translated into English verse by Ticknor, I, 398. The theme is the same as that of St. Theresa in the Glosa on p. 82.

RODRÍGUEZ DEL PADRÓN. Also called Juan Rodríguez de la Cámara, the last representative of the Galician tradition in Spanish poetry. His poems are in the Cancionero General, and the Cancioneros of Stúñiga and Baena. A legend makes him the lover of the wife of the Castilian monarch of the time. Cf. the somewhat fictitious account of him given by Pidal in the notes to the Cancionero of Baena (ed. 1860, II, 347), and see also Ticknor, I, 355.

Page 58.—l. 11. Penetre: in assonance only with Contemple.

MOSSÉN JUAN TALLANTE. The title of this personage may indicate an Aragonese origin for him. His devotional poems are found in the Cancionero General. A verse translation of this one is given by Ticknor, I, 395; cf. note there.

EL COMENDADOR ESCRIBÁ. These exquisitely mournful verses are attributed in the Cancionero General to a Comendador Escribá (or Escrivá). They appealed strongly to the great writers of the siglo de oro, for Calderón cited the first stanza (with some variation) in his dramas El mayor monstruo los celos and Manos blancas no ofenden, Cervantes repeated it in Don Quijote, II, ch. 38, and Lope de Vega wrote a gloss upon the poem. Cf. Ticknor, I, 246 f. and II, 386, note. Both Longfellow (Riverside ed. VI, p. 218) and Archdeacon Churton have made poetical versions of it.

Page 59.—l. 9. de contigo, i.e., de estar contigo.

JUAN ÁLVAREZ GATO. The author of love-songs and devotional lyrics that show in him considerable mastery of form. His individual Cancionero exists in manuscript; only the poems found 356 in the Cancionero General have been published. Cf. Romanische Forschungen of Vollmöller, X, 13.

Page 60.—l. 5. Que aquel; equivalent to Que á aquel.

ANÓNIMO. A wide-spread conceit, given Spanish form in this poem. Cf. C. M. de Vasconcellos, Antología Española (Leipzig, 1875), I, 53.

POESÍAS DE LOS SIGLOS XVI-XVII

JUAN DEL ENCINA. A member of the household of the Duke of Alba, whence he passed over into Italy. There he became master of the papal choir; he then took orders and went to Jerusalem. He is supposed to have died at Salamanca. Of his lyrics, which belong to his earlier period, the more important have been published by Menéndez y Pelayo, Antología, IV, 135 ff. His eclogues were, perhaps, the first Spanish dramas actually staged. Cf. F. Wolf, Studien, etc., pp. 270 ff.

Page 64.—l. 14. mancilla: here used in the older sense of pity, compassion.

PEDRO MANUEL DE URREA. This noble published his lyrics in 1513 in a volume dedicated to his mother. They are partly secular and partly religious in nature, and show some Italian influence. Urrea also cultivates popular Spanish forms. His Cancionero has been reprinted in the Biblioteca de escritores aragoneses. Secc. lit. II (1876). Cf. the verse translation of this romance in Ticknor, I, 371.

GIL VICENTE. A Portuguese disciple of Encina’s, who wrote dramas in both Portuguese and Spanish. The present song occurs in his play, El auto de la Sibila Casandra. See the edition of his works, Hamburg, 1834, and cf. Ticknor, I, 259, where there is a metrical translation of the song.

JUAN BOSCÁN ALMOGAVER. A Catalonian who wrote in Castilian with great success. He served in the Spanish army in Italy, and was later a tutor to the Duke of Alba. His earlier verses are in the national manner. Prompted, it is said, by the Venetian ambassador Navagiero, he became an Italianate, and, following the 357 lead of Imperial and Santillana, was much more influential than they in establishing Italian verse methods in Castilian. He has made a large use of the hendecasyllable, the verso suelto or blank verse (imitated from the Italian versi sciolti), the ottava rima and the sonnet, and has frequently imitated Dante, Petrarch, and the cinque cento poets of Italy. Among his more important poetical works are the Hero y Leandro and the Octava rima, this latter being an allegorical poem from which the verses on p. 68 ff. are an excerpt. The influence of the Italian poet Bembo is clear in the Octava rima. In his translation of Castiglione’s Cortegiano, Boscán showed a mastery of Castilian prose. Cf. W. T. Knapp, Las obras de Juan Boscán, Madrid, 1875, and G. Baist, Spanische Literatur (Gröber’s Grundriss, II, 2, 449 ff.).

Page 68.—ll. 6-8. A reminiscence of Dante, Inferno, Canto V, the words of Francesca: “Nessun maggior dolore, | Che ricordarsi del tempo felice | Nella miseria.”

l. 11. Por do: wherefore.

Page 69.—l. 17. Cf. the translation of this stanza in Ticknor, I, 445.

l. 30. quexaros, i.e., quejaros.

GARCILASO DE LA VEGA. This soldier-poet, a native of Toledo, took part in the battle of Pavia, distinguished himself in several succeeding campaigns, and was killed in an assault when but thirty-three years of age. A friend of Boscán, he represents the same Italianizing tendencies in Spanish literature. His verses, along with those of Boscán, were first published by the latter’s widow in 1543. The bulk of his poetry is small—some early villancicos, a few eclogues and elegies, an epistle, several canciones, and between thirty and forty sonnets—but it suffices to show him to be a greater poet than Boscán. But very little of his work is in the old Castilian manner; the Italians are his masters in the important part of his production, although the eclogues show also a Vergilian influence. Cf. Biblioteca de autores españoles, vols. 32 and 42, and see Baist in Gröber’s Grundriss, II, 2, p. 449; Ticknor, I, 446 ff.

Page 71.—l. 34. de consuno, at the same time.

Page 72.—l. 12. Tomando: if fe is the object of tomando, then it is by a poetical license that presupuesto is left invariable. If fe is the subject of tomando, the participle agrees with the idea in lo que no entiendo.

l. 17. nascí, i.e., nací.

358

FERNANDO DE ACUÑA. A member of the court of Charles V. In imitation of Garcilaso de la Vega, he adopted the Italian measures, and was particularly successful with the sonnet. Cf. his Varias poesías, Madrid, 1803-04, and see Ticknor I, 458 ff.

GUTIERRE DE CETINA. Another follower of Garcilaso. Like the latter he was a soldier, and distinguished himself in Italy. About 1550 he appears to have wandered as far as Mexico. Cetina cultivated the sonnet with great skill. His madrigals are famous. Cf. the ed. of his Obras, Seville, 1895; and see Salvi López, Un Petrarchista spagnuolo (1896); Ticknor I, 461 (with a verse translation of the first madrigal).

DIEGO HURTADO DE MENDOZA. Soldier, diplomat, historian, humanist, poet; one of the most illustrious figures in the history of Spain. His long sojourn in Italy acquainted him with the Italian verse methods, which he adopted, although he constantly recurred to the regular Spanish forms, such as the quintillas and the redondillas. His fame rests secure, despite the unfounded attribution to him of the picaresque novel Lazarillo de Tormes. There is an edition of his verse by Knapp (1877); cf. also Biblioteca de autores españoles, vol. 32, and see J. D. Fesenmair, Diego Hurtado de Mendoza, ein span. Humanist des 16. Jhs., Munich, 1882.

Page 74.—l. 24. de medroso, through fear.

l. 25. De desesperado, through despair.

CRISTÓBAL DE CASTILLEJO. This writer was abroad for a long period as the secretary of Ferdinand I., king of Bohemia. Although he spent much time in Italy, and occasionally adopted the Italian manner, he usually protested loudly against the Italianizing tendencies in Spanish literature. Cf. Biblioteca de autores españoles, vol. 32.

Page 75.—l. 15. This poem is in double quintillas.

l. 26. Anabaptistas: allusion is here made to the fact that this sect does not recognize any but adult baptism. One baptized in unconscious childhood has to be rebaptized to enter this communion.

Page 76.—l. 3. Petrarquistas: imitators of the Italian poet Petrarch (1304-74).

l. 20. Jorge Manrique: cf. note to p. 42.

l. 23. platique (i.e., pratique), because the old style is no longer practised.

359

l. 24. Garci-Sánchez: Garci-Sánchez de Badajoz, the author of an allegorical poem entitled El Infierno del Amor, died in a mad-house at the end of the fifteenth or in the early sixteenth century. He appears here as an enemy of the Italianates.

l. 25. ¡Quien me otorgase, oh, if some one would only grant me!

l. 30. Cartagena: cf. note to p. 57.

l. 34. Torres Naharro: one of the most important of the early Spanish dramatists. His plays were published at Naples in 1517. Following the rule of Horace, he was the first to divide the Spanish drama into five acts. Despite the large Italian influence upon him, he is here made an opponent of the Italian movement in Spain.

Page 77.—l. 5. Boscán: cf. note to p. 67.

l. 6. Garcilaso: cf. note to p. 70. The praise here given is, of course, ironical.

l. 22. desmandados, astray.

Page 78.—l. 10. Luis de Haro: although Castillejo singles this personage out as a leading Italianate, little is known of him. The few poems ascribed to him in the Cancionero of Nájera (1554) hardly justify the importance here given to him. Cf. Ticknor, I, 461, note.

l. 13. el otro: seemingly, Luis de Haro; but Garcilaso also figured in the campaign against the Sultan.—Solimán: Solimán II, Sultan from 1520 to 1566.

GREGORIO DE SILVESTRE. A Portuguese, organist of the cathedral at Granada. He imitated Castillejo in abusing the Italianates, yet he later wrote in the foreign manner. Simplicity of expression and considerable finish of form are the chief characteristics of his verse. Cf. Ticknor, I, 465 f.; Garcia Peres, Catálogo de los autores portugueses que escribieron en castellano, Madrid, 1890. His verse is in the Biblioteca de autores españoles, vol. 32.

Page 78.—l. 23-24. Cf. p. 77, ll. 5 ff. Castillejo’s praise was rather sarcastic.

Page 80.—l. 17. Guarte: i.e., guárdate.

JORGE DE MONTEMAYOR. Also a Portuguese, and originally named Montemôr. He is famous as the author of the prose pastoral romance Diana Enamorada. He wrote a good deal of verse in Spanish—satires, elegies, ballads, lyrics, etc.—that may be found in his Cancioneros (Antwerp, 1554, etc.). Cf. G. Schönnherr, Jorge de Montemayor, etc., Halle, 1886.

360

LUIS DE CAMOENS. The glory of Portuguese literature, author of the Portuguese epic Os Lusiadas. Like so many of his countrymen, he wrote verse in Spanish as well as in his own language. Cf. his Obras, Lisbon, 1860-69; and see Ticknor, III, 77, note, and 58 (with a verse translation of the Letrilla).

Page 81.—l. 30. vo, i.e., voy.

Page 82.l. 26. fora, i.e., fuera.

SANTA TERESA DE JESÚS (Teresa de Cepeda y Ahumada). A Carmelite nun already in 1536, she devoted the rest of her laborious life to founding convents and thoroughly reforming her Order and to the composition of her devotional and mystical works (El Camino de la perfección—El castillo interior, etc.). She is one of the greatest of the Spanish mystics, and is in every way an attractive figure. Cf. Biblioteca de autores españoles, vols. 53 and 55, for her works; and see an account of her life by Mrs. Cunninghame Graham (1894).

Page 85.—l. 21. This Letrilla has been translated by Longfellow (Riverside ed., 1886, VI, 216).

FERNANDO DE HERRERA. An ecclesiastic, and head of the so-called Seville school of lyric poetry in the sixteenth century. Not much is known of his life. Eminently a poet, and as such called the Divine by his countrymen, he wrote with exceeding purity of style and greatly enriched Spanish poetic diction. His masterpiece is the ode: Por la vitoria de Lepanto. The influence of Petrarch is clear in his sonnets. See Biblioteca de autores españoles, vol. 32, for his poems; and cf. Ticknor, III, 7 ff. and E. Bourciez in the Annales de la Faculté des lettres de Bordeaux (1891).

Page 86.—l. 1. This sonnet has been Englished by Archdeacon Churton (in his translations from Gongora, etc., London, 1862, vol. I, p. 223). The naval battle of Lepanto (near Corinth) took place on October 7, 1571, between the Turks on one side, and on the other the combined squadrons of Spain, Venice and Pope Pius V, under the command of Don John of Austria, a natural brother of Philip II. The Christians triumphed and Mohammedan inroads into the Occident were checked. Cervantes was crippled in this battle.—Ponto, ocean, sea.

l. 14. El joven de Austria, i.e., Don John.

l. 15. Cf. the Cantiga of Villasandino, p. 24.

Page 87.—l. 14. aquella: cf. p. 88, l. 23.

361

Page 88.—l. 12. efeto, 15 afeto: i.e., efecto, afecto; cf. vitoria.

l. 23. Pasitea: one of the three Graces.

l. 24. Cf. note to p. 86, l. 1, and see the critical edition of this ode by A. Morel-Fatio, Paris, 1893.

l. 25. Trace, Thracian: here the Turk.

Page 89.—l. 20. las dos Hesperias, i.e., Italy and Spain.

ll. 27-28. Allusions to the campaigns of the Turks in Hungary and Dalmatia, and their seizure of Rhodes (1522).

Page 91.—l. 15. Egito: cf. Ægyptus, feminine in Latin.

l. 24. dellas, i.e., de ellas.

Page 92.—l. 21. dragón; 28. león: allusions to the arms of the Turk and of Castile and Leon.

Page 93.—l. 6. De Tiro, i.e., of the Turks. Tyre had been in their hands since 1517.

FRAY LUIS DE LEÓN. Cleric, poet, humanist, mystic, professor at the University of Salamanca. Accused of a violation of church law in publishing a Spanish translation of the Song of Solomon, he was arrested by order of the tribunal of the Inquisition and spent five years in its dungeons. Then, his innocence being made clear, he was released, rehabilitated in the University, and promoted to high honors in his Order (the Augustinians). There is no good edition of his works, but his poems and his prose treatises in expositive theology may be found in vol. 37 of the Biblioteca de autores españoles. His verse is admirable, and is distinguished by its noble diction, the purity of its style, and the simplicity of its expression, qualities especially noticeable in the Vida del Campo and the Profecía del Tajo. It shows generally a strongly marked mystical tendency, but bears also the impress of his humanistic temperament. The influence of Horace is everywhere patent in León’s works. With Herrera and Garcilaso, he occupies the highest place among the lyric poets of the age. See Menéndez y Pelayo, De la poesía mística (Estudios de crítica literaria, Madrid, 1884); J. D. M. Ford, Luis de León, the Spanish Poet, Humanist, and Mystic (Publications of the Modern Language Association of America, vol. XIV, No. 2); and Blanco-García’s recent treatise on León. See also English poetical versions of several of León’s lyrics made by H. Phillips (Philadelphia, 1883).

Page 97.—ll. 14-15. An extremely venturesome enjambement. But the entity of mente in adverbs is always clear to the Spanish mind.

362

l. 24. This poem has been rendered into English verse by W. C. Bryant. Cf. Ticknor, II, 88.

l. 30. agora, i.e., ahora.

Page 100.—l. 6. el arrebatado, i.e., the sudden, violent and abnormal movement.

ll. 12-13. The Bears are, of course, boreal constellations and regularly above the horizon.

l. 26. León here deals with an unhistorical legend of Arabic origin, according to which the Moors were introduced into Spain in 711, through the treachery of an injured father, Count Julian, whose daughter, sometimes called Cava, King Roderick was said to have seduced. The Spanish poet imitates the situation in Horace’s ode, Pastor quum traheret per freta navibus.

Page 101.—l. 14. Constantina: a town of the province of Seville.

l. 17. Sansueña: the Spanish kingdom of Sansueña figures in the legends dealing with Charlemagne, and has been identified with Saragossa; cf. the Don Quijote, II, ch. xxvi. For an identification with Saxony cf. F. Hanssen, Sobre la poesía épica de los Visigodos, Santiago, 1892.

l. 19. dende: equivalent to the modern desde.

Page 102.—l. 12. el hercúleo estrecho, the Strait of Gibraltar.

l. 19. el puerto ... sagrado: the port of Tarifa.

l. 21. el alta sierra: el was used as the feminine article even before adjectives in earlier Spanish.

l. 30. Betis: the Latin river Bætis, the modern Guadalquivir.

Page 103.—l. 2. luces, i.e., días.—haces, ranks.

l. 6. Churton (l. c., II, 245) has made a poetical translation of the Noche serena.

Page 104.—l. 22. luz: i.e., Mercury.

23. estrella: i.e., Venus.

SAN JUAN DE LA CRUZ. St. John of the Cross (in the world, Juan de Yepes y Álvarez) was like St. Theresa a Carmelite, and like her also one of the most illustrious of the mystics and an energetic monastic reformer. His prose works of contemplative mysticism gained him the title of the Ecstatic Doctor. Of his poems, but few in number, the best is the Canción printed here, in which we see illustrated the part played by the Song of Solomon in the development of a highly sensuous element in Spanish mysticism. Cf. Biblioteca de autores españoles, vol. 27, and an ed. of the poems by W. Storck (1854); and see Ticknor, I, 208.

363

Page 105.—l. 21. David Lewis has made a rhythmical version in English of this beautiful poem.

PEDRO MALÓN DE CHAIDE. An Augustinian mystic with ascetic tendencies. The present verses are taken from his metrical paraphrase of the Song of Solomon. Cf. Biblioteca de autores españoles, vol. 27.

Page 107.—l. 20. escuro, i.e., oscuro.

JUAN DE TIMONEDA. A Valencian bookseller and one of the earliest playwrights of the sixteenth century, successful especially in his pasos. He attempted the tale in his Patrañuelo, a collection of some twenty stories, and in the Rosa de romances (1573) published a collection of the ballads of other poets, along with lyrics of his own composition. Cf. Ticknor, III, 81 ff.

Page 108.—l. 22. vella, i.e., verla.

FRANCISCO DE FIGUEROA. A native of Alcalá de Henares who went to Italy as a soldier and there spent a good part of his life, writing verse in both Spanish and Italian. He was successful in the pastoral, and firmly established blank verse (the verso suelto) in Castilian. His eclogue Thyrsis was the first composition in Spanish wholly in that metrical form. Only a part of his poems are preserved, as at his death he seems to have ordered them to be destroyed. Cf. the Biblioteca de autores españoles, vol. 42; the Colección Fernández, vol. 20; Ticknor, III, 5 ff.

LUIS BARAHONA DE SOTO. Enjoyed much fame with his contemporaries for his Lágrimas de Angelica, a continuation of the story in the Italian epic Orlando Furioso. Some pleasing lyrics of his are found in the Flores de poetas ilustres of Espinosa (Valladolid, 1604); cf. also vol. II of the Líricos del siglo XVI in the Biblioteca de autores españoles.

SONETO: Á CRISTO CRUCIFICADO. This beautiful sonnet has been ascribed without warrant to St. Theresa, St. Ignatius Loyola, St. Francis Xavier and others. It remains anonymous; cf. Foulché-Delbose in the Revue hispanique, II, 120 ff. There is an English poetical version of it, attributed to Dryden (“O God, thou art the object of my love,” etc.); cf. also J. Y. Gibson’s version (The Cid Ballads, etc., London, 1887, II, 144) and the Latin hymn, “Deus ego te amo.” It is printed with the works of St. Theresa in the Biblioteca de autores españoles.

364

BENITO ARIAS MONTANO. A theologian of note and the friend of Luis de León. Cf. vol. II, p. 502 of the Líricos del siglo XVI in the Biblioteca de autores españoles.

ROMANCES. In romances or ballads, Spain is the richest of all lands. During the sixteenth and seventeenth centuries particularly, there appeared many collections (romanceros) of these short lyrico-narrative poems, dealing with subjects drawn from the history—more or less legendary—of Spain and of France, and with subjects purely chivalrous and erotic in nature. The oldest and most typical of the Spanish ballads have been edited by Wolf and Hoffman in their Primavera y flor de romances, Berlin, 1856 (reprinted by Menéndez y Pelayo in his Antología, vols. 8 and 9), and practically the whole of them are to be found in A. Durán’s Romancero General, Madrid, 1849, 1851 (vols. 10 and 16 of the Biblioteca de autores españoles). The great majority of the romances are in octosyllabic lines bearing the stress on the seventh syllable and having assonance—that is, vowel rhyme only, as distinguished from vowel and consonant rhyme—in the alternate lines. At one time it was believed that the romances were of very ancient origin, although written down only at the end of the fifteenth and in the sixteenth and seventeenth centuries. As a matter of fact, most of them are rather artificial in nature, and in composition belong to the period when they were written. Gaston Paris maintains, however, that a number of them deal with detached episodes from old epic poems, and there seems to be ample evidence to prove his assertion. Cf. G. Paris in the Journal des savants, mai et juin, 1898 (a review of Menéndez-Pidal’s Leyenda de los Infantes de Lara); Milá y Fontanals De la poesía heroico-popular castellana (in his Obras completas, vol. 7, Barcelona, 1896); Ticknor, I, 95 ff.; F. Wolf, Ueber die Romanzen-poesie der Spanier (in his Studien, etc., Berlin, 1859, pp. 304 ff.); R. Menéndez-Pidal, La leyenda de los Infantes de Lara, Madrid, 1896; Baist in Gröber’s Grundriss, II, 2, pp. 430 ff. Many of the ballads have been translated into English by J. G. Lockhart and others.

Page 112.—l. 11. For the subject, cf. the note to p. 100, l. 26. See the English poetical version of J. G. Lockhart in his Ancient Spanish Ballads, New York, 1856, pp. 4 f.

l. 19. de cansado, from weariness.

l. 26. velle, i.e., verle.—mancilla, pity.

Page 114.—l. 10. Bernardo del Carpio: Largely a fictitious figure invented in Spain to take the place of the Roland of French 365 epic poetry, when the latter became known in the Spanish peninsula. Bernardo is represented as the illegitimate son of a Conde de Saldaña and the sister of Alfonso el Casto, king of Asturias. Now grown up and a doughty warrior who has triumphed over the king’s French enemies, Bernardo demands the release of his father, imprisoned all these years by the king. The king requires certain concessions of Bernardo, and then orders the release of the count. The latter has died in the meantime, and Alfonso delivers over only the dead body. Cf. Milá y Fontanals, De la poesía heroico-popular, pp. 130 ff.

Page 115.—l. 25. Note the change from asonantes to rhymed octaves, indicating a certainly late origin for this part of the ballad.

Page 116.—l. 6. Lockhart, l. c., has a version of this romance.

l. 7. A ballad dealing with an episode of the second part of the tragic history of the seven Infantes (nobles) of Lara (cf. Menéndez-Pidal, La leyenda de los Infantes de Lara). At the instance of their aunt, Doña Lambra, and through the treachery of their uncle, Don Rodrigo, the Infantes are delivered into the hands of the Saracens, who slay them. Their father Gonzalo Gustioz (Gustos) had previously been betrayed into the hands of the Moors by the same Don Rodrigo. After some years, Gonzalo is released and returns to Lara, whither he is later followed by his illegitimate half-Moorish son, Mudarra, who is to take vengeance for the death of his half-brothers and the injury done to his father. There is a modern poetical version of the story of Mudarra (El Moro expósito) by the Duke of Rivas (cf. p. 258). Cf. Lockhart’s translation: “To the chase goes Rodrigo with hound and with hawk.”

Page 117.—l. 22. A considerable number of the ballads deal with the story of the greatest of the old Spanish heroes, Rodrigo Diaz de Bivar, El Cid († 1099). The present one is interesting as giving a picture of a wedding in high life in the fifteenth or the sixteenth century. Cf. the translation of Lockhart, l. c., p. 48.

l. 25. afijados, i.e., ahijados.

l. 27. Laín Calvo: the Cid’s father.

Page 118.—l. 3. polido, i.e., pulido.

l. 16. Fuyendo, i.e., huyendo.—mochachos, i.e., muchachos.

l. 19. fembras, i.e., hembras.

l. 29. homildosa, i.e., humildosa.

l. 31. marquesota, a high collar of linen.

Page 119.—l. 7. Fablándole, i.e., Hablándole.

l. 8. fabla, i.e., habla.

l. 10. faz, i.e., hace.

366

l. 15. The story of the Cid’s pilgrimage to Santiago de Compostella, after his marriage to Jimena (the Chimène of Corneille), and of his meeting with the leper who proves to be Lazarus, is told in the Crónica rimada del Cid, a document which in its present form belongs to the second half of the thirteenth century. Our ballad has the essentials of the story there told. Cf. Milá y Fontanals, De la poesía heroico-popular, pp. 219 ff., and see Lockhart’s version.

Page 120.—l. 3. fidalgos, i.e., hidalgos.

l. 14. d’ello se serviría, i.e., he would requite it.

l. 21. ficiera, i.e., hiciera.

Page 122.—l. 9. Martín González: the champion of the king of Aragon, whom the Cid, as representative of the king of Castile, was to meet in battle upon his return from his pilgrimage.

l. 11. This romance deals with the sad history of Blanche of Bourbon, the French wife of Pedro el Cruel, whom he deserted for his mistress, María de Padilla. Blanche was poisoned in 1366. Cf. Lockhart’s version and the accompanying note.

Page 124.—l. 1. sospiros, i.e., suspiros.

l. 2. terné, i.e., tendré.

l. 8. The Moorish ballads are more romantic and lyric, as a rule, than those dealing with the purely Christian side of Spanish history. This one on the conquest of Alhama—a city of the province of Granada, taken from the Moors by the marquis of Cadiz, Feb. 28, 1482—has been done into English verse by Byron (Oxford edition, 1896, p. 97), who wrongly translated the refrain as “Woe is me, Alhama.”—el rey moro: Muley Hassan, the father of Boabdil.

Page 124.—l. 20. el Zacatín: a street of Granada now leading to the Plaza Nueva.

Page 125.—l. 7. batalla, battalion.

l. 10. hablara: as numerous instances have already shown the verbal form in -ara, -iera is regularly used in the ballad as an aorist or preterite of the indicative. This use is a living one.

l. 24. Abencerrajes: one of the two leading tribes among the Moors. They were dominant until the fifteenth century, when, assembled in one of the courts of the Alhambra, they were there murdered by their rivals, the Cegríes. Cf. Le dernier des Abencerrages of Chateaubriand and the modern Spanish poem Granada of Zorrilla.

l. 33. Byron adds stanzas from another ballad.

Page 126.—l. 1. The French epic poems dealing with Charlemagne and his peers early became favorites in Spain, and before 367 long received a peculiarly Spanish treatment. Thus the original French Roland was elaborated into a Spanish hero, Bernardo del Carpio. The present romantic ballad, however, shows no Spanish modification of this kind. The vision of Lady Alda (the Aude of later French epic verse) reminds one of Kriemhild’s vision in the Nibelungenlied. Cf. the English version of Lockhart, l. c., p. 124, and that in Ticknor, I, 121; and the German poem of Uhland, Roland und Aude.

l. 4. Para la acompañar: the older order of pronouns.

Page 127.—l. 2. vide, i.e., .

l. 6. There may be an allusion here to the old Spanish custom according to which a refugee had sanctuary under the cloak or skirt of a lady.

l. 17. sedes, i.e., sois.

Page 128.—l. 1. A ballad from the Cancionero of Antwerp, 1555, printed in the Romancero General, I, 161. Cf. Lockhart’s version, l. c., p. 147.

l. 15. The Rosa fresca and the Fonte-frida are the most beautiful of the erotic ballads. They are found in various Romanceros and Cancioneros. Cf. Wolf and Hoffman, Primavera y flor, etc., II, pp. 18 ff. and the Romancero general, II; and see Ticknor, I, 110 ff. (with translations) and Baist in Groeber’s Grundriss, II, 2, p. 433.

See the translations of these ballads by J. Y. Gibson, The Cid Ballads, etc., London, 1887, II, 81 ff.

l. 23. Enviastes, i.e., Enviasteis.

Page 129.—l. 2. érades, i.e., erais.

l. 12. Fonte-frida, i.e., Fuente-fría.

Page 130.—l. 8. From the Romancero general of 1604.

BALTASAR DE ALCÁZAR. A Sevillan poet with strongly marked epigrammatic tendencies, natural in tone and witty. Cf. ed. of his Poesías, Seville, 1878.

Page 131.—l. 4. dalle, i.e., darle.

l. 28. efeto, i.e., efecto.

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA. The author of the famous Don Quijote and a dramatist of considerable power, Cervantes does not occupy a high rank as a lyric poet. His Poesías sueltas—largely sonnets and occasional in their nature—may be found in vol. I of the Biblioteca de autores españoles, pp. 705 ff. Cf. Ticknor, I, 90 ff.; the biography by Fernández de Navarrete; and 368 his Obras completas (1863-64). The poems here printed occur in the Don Quijote.

Page 133.—l. 5. This poem is found in the Don Quijote, I, chapter XXVII.

l. 17. repuna, i.e., repugna.

Page 134.—l. 9. A canción from the Don Quijote, I, chapter XLIII.

l. 16. Palinuro: Palinurus, the Trojan pilot; cf. Æneid, Book II.

l. 27. Al punto que: equivalent to El punto á que.

Page 135.—l. 1. From the Don Quijote, I, chapter XL.

l. 15. From the Don Quijote, II, chapter XVIII. A good example of the artificiality of the Glosa.

THE ARGENSOLAS. Aragonese of Italian descent, Lupercio and Bartolomeo Argensola occupy a high rank among the lyric poets of the beginning of the seventeenth century. Lupercio also essayed the drama, but with little success. The Rimas of the brothers, first published by the son of Lupercio in 1634, show in them an influence of the literature of their ancestral land, both modern and ancient, and above all the influence of Horace. They opposed the Gongoristic movement and adopted only sane and natural methods. Lupercio’s translation of the Beatus ille and Bartolomeo’s sonnet to Providence (p. 140) are among their very best productions. Cf. vol. II of Líricos del siglo XVI, in the Biblioteca de autores españoles; Ticknor, III, 31 ff.

Page 137.—l. 14. Lo demás, etc., As for the rest, let it kill the hunger of the mastiffs; i.e., to the deuce with it.

l. 15. Cf. Horace, Epodon, Carmen II.

Page 138.—l. 11. propria, i.e., propia.

l. 22. Mormurios: i.e., Murmurios.

Page 139.—l. 4. Pullés, Apulian.

l. 15. Carpacio, the Carpathian mountains.

Page 141.—l. 2. sepoltura, i.e., sepultura.

LUIS DE ARGOTE Y GÓNGORA. Góngora is chiefly remembered as the founder of culteranismo, that bombastic and obscure style which invaded Spanish literature at the end of the sixteenth century and which is marked by traits similar to those of Marinism in Italy, of Euphuism in England and of préciosité in France. In his earlier period, Góngora imitated Herrera and wrote poems free from affectation. It is in his later manner that he 369 reaches the height of extravagance in metaphor and that general obscurity of expression which is exemplified by the selection here given from his Soledades. See his verse in vol. XXXII (Poesías líricas del siglo XVI) of the Biblioteca de autores españoles, which is supplemented by unedited poems published by H. Rennert in the Revue hispanique, vol. IV. Cf. also Archdeacon Churton’s Góngora, an Historical and Critical Essay, etc., and the English verse translations there given.

Page 141.—l. 16. sus ojos, i.e., her beloved.

Page 143.—l. 1. This first of the Solitudes, although a mass of verbal absurdities, was rendered into English verse by Thomas Stanley; cf. the ed. of the latter’s poems by Brydge (1814).

Page 144.—l. 6. Quien, etc.: possibly an attack upon Quevedo, at first a vigorous enemy of Gongorism. It may rather apply to Pedro de Valencia, a contemporary scholar, who was one of the first to arraign Góngora for his methods in the Solitudes.

CONDE DE VILLAMEDIANA. A noble of the court of Philip IV., and a disciple of Góngora. He is said to have loved the queen—a daughter of Henry IV. of France—and on that account to have been assassinated by order of Philip. The sonnet on p. 144 may contain an allusion to this love. His verse is printed in vol. II of Líricos del siglo XVI (in the Biblioteca de autores españoles). Cf. Ticknor, III, 23 ff.

Page 145.—l. 12. Calderón was a courtier constantly attacked by Villamediana.

VICENTE ESPINEL. Noted as the author of the picaresque novel Marcos de Obregón, Espinel was also a lyric poet with clear Italian tendencies, as his Diversas rimas, Madrid, 1591, show. He is said to have invented, or at least to have revived the use of the décimas, a form utilized in the letrilla on p. 146. Cf. Ticknor, III, 5.

LOPE FÉLIX DE VEGA CARPIO. One of the marvels of the modern literary world and one of the greatest writers that Spain has produced. Renowned chiefly as a dramatist of the siglo de oro period, he composed more than two thousand plays of various kinds. As a lyric poet, he possessed talents of the highest order, a fact amply attested by the poems scattered through his dramas and other productions and by those brought together in the volume 370 Obras no dramáticas de Lope de Vega of the Biblioteca de autores españoles. His works are in process of publication by the Spanish Academy, under the editorship of Menéndez y Pelayo. A considerable number of them may be found in four volumes of the Biblioteca de autores españoles. Cf. Barrera’s Nueva biografía de Lope de Vega prefixed to vol. I of the Academy edition; and Ticknor, II, 152 ff.; Fitzmaurice-Kelly, Spanish Literature (New York, 1898), pp. 241 ff.

Page 147.—l. 26. A lullaby sung by Mary in the pastoral Los pastores de Belén. Cf. the translation in Ticknor, II, 177.

Page 151.—l. 9. Dom Sebastian, king of Portugal, was slain and his army destroyed while engaged on an expedition in Morocco (1578).

l. 20. asillo, i.e., asirlo.

Page 152.—l. 1. Translated by Longfellow (Riverside ed., 1886, VI, 204).

l. 4. escuras, i.e., oscuras.

l. 10. agora, i.e., ahora.

l. 15. Translated by Longfellow, l. c., p. 203.

Page 153.—l. 1. A satire on the affected vocabulary of some of the writers of the siglo de oro, which is imitated in the nonsense uttered by the maid. Throughout his works Garcilaso’s diction is eminently Castilian.

l. 12. habemos: older and fuller form of hemos.

l. 14. Vizcaya: where, of course, Basque and not Spanish is the popular speech.

l. 15. There is an English poetical version of this sonnet by J. Y. Gibson. Voiture’s French Rondeau: Ma foy, c’est fait de moy, car Isabeau, is of the same class of literature. Cf. Iriarte’s sonnet, p. 227.

JOSÉ DE VALDIVIELSO (or VALDIVIESO). The author of some autos sacramentales and of a long poetical Vida de San José, but chiefly noteworthy as a writer of melodious religious lyrics. Cf. his Romancero espiritual, Madrid, 1880.

PEDRO DE ESPINOSA. The editor of an anthology of lyrics,—Flores de poetas ilustres de España, 1605 (see the reprint in the Biblioteca de autores españoles, vol. 42)—and himself a lyric and narrative poet of some merit. He includes some of his own lyrics in the Flores, along with selected poems of some thirty-five other 371 writers. The idyll, La fábrica del Genil, is printed in full in vol. 29 of the Biblioteca de autores españoles.

RODRIGO CARO. An antiquarian and the probable author of the ode on Itálica—a Roman city near Seville—which was long attributed to Rioja (cf. p. 170). Cf. Sismondi, Historia de la literatura española (Spanish translation), Seville, 1842, vol. II, p. 173; R. Caro, Obras inéditas, Seville, 1885.

JUAN DE JÁUREGUI. Noted for his excellent Spanish version of Tasso’s Aminta, Jáuregui was at first a bitter opponent of Gongorism, as appears in the preface to his Rimas (1618). In his later narrative poem Orfeo, and in his translation of Lucan’s Pharsalia, he succumbed to the influence of that very style. The silva from which a selection is given here is his best lyric. Cf. vol. II, pp. 18 ff. of the Líricos del siglo XVI in the Biblioteca de autores españoles; Ticknor, III, 33 ff.

FRANCISCO GÓMEZ DE QUEVEDO. Quevedo played an important part in the public life of his time, but is famous mainly for his picaresque novel, El gran tacaño, and for his mordant satirical poems. At first he sought to stem the tide of Gongorism, but in his later works he let himself float with the current. See his poems in the Biblioteca de autores españoles, vol. 69, and cf. Ticknor II, 274 ff; E. Mérimée, Essai sur la vie et les œuvres de Francisco de Quevedo, Paris, 1886. His collected works are now being published by the Sociedad de bibliófilos andaluces.

Page 159.—l. 18. Cf. a similar poem by Hita in the Biblioteca de autores españoles, vol. 57, p. 241.

Page 160.—l. 28. Doña Blanca de Castilla: daughter of Alfonso IX. of Castille, wife of Louis XIII. of France, mother of St. Louis; died in 1252. She wielded much influence in state affairs.

l. 33. This stanza illustrates Quevedo’s tendency toward cultism and conceits.

Page 162.—l. 12. Ovidio Nasón: a pun on Ovid’s name, due to its resemblance to Latin nasus.

l. 16. naricismo, nosiness.

l. 18. Anás: cf. St. Luke iii. 2, etc.

Page 163.—l. 1. This epistle was addressed to Olivares († 1645), the favorite and minister of Philip IV.

Page 164.—l. 21. mal hablada, rude-tongued.

372

l. 22. This sonnet contains a prophecy which recent events have consummated. Un godo: Pelayo, who, after the defeat of Roderick the Goth, gathered about him in the cave of Covadonga in Asturias the remnants of the Spanish army, and began the work of reconquest.

l. 24. Betis: the Guadalquivir.—Genil: a river of the province of Granada.

Page 165.—l. 1. Navarra: Navarre was annexed by Ferdinand the Catholic in 1512.

l. 2. casamiento: i.e., the marriage of Ferdinand of Aragon with Isabella of Castile and Leon. Sicily belonged to the crown of Aragon at the time of the marriage; Naples was formally annexed to it in 1504; Milan was acquired during the struggle between France and Spain in northern Italy.

l. 5. Muerte infeliz: upon the death of Dom Sebastian, king of Portugal, who was slain in Morocco in 1578, the Portuguese crown was assumed by his uncle Enrique. The latter died without an heir in 1580, and Philip II. annexed Portugal to Spain.

l. 6. Godos: i.e., the Spaniards as descendants of the Visigoths.

ll. 8-10. An imitation of Seneca in the Epistolae ad Lucilium: “Quod unus populus eripuerit omnibus, facilius uni ab omnibus eripi posse.

EL BACHILLER DE LA TORRE. In 1631 Quevedo published a small volume of poems, declaring them to be the work of a Bachiller Francisco de la Torre. L. J. Velázquez, who reprinted the poems at Madrid, 1753, maintained that they were Quevedo’s own. An Italian influence is clear in them, and it is probable that they were composed by the Francisco de la Torre to whom Quevedo ascribed them. Cf. Fernández-Guerra in vol. II, pp. 79-104 of the Discursos of the Real Academia Española (Madrid, 1861); Ticknor, II, 282 ff: Fitzmaurice-Kelly, History of Spanish Literature, 184 ff.

FRANCISCO DE BORJA, PRÍNCIPE DE ESQUILACHE. Esquilache was of the Borgia family and partly Italian in origin. Most of his verse is natural, simple and in a light vein. Occasionally he lapses into Gongorism. See vol. II of the Poetas líricos del siglo XVI in the Biblioteca de autores españoles; and cf. Ticknor, III, 40 ff., where the Fuentecillas que reís is translated.

Page 169.—l. 26. el aurora: the older more general use of el before feminine words beginning with a.

l. 28. An attraction of the verb by the predicate.

373

FRANCISCO DE RIOJA. A cleric, protégé of Olivares, and disciple of Herrera, he has left us a few poems characterized by perfection of form and a generally melancholy and resigned tone. Cf. his Poesías published by Barrera for the Sociedad de bibliófilos españoles, Madrid, 1867, and the Adiciones of the same editor, Seville, 1872; see also vol. I of the Líricos del siglo XVI.

Page 171.—l. 13. asconde, i.e., esconde.

l. 14. Paro: i.e., Paros, an island in the Ægean sea, famous for its marble.

PEDRO SOTO DE ROJAS. A friend of Lope de Vega, and the author of lyrics and eclogues in the Italian manner, published under the title of Desengaños de amor, Madrid, 1623. Cf. the Parnaso of Sedano, Madrid, 1768, etc., vol. IV; and see Ticknor, III, 56.

ESTEBAN MANUEL DE VILLEGAS. An opponent of Gongorism and well trained in the humanities, Villegas shows a decided influence of the classics in his erotic verse published under the title of Eróticas ó Amatorias (1617). He has happily imitated Horace, Catullus and Anacreon. Cf. the ed. of his poems, Madrid, 1774; Sedano, Parnaso, vol. IX; vol. II of the Líricos del siglo XVI; and see Ticknor III, 36 ff.

Page 177.—l. 9. A good example of Sapphic verse in Spanish.

SALVADOR JACINTO POLO DE MEDINA. A satirist and imitator of Quevedo. Cf. his Obras, Saragossa, 1670; and see vol. II of the Líricos del siglo XVI, in the Biblioteca de autores españoles. According to Ticknor, III, 38, note, the Apolo y Dafne “is partly in ridicule of the culto style.”

Page 178.—l. 16. con mil sales, with a thousand graces.

Page 179.—l. 10. ¡Vive Chipre! a disguised oath.

PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA. The compeer of Lope de Vega in the history of the Spanish drama, Calderón is certainly Lope’s equal, if not his superior, in lyrism. Less inventive and less prolific than the earlier poet, Calderón surpasses him in all that relates to perfection of form. His lyrics have been collected in part in the volumes entitled Poesías, Cadiz, 1845, and Poesías inéditas (Biblioteca universal), Madrid, 1881. Cf. Ticknor, II, 346 ff.; Günther, Calderón und seine Werke, Freiburg, 1888; Menéndez y Pelayo, Estudios, II; R. C. French, Calderón, his life and genius (New York, 1856 and since).

374

Page 181.—l. 11. A selection from the drama El mágico prodigioso, Jornada tercera, Escena V.

Page 183.—l. 13. This famous passage containing the counsel of the alcalde to his son occurs in Jornada segunda, Escena XXII of the play El alcalde de Zalamea. It must remind one of the advice of Polonius to his son in Hamlet, Act I, Scene III.

Page 184.—l. 26. entres, vuestro. The combination is ungrammatical, but the refrain is thus given by Ticknor, II, 353, note (5). A correction to entréis seems permissible.

AGUSTÍN DE SALAZAR TORRES. Salazar’s lyrics, published posthumously (1677) as La cythara de Apolo, evince in him a Gongoristic strain as well as some imitation of the manner of Villamediana. Cf. vol. II of the Líricos del siglo XVI in the Biblioteca de autores españoles; Ticknor, III, 27; Menéndez y Pelayo, Poetas hispano-americanos, I, p. lxiv.

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ. A Mexican nun who has left us secular poems—written doubtless before her profession—full of force and the genuine fervor of love, and religious poems of a mystic and ascetic tendency. She was a humanist by temperament and, as the Redondillas in defense of women show, a vigorous champion of her sex’s rights. Cf. Menéndez y Pelayo, Antología de poetas hispano-americanos, vol. I (Madrid, 1893: published by the Academy), pp. 5 ff., with an excellent sketch of her life and work on pp. lxvi ff.; Líricos del siglo XVI, vol. II: Ticknor, III, 51 note.

Page 186.—ll. 11-12. Para ... Lucrecia, a Lais—with allusion to the celebrated courtesan of Corinth—when courted, a Lucretia—i.e., a model of virtue—when won.

POESÍAS DEL SIGLO XVIII

IGNACIO DE LUZÁN. The founder of the so-called French school of writers of the eighteenth century, who by subordinating literary production in Spain to the rigid rules that obtained in French literature sought to correct the license that prevailed in Spanish letters of the time. Luzán declared the aims and tenets of the new school in his Poética (1737). He was stronger as a critic than as a creative spirit. Cf. vol. I of the Poetas líricos del siglo XVIII in the Biblioteca de autores españoles; Ticknor III, 263 ff. 375 See, in general, on the eighteenth century, Cueto’s Bosquejo histórico-crítico de la poesía castellana en el siglo XVIII, prefixed to vol. 61 (tome I) of the Biblioteca de autores españoles.

Page 191.—l. 2. Sármata: the Sarmatian, regarded as the ancestor of the Russian and Pole.

l. 6. rifeos montes: the Rhyphean mountains, said to be to the north of Scythia and sometimes identified with the Carpathians.

l. 12. Ceto, i.e., the whale.

GARCÍA DE LA HUERTA. A fierce opponent of the French school inaugurated by Luzán. He published at Madrid in 1778, a volume of poems in the old Spanish manner, without obtaining any degree of success. Cf. vol. I of the Poetas líricos del siglo XVIII in the Biblioteca de autores españoles.

JORGE PITILLAS. A pseudonym for José Gerardo de Hervás. The famous satire in which he attacked the bad writers of his time argues for the doctrines of the French law-giver Boileau, and in form strongly suggests Quevedo’s Epistle to Olivares (cf. p. 163). Attributed to Isla, it was published in the Rebusco de las obras literarias de J. F. de Isla, Madrid, 1790. Cf. E. Brinckmeier, Floresta de sátiras, etc., Leipzig, 1882; Fitzmaurice-Kelly, p. 348.

Page 193.—l. 13. Las piedras, etc.: cf. the idiom, Quien calla, piedras apaña, said of one who picks up remarks, intending to use them later.

Page 194.—l. 18. Marin, etc.: publishers.

l. 25. voces de pie y medio: cf. Horace’s sesquipedalia verba.

Page 195.—l. 11. Derelinques: cf. the Latin derelinquere, to abandon.

l. 16. boquilobo: cf. boca de lobo, dense darkness.

l. 17. Cienpozuelos: i.e., any plain individual.

l. 26. la irascible: supply lengua.

Page 196.—l. 1. Pero, etc.: i.e., the die is cast.

l. 8. cata y cala: cf. hacer cala y cata, to examine a thing to ascertain its quantity and quality.

NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN. A prominent member of the French school, Moratín the elder wrote a drama, Hormesinda, according to the French classic rules, and an epic poem, Las naves de Cortés, celebrating the burning of his ships by the Conquistador. He is best remembered for his popular quintillas 376 on The Bullfight, conceived entirely according to the old Spanish manner. Cf. his poems published with the works of his son Leandro in vol. II of the Biblioteca de autores españoles.

Page 197.—l. 17. moraicel: a Moorish officer.

l. 27. alcadí: i.e., cadí with the Arabic article prefixed.

Page 198.—l. 9. Jarama: a river flowing into the Tagus near Aranjuez.

l. 34. zambrero: cf. zambra, a rout, a revel.

Page 199.—l. 17. entablerado, close to the tableros or barrier.

l. 23. emplazándose: cf. v. 31.

Page 200.—l. 1. alazano: the more usual form is alazán.

Page 202.—l. 17. Rodrigo de Bivar: cf. note p. 117, l. 22.

l. 25. Fernando: Ferdinand I. (1037-1067) king of Castile. In the stories about the Cid he is sometimes confounded with his son Alfonso.

Page 204.—l. 4. Se engalla, stands rigid and haughty.

JOSÉ DE CADALSO. An army officer and a man of catholic tastes, having lived and travelled much abroad. He was killed at the siege of Gibraltar. As a writer, he belonged to the French school, for his tragedy Don Sancho García was composed according to the French rules. He made verse translations of portions of the Paradise Lost, and imitated Young’s Night Thoughts in his Noches lúgubres. Cf. his Obras, Madrid, 1818; Ticknor, III, 302; vol. I of the Poetas líricos del siglo XVIII in the Biblioteca de autores españoles.

GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS (or JOVE LLANOS). A statesman and littérateur. For a while he was Minister of Justice at the court of Carlos IV. He was a bitter opponent of the French invader, yet in his drama El delincuente honrado he conformed to the French literary canons. The present song shows clearly his patriotic feelings. See his works in the Biblioteca de autores españoles, vols. 46 and 50; Ceán Bermúdez, Memorias de Jovellanos, Madrid, 1814; Ticknor, III, 322 ff.; E. Mérimée in the Revue hispanique I, 34 ff.

Page 208.—l. 21. el tirano: i.e., Napoleon.

l. 22. Pelayo: cf. note to p. 164, l. 22.

l. 24. Sella: this name and the others mentioned in this stanza are those of places and rivers in Asturias.

Page 209.—l. 5. Reference to the Roman campaigns in Spain 377 from the beginning of the Second Punic War down to the time of Octavian.

ll. 12-13. The barbarian invasion of 409 A.D.

l. 16. Leovigildo: king of the Visigoths († 589).

l. 18. Arvas (or Arbas): a village of Oviedo.

l. 21. Lete, i.e., Guadalete, a river flowing into the Bay of Cadiz, near which the Arabs defeated Roderick.—Piles: a river of Oviedo in Asturias.—Tarique: Tarik, commander of the invading Arabs.

l. 28. Auseva, Auseba, the mountain of Asturias containing the cave of Covadonga in which Pelayo and his followers took refuge from the Arabs.

l. 31. Ildefonso: San Ildefonso, bishop of Toledo († 667).

Page 210.—l. 18. Bailén: a city of the province of Jaén. Here, on July 19, 1808, the Spaniards defeated the French under General Dupont. Cf. Galdós’s story of Bailén.

l. 20. Valencia: the French evacuated this city July 5, 1813.

l. 21. Zaragoza: allusion to the heroic defense of Saragossa against the French. It was taken by them, on February 26, 1809, only when most of the defenders had perished. Cf. Galdós’s Zaragoza.

l. 23. Alcañiz: a city of Teruel. The French General Suchet was defeated here, May 23, 1809.

l. 24. Alberche: river of Toledo, flowing into the Tagus.

l. 25. Tormes: a tributary of the Duero.

l. 26. Aranjuez: town of province of Madrid. The French were defeated there, August 5, 1809.

l. 27. Gerona: capital of province of Gerona. The town was captured by the French after a desperate siege of seven months.

l. 28. Llobregat: a river of the province of Barcelona.

l. 29. Gades: i.e., Cadiz. In 1812, the year after the death of Jovellanos, the Cortes met there and proclaimed the Constitution.

ll. 32-34. Lena, etc.: places in Oviedo.

JUAN MELÉNDEZ VALDÉS. Appointed a Professor at the University of Salamanca by Jovellanos, Meléndez Valdés there became head of a school of writers—called the Salamancan school—who adopted French methods in the composition of Spanish lyric poetry. In politics, Meléndez was also a French sympathizer, and as such he was made a counsellor and Minister of Public Education under Joseph Bonaparte. With the fall of the Napoleonic power he had to leave Spain in 1813, and in 1817 he died in France. 378 Melody, lucidity and plasticity are the chief characteristics of his verse, which is somewhat marred, however, by an excess of Gallicisms. Cf. his Poesías, Madrid, 1785 (and 1820); vol. II of Poetas líricos del siglo XVIII in the Biblioteca de autores españoles, vol. 63; the Life by Quintana in the edition of the Poesías, Madrid, 1820, and in vol. 19 of the Biblioteca de autores españoles; E. Mérimée in the Revue hispanique, I, 217 ff.; Ticknor, III, 311 ff.

Page 211.—l. 20. Cf. this ode in arte menor with Lamartine’s poem, Au rossignol; Lamartine’s lyric strongly resembles this.

Page 214.—l. 19. Not infrequently, as here, Meléndez adhered to the native Spanish measures.

FRAY DIEGO GONZÁLEZ. An Augustinian monk, and a member of the Salamancan school headed by Meléndez. But his sympathies were divided between a respect for French methods and a fondness for the older Spanish manner, and to some degree he was a disciple of Luis de León, as may be seen by his translations of the Psalms. He was very successful in lighter verse, producing a genuine classic in his Murciélago alevoso. Cf. his Poesías, Madrid, 1812; Ticknor, III, 318 ff.

Page 218.—l. 7. Note that suave is generally trisyllabic.

JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA. A cleric and a member of the Salamancan school. His verse is now in the lighter vein, and again satirical after the manner of Quevedo. Cf. his Poesías, Paris, 1821; vol. I of the Líricos del siglo XVIII in the Biblioteca de autores españoles; Ticknor, III, 320.

Page 222.—l. 28. Londra, i.e., alondra.

NICASIO ÁLVAREZ DE CIENFUEGOS. Among the members of the Salamancan coterie, the most important disciple of Meléndez. His poems show much real sentiment, but are not entirely free from affectation. He was a stout patriot and quite free from the French political sympathies of his master. Cf. his Obras poéticas, Madrid, 1816; vol. III of the Líricos del siglo XVIII; Ticknor, III, 320 f.

Page 223.—l. 18. el favonio coro, the Zephyr chorus.

l. 25. la piramidal: a kind of campanula or bell-flower.

Page 224.—l. 15. ¡Evohé! the cry of the Bacchantes when acclaiming Bacchus.

l. 17. vacante, empty, hollow.

379

FÉLIX MARÍA DE SAMANIEGO. One of the two great fabulists of modern Spanish literature. Mainly French in his tendencies, he imitated La Fontaine with much success, deriving inspiration also from Gay, the Æsopic fables, Phædrus and the Eastern apologues. Cf. his Fábulas, Madrid, 1832; vol. 61 of the Biblioteca de autores españoles; F. Wolf, Floresta de rimas, I; Ticknor, III, 307 ff.

TOMÁS DE IRIARTE. The peer, and perhaps even the superior, of Samaniego as a fabulist. He won commendation for his didactic poem La música, but secured no lasting renown by his dramatic attempts. His fame is based upon his Fábulas literarias, remarkable for their artistic finish and ingenuity of thought. Cf. his Obras, Madrid, 1805; the Biblioteca de autores españoles, vol. 63; E. Cotarelo y Mori, Iriarte y su época (1897); Ticknor, III, 304 ff.

Page 227.—l. 13. Echó ... Sus cuentas, etc.: Communed with himself.

l. 25. Cf. the whimsical sonnet of Lope de Vega on p. 153.

l. 29. ¡Hay tal porfía! Did you ever see such obstinacy!

LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN. Son of Nicolás Fernández de Moratín (cf. p. 196). With his dramas, the most important since the days of the great masters of the siglo de oro, he won complete success for the French school started by Luzán. His lyrics, of far less merit than his plays, are nevertheless pleasing in form and upon occasion sprightly in tone. Cf. his Obras, Madrid, 1830-31; the edition of his own and his father’s works in vol. II of the Biblioteca de autores españoles; Ticknor, III, 330 ff.

MANUEL MARÍA DE ARJONA. A figure partly of the eighteenth and partly of the nineteenth century, Arjona was a member of the so-called School of Seville (Academia de letras humanas, founded at Seville in 1793), a body of writers who still advocated the application of French classic rules, while they also harked back to the lyric traditions of Seville in the sixteenth century. In this latter respect Herrera was their model, but Luis de León also commanded their respect. Both tendencies of the school are illustrated in Arjona. In his religious and pastoral verse, he is a conventional writer of the time, adhering chiefly to the doctrines of Luzán and the Salamancan school. As a poet of patriotic and republican sentiments he is much more virile and successful, 380 displaying these sentiments in his two best productions, the ode España restaurada en Cádiz (celebrating the proclamation of the Constitution of 1812, cf. note to p. 210, l. 29), and the longer poem Las ruinas de Roma. From now on, the struggle with the French brought forth much patriotic verse. Cf. vol. II of the Líricos del siglo XVIII; F. Wolf, Floresta de rimas, etc. (Paris, 1837), vol. II; Blanco-García, La literatura española en el siglo XIX, 2ª edición, Madrid, 1899, I, 20 ff.

Page 230.—l. 9. Padilla: Juan de Padilla, leader of a party of Comuneros, who, rising against the exactions of Charles V., were successful for a while. Their fortunes declined, however, and Padilla was finally captured and executed (1522).

Page 231.—l. 9. Columnas de Hércules: i.e., the promontories of Calpe and Ábila at the Strait of Gibraltar.

l. 15. Mucio: Mucius Scævola; captured after his attempt to kill Lars Porsena, the enemy of Rome, he plunged his hand into the fire to show his contempt for pain: cf. p. 232, l. 4.

Page 232.—l. 5. Allusion to the invasion of Rome by the Gallic chief Brennus in 390 B.C. The Romans bought peace with 1,000 pounds of gold.

l. 7. Camilo: after the capture of Rome by Brennus, Camillus was appointed dictator, and is said to have defeated the Gauls.

POESÍAS DEL SIGLO XIX

MANUEL JOSÉ QUINTANA. A Tyrtæan poet whose lyrics, together with those of his friend Gallego (cf. p. 244), voice the sentiments of a party sprung up to combat the French invader. As patriots, both Quintana and Gallego were bitterly opposed to French domination; as poets they meekly submitted to the French classic rules and carried on the traditions of Luzán and Meléndez Valdés. The heroic odes of Quintana are the best that he has given us. Plastic in form and full of patriotic ardor, they reveal him at the same time as the advocate of liberalism, and of political and social advancement. His other odes (Á la mar, Á la imprenta, Á la hermosura, etc.), are admirable, too, but somewhat artificial in tone. Quintana’s dramatic attempts were infelicitous; as an historian (Vidas de los españoles célebres) he attained a moderate success. Cf. his Poesías in vol. 19 of the Biblioteca de autores españoles; and see Menéndez y Pelayo, D. Manuel José Quintana, La poesía lírica al principiar el siglo XIX, Madrid, 1887; E. Piñeyro, M. J. Quintana, 381 Chartres, 1892; Blanco-García, La literatura española, etc., I, 1 ff.; Ticknor, III, 332 ff.

Page 235.—l. 1. In March, 1808, a rising of the people and the guards swept away the intriguing minister Godoy, and forced the inept Carlos IV. to abdicate in favor of his son Fernando VII., then an adversary of the French.

Page 238.—l. 2. Desenterrad, etc.: the most powerful passage of the poem.—Tirteo: Tyrtæus, a Greek lyric poet of the seventh century B.C., who is said to have roused the Lacedæmonians to heroic fury in battle by his songs.

l. 5. Fuenfría: a pass in the Guadarrama mountains in the province of Segovia.

l. 13. Atila: the Hunnish leader († 453).

l. 15. Tercer Fernando: Ferdinand III. of Castile (St. Ferdinand) rapidly drove the Moors southward († 1252).

l. 17. Gonzalo: Gonzalo de Córdova (1453-1515), known as El Gran Capitán, played a prominent part in the Moorish war of 1481-92.

l. 18. el Cid: cf. note to p. 117, l. 22.

l. 20. hijo de Jimena: i.e., Bernardo del Carpio, according to the legend, the son of Jimena, sister of Alfonso el Casto; cf. note to p. 114, l. 10.

l. 22. torbo, i.e., torvo.

Page 239.—l. 25. An ode in praise of Alonso Pérez de Guzmán (1258-1320), known as Guzmán el Bueno. He was in charge of the fortress of Tarifa, as lieutenant of Sancho IV. of Castile, when the place was attacked by Don Juan, the King’s rebellious brother. Unless the fortress were delivered over to him, Don Juan threatened to slay Guzmán’s son, then in his power, before the eyes of the father. Honor and fealty prevailed in Guzmán and he witnessed the murder of his son rather than surrender his trust.

Page 240.—l. 6. Mavorte, i.e., Mavors: a fuller form of Mars.

l. 15. vías, i.e., veías: a poetical form. Cf. vía, p. 241, l. 24.

l. 17. Alfonsos: Alfonso VI. of Castile and his successors.

l. 18. Rodrigo: i.e., Rodrigo de Bivar, the Cid.

l. 31. Agar: Hagar, regarded as ancestress of the Saracens.

Page 241.—l. 7. Tarifa: on the Strait of Gibraltar. Here the Arabs landed in 711 (cf. note to p. 100, l. 26), and, according to the legend, the place was betrayed into their hands by Count Julian.

l. 16. pueblo numantino: a reference to Numantia in Hispania Citerior, taken by Scipio Africanus, after a bloody siege, in 133 B.C.

382

JUAN NICASIO GALLEGO. A cleric who spent much time at Madrid and was a close friend of Quintana. Like the latter, he is renowned for his heroic odes. The bulk of his verse is small. It is marked throughout by excellence of style and sincerity of feeling. In particular, his elegy on The death of the Duchess of Frías,—an event which called forth much verse—shows how capable he was of real emotion. Cf. the ed. of his poems by the Academia de la Lengua, Madrid, 1854; and vol. III of the Poetas líricos del siglo XVIII in the Biblioteca; see also Blanco-García, Historia, 2ª ed., I, 13 ff.

Page 244.—l. 1. On May 2, 1808, occurred the first rising of the Spaniards against the arms of the French invader. This date marks the beginning of the Guerra de la Independencia, known in English as the Peninsular War.

l. 29. Mantua: the Italian town of this name was taken by Napoleon in 1797, after a famous siege.

Page 246.—l. 19. Daoiz, Velarde: leaders in the rising of May 2, 1808; slain by the French.

Page 247.—l. 5. gonces, i.e., goznes.

Page 248.—l. 7. hijos de Pelayo, i.e., the Spaniards: cf. note to p. 164, l. 22.

l. 10. Moncayo: a mountain of Saragossa.

l. 12. Turia: the river Guadalaviar.

l. 15. Patrón: Santiago, i.e., St. James, the patron saint of Spain. In the heroic legends he often figures in the battlefields, fighting for the Spaniards.

JOSÉ MARÍA BLANCO. Blanco, known in English literature as Blanco White, was a member of the school of Seville, with Arjona and Lista. Assailed by religious doubts, he abandoned his ecclesiastical post in Seville and went to England, where he associated himself with nearly every religious communion in turn. In English literature his Mysterious light takes high rank as an exquisite sonnet. His verse in Spanish is equally beautiful. Cf. vol. III of the Poetas líricos del siglo XVIII; and see Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos en España, tom. III, lib. VII, cap. IV; W. E. Gladstone, Gleanings of past years, II, 1 ff.; Life of Rev. J. B. White written by himself, London, 1845.

Page 249.—l. 1. A mystic element in Blanco’s nature is made clear by this poem.

383

ALBERTO LISTA Y ARAGÓN. The leader of the Sevillan school. A poet of decided ability, he was still more remarkable as a teacher and critic. It is in his religious lyrics that he best shows his poetical powers. Deserving of mention is his Castilian version of Pope’s Dunciad. Cf. his Poesías, Paris, 1834; Wolf, Floresta de rimas, vol. II; Líricos del siglo XVIII, vol. III; and see Blanco-García, Historia, 2ª ed., I, 26 ff.

Page 251.—l. 3. Siná: cf. Exodus xix. 20 ff.

Page 252.—l. 21. On Bailén, cf. note to p. 210, l. 18.

l. 28. Mariano monte: the range called the Cordillera Marianica, of which the Sierra Morena is part.

Page 253.—l. 6. Allusion to the campaigns of Napoleon along the Rhine and in Egypt.

l. 13. Castaños: the Spanish commander who won the victory over Dupont at Bailén; later made Duque de Bailén.

l. 21. Mengíbar: a town near Bailén.

Page 254.—l. 14. Vandalia: a name sometimes given to Andalusia, through a supposed connection between that term and the name of the invading Vandals.

JUAN ARRIAZA Y SUPERIRELA. Most successful as a satirist, Arriaza also deserves some praise for his patriotic songs. These lack, however, the well-sustained inspiration of the odes of Quintana and Gallego. The song here published was written to revive the spirits of his countrymen after the reverses of 1809. Cf. vol. III of the Poetas líricos del siglo XVIII; Blanco-García, I, 47.

Page 256.—l. 15. Fernando: Arriaza was an absolutist courtier and partisan of Ferdinand VII.

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA. The stateman and dramatist. As a dramatist he marks the transition from Frenchified classicism to romanticism in Spanish literature. He is of but minor rank as a lyric poet, yet the Epistle to the Duke of Frías on the death of his wife contains real pathos. A second edition of his Poesías líricas appeared at Paris, 1847. Cf. Menéndez y Pelayo, Estudios de crítica literaria, Madrid, 1884, pp. 223 ff.; Blanco-García, I, 120 ff.

Page 257.—l. 1. Like other liberals, Martínez de la Rosa was banished by the despotic Ferdinand VII. He spent much of his exile at Paris.

384

ÁNGEL DE SAAVEDRA, DUQUE DE RIVAS. Romanticism triumphed in Spain through the efforts of the Duke of Rivas, who won the day for its doctrines in the drama with his Don Álvaro, in narrative poetry with his Moro expósito, and in lyric poetry with his Faro de Malta. Exiled during the reign of Ferdinand, because of his liberal sentiments, he visited England, France and Italy, and came into direct contact with the Romantic movements in those countries. When allowed to return to Spain, he straightway extended the movement into that land. As an epico-lyric or narrative poet, he has revived many legends found in the romantic history of Spain. A well-known episode is related in the poem on p. 258. Cf. the Obras completas of Rivas, published by the Real Academia Española, Madrid, 1854-55; the unfinished edition in the Colección de escritores castellanos; Wolf, Floresta de rimas, vol. II; and see the essays by Cañete and Pastor Díaz prefixed to vol. I of the Obras completas; Blanco-García, 2ª ed., I, 129 ff.

Page 259.—l. 10. duque de Borbón: Charles, duc de Bourbon and Constable of France, being ill treated by his monarch Francis I., renounced allegiance to him, and entered the Spanish service. He played a large part in the defeat of Francis by Charles V., at Pavia, in 1525.

Page 260.—ll. 17-18. Velasco, Constable of Spain, defeated Padilla at Villalar, April 23, 1521, thus ending the comunero troubles: cf. note to p. 230, l. 9.

Page 267.—l. 9. Desque, i.e., Desde que.

l. 33. Lacio, Latium, i.e., Italy. In 1825, Rivas left London for Italy, intending to settle in Rome; but the Italian government expelled him and he then sought refuge in Malta.

Page 268.—l. 18. Córdoba: Rivas was a native of Cordova.

JOSÉ DE ESPRONCEDA. Considered by many as the most illustrious lyric poet of Spain in the nineteenth century. In Espronceda, the author of the Estudiante de Salamanca, of the fragmentary lyrico-dramatic poem El diablo mundo, and of various short lyrics, are represented both that romantic element of revolt against social and literary conventions which in England is so strongly marked in Byron, and the element of Bohemianism which characterizes many of the French romanticists. Exiled by reason of his liberal opinions, he spent some time in England—where he became deeply imbued with Byronism—and eloped thence to Paris with Teresa, another man’s wife, and the subject of the pathetic and 385 wonderfully harmonious Canto á Teresa. Scepticism, despair and the note of cloyed sensual satiety are everywhere present in the poetry of this ill-starred singer. Back in Spain again, he died at the early age of thirty-two years, after a short and stormy career in politics and journalism. For his poetical methods he owes much to Byron, but he is no servile imitator: his loudest note—that of revolt against the conventional—emanates from his own inner nature. Cf. his Obras poéticas, etc., Madrid, 1884, with an essay by Escosura prefixed; and see E. Rodríguez Solís, Espronceda, su tiempo, su vida y sus obras, Madrid, 1883; E. Piñeyro, Un imitador español de Byron (in his Poetas famosos, etc., Madrid, 1883); Blanco-García, I, 154 ff.

Page 270.—l. 27. This poem in octavas reales forms the second canto of the Diablo mundo.

Page 272.—l. 16. orador de Atenas: i.e., Demosthenes.

Page 273.—l. 29. florece: seems to be used here as an active verb, covers with flowers.

Page 275.—l. 13. por banda, on each side.

l. 28. Stambul: the Turkish name of Constantinople.

MANUEL DE CABANYES. A Catalonian who wrote in Spanish. A pupil of Horace, he disdained the modern verse forms (cf. p. 279, ll. 22-23) and sought to domesticate the classic metres in Spanish prosody. He was unaffected by the literary movement of his time, probably because he died young. Cf. the collection of his lyrics entitled Preludios de mi lira (1833); Menéndez y Pelayo, Odas de Q. Horacio Flaco, traducidas é imitadas, etc., Barcelona, 1882, pp. 372 ff.; and see Torres Amat, Diccionario de escritores catalanes; Blanco-García, I, 103 ff.

Page 280.—l. 1. cisne de Ofanto: Horace. Cisne is a term regularly applied to poets in Spanish.

l. 3. opresor: Augustus.

JOSÉ ZORRILLA. A dramatist and poet who takes rank with the most eminent literary figures of the Spanish nineteenth century. He is less remarkable for pure lyrism than for his epico-lyric or narrative strains. Like Rivas, he has done much to revive the ancient legends of Spain, giving them a modern poetical garb. His romantic dramas, and especially the Don Juan Tenorio, are among the most successful of the period. Cf. his Obras dramáticas y líricas, Madrid, 1895; the edition of his Poesías escogidas, published by the 386 Academia de la lengua, Madrid, 1894; and see the essay on him by Flórez in Novo y Colsón’s Autores dramáticos contemporáneos, Madrid, 1881, I, 169 ff.; Blanco-García, I, 197 ff.

Page 284.—l. 9. Lines recited by the poet over the grave of Larra (Fígaro), the essayist, at the burial of that unfortunate genius (1837).

JUAN EUGENIO HARTZENBUSCH. A romantic dramatist—author of the sentimental Amantes de Teruel—-and a lyric poet of modest pretensions. His Poesías form vol. I of his Obras in the Colección de escritores castellanos (Madrid, 1887): cf. Blanco-García, I, 233 ff.

Page 287.—l. 21. Sombra, etc.: an allusion to Calderón’s drama, La vida es sueño.

Page 288.—l. 1. patrio Manzanares: Calderón was born in Madrid, through which flows the river Manzanares.

MANUEL BRETÓN DE LOS HERREROS. The most eminent dramatist of the period following that of Romanticism. He was very prolific, producing over one hundred and seventy-five plays. The satiric element is the prevailing one in his lyrics, the earlier of which imitate the manner of Iglesias and Meléndez Valdés. Cf. his Poesías, etc., in vol. V of the edition of his works, Madrid, 1883-84; and see the Marqués de Molins’ Bretón de los Herreros, recuerdos de su vida y de sus obras, Madrid, 1883; Blanco-García I, 272 ff.

Page 288.—l. 9. Fábula al canto, i.e., Here’s a fable at hand (to prove the point).

Page 289.—l. 21. Fraile mostense: or fraile premonstratense, i.e., a member of an order of canons founded by St. Norbert in France in 1120.

JOSÉ MARÍA HEREDIA. The Cuban patriot and poet. Exiled from his beloved island, he spent several years in the United States and then went to Mexico, where he occupied several important judicial offices. His masterpiece is the beautiful ode on Niagara, visited by the poet during his residence in the United States. Cf. the edition of his Obras, New York, 1875: and see Menéndez y Pelayo, Antología de poetas hispano-americanos, vol. II, pp. 15 ff. (poems), pp. xiv ff. (an excellent essay on Heredia), and a biography by A. Bello, London, 1857.

387

PLÁCIDO (GABRIEL DE LA CONCEPCIÓN VALDÉS). Valdés, best known by his pseudonym of Plácido, was a Cuban mulatto of little training, but of true poetic instinct. He was tried and executed on a charge of conspiracy against the Spanish government of which he was entirely innocent. He is said to have composed in prison and recited on the way to his execution the mournful, resigned Prayer here published. Cf. the edition of his Poesías, Palma de Mallorca, 1847: and see Menéndez y Pelayo, Poetas hispano-americanos, II, xxxiii ff. and 69 ff.

Page 294.—l. 15. tu: note the combination of the possessive pronoun, second person singular, with verbs of the second person plural, a not infrequent combination in the spoken Spanish of America.—Heliaca estrella, the heliacal star, which rises and sets with the sun.

CAROLINA CORONADO. A poetess, recently residing in Portugal, whose verse revives the mystic strains of Luis de León and St. Theresa. Cf. her Poesías, Madrid, 1843 and 1852; and see Blanco-García, I, 193 ff.; E. Castelar, Étude biographique (French translation), Lisbon, 1887.

Page 295.—l. 5. Gévora: a river flowing through Portugal and through the province of Badajoz in Spain.

GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA. A Cuban who spent the greater part of her life in Spain in the society of the most eminent writers of the time, Avellaneda was the most distinguished Spanish poetess of the nineteenth century. In her earlier poems she is manifestly under the influence of the French romanticists (Hugo, Lamartine, Chateaubriand); in her later verse she is dominated rather by Quintana. Some of the mystic elevation of the poets of the sixteenth century is seen in her religious lyrics (Á la Cruz, Á la Ascensión, etc.). As a novelist and dramatist, Avellaneda likewise holds a high place in Spanish literature. Cf. her Obras literarias, Madrid, 1869; Menéndez y Pelayo, Poetas hispano-americanos, II, 87 ff., xxxix ff.; Blanco-García, I, 190 ff.

ADELARDO LÓPEZ DE AYALA. A writer of the post-Romantic period, most noted for his psychological dramas. Though few in number, his lyrics, particularly his sonnets, are of high poetic worth. The sonnet here printed has been set to music and is sung every year at Madrid during the services in commemoration of the 388 poet’s death. Cf. his Obras completas, Madrid, 1885 (poems in vol. VII); Blanco-García, Historia, II, 175 ff.

JOSÉ SELGAS Y CARRASCO. Poet, novelist and journalist, the author of La primavera and El estío, two collections of verse pervaded by a gentle melancholy and innocuous pessimism. Cf. his Poesías, Madrid, 1882-83; Blanco-García, II, cap. II.

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER. Imbued with the spirit of Hoffmann in his prose legends and with that of Heine in his Rimas, but withal highly original, Bécquer is one of the most attractive figures in modern Spanish literature. To avoid bombast and verbosity, he discarded consonantal rhyme entirely, and made use of the simplest imagery possible. His strains have the mournful sentiment of the North and are more concerned with the inner workings of the poet’s own spirit than with concrete objects of the outer world. His tone is seldom gay or lively and never naturally so; in general the note of sadness sounds through the Rimas. Cf. his Obras, 5ª ed., Madrid, 1898 (with Prólogo by Correa; Rimas in vol. II); Blanco-García, II, 79 ff., 275 ff.

ANTONIO DE TRUEBA. A writer of charming novelettes of manners and a poet of the people, particularly of the people of his own Basque region. Unduly lauded and depreciated, he remains a pleasing poet of minor rank. Cf. his verse in the collections which he entitled Libro de los cantares (Madrid, 1852) and Libro de las montañas; Blanco-García, II, 26 ff.

Page 309.—l. 16. Higuer: a cape of the province of Guipúzcoa, running into the Cantabrian sea.

VENTURA DE LA VEGA. Dramatist and poet; born in the Argentine Republic, he was trained in Spain, where he passed the greater part of his life, becoming private secretary to Isabel II. His imitations of the Hebrew poetry of the Bible are praiseworthy. In most of his verse he displays an eclectic tendency, a desire to combine the best in romanticism with the best in classicism. Cf. his Obras poéticas, Paris, 1866; Menéndez y Pelayo, Poetas hispano-americanos, IV, 105 ff. (poems), cxlv. ff. (essay on Vega): J. Valera, Personajes ilustres:—Ventura de la Vega, etc., Madrid, 1891; Blanco-García, I, 315 ff.

389

ANDRÉS BELLO. A Venezuelan by birth, the most important author that South America has yet produced, being remarkable as a poet, grammarian, jurist and patriot. Cf. his Obras completas, Santiago de Chile, 1881-85; his poems in the Colección de escritores castellanos (1881), and in Menéndez y Pelayo, Poetas hispano-americanos, II, 285 ff.: and see ibid., p. cxvii ff.; M. L. Amunátegui, Santiago de Chile, 1882.

RAMÓN DE CAMPOAMOR. The humoristic poet par excellence of the Spanish nineteenth century, with a pseudo-philosophical tendency which is not to be taken too seriously. Under the name of doloras he published a number of short poems humorous in tone, full of feeling and ever pointing some moral. Although he is said to have invented the genre, he has really but given a new name to an old genre and developed it more than any one else had done. Cf. his Obras escogidas, Leipzig, 1885-86. There are many editions of his separate works. See also J. Valora: Obras poéticas de Campoamor (in his Estudios críticos sobre literatura, etc., Seville, 1884, pp. 239 ff.); Peseux-Richard in the Revue hispanique, I, 236 ff.; Blanco-García, II, cap. V.

Page 313.—l. 13. This delightful poetical dialogue is a favorite piece for recitation purposes in Spain.

Page 314.—l. 20. ¡Quién supiera escribir! If I only knew how to write!

Page 316.—l. 11. A sonnet on the Italian pessimistic poet, Leopardi, of the early nineteenth century.

JUAN VALERA Y ALCALÁ GALIANO. The most eminent Spanish man of letters now alive, justly famed as a novelist, poet and student of general culture. An extended diplomatic career has made him a most cosmopolitan spirit. Everywhere studying men and things, he has acquired an extreme catholicity of taste and has highly developed his powers of critical apperception. Menéndez y Pelayo deems El fuego divino, selections from which are given here, to be Valera’s best poem. Cf. his Canciones, romances y poemas, with notes by Menéndez y Pelayo, in the Colección de escritores castellanos, Madrid, 1885 (containing translations, also, of poems of Lowell, Whittier and other American and English writers); Blanco-García, II, cap. XXVI.

Page 320.—l. 17. inclinada fuente: so says the edition of 1885. But Señor Valera states that inclinada is an error; he writes: “El 390 primer verso dice de la inclinada fuente, y debe decir de la increada fuente.”

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE. A popular Spanish poet of our times, widely read in both Spain and America. His most important volume of poems is the Gritos del combate (8th ed. 1891), in which, with patriotic fervor, he cries out against the political evils rampant in Spain and inveighs against the agitators responsible for them. Longer poems than those contained in the Gritos del combate are the Vértigo (a great favorite for declamation purposes), the Última lamentación de Lord Byron, La selva oscura, etc. All have been reprinted in many editions. Núñez de Arce is also a dramatist of considerable power. Cf. Menéndez y Pelayo’s essay on him, published in vol. II of Novo y Colsón’s Autores dramáticos contemporáneos (and in Menéndez y Pelayo’s Estudios de critica literaria, 1884); Blanco-García, II, 328 ff.

Page 324.—l. 1. This sonnet bears the date 6 de Enero de 1866. In his notes (8th ed. p. 328) the author says: “Escrita y publicada en circunstancias azarosas y difíciles, cuando el sentimiento revolucionario estaba más vivo en la opinión.” All the poems here printed are from the Gritos del combate.

l. 15. el monasterio: i.e., the Escurial.

l. 25. viento del Guadarrama: a chill wind which sweeps over Madrid.

Page 326.—ll. 25-26. hijo ... rey devoto: Philip III. († 1621).

l. 29. Aquel, etc.: Philip IV. († 1665).

l. 33. el monarca enfermizo: Charles III. († 1700).

MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO. One of the most illustrious literary critics of our age, a scholar of rare erudition, a poet whose verse is ever harmonious and graceful. Several of his critical works have been mentioned in these notes. His best poems may be found in the volume Odas, epístolas y tragedias, Madrid, 1883. The humanistic bent of the man prevails even in his lyrics. Cf. Blanco-García, II, 601 ff.

Page 331.—l. 3. Clitumno: the Clitunno, an Umbrian river.

l. 22. Menandro: Menander, a Greek comic poet of the fourth century B.C.

Page 332.—l. 4. Amador ... nada: Leopardi, cf. note to p. 316, l. 11.


				

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